El martes pasado, otro 11 de septiembre histórico, los mexicanos pudieron ver y escuchar como son y como piensan los principales dueños de los medios de comunicación. Como llegaron al senado de la República para tratar de “parar” la reforma electoral y como en el intento quedaron desnudos, sin máscaras, ante la opinión pública nacional. Interrumpieron transmisiones y se encadenaron todos los medios que veían amenazada su fuente de ingresos, pero principalmente de poder.
Pudo verse a un grupo de señores soberbios, estridentes, arrogantes e intolerantes, sin cultura ni elegancia, creyéndose dueños del país. Vociferar lo mismo a Javier Alatorre que a Jorge Sarmiento, a Paty Chapoy o al más asquerosos de todos Pedro Ferriz, a quien tenemos que soportar los vecinos de Tejupilco, ante la escasez de opciones en el cuadrante.
Ser testigos de la ignorancia y la ambición de los que se sentían despojados de un dinero que no les pertenece y del que han hecho muy mal uso. Los millones de pesos destinados a la propaganda en radio y televisión fueron considerados expropiados por quienes usufructúan en modal concesión, un bien que es propiedad de la nación y que es de todos, el espacio aéreo.
Es una concesión la que detentan. Es el espacio tiempo-aire que utilizan para producir programas determinantes en la mediocridad y en el retraso social, cultural, educativo, político de México. Es la posibilidad, al menos en el terreno de lo deseable, para impedir que el dinero sea el determinante de las relaciones políticas de la sociedad.
Es al menos un despertar con una opción diferente. Entender el gesto de hace unas semanas de Silvio Rodríguez, el trovador cubano, quien suspendió unilateralmente un concierto que presentaría en Chile, por los cobros excesivos a gente de barrios pobres.
“Soy un trabajador de la cultura y no un bien de consumo” Es una forma diferente de ver, saber y pensar.
Ha sido un paso importante el decidido de común acuerdo con los tres partidos que representan al 99% de los votos emitidos en las pasadas elecciones. Es aceptar que mediante el empleo del dinero se interfirió con la voluntad y conciencia ciudadana. Miente Carlos Marín, esta nueva estrella de televisa en su columna diaria escrita en Milenio Diario cuando afirma que Andrés Manuel López Obrador fue quien contrato más spots en medios. Miente porque no cuenta todos las inserciones contratadas por los sectores acaudalados y retrogradas que contrataban bajo el agua, con los dineros, por ejemplo del chino Ye Gon Y lo hacen también Ciro Gómez Leyva, Nino Canun o Adela Micha. ¿Qué acaso no lo hizo todos los días Víctor Trujillo, el Brozo corrompido? Hay un tal maestro Carvajal que pontifica en la estación de los Milet tolucos y que no escatima nunca la demagogia, la engañifa más barata con tal de adular y servil ante el poder.
Desgraciadamente México esta inmerso en la incultura salvaje del poder económico. Nadie escapa a esta nefasta influencia. Decir lo contrario, actuar de otra manera es ser visto de manera extraña. Entre más ostentación y fantasía y oropel, más visto.
Basta leer esta semana la revista Quien, dedicada a mostrar las maneras de vivir de los Fox después de los Pinos. Es inaudito el grado de cinismo, burla y sinvergüenza a que ha llegado nuestra sociedad.
Resulta por eso reprobable enterarse que el gobernactor de nuestro estado, Enrique Peña Nieto, sea señalado como líder de una conspiración de mandatarios, que buscan impedir que se reúnan el total de la mitad más una de las legislaturas estatales necesarias, para sancionar legalmente las modificaciones a la ley electoral, lo que impediría la sanción constitucional y la promulgación de una ley que además hecha a la calle al blandengue presidente del IFE, Luís Carlos Ugalde, un agente más al servicio de Elba Esther Gordillo.
Por cierto, que pongan el dedo en Herminio Santin como ahijado de esta mujer es monstruoso, por decir lo menos.
Pudo verse a un grupo de señores soberbios, estridentes, arrogantes e intolerantes, sin cultura ni elegancia, creyéndose dueños del país. Vociferar lo mismo a Javier Alatorre que a Jorge Sarmiento, a Paty Chapoy o al más asquerosos de todos Pedro Ferriz, a quien tenemos que soportar los vecinos de Tejupilco, ante la escasez de opciones en el cuadrante.
Ser testigos de la ignorancia y la ambición de los que se sentían despojados de un dinero que no les pertenece y del que han hecho muy mal uso. Los millones de pesos destinados a la propaganda en radio y televisión fueron considerados expropiados por quienes usufructúan en modal concesión, un bien que es propiedad de la nación y que es de todos, el espacio aéreo.
Es una concesión la que detentan. Es el espacio tiempo-aire que utilizan para producir programas determinantes en la mediocridad y en el retraso social, cultural, educativo, político de México. Es la posibilidad, al menos en el terreno de lo deseable, para impedir que el dinero sea el determinante de las relaciones políticas de la sociedad.
Es al menos un despertar con una opción diferente. Entender el gesto de hace unas semanas de Silvio Rodríguez, el trovador cubano, quien suspendió unilateralmente un concierto que presentaría en Chile, por los cobros excesivos a gente de barrios pobres.
“Soy un trabajador de la cultura y no un bien de consumo” Es una forma diferente de ver, saber y pensar.
Ha sido un paso importante el decidido de común acuerdo con los tres partidos que representan al 99% de los votos emitidos en las pasadas elecciones. Es aceptar que mediante el empleo del dinero se interfirió con la voluntad y conciencia ciudadana. Miente Carlos Marín, esta nueva estrella de televisa en su columna diaria escrita en Milenio Diario cuando afirma que Andrés Manuel López Obrador fue quien contrato más spots en medios. Miente porque no cuenta todos las inserciones contratadas por los sectores acaudalados y retrogradas que contrataban bajo el agua, con los dineros, por ejemplo del chino Ye Gon Y lo hacen también Ciro Gómez Leyva, Nino Canun o Adela Micha. ¿Qué acaso no lo hizo todos los días Víctor Trujillo, el Brozo corrompido? Hay un tal maestro Carvajal que pontifica en la estación de los Milet tolucos y que no escatima nunca la demagogia, la engañifa más barata con tal de adular y servil ante el poder.
Desgraciadamente México esta inmerso en la incultura salvaje del poder económico. Nadie escapa a esta nefasta influencia. Decir lo contrario, actuar de otra manera es ser visto de manera extraña. Entre más ostentación y fantasía y oropel, más visto.
Basta leer esta semana la revista Quien, dedicada a mostrar las maneras de vivir de los Fox después de los Pinos. Es inaudito el grado de cinismo, burla y sinvergüenza a que ha llegado nuestra sociedad.
Resulta por eso reprobable enterarse que el gobernactor de nuestro estado, Enrique Peña Nieto, sea señalado como líder de una conspiración de mandatarios, que buscan impedir que se reúnan el total de la mitad más una de las legislaturas estatales necesarias, para sancionar legalmente las modificaciones a la ley electoral, lo que impediría la sanción constitucional y la promulgación de una ley que además hecha a la calle al blandengue presidente del IFE, Luís Carlos Ugalde, un agente más al servicio de Elba Esther Gordillo.
Por cierto, que pongan el dedo en Herminio Santin como ahijado de esta mujer es monstruoso, por decir lo menos.