Thursday, October 30, 2014

MITOS Y LEYENDAS: FE Y RELIGIÓN TEMASCALTEPEC VI

He sido siempre un helenista, por instinto, por temperamento, por naturaleza. Defiendo el pensamiento occidental porque me parece superior a las ideas orientales. Persigo el saber absoluto y, a diferencia de la filosofía del sur asiático y del Asia oriental, el pensamiento en que me he formado, el que nace en la antigua Grecia, predica que este no puede separarse de una cierta totalidad. Debemos saberlo todo, entenderlo todo y vivirlo todo. Debemos viajar por el mundo, conocer paisajes y las clases sociales, las creencias y costumbres de toda la gente.
Llevo casi XXI siglos almacenando el saber enciclopédico de la humanidad. Soy preceptor y heredero de la Sabiduría Mayor, la anterior a Sócrates y luego los que le siguieron, especialmente la de los polímatas Aristóteles, Leonardo da Vinci y agrego a uno poco conocido y por eso más valioso, Baltasar Gracián.
Hace muchos ayeres que me he distanciado de las creencias, de la fe y de los dogmas, del misticismo y la devoción. No comulgo ni con el confucianismo, ni el taoísmo ni con el budismo. China, India, la antigua Persia o Japón son entidades alejadas de nuestra razón, lógica, naturaleza y la naturalidad propia. Tampoco participo en nada de lo que postulan las tres grandes religiones occidentales.
Me acosan, no obstante los fantasmas del altiplano, nuestros Dioses prehispánicos, el panteón del imperio azteca dominante, el de los mayas, la religión olmeca y antes que todos los antes, el de la civilización madre Teotihuacán: porque son mitos, adoptados y adaptados de la riqueza politeísta natural y de sus circunstancias. “Y Tlaloc, Xipe Totec o el Tloque Nahuaque, conviven de manera desigual con Huitzilopochtli, y su hermana la Coyolxauhqui, Coatlicue o Tezcatlipoca”
Me invaden sentimientos de admiración, tanto como desesperación, al conocer el descubrimiento de un monolito maya, mirando al horizonte, a más de 8 mil kilómetros de distancia del sureste mexicano, en una isla llamada de Juan Fernández, frente a las costas de la región andina, justamente en el lugar donde se observó a finales del año 2012, dos acontecimientos celestes: un extraordinario eclipse venusino y 40 días después el 21 de diciembre, un eclipse total de sol.
Y me encontré en Temascaltepec, al hurgar entre vados y riberas, un pequeño cofre que contenía un papiro ajado. Recuerdo que antes de partir, Zacarías, mi vecino, siempre defendió la idea de que en las cañadas de este municipio permanecen escondidos muchos tesoros. El viejo me invitaba a pasar las noches a la intemperie, pues decía que era cuando se podían ver las serpientes de fuego, las señales de por donde había que rascar para extraer el oro y la plata. Creo que no estaba equivocado. Hay muchas leyendas que aseguran que gente de Temascaltepec ha desenterrado riquezas escondidas. No hay que olvidar el origen minero de este pueblo, así como los continuados ataques independentistas y revolucionarios más tarde, contra este baluarte de los conquistadores, primero y de los explotadores, después. La gente originaria ¿cuántas veces esconderían sus fortunas, entre montes y joyas topográficas, antes de perecer sin recuperarlas?
Yo no encontré riquezas monetarias, pero si un manuscrito que lleva el nombre de “Cartas Mexiquenses”. No tan antiguo como los Códices que menciona en su contenido, al hablar de religiones, pero si lo suficientemente extenso para intentar comprender todo y explicar lo demás. Dice, en la página 343: “La fantasía se mezcla con los hallazgos, porque la estructura pétrea encontrada es muy parecida –de por medio esta la erosión del tiempo- a un jaguar idéntico a los labrados en tierras mayas, particularmente de la región de Palenque en Chiapas. También resulta relevante que sea precisamente en ese lugar donde se verán, primero el cruce del planeta Venus, atravesando el círculo solar y tras una cuarentena exacta un eclipse total, la muerte del sol y en el calendario Maya, el fin de los tiempos… Es doblemente sorprendente que el descubrimiento de ese sitio tan alejado de las costas del mar Caribe, se deba al trabajo arqueológico que encontró en la lapida de la tumba del Rey Pakal (603-683 d.c.) señalado este suceso, increíble, considerando la arrogancia que la sociedad moderna tiene respecto a la sabiduría antigua. Cabe señalar que el recinto funerario de Pakal el Grande fue construido por su hijo Balam II, cuyo cuerpo no ha sido encontrado, no obstante que fue un Rey aún más importante que su propio Padre, (se especula que sus restos mortales podrían estar al pie del Jaguar de la Isla del Apocalipsis) a quien dedicó el imponente recinto fúnebre de más de 20 toneladas (descubierto entre 1948-1958) y cuya tapa tiene una serie de dibujos, que la imaginación de muchos los ha relacionado con un viajero espacial, una especie de astronauta metido en una nave voladora.
Mas el entramado de la ficción y la realidad se entremezcla, cuando se descubre que a pesar de los esfuerzos de los religiosos católicos, empeñados en borrar toda evidencia posible de la ciencia y cultura de los Mayas, no pudieron quemar –se calcula que los conquistadores religiosos destruyeron más de 15 mil códigos mayas- cuatro Códigos que aún se conservan: El Código Grolier, el Código de Paris, el Código de Dresden y el Código de Madrid. En ellos se reconoce y se anticipa, específicamente en el de Dresden, que el final de los tiempos concluirá en el año 2012, cuando se observaran dos eclipses, los anticipados de Venus y del Sol, únicamente vistos ambos en un solo sitio que es la Isla de Juan Fernández, la que desde el descubrimiento de la correlación de eventos astronómicos es llamada Isla del Apocalipsis, porque se supone que el 21 de diciembre será el fin del mundo”
La combinación de sabiduría con mitos y leyendas, lleva a concluir que la interpretación fue equivocada y no por ello menos acertada. Para México, el mes de diciembre de 2012 es el fin de los tiempos y el inicio del Apocalipsis. Es el retorno de la bestia, el 666 copeteado, tan temido por los creyentes del profeta de Canaán, aquel que extraviado por años, vino a nuestra escuela peripatética para aprender la sabiduría necesaria, pero que como Luke Skywalker, en su precipitación, marchó sin acabar la formación y por eso, su legado ha deformado al mundo.
Me intriga también la otra gran religión del mundo, la del Islam y su profeta. No porque la considere mejor o mayor que las otras dos grandes religiones occidentales, la cristiana y la judía, sino porque la civilización que representa, es una extensión de nosotros los mayas e incas, los aztecas y chichimecos, olmecas y tarascos, quechuas y totonacos: los mestizos. La cultura mediterránea, es tan occidental como oriental y por eso el mundo árabe y su riqueza filosófica me contagia y apasiona.
Ahora regreso al tiempo presente, para explicar las ideas que he observado de la fe y la religión en el sur mexiquense (es horripilante el gentilicio), digamos mejor en el sur mexicano, a partir de mi viaje más reciente a la capital de la República, a donde acudí al oráculo de Kasparov, con la idea puesta, firme y entusiasta de hacer del Ajedrez –otro producto tan oriental como occidental- una herramienta pedagógica que permita que la gente sureña aprenda a pensar, se acostumbre a pensar, recuerde, quizás, para otros, lo que es el acto del pensamiento.
La experiencia fue muy interesante porque  visitaron este centro profético, embajadores de Uruguay y España, de Argentina y Colombia, pero el que más me llamó la atención, fue el representante de Venezuela, porque el maestro, comenzó su exposición declarando al Comandante Hugo Chávez, como el promotor de la enseñanza del Ajedrez en la hermana república Bolivariana, donde los docentes se preocupan porque su infancia se enseñe a pensar y no a creer, trabajan para que se eduque a los niños y niñas, con herramientas que ayudan al empleo de la lógica y de la razón, que estructuran el orden y la disciplina, la camaradería y la amistad, que enseña a ganar y a perder. El Ajedrez como un medio para pensar bien y mejor y no exclusiva ni necesariamente, para formar jugadores de Ajedrez.
Fueron dos días intensos, de participación activa, a donde me acerqué para hacer del conocimiento de estos iniciados, de la existencia y presencia de un libro escrito por Luis Guillermo Garcia Ruiz, cuyo título es el de “Crear Genios con Estilo”. Nada espectacular, esta obra reúne saberes que se repiten en muchas otras de esta especie. La originalidad importante de este documento, radica, por una parte en el empleo de un método propio y probado (duro y conciso); y que es el libro primero de Ajedrez y Pedagogía, en territorio mexicano, que puede ser usado por todos los docentes mexiquenses que decidan dar un paso adelante, en su compromiso con la nación nuestra.
Mas el punto religioso al que me quiero referir ocurrió durante la noche del día 28 y el amanecer del 29 de octubre. Un estrépito sonoro me levantó de un salto de mi lecho donde descansaba. Acostumbrado a dormir poco, pero bien, a levantarme tempranito al rayar el alba, revisé la hora, aún sobresaltado y el reloj marcaba la medianoche.
De pronto otro estruendo más fuerte aún me puso a pensar en atentados, en terrorismo, pues estamos en el umbral del estallido social en México. Mas despierto, empecé a comprender que lo que me sobresaltó eran cohetes, mucho más tronadores –quizás era el hecho de estallar entre las calles de la ciudad de México- y empecé a hacer conjeturas: mi mente razonadora generó muchos escenarios, mi espíritu analítico caminó por explicaciones posibles, probables y desecho las innecesarias, la imaginación se soltó a buscar historias y mis árboles de alternativas escudriñaron pródigamente, hasta que caí en la cuenta de que estábamos comenzando el día que se venera a San Judas Tadeo. Regresé a la cama, pero ya no pude dormir a “pierna suelta”. Toda la noche prosiguieron los cohetes y estallidos.
Al amanecer, apenas y daban las cinco de la mañana cuando ya estaba en pie. Me calce tenis, vestí short, playera y una sudadera amplia y roída, maltratada de tanto usarla, de mangas desbambadas de tanto subir y bajar. Es un regalo de mi hija Artemia y por eso la sigo usando para hacer ejercicio. Me siento abrazado por ella y me gusta.
Salí y me dirigí a la Alameda Central, que está a dos cuadras de la Posada donde paré a restaurarme del viaje. Hice mis prácticas matinales, trotar con el frio sabroso del otoño, en la capital de todos los méxicos que existen, es fascinante. Me acerqué despacio a la esquina de las avenidas Reforma e Hidalgo, al punto donde se encuentra el templo de San Hipólito, el consagrado al culto del que llamaban “hermano de Jesús”, al que muchos solo mencionan como Tadeo y otros  Judas Santiago, pero que la mayoría conoció como el apóstol Judas Tadeo, para diferenciarlo del Iscariote.
No me mueve ninguna fibra sentimental ni emocional, el culto a este ícono religioso. Pero quedé conmovido, profundamente de ver a mi gente, a mis hermanos mexicanos, fanatizados por la devoción inexplicable. Dicen que es el apóstol de las causas imposibles, pero yo solo vi miseria. Vi gente que cargan estatuas de tamaño real, se cubren con el manto verde, duerme en el suelo y forma largas filas, solo para entrar al templo. Observé ignorancia y miedo, mucho miedo. Donde volteas solo se mira pobreza y pereza.
Esta gente no piensa, solo cree. Esta gente no razona, solo obedece. Los cuerpos escuálidos, la ropa de muy mala calidad, la piel morena, la indumentaria extravagante. Son estampas de un síntoma muy preocupante. Son votos electorales, son el sostén de un despotismo que se cimenta en la ignorancia y el miedo. A pesar de todo, esa gente tenía motivos para bailar y embriagarse. Porque había redovas y acordeones, trompetas y trombones, bandas y mariachis. Pero también había puestos donde vendían estatuas de San Juditas –así les dicen los nakos wee- al grito de llevelóoo llévelo… Me detuve y pregunte por una figura de unos cuarenta centímetros “a treinta y cinco patrón” es de resina, agregó. Volví a preguntar ¿está hecho en China?… “se lo dejo en $30… si, son chinos”… y fue honesto el comerciante que vendía escapularios, rosarios, imágenes, llaveros, estampas y todo lo necesario para sentirse protegido, abrazado por San Judas Tadeo.
En Temascaltepec la devoción está depositada en El Señor del Perdón. No me considero capaz de decir nada más. Siempre he visto que la gente de la cabecera municipal adora a este Jesucristo con cariño. Me impresionó la primera vez que estuve presente en temporada de fiestas, pues pude constatar que “las fiestas al norte son profundas, místicas, sufridas, abnegadas, frías y dolorosas. Las fiestas en el sur comienzan el viernes de Carnaval, simultáneamente que en Rio de Janeiro, donde las mulatas hermosas se sacuden al el ritmo de la samba, al compás de otros carnavales famosos en el mundo: Venecia y las mascaradas, Nueva Orleans y el jazz, Veracruz y la mesa que más aplauda…”: El norte es Temascaltepec y el sur se llama Tejupilco.

Me hice amigo del Sacerdote Abelardo y aunque nunca he participado en las ceremonias religiosas, es indudable -me impresiona- que la procesión del silencio, que se lleva a cabo cada día 7 de enero, reúne un gran valor espiritual. La cabecera del Municipio de Temascaltepec gira en derredor de la Iglesia del Señor del Perdón y seria cuestión de estudiar antropológicamente, etnográficamente, con filosofía y sentido común, las diferencias con los ritos que he presenciado esta semana y cito a un amigo que ya no está entre nosotros, se llama Polibio de Arcadia, quien dice “Es el que garantiza la libertad del pensamiento a la vez que la solidaridad ciudadana, la grandeza de los individuos y la humildad obligada de los grupos; mientras que el sistema publicitario engrandece la mediocridad, rebaja la excelencia, destruye el grupo y aumenta la masa. Esto representa el triunfo del mercado, no el de los hombres libres” Es sincretismo, es fusión y corrupción: es claro who is who. 

Wednesday, October 22, 2014

MITOS Y LEYENDAS: CULTURA Y EDUCACIÓN TEMASCALTEPEC V

La quiebra de 1994 me desfondó, pero no acabó conmigo, ni con mis sueños e ilusiones sureñas. Nunca antes se había visto que de golpe se devaluara nuestra moneda y que los bancos elevaran las tasas de interés de manera salvaje, quebrando algo más que las economías familiares, las esperanzas, expectativas, los sueños de tantos millones de mexicanos. Recuerdo como nos cobijábamos comerciantes y agricultores de Temascaltepec, el aliento era indispensable para nosotros, los peor afectados por esta decisión deliberada (Córdova Montoya), “fríamente calculada” (Ernesto Zedillo), calculada, “típica” (PRI) y por eso, torpemente inesperada por la ciudadanía.
Debí anticiparla, fallé como Economista, porque estos ciclos de ruina y acaparamiento se repiten y suceden en todos los países llamados capitalistas, en donde impera la ganancia monetaria y si es a expensas de otros, mejor. Fue un robo, un asalto financiero. En mi caso, por ejemplo, los abonos a un crédito hipotecario pasaron de 2 mil a 20 mil pesos y las “letras” por un auto nuevo escalaron de $1,500 a $9,500, por el efecto combinado de la devaluación, los intereses y las condiciones de usura, escritas en letra chiquita, en los contratos firmados sin mirarlos. De cualquier manera, el propósito de la ruina decidida por los grupos de poder en México, el arrebato entre Carlos Salinas de Gortari en contra del candidato que él no puso ni dispuso, Ernesto Zedillo, tenía como padrino y promotor el gobierno yanqui de los USA, que necesitaba miles, millones de compatriotas como peones de trabajo, para hacer los trabajos que ya “ni los negros quieren hacer”, como mano de obra migrante con un doble propósito: enviar remesas de dólares indispensables para poder comerciar en el marco del Tratado de Libre Comercio, firmado a principios de ese año de 1994; y por otra parte –más importante aún- dar inicio a la enajenación de la sociedad mexicana, de la gente, por los valores gringos repulsivos: comida de plástico pintado, música monocorde de letras idiotas, la enajenante y alienante fe religiosa, los dogmas y creencias fanatizantes, indispensables para acceder al perdón celestial, para estar en libertad de cometer cuanto robo, traición o crímenes terrenales, se ejecuten con tal de hacer dinero y gastar dinero. No para el ahorro, sino para el lujo y la ostentación.
El crack monetario me “pego” pero no me rindió. Estaban todas las cosas, los autos, casas, y tenía a mi familia y mis talentos personales. Por allí no me perdí. Lo que a mí me desánimo (en el sentido de arrebatarme el alma) en Temascaltepec, me perdió, lo que me “mató”, fue la pobreza cultural y la mala, nula educación. Pero iré por partes.
He reconocido en Mitos y Leyendas anteriores, que el hallazgo que me maravilló al venir a vivir al sur del estado de México, fue darme cuenta que no sabía hacer nada. Y esta muestra de honestidad personal, primera vez que la hago pública, además, se refiere a mi falta de experiencia en cosas de la vida, especialmente –aunque no solamente- en la vida campirana. Nunca había vivido en un medio rural y me daba cuenta que la gente tenía valores diferentes a los círculos familiares y sociales con los que convivía en la Ciudad de México. Mis amigos de Los Timbres, Jesús del Monte o San Pedro Tenayac, sin duda son gente mucho más valiosa –por sus virtudes- que mis parientes o amistades citadinas.
Pero esas lagunas ¡que va océanos! de ignorancia, en asuntos tan elementales como identificar una ortiga de una buganvilia, preparar mezcla para enjarres o mezcla de cemento para pisos, usar un machete, podar una flor, beneficiar el café, desde que aún son bayas en los cafetos, el corte, secado, molido, aireado, cribarlo y luego tostarlo y molerlo, eran retos apasionantes. Por fin me enfrentaba a conocimientos que no estaban en mi biblioteca. Y me aboqué con determinación, a aprender-haciendo. Es mi método, solo puedo incorporar conocimientos en mi cabeza, cuando, por ejemplo, yo mismo cortaba o desgranaba las mazorcas, bajaba cargando bultos de maíz a la casa de Don Panchito, en el barrio de San Francisco, quien molía el grano para después revolverlo con el concentrado alimenticio y preparar el alimento, para las decenas de marranos que engordábamos en el rancho.
No, definitivamente, esas limitaciones personales no fueron nunca un problema. No lo son aún, porque si algo me diferencia precisamente de la población nativa, es la facultad para observar, aprender y cambiar. Aquí no sucede nada de esto. Es lo que mata la vida: el conservadurismo, las resistencias, la repetición. La gente no sabe pensar, no está acostumbrada a usar la cabeza. No entienden de lógica, las matemáticas no existen en los programas educativos, y consecuentemente no relacionan, asocian, comparan. Nada
Además, la desinformación que se padece en la región, desde hace muchos ayeres, entonces era peor. Sin periódicos, ni noticias, apenas con un par de canales de televisión, sin radio, es increíble, pero este medio de comunicación, que es tan familiar en el DF, tan útil como se comprobó en tragedias como las del terremoto de 1985, tan variado y entretenido, no se escucha en el sur del estado de México.
Tampoco había teléfono en 1989. Bueno, en realidad si existía el servicio, pero era atorrante, una desesperación pavorosa. Resulta que al llegar a la casa del rancho, lo que primero nos llamó la atención era un viejo teléfono desconocido por su tamaño, cuadrado, negro, pesado y con una manivela en el centro, en lugar del disco clásico de números que giran. Un día, mis hijas jugaban con el aparato telefónico y de repente me avisaron que por el auricular se escuchaba una voz que preguntaba ¿A dónde quieren hablar? Así conocí a Panchita y a Cristy, las operadoras del servicio que solo funcionaba por unas horas, se transmitía por impulsos electromagnéticos y había que esperar a que ellas contactaran el número deseado y esperar el aviso para entablar la comunicación. ¡Increíble! ¿No lo creen? Seguramente no, pero así era la vida, hace poco más de dos décadas. No había teléfonos celulares, ni fax, escáneres, email, iPad, fotocopias, whats app, sin chat. Nada
Era espantoso tratar de hablar por teléfono. “Pa’ mis pulgas”, intolerable porque había que pedir las cosas “por favor”, saludar y decir “buenos días”… todo un ritual que tuve que aprender y cumplir, pues de lo contrario no había poder que hiciera que este par de buenas vecinas (del Cerro Pelón y del Fortín) atendieran mis necesidades de comunicación a distancia.
Pero la gente tampoco leía y entonces, las charlas eran repetidas y redundantes: ¿cree que lloverá? y las preguntas del clima eran tema obligado, a veces, algunos chismes de la gente que descuidaba su vida personal y los asuntos relativos al estado de las siembras o de las cosechas, que siempre eran lo mismo. La gente no opina, no habla, si acaso repite algunos consejos, recuerdos recurrentes. No saben de tecnología o de ciencia, de política ni de historia, de arte, de museos. Nada.
Como no soy religioso, entonces tampoco sabía, ni me enteraba (ni me interesa) de los ritos y anuncios eclesiásticos. Como no soy creyente, poco se acercaban los emisarios de la llamada Mayordomía, la consagración de fieles que organiza el año católico en Temascaltepec. Tampoco venían los miembros de otras “sectas”. En la cabecera municipal de Temascaltepec, la religión destruye los encantos de la vida, convierte –a la vida- imaginaria, anunciada, son circunloquios aburridos, castrantes, nefastos, opuestos a toda idea de la felicidad, basada en la amistad, en las virtudes propias de la belleza, de la inteligencia, de la sabiduría.
Esa es la diferencia que hay que señalar y subrayar para entender Temascaltepec y adaptarse: que la educación en estos pueblos está construida sobre dogmas y no existen facultades para tratar epistemológicamente una idea distinta, ni se hacen esfuerzos gnoseológicos para comenzar un porvenir mejor. No hay filosofía, ni ganas de pensar. Allí es donde radica la enorme diferencia y superioridad de la gente, que como nosotros –pienso en Mike, Adolfo, el Dr. Müller- fuimos educados en otras latitudes, bajo otros esquemas y por otros Maestros. Actualmente, hay que decirlo con todas las letras, los asuntos de la religión están peor. No se diga en el reino vecino de Tejupilco, donde el fanatismo religioso y sectario alcanza proporciones delirantes (Cristo me ama, el Señor es mi Dios…) enfermas y peligrosas.
Pero antes de hablar de la educación que recibíamos hace siglos en el ombligo de la luna, en Mixitli, quiero decir que he sido testigo y actor de la educación en Temascaltepec. Como en todos lados, mis hijas conocieron buenos, regulares y malos Maestros. Destaco a una de nombre Cristy, que cuidó de dos de mis hijas, de Artemia y de Cristiana. La Maestra de primaria, emprendió un programa original e importante dedicado a localizar, elegir y desarrollar aquellos alumnos con mayores facultades intelectuales. Se llamó Grupo CAS (capacidades y aptitudes sobresalientes) y solo duro un año calendario. Comenzaba el empoderamiento del gremio magisterial –además la Maestra Cristy es originaria de Tejupilco- y las envidias y celos y cuchichearon, hasta desaparecer este esfuerzo muy importante porque reunía dos veces a la semana, por unas horas, a los mejores alumnos de 4° y 5° grados.
Porque la educación en la década de los años 90’s, en el estado de México, dejó de ser un esfuerzo intelectual, de imaginación, estudio e inteligencia, para convertirse en un modelo de adiestramiento para la obediencia y el silencio. En eso han acabado los “profes y profas”, mejor pagaos, pero sin el respeto ni reconocimiento que acumularon a lo largo de medio siglo: hoy son burdos y vulgares burócratas chambistas.
El modelo educativo que sufrieron mis hijas –igual y como lo padecen todos los estudiantes inscritos, en las instituciones educativas de todos los niveles escolares en el sur del edo. Mex.- está diseñado para mantener cautivos a los estudiantes, obligarlos a obedecer, enseñarlos a aprender lo mínimo y a obtener buenas calificaciones cumpliendo con la “escala”, que es una kafkiana medición del aprendizaje, de cuadernos cosidos, tal o cual color, desfiles obligados en días feriados, manzanita al maestro. Es criminal el asesinato de los espíritus infantiles. Es un golpe de estado en contra de las almas estudiantiles. Es la Mala Educación mexiquense. Es la dinamitación de las Acrópolis juveniles por estos desalmados mentores, que al paso del tiempo se han empoderado y vuelto crueles y corruptos. Nada es más salvaje, pasa sin ser visto, es tolerado, incluso  aplaudido, a fuerza de repeticiones, forzamientos y ceremonias cursis y ridículas, que la Mala Educación impartida por el gremio magisterial: corrupto de manera escandalosa, chillón y sensible por costumbre –no generalice, es la monserga repetida- ambicioso y carente de escrúpulos.
Escribia a principios del año 1995 “Hay que imaginar: asistir a una función de teatro y ver el escenario en condiciones deplorables, la iluminación deficiente, las butacas sucias, rotas; la música desafinada, el telón desgarrado y parchado, los actores olvidando sus diálogos, con pausas y silencios. La entrada, por supuesto gratuita, no justifica el lamentable espectáculo. Sin embargo imaginemos a un público que aplaude y comenta entre sí: que buena obra de teatro estamos viendo…
No se practica deporte, las escuelas se constriñen al plan de estudios de manera rigurosa, la gente no sale del pueblo para conocer otros lugares. Es inaudito que las pocas clases de geografía o de historia se restrinjan al estado de México y específicamente a la región sureña. Como si el resto del mundo no existiera, ni otras ideas, alimentos, formas y modos de producción.
¡Bueno! hoy es peor. Todo está peor y por eso, solo por eso pasan las cosas que vemos y nos llenan de horror. Sobrevivimos en un Narco-Estado que corrompe todo lo que toca y que en connivencia con la gente más desalmada de la escala bestial, asesina a estudiantes libres, como los de la Normal de Ayotzinapa Guerrero. En cambio, los estudiantes de la Normal de Tejupilco o de los planteles de la UAEMex en Temascaltepec, se caracterizan por padecer  de represión por sus “profes”,  amenazas y el chantaje diario.
Recuerdo que el primer “ciber” que existió en Temascaltepec, lo instalé frente a la tienda del “Menudeo del Norte”… el comercio emblemático que distinguió a este poblado mientras quise y pude y aguanté. Funcionaba marcando un número telefónico para acceder el internet. Antes, abrí y operé con gusto,  un restorancito que se llamaba “El Refugio del Nuevo Temas”. Porque era urgente encontrarme con gente con quien platicar, jugar domino, al ajedrez, hacer círculos de lectura, bailar ballet, jazz, escuchar las rolas de Joaquín Sabina y juntos visitar los grandes museos de la Ciudad de México, las zonas arqueológicas connotadas y conversar, hacer de la palabra la vida y de la tertulia el medio para crecer y prosperar, ser felices.
Hice todo, batallé, trabajé, invité. Un día, a principios de 1992, el Virrey en turno de Temascaltepec, me pidió que me integrara a un rescate por la unidad de la UAEMex, que impartía la carrera de Veterinaria y que estaban por desaparecerla y llevarla a otro lado. Se trataba de un Patronato que promovería los estudios, que opinaría y, en mi caso, buscaría que a través de relaciones personales, se dotara de una buena biblioteca a la unidad. Nada se pudo hacer, pues el grupo estudiantil que pedía “teta” no quería, ningún tipo de intervención en los asuntos interiores del plantel. Ese grupo tenía planeado apoderarse de la institución educativa y lucrar con sus presupuestos y el menguado prestigio que mantiene lo que no es, ni universidad, ni autónoma, ni es del estado de México. El Chino, Cardozo, el Doctor, el actual Director, son los mismos que se han anquilosado en la escuela desde hace veinte años, con resultados nefastos, porque administran los diferentes planteles con que cuenta en la actualidad la unidad de la UAEM, con fines muy claramente definidos de apoyo al Gobernador del estado, al PRI y contrarios a cualquier expresión opuesta a la Dictadura del Peñejo.
Ahora que me he podido liberar de los atavismos comerciales que me ataron tantos años a Temascaltepec, puedo disfrutar y ver que mis potencias estuvieron congeladas tantos años, en el surtimiento y abasto de los alimentos necesarios para el cuerpo de los habitantes de este municipio. Actualmente dedicado al comercio de alimentos, pero de otra especie y naturaleza, los bocados para el alma humana, son los libros, mi pasión y destino, puedo ver y entender con mayor claridad mi historia y la de esta región que se encuentran íntimamente entrelazadas.
Porque en cuanto llegué, cambié ritmos y costumbres. Me recuerdo en un día de Semana Santa, trabajando mientras sentía miradas encima de mí, hasta que el peón me comentó “la gente” veían mal que se trabajara en la Semana mayor para los católicos. Y de cómo al comenzar a mercar en la tienda del “Menudeo del Norte”, dejé de cerrar para comer, costumbre arraigada entre los empleados, igualmente que cerrar temprano, los días sábados y domingos.
Pero me enfrenté a un pueblo que no te ayuda en nada. Cuando necesité una niñera que cuidara a mis hijas pequeñitas, la gente de Temascaltepec (la de la cabecera claro…) no trabaja, porque llevan los apellidos de prosapia en la población. Y las que no son parte de la rancia aristocracia local, tampoco trabajan, porque ¡que van a decir!
Debía pagar sueldos muy elevados para contar –a lo largo de casi 15 años- con una media docena de empleadas y trabajadores –¡cuando más!-,  a pesar de que el empleo incluía  bañar, educar, alimentar y pagar semanalmente y siempre de manera puntual. La típica casa-comida y sustento- a no menos de una centena de jóvenes de toda la región.
Me cuenta mi amigo “el Español” que antes, mucho antes que nosotros, el con su familia intentó abrir una discoteca juvenil, para diversión, como negocio, en un lugar muy conocido y a la vista de toda la gente. Buenas personas, la discoteca era un intento por cambiar los paradigmas retrógrados y ñoños de Temascaltepec. Me cuenta que el día de la inauguración, se pararon enfrente de la discoteca una docena de mujeres vestidas con chal negro, a rezar el “rosario” en señal de desaprobación.
En mi caso personal, que provengo de un mundo universal y sumamente informado, aquella vida fue un martirio que acabó con mi paciencia y felicidad. Qué lástima que Paul se murió inesperadamente y no pudimos constituir el Club que tanto platicamos. Una suerte de Pub inglés donde beber, conversar y pasar el tiempo, hacer negocios y disfrutar la vida. Que malo que Mike se casara con una mujer que le cortó… las alitas y dejo de ser mí amigo. Qué pena que la soledad individualista que caracteriza la vida en Temascaltepec me llevara al exceso en el consumo del alcohol. Pero ¡qué coño,  si no hay otra cosa que hacer ¡!!
Fue increíble que durante años, me  levanté  solo, para hacer mis practicas de  atletismo y jogging que hacía en Los Viveros o en Chapultepec, mientras viví en el DF y ahora, en estos parajes de belleza inmensamente superior. Nunca… óiganme bien, no hubo un solo día que encontrara a otra persona con quien saludarme al menos. Mejor cometí la impertinencia de hacerme socio del Club Sport City en 1995 (el primero y original en Plaza Eureka), viajar un par de veces a la semana, subirme a unas bicicletas fijas, ver unas buenas “nalgas” y usar la tecnología de punta, nadar en una alberca de agua calientita y darme un vaporazo, pues en Temascaltepec, nadie te acompaña, ni convive con Otros. La gente “mochila” “persignada” y “mandilona” o está en su casa o metidos en la iglesia.

Mejor y venga un recuerdo en este día, al reflexionar sobre la educación, a la memoria de María Teresa Landa, quien fue, no solo mi Maestra de Historia en la Preparatoria 1 de la UNAM, sino la inspiradora de la libertad y la independencia que me caracteriza, de mi gusto por la historia. Maestra de Octavio Paz y de Jacobo Zabludovsky, la Maestra Landa fue la primera Miss México, fue la última acusada juzgada por un tribunal popular y público, pues le metió seis balazos a su esposo, con quien casó a pesar de que él era casado y Padre de dos hijos: y fue absuelta. A la Maestra Teresa, su Padre la quiso obligar a ingresar a un Monasterio y ella se negó, estudió en la Normal de Maestros y en Odontología en la UNAM. Son los Maestros indispensables, para qué México regrese a la realidad feliz.

Wednesday, October 15, 2014

MITOS Y LEYENDAS IV: CONOCER LA TIERRA CALIENTE

La primera extravagancia sureña que cometí, fue ir a conocer Cd. Altamirano. Aún no me había mudado a Temascaltepec, hablo del siglo pasado, que pueden ser tantos ayeres como memorias anidan en cada uno de nosotros. Decidido a conquistar este fortín, pasé la Navidad en compañía de mi familia, en el año 88 de la década inolvidable. Me intrigaba sobremanera aquella tierra de donde era originaria mi cuarta esposa. A ella, la conocí como mi secretaria y así pasaron las cosas, así nos reunió el destino nacido de Artemia, mi primera hija.
Curtido en los laberínticos encuadres de los 64 días y noches -ante todo soy un ajedrecista- soñaba con extensiones desconocidas, con bulas y bulos, y, en mis pesadillas, me veía rodeado de las “tres hermanas fatídicas”, quienes entre conjuros y hechizos, sus ritos me decían “no eres de Temascaltepec… Temascaltepec es tuyo…” con la advertencia final… “pero no serás Rey, porque dudas tanto como Hamlet y más que él”
Siempre soñando, la pesadilla que mas me acosaba era la profecía de la bruja de Macbeth, quien sentenciaba que origen es destino. Entre pócimas mágicas con ojos de sapo, patas de iguana, esparadrapos sangrantes, laloyos y tacos de chivo, Seyton, la más horripilante de las brujas me recordó que “La no renunciación a mi primogenitura triple, por ser el primer hijo de mis padres y el primer hijo-nieto de mis abuelos paternos y maternos simultáneamente, no era asunto menor. Fue una guerra perdida de antemano, revolví el principio con el fin y los medios. Intenté defender a otro que no era yo y asumir blasones genéricos en un asunto muy particular. Confundí el todo con las partes y traté mi caso personal como símbolo universal: creyendo salvarme, cargue tanto, tanto tiempo con biografías ajenas. Grave error” Y cantando desafinadamente, entre brincos descompuestos, trepando y bajando de sus escobas voladoras, Seyton, junto a Morgana y Hécate, las Brujas repulsivas agregaron dentro de mi delirio onírico: “Serás Rey, pero no serás Rey”.
Pero como todos aquellos fantasmas eran sueños y nada más –eso creía- por eso, aquella Navidad, en compañía de Artemia y su Madre viajamos a conocer la tierra del nunca jamás, de mis pesadillas. Fui a Cd. Altamirano, de donde nunca había escuchado nada antes de entonces, y acaso y como chiste malo pero sonoro, recuerdo Pungarabato y quizás también Apatzingán. De Guerrero solo conocía Iguala, Chilpancingo, tierra colorada y Acapulco. También había estado en Zihuatanejo pero como llegué en avión y me hospedé en el Hotel Camino Real, esos viajes como que no cuentan como viajes… (recuerdo que fue exactamente el 13 de junio de 1982, porque llegandito me fui al bar, a ver el juego inaugural del Mundial de Futbol de España, que perdió la maradoniana selección de Argentina 0-1, frente al equipo representativo de Bélgica) Así es que el viaje a la tierra que tanto fascinaba a mi joven pareja, era un enigma cifrado en las pesadillas que noche con noche me atormentaban, a punto de volverse realidad. Era una expedición obligada.
Porque el mes de septiembre de los dos años previos, la que después supe les llaman “calentonas” –y vaya que hacen honor al adjetivo que es gentilicio- mi ex, entraba en convulsiones frenéticas, porque era temporada de “fiestas” y tomaba vacaciones o sin permiso laboral, no dejaba de ir a su “tierra”. Me hablaba de las cuijas, de los nanches, el pollo colorado, de almendros y maíz, de las tortillas y de la risa, de la Abuela (el real y verdadero motivo de sus viajes histéricos), y del abuelo, del viejito más viejo que Matusalén, encorvado, enjuto, tiznado pero bondadoso. Hombre generoso, tolerante, pacifico, superviviente en una región donde pocos traspasan la juventud, por la muerte.
Desde entonces, la región del Balsas ya era un centro expulsor de mano de obra, porque la tierra y el clima no daban más que para cosechas temporaleras o para alquilarse con las compañías gringas, las meloneras que empezaban a instalarse, bien avisados de los cultivos non santos que a escondidas, muchos comenzaban a sembrar, en colusión con las policías, siempre de común acuerdo con las autoridades. Por eso, este viejito de mirada noble, cuando lo conocí me dio a cambio, eran sus ojos, todo el saber que necesitaba conocer para entender, esa que ahora ya sabía, llaman, La Tierra Caliente.
Hoy que leo en Wikipedia que la Tierra Caliente se forma por un total de 31 municipios (17 de Michoacán, 9 de Guerrero y 5 del estado de México, entre ellos el vecino reino de Tejupilco), apenas me “cae el veinte de ese día”. Nunca olvidaré aquella primera visión que me descompuso, el de la mujer parecida a Chavela Vargas,  apoltronada en una cama plana, quejosa, de voz rasposa y mirar inquisitivo, de ojos sin fondo y dueña de todos los que la rodeaban. Me di cuenta que ni más gentil saludo, conmovió ninguna de las fibras sentimentales de bestia curtida en el poder y el chantaje. Fea, bigotona, eran los Pineda, así se apellidaban todos los que se le acercaban a la matrona. Era la Abuela, nada dulce y si con malos modos y educación. Tal parece que en toda esa región, los apellidos paternos no existen, la familia se adapta al proverbio hebreo del “hijo de mi hija mi nieto, hijo de mi hijo ¿Quién sabe?, las mujeres mandan y los hombres matan.
Pedí una cerveza y del fondo de una casucha de teja y madera, de carrizos, de rastrojo,  se escucho una voz tajante que dijo “en mi casa no se consumen cervezas”. Era la Dulce Poly Abuelita. Pero lo que esta dominatrix no sabía, era que mi historia personal provenía de una mujer muy parecida, con otros modos pero idénticos fines. “pues yo si tomo cerveza”… dije… y  la Bruja ordenó que me dieran una cerveza… al tiempo… maldita la vieja.
Hasta entonces comprendí que Temascaltepec, mi nuevo feudo se encontraba a dos horas de Cd. Altamirano, que es la misma distancia de Temascaltepec a Cd. De México: son 144 kilómetros a la Tierra Caliente y 135 kilómetros a la Capital de la República. Empecé a percibir que  el destino al que me había traído mi propia voluntad, estaba más allá de lo racional, de las casualidades o de las circunstancias. Esa noche en la Tierra Caliente, la pasé muy enfermo, pues acepté tomar “leche pura” que me ofrecieron tantas mujeres y señoras, gordas, flacas, todas de huaraches, todas feas de día, increíblemente atractivas, seductoras, apetecibles de noche. Porque en la Tierra Caliente, la gente vive de noche.
¡Me purgaron con la leche y me dio una diarrea de espanto! Esa primera noche la pasé en cama con retorcijones y “córrele que te alcanzo” a baños insalubres, al aire libre, toda una experiencia religiosa, sin duda alguna. Todavía hubo más. Al estar recostado me fije que colgaban de los techos una mantas delgadas, como unos cielos rasos, amarrados en las esquinas, un detalle que al inquirir la razón me causó más sobresaltos (más idas al baño), pues los telares colgantes estaban para evitar que cayeran alacranes y otros bichos sobre la gente que duerme en catres de madera, cuyo lecho está fabricado de cuerdas de yute o de ixtle amarrado. Y es que el calor no requiere de sabanas ni de cobijas. Solo de suerte para que no te caiga encima una alimaña ponzoñosa.
Al día siguiente, conocí a los demás familiares de mi ex brujer (macbethiana) y la estampa siempre era muy parecida. Gente buena con mujeres dominantes, jovencitas bellas que miran con interés apasionado, casas rústicas, animales sueltos, puercos, vacas, gallinas y pollos y sol, un sol atorrante que me hizo entender el chiste del insecticida aquel, donde un hombre echado en una hamaca le grita a la mujer “vieja dame el suero anti alacrán” ¿ya te pico uno, viejo?... No, pero ahí viene…” Es tanto el calor que no hay otra cosa que estar bajo sombra, recostado. Es muy difícil hacer algo diferente, porque el calor se mete en todas partes, taladra, consume, agota. No es el sol de Acapulco que dora la epidermis. Es un sol que quema la piel, la pone color del canela al azabache y ataranta el espíritu. Ese día, Artemia, mi hija hizo un berrinche y le solté una nalgada: “en mi casa nadie le pega a mis nietos” exclamó la Bruja Mayor… “A mis hijos yo los educo como yo quiero” Exclamé. Vámonos ordené.
Ya no pude conocer las noches calentanas de mujeres bellas, emperifolladas –se colocan “diamantes” en los dientes- de puestos que venden pozole y tamales, tacos y el famoso pollo en rojo (luego supe que desecan las aves al sol que las abraza y abrasa y le da un rico sabor, acompañados por enchiladas) de caminar pausado y tertulias animadas.
Disfruté estas noches, años después, cuando nos avisaron que había muerto la Abuela. Regresé “solo con mi pareja” en mi Camioneta Lobo nuevecita del año, para ver que no resucitara esta Bruja que tanto influyó en nuestras vidas a través de la nieta, “La Cándida Eréndira y su Malvada Abuela” Allí presencié el rito de la muerte, las rezanderas y las lloronas, la soledad sepulcral de la familia, las velas e inciensos, las flores y el ataúd. Impresionante. Solo he vuelto allá una vez más, cuando me hice “gallero”.
En la Tierra Caliente la gente está acostumbrada a ver partir las familias. Es gente que camina, se va y regresa. El arraigo lo llevan en el corazón, porque en la cabeza gobiernan los impulsos, las pasiones incestuosas, el amor desmedido a la Madre, la rivalidad con el Padre, al que frecuentemente desconocen, no reconocen, no conocen. Allí están los genes de la Tierra Infernal en que se han convertido los placeres sureños. Las mujeres son seres ávidos de poder, así fueron educadas; ambiciosas desmedidas, así aprendieron la vida; crueles y traicioneras, así vieron pasar los días, sufrieron, sintieron, hasta destruir su capacidad sensible.
Cuentan que en esa región, toda “muschscha” que se entregaba a los efluvios de eros y quedando o no embarazada, si se conocía que practicaba el sexo sin estar casada, se “iba con el novio” o la dejaban abandonada, era enviada a los burdeles de Cd. Altamirano. No se perdonaba la incontinencia ni la intemperancia, de las fogosas y hermosas mujeres “calentonas” Son ejemplos de esto que escribo la Senadora (PRD)  Vianey Mendoza, pero es estrella de la farándula mediática temporal, la Lady Macbeth de la Tierra Caliente, María de los Ángeles Pineda, la esposa del igualteca José Luis Abarca, ambos prófugos de la justicia, buscados por la desaparición de 43 jóvenes estudiantes de la Normal de Ayotzinapa.
A su vez, preclaros exponentes del género masculino en la región calentana, son, el Presidente Municipal con Licencia, José Luis Abarca, quien preparaba el relevo en el cargo a la esposa “muerta de envidia” y también el Gobernador Ángel Heladio Aguirre, quienes corresponden a la perfección con el modelo de los hijos “de Mamá” calentana: asesinos pero bonitos, malos y malditos.
Hace cosa de 20 años, publicaba la revista PROCESO (869) “En Guerrero hay Comisión de Derechos Humanos pero no derechos”, sobre secuestros y tiroteos, hablaba de Tecpan de Galeana, Chichihualco, ataques a las radiodifusoras XEKJ, Radio Lobo, Estéreo Mexicana y Radiorama. Asesinatos en la región de la montaña,  de poblados arrasados –Los Hoyos y la Palmada en Tlacotepec- otros en Tololoapan, el pretexto es el combate contra la droga “tirotearon puertas y ventanas, casas y chozas”…al tiempo que el Coordinador de Policía en Acapulco reconocía que hay “abusos de algunos miembros de las corporaciones policiacas contra la ciudadanía… pero hay que tomar en cuenta a los sacrificados caídos en cumplimiento de su deber”
Dos décadas después, el bestialismo que recorre nuestro país, se difunde en México y en el mundo: 43 desaparecidos, fosas con decenas de cadáveres que “no son los de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa” hiela la sangre el relato de Carmelo -uno de los jóvenes de la Normal guerrerense que salvó la vida- de como la mujer policía Margarita Conteras aventaba la patrulla para encerrar a los muchachos, al grito de “se van a morir”…

Así es hoy y así era ayer Guerrero, pero hace veinte años casi nadie lo sabía. Hay que atender al Juez Baltasar Garzón, quien declaró el pasado fin de semana: “México está a un paso del genocidio…”

Thursday, October 09, 2014

MITOS Y LEYENDAS. CONOCIENDO TEMASCALTEPEC III


Me encontré con Don Valente Flores. Un personaje de singular importancia desconocida en este pueblo de Temascaltepec. Originario de Chihuahua, Valente fue el proveedor de la harina del “Molino de la Unión” que durante muchos años fue la materia prima de los panaderos de Temascaltepec. Hacía más de diez años que no saludaba a este buen amigo, siempre dispuesto a ayudar, surtir en tiempo y calidad. Nos encontramos en Costco, en Toluca, en la modernidad de este club de precios, de pasillos lustrosos y mesas brillosas que agilizan el cobro y el despacho de productos de colores bonitos, de precios bajos, en bolsas o cajas muy bien diseñadas, “made in China”, atendidos por jóvenes dinámicos, con cachuchas rojas y delantales del mismo color, físicamente bien dotados, encantadoramente enérgicos. Es la sociedad del consumo, son los outlet o la nueva Plaza Galerías en tolucolandia. Es el destino al que hemos sido condenados los mexicanos a crédito,  acabarse en el “buen fin”…y quienes se opongan, como en Tlatlaya o en Ayotzinapa, serán exterminados.
Me ha hecho muy bien escribir estas leyendas. Es muy difícil recapitular años de trabajo y de pasiones, de mandos y desobediencias, de encuentros entre dos mundos tan distintos pero que se acoplaron de muchos modos. Para nosotros, como familia todo cambio muy rápidamente. Solo me duró el gusto por hacerle de ranchero un par de meses. Luego me di cuenta que no servía para eso, por la sencilla razón de que no sabía hacer nada.
Es la capitulación de la sentencia de Gabriel Zaid y su Progreso Improductivo. Fue el encuentro cercano del tercer tipo con mi “niño universitario” –así distingue Zaid a los mexicanos: universitarios y campesinos- Tras diecisiete  años de estudio, en la UNAM, galardonado con Mención Honorífica por la máxima casa de estudios en México, bilingüe, pianista y un larguísimo etcétera curricular, me daba cuenta, que no sabía hacer nada. No sabía usar una pala, o un martillo correctamente, sembrar un árbol, conectar un foco, y entonces la lista de trabajos y manualidades que debería saber todo ser humano, sin importar el género, supera con creces las preseas melifluas de logros académicos. Y esta no es leyenda sino realidad pura, tan pura que resulta inverosímil ver que las juventudes nacionales se extravían en la trampa de los estudios, para imaginarse ricos, para esperar socialmente, para aspirar a ser superior con grados académicos, los que suplantan a los títulos nobiliarios, para sostener el mito académico, a entretener a los que no quieren aprender a trabajar.
Por fortuna, mi carácter obsesivo me trenzó, a partir de la mudanza, a conocer todo esto que no sabía y más. Llegué incluso a aprender a matar a los marranos que en septiembre de 1988, cuando planeé mi cambio domiciliario, resultaba un pingüe negocio (38 pesos el kilo a precios de entonces) y seis meses después, el nuevo gobierno, el despotismo de CSG, abría inmisericordiosamente las fronteras comerciales a la entrada de toda clase de mugres yanquis y entre otras cosas, entraron cajas –yo las vi en la  antigua Merced- de una yarda cúbica, repletas de trompas y manitas de puerco, de todo aquello del cerdo que no consumen los gringos. Mi negocio se derrumbó a $4 el kilo de puerco en pie y entonces no alcanzaba la venta para costear la engorda.
Quebraron muchas, todas las granjas que empezaba a visitar en la región, en Telpintla, en Tenería. Me recomendaron matar mis puercos (tenía más de 150) y venderlos en canal o por kilos, y lo hice. Mi Bisabuelo tenía fama de ser un estupendo matancero y había el mito familiar de que se levantaba la patita derecha del animal y donde terminaba la arruguita allí mero estaba el corazón y ¡pumbale! A matar y destazar… mientras mi mujer salía con cubetas a vender la carne… que se terminaba... eso me dió un par de meses de tiempo…
Entonces recurrí nuevamente a mis conocidos y mis cartas credenciales. Me acordé  que en el CONALEP que estaba ya entonces descentralizado en Metepec, fungía como Director un amigo mío que me reconocía como un “chiras” de la economía, la educación y la matemática y me nombro Subdirector… ya saben, en el gobierno no se hace nada más que platicar, grillar y cobrar. Por algo más de un mes viví el encanto de viajar todas las mañanas, con el tiempo suficiente para llegar a la oficina a las 10 de la mañana –de trajecito ¡claro!-  y regresar después de las 5 de la tarde, tarareando “que bonito es el sol de mañana, al regreso de la capital…”
Pero además impartía clases en la UNAM, en la FCPyS, la Facultad más al sur del Pedregal, en Coyoacán, en la Cd de México. Y me daba tiempo, siempre hay tiempo al estar dentro del gobierno, pues nunca se hace nada… No eran mucho los honorarios que me pagaba la UNAM, pero lo hacía con un cheque y había una tienda recién inaugurada especialmente para los Catedráticos universitarios y por eso manejaba productos que no estaban disponibles en ningún otro centro comercial. Había yogurt Sat Nam, sin azúcar, envasado en un litro, el primero y mejor, cremoso yogurt que nunca he vuelto a probar; pero también se vendían tequilas de las marcas Jimador, Cazadores y Cabrito, que nadie conocía ni consumía en aquellos días, en los tiempos del ron y de la cuba. Vendía la tienda de la UNAM paquetes de pañales con 48 piezas, las que solo eran como unas “hojas de tamal”,  totalmente desconocidos entre la gente, igual que las cajas de leche ultra pasteurizada.
Ese primer semestre de 1989, nunca bajaba al pueblo y pasaba todo mi tiempo libre en mi Rancho, cuyo lindero superior eran alambres de púas y por eso, nuestras mi vidas estaban expuesta a las miradas de los montañeses de la Magdalena. Un día, llegó uno de ellos, el más tonto creo yo y me dijo ¿“ya vió lo que hizo”? ¿Qué pasó pregunté? Y duro mucho tiempo, que parecieron horas y me miraba con enojo, pero no sabía que es lo que quería decirme, hasta que pudo explicarse que un perro pisó uno de los alambres de púas de mi lindero, al que había caído encima un cable, de los que ellos mismos conectaban para allegarse de la luz, una auténtica telaraña de cables colgando, peligrosos, estéticamente espantoso, y resulta que uno de esos cables se rompió y al caer sobre el alambre de púas lo energizó, lo electrificó y el perro se electrocutó y este montañés me culpaba a mí, de haberlo hecho deliberadamente. Me costó trabajo convencerlo que había sido un accidente. En descargo y como homenaje a este pueblo, debo decir que son gente honrada y hasta la fecha nunca he sufrido robos o abusos, más allá de esas costumbres ancestrales que se niegan a cambiar, aunque sea para su propio bien, pero que vuelve muy difícil convivir así con ellos, el vecindario.
Una tarde, al regresar de mi trabajo de burócrata en CONALEP, finales de julio de 1989, me dijo mi esposa “fíjate que están clausurando una tienda en el pueblo” y agregó que ya se había aburrido de darle de comer y lavar a los puercos que todavía teníamos –ahora ya había ocho vientres y un verraco gigantes, aparte de una cincuentena de marranos para vender o matar- entonces me sugirió que fuera a ver si la compraba. Y como no sabía ni tenía la menor idea de nada, bajé y pregunté a dos bellas y jóvenes muchachas que atendían la tienda que lucía casi completamente vacía. Me dijeron que el dueño vivía en Carboneras, me dieron su nombre y señas para dar con él.
Lo que sucedió al día siguiente 3 de agosto fue un hecho imborrable. Salí felizmente a mi chamba y conforme me acercaba a Carboneras, dudaba vertiginosamente si me detenía y buscaba a este amigo. Al pasar por el lugar indicado estuve a punto de seguirme, pero algo me detuvo y me estacioné. Pregunté y entonces salió una persona que me asustó… (Jajaja) prieto, barbudo y mal, muy mal encarado, con el torso desnudo y una toalla sobre el cuello. La conversación verso sobre ¿Quién es usted? ¿De dónde viene? ¿Qué quiere? Me dijo “ya vendí la tienda”. Pero entonces puse poco a poco en práctica mis mayores fortalezas: la persuasión, caer bien y conseguir lo que quería. “Si quiere pase de regreso –dijo el Prieto- a ver que pienso”
Nuevamente el viaje de retorno, en esa tarde fue terrible. La procastrinación que me afecta me hizo dar y dar de vueltas sobre la duda cartesiana. Por supuesto que al pasar por su casa en Carboneras de detuve. Ya había elegido dentro de mí, pero me gusta hacerle al “drama”.  Nuevamente pregunte por el Prieto y para mi sorpresa, me encuentro ahora a una persona de facciones amables, con una sonrisa contagiosa y modales muy atentos y muy amistosos. Fue una señal. Mi amigo, el mejor amigo que he conocido (hay que recordar que la amistad implica igualdad y constancia y quizás, solo por eso, no digo que es el mejor amigo que he conocido en mi vida) que en esa hora, ese día, me salvó la vida de muchas maneras. Conocí a su esposa, una señora que merece todos mis respectos y afectos, a sus hijas, a todas las conocí desde chiquillas, a sus hijos y hermanos. Hubo otros anécdotas. ¿Ya conoce la tienda? me preguntó y como yo apenas había entrado el día anterior, me dijo que fuéramos y allí me presentó a sus hermanas –muy guapas entonces- y entré por primera vez al “Mayoreo del Sur”. Me propuso rentármela un año, con una renta simbólica, yo quede en comprarle todo lo que tenia (me parecía muy poco, pero nanay… fueron 7 millones de pesos de entonces) Regresé a la casa a eso de las 8 de la noche y le dije a mi mujer “ya tienes trabajo”
Ese trato se hizo en un miércoles. El día siguiente practicamos un inventario, llegamos a una cantidad, El Prieto (en realidad siempre me he referido a mi amigo como Don… pero prefiero no mencionarle por su nombre, aunque todo el que lea esto sabrá de quien se trata) me dijo que me daba un mes para pagarle (yo tenía más de 50 millones de pesos por la venta de mi departamento que deje en la Ciudad de México) Y entonces me ofreció, además, enseñarme dónde y cómo comprar en Toluca. Yo solo asentía con la cabeza o balbucía un ¡si! descompuesto, pues percibía que todo estaba bien intencionado, trasparente, generoso y muy amistosamente, además,  confiaba mucho en mis facultades y capacidades, pero ante todo en mi instinto, mi mayor tesoro.
Viernes 4 de agosto. Ese día tempranito nos reunimos en la tienda grande del pueblo –empezaba a notar la dimensión del trato que había hecho- Mi ex brujer, ella si sabía bien lo que pasaba. Oriunda de más allá de Ciudad Altamirano Guerrero, entendía todo y comprendía todo. Yo, la verdad no y eso repercutiría al paso de unos años, en problemas familiares graves.
Viajamos a Toluca y me repetía –parecía que Don Prieto se daba cuenta que yo no entendía ni “madres”- que se compraba en “Abarrotes Selectos” me hablaba de Don Polo y que Garis y la cosa primero era ir al banco y sacar dinero, pues debíamos comprar de contado. Entonces esperé en el banco, el sistema fallaba, iban a llamar por teléfono, necesitaba 10 millones, si permítame y se acabó el tiempo y el maldito banco no pudo darme mi dinero. Realmente me daba pena por mis nuevos amigos –viajaron una buena cantidad de muchachos con nosotros- pero yo creía que no habría problema si regresaba el lunes.
De regreso, de pronto, al pasar por San Juan de las Huertas,  mi nuevo amigo giró el volante y se detuvo en un comercio de donde salió una persona que le llamó compadre,  a quien le dijo que necesitaba 10 millones por una semana. Me quede inmóvil, yo no sabía que decir. Así no era la vida en el DF, esto era otro mundo. El mueblero –hacen unos muebles magníficos- inmediatamente sacó el dinero, se lo entrego a mi “mucho amigo”, quien a su vez me lo entrego, me dijo “no me falle” y agregó “siempre si va a comprar Don Guillo” Y empieza otro capítulo ahora, el de las compras pues se trataba de llenar la camioneta de tres toneladas con jabón ibis, detergente foca, cloro golondrina, azúcar, sal, frijol y toda una gama de productos que ¡yo nunca compraba! Ni conocía
Recuerdo que una vez me contaba Don Zacarías, el “Pirata sabinesco de la Magdalena”,  una historia sobre los “pocitos” y decía que allí era donde lavaban y la leyenda estaba llena de matices. Me preguntó que si se daba cuenta de la importancia que representaban para el barrio “los pocitos” y respondí de inmediato que yo solo sabía de lavadoras Crolls. Así me sentía en ese momento al cargar jabones Zote, veladoras, bultos con bolsa de plástico, arroz “pero que sea Morelos” huevo pero Bachoco… en mi vida me había detenido a fijarme en marcas de productos básicos. La realidad real, era una y solo una: como Economista galardonado por la UNAM, yo estaba reprobado en la economía real. Que es lo que pasa con los “tecnócratas” que despachan desde la SHCP, inventan impuestos, cobran alcabalas y gastan a lo bestia y mal. Así son lo mismo Pedro Aspe que Luis Videgaray y no se diga los “mensitos” directores de economía o trabajo en los municipios mexiquenses.
Esos días recibí lección tras lección de vida: Mi nuevo mejor amigo intentó obtener una fianza de crédito con Don Polo, entonces “¡El Abarrotero!” de todo Toluca y el viejito dijo NO. Don Amigo, que combinaba el hablar con gracia y simpatía, al tiempo que enérgico y recio le dijo a Don Polo que traía la factura de su camioneta último modelo y que se la dejaba en garantía y Don Polo dijo NO. Intervine para abogar por mí, expliqué, mostré mis cuentas bancarias, le dije de mis meritos académicos y mi origen tepiteño y mi rancho gigante y Montes de Oca dijo NO.  Como Don Polo era –ojala aun viva- una persona dura pero simpática en esto del comercio, realmente un viejón muy simpático, tanto como difícil en tratos con dinero, agregó que en el comercio nunca había que comprar con crédito, que había que comprar solo lo que tuviéramos y nada más, pero eso sí, ahorrar y gastar poco. ¡Qué lástima que yo no haya entendido esa lección! Desgraciadamente me ganó mi espíritu modernista y progresista y luego me puse a contratar miles y miles en créditos que me arruinarían… Como muchos, mi economía cayó en picada total en el cambio y disputa por el poder entre CSG y EUA a través de Zedillo, en 1994 y los “errores de diciembre”.
Pero eso será otra leyenda, porque ese día de verano de 1989, nunca se me olvidará cuando finalmente quedo pagado todo y empezó la carga de la camioneta. Mi amigo Abdón dijo “en el nombre sea de dios” Me enterneció la bendición puesto que no soy religioso, pero el momento era emocionante. El vehículo se llenó hasta el tope de carga y viajamos de regreso con la mercancía indispensable para Temascaltepec.
Al llegar y empezar a descargar, Don Prieto me dijo que me iba a “prestar” a su hermano para que me enseñara. Había tanto por aprender. Yo le dije a mi trabajador del rancho, que una de sus hijas, la más inteligente, la más bonita, muy niña, le ayudara a mi mujer. Así, abrimos la tienda y aquellos niños -el hermano tenía 15 años y la niña unos 13 más o menos- se conocieron, trabajaron, se enamoraron y se casaron y hoy son una matrimonio responsable con varios hijos y un negocio boyante en Tejupilco
Ese fin de semana me di cuenta que ya no viajaría a Metepec, al CONALEP –era un muy buen puesto de trabajo- pero la venta de un fin de semana de la tienda, prorrateada y calculando un margen etc. etc.… me daba como cuatro veces el sueldo de Subdirector Federal. A la semana renuncié y mi amigo -he olvidado su nombre, el Director de Planeación y ya murió de cáncer- se quedo asombrado por mi determinación.
En la tienda, sobre todo los domingos, conocí amigos de Los Timbres, de la Albarrada, de San Pedro Tenayac, del Tule,  Tenería y de Almoloya de las Granadas. Los niños y niñas que venían de Ocotepec y de San Diego Cuentla y vendían sus hierbas y maíces y luego compraban en la tienda. A los Olivares, los carniceros hijos de Don Ciro que tienen la mejor carne de todo el sur del estado de México, sin duda alguna: garantizo calidad, servicio y un estilo y una carácter únicos.
Conocí a mucha gente de Jesús del Monte, de Comunidad y fue un orgullo mercar con los Torres de Carboneras, una familia no de diez sino de más de 20, porque son, creo 22 hermanos y con un buen Padre y una Madre, que espero estén bien, porque eran felices y me favorecieron muchos años con sus compras diarias. Actualmente los Restaurantes Chelo y de la Señora Alicia son un paradero para comer y bien, al visitar Temascaltepec… y supe que yo era, entonces, feliz. Así fue por un tiempo, solo por un tiempo.




Thursday, October 02, 2014

MITOS Y LEYENDAS DE TEMASCALTEPEC II

Resulta que no hay gasolina en la antigua estación de Temascaltepec y nada refleja mejor a este pueblo que el servicio incómodo, incompleto, pero dominante de la “gasolineria”. Déjenme contar que en mis primeras andanzas de hace 25 años, tratando de conocer el nuevo pueblo a donde había mudado mi residencia, me encontré con que todos los servicios eran condicionantes,  habituados a decir a la gente “espérate”, “ahorita”. Que en Temascaltepec se acostumbraron a la existencia de monopolios enanos, que maltrataban a la gente de las demás comunidades que constituyen nuestro municipio.
Hoy que en Temascaltepec nuevamente se han impuesto los gobernantes de la “cabecera” y que los “políticos” aspiran a perpetuarse y repetir en el poder, contando mitos y leyendas, les diré que entonces, en este reino había dos tiendas, tan voraces y enemigas que si una de ellas sabía que un cliente compraba en la tienda de enfrente, no le volvía a vender. Comercios que condicionaban el azúcar, mientras se hacían esperar por la clientela en el mostrador, en tanto que los benditos señores se sentaban a comer a la vista de la gente, que con prisa y desesperación debía aguantar y callar.
Son las costumbres que se hicieron leyes en Temascaltepec. Siglos de dominio extranjero, en la explotación de las ricas minas –aunque reportaba el inglés Ward en 1847 que “las minas de Temascaltepec están inundadas y la ley de sus minerales es de baja calidad”- No obstante, trescientos años de dominio español, más un siglo de tránsito por manos inglesas, alemanas y norteamericanas, acostumbró a los caporales de Temascaltepec a tratar de la peor manera, de la misma manera que los Patrones fuereños los trataron a ellos mismos,  por siempre y todos los días más y más.
Cuando me hice comerciante… -debo señalar, para que pueda ser entendido, que en Temascaltepec, la mayor virtud que encontré fue la posibilidad de ser por primera vez, muchas cosas y muchas personas- … por eso cuando me hice comerciante –ya platicaré como es que sucedió lo que fue sin duda el momento estelar de mi conquista de Temascaltepec-… la clientela que iba conociendo, acusaba a las tiendas de este pueblo por el servicio déspota, abusivo, tramposo (kilos de 800 gramos, alcohol adulterado- pero lo que más les “podía” a la gente, era el desdén con que se arrogaban el trato comercial, pues los dos o tres comerciantes conocidos eran acaparadores de todo: telas, abarrotes, gasolina, vinos, fertilizantes, café, alcohol y azúcar, que era el bien más preciado y el que más necesitaban los lugareños y campesinos, para iniciar sus jornadas de trabajo, en las frías latitudes de Temascaltepec, al despuntar la madrugada, entre tierras arenosas, negras, fértiles, ricas en nutrientes para sembrar y cosechar con singular éxito, papas y chicharos, maíz y frutos, flores.
Entendí que debía tener una camioneta y antes de llevar a cabo la mudanza familiar, me fui a los EUA a traer una pick up. Era el año de 1988 y acababa de ser publicado el decreto que permitía la introducción de vehículos de carga de hasta 6 cilindros, de las marcas Ford y Chevrolet. Aquella fue otra Odisea. Un viaje que realicé solo, desde California hasta Cd. Obregón Sonora, donde ya no pude más. El vehículo fallaba y me rescato mi Pa’. Llegamos hasta Temascaltepec y al buscar que un mecánico revisara el auto, conocí el mal trato y ese modito de saludar y no hacer nada por ti. Con el tiempo que me exigía, con tantos pendientes por ordenar y conocer en mi próxima –aún- futura morada, no podía esperar hasta el que “estos cuates” me dispensaran un minuto de su atención, para luego nuevamente quedar estacionado en espera de que uno de los chalanes hiciera algo por mí. Por suerte, por costumbre mas bien, nunca espero y al buscar conocí a un paisano que en media hora tenia a mi auto funcionando y en medio día lo dejaba en tan buenas condiciones, que sin esa camioneta, quizás no hubiera conseguido llegar finalmente a mi nueva casa en la confluencia de los barrios de Las Peñas, Gachupina, Magdalena y Doña Rosa y esta es otra historia de babosadas entre vecinos, pues cada familia, tal parecería así, le pone su nombre a su vecindario y entonces, pues como nuestro caso fue diferente, un jugador externo, ajeno, nunca antes visto en esta región, me quedé como que en medio de la nada o como parte de todo,  prefiero verlo así.
Decía en la anterior leyenda pasada (pueden leer la saga completa en mi blog Cartas Sureñas) que el 20 de febrero de 1989 finalmente llegue con un enorme camión y mi familia emocionada. Temascaltepec estaba ya en mi vida, y estará, hasta que decida salir de aquí, que a lo mejor es muy pronto.
El peón borracho se apareció casi al terminar la mudanza que hicimos, merced a los excelentes servicios de la pick up que traje del norte, solo para ser testigo de la fuerza de la voluntad, del espíritu de aventura, de venir arropado entonces, por una buena compañía. Busque y pregunté y alguien me dijo que en un pueblito vecino –San Diego Cuentla- estaban unos veracruzanos que necesitaban trabajar. Ellos se convirtieron en una de mis fortalezas, cuando entonces ya sabía que había malquerencias que habían abusado sistemáticamente de mi Padre y que ahora se confabulaban para “molestarme”, porque en Temascaltepec la gente “molesta”, hace “travesuras”, “dicen” y siempre “creen”…
Estos trabajadores veracruzanos, eran una familia muy numerosa –hoy lo son más aún- y me propusieron sembrar los terrenos de maíz, para tener comida para los puercos. Fue una idea que me pareció ¡fabulosa! Hacer realidad un sueño ideal, una especie de fantasía que se iba a convertir en mazorcas, calabazas, en luz, espacios, pues entendí que era necesario “limpiar” el terreno. Conocí por primera vez –otra de tantas primeras veces- la palabra “chaponear” y Melquiades –puedo decir su nombre, porque nunca más volví a ver a este gran señor y su familia de hijas muy bonitas- usaba, a diferencia de toda la demás gente de Temascaltepec, un machete largo y recto y no el machete pequeño y curvo. Aprendí que la medida para sembrar el maíz es el “cuartillo” y que el espacio que íbamos a sembrar a “medias” –dícese de un acuerdo entre Patrón o dueño de los solares y los peones que limpian y siembran- le cabían 50 cuartillos, lo que era un montón de maíz.  Era una aventura hecha realidad, pues para empezar yo no comía maíz, ni elotes, ni tortilla ni atoles, ni sabía para que se usaba el olote y los restos de la cosecha. Melquiades limpió todo el terreno escarpado, en un poco más de un mes, pues a él le apuraba el tiempo para hacer otras faenas indispensables para completar el gasto y la vida en familia. Yo aprendía rápidamente, hasta que…
A la hora de ir por los fertilizantes, pregunté y el único lugar  donde se vendía el insumo indispensable, estaba en un sitio cercano, en una bodega en San Mateo, a donde me trasladé y compré no sin antes conocer a una gente muy distinta, muy amable, muy chaparrita y morena, eran los Matlatzincas, que como comunidad son uno de los tesoros más ricos con que cuenta Temascaltepec, el verdadero Temascaltepec.
Porque el otro Temascaltepec, el que me rodeaba y observaba y saludaba y siempre me detenían para verme, para olerme, para tocarme, me “enganchaban” con historias de mi Padre… su Padre Aristóteles era muy bueno… Don Pedrito le llamaban y aquí eso es una “alerta”, algo así como ¡aléjate y cuéntaselos a quien más confianza le tengas!
Porque entonces varios de ellos se acercaron y sonriendo, siempre sonriendo, me pidieron “por favor” claro siempre con “modos” (debo señalar la influencia de un personaje importante, a quien conocí poco, pues perdió la vida accidentalmente, pero que era el gran líder político de la región, formado en el estilo de Carlos Hank, de “guante blanco” y sonrisa eterna)  que les trajera su fertilizante, pues todos entonces sembraban sus parcelas de maíz (en realidad no se siembra solo maíz, son frijoles, calabaza, chícharo, habas… una fiesta) Me pidieron que les trajera su fertilizante y les permitiera guardarlo en mi bodega, la única que estaba en la entrada de esas cañadas, a donde se llegaba por el único camino que había construido mi Padre Aristóteles -Don Pedrito- en mi vehículo 4 x 4, que entonces, en el año de 1989 era una experiencia nunca antes vista, por los montañeses de Magdalena –que es el nombre dominante en la zona- como los de la peli que narraré a continuación: el titulo de la película es “Deliverance” y está considerada una de las 100 mejores películas de todos los tiempos. En México se tradujo como “Amarga Pesadilla”, en España, el titulo atendió mas al sentido original de la traducción y le llamaron “Liberación”, pero también fue conocida en otros países como “Defensa” y “la violencia está en nosotros”, este último, el título en Argentina. En todo caso, para muchos esta película está en la memoria por el “duelo de banjos”. Para nosotros –mi familia y yo, Andrónico de Rodas- es la realidad exacta de la vida que conocí en Temascaltepec. La gente se casa entre ellos mismos, existen entonces problemas hereditarios, de tanto arrejuntarse, fue hasta nuestra llegada que las cosas empezaron a cambiar de muchas, muchas maneras, por cierto no consignadas –no lo harán nunca-  por los monografías e historiadores nativos. Por eso lo relataré yo mismo, es mejor.
Porque el buen vecino –o sea, yo- ingenuo y generoso, no solo aceptó traerles su fertilizante a mis vecinos, sino además dejarlo guardado en la bodega del rancho, y lo hice de manera gratuita y con una sonrisa –está siempre sincera- de gusto por ayudar y empezar a sentirme parte de mi nueva casa.
Lo que no sabía entonces, era que los habitantes de esta microrregión eran idénticos a los montañeses de “Amarga pesadilla”. Coincidió de manera fortuita que descubrí una fuente de agua que brotaba sobre el camino, justamente por encima del nivel donde estaban mis cisternas, las que surtían de agua a mi casa, la que apenas comenzaba a ser habitable. Hablo de marzo o abril de 1989. Hablo del fertilizante traído y guardado de manera gratuita y hablo de los saludos y platicas de mi “Abuelito”.
Vi que por gravedad, con una manguera de media pulgada, el agua que de todas maneras se resbalaba y se metía a mi propiedad, enfangando todo el cauce hasta llegar al arroyo al pie y lindero de mi propiedad, me percaté que podía llevar esa manguera y dejarla caer en mis cisternas y asunto arreglado… Ya contaba con agua para bañarnos, para lavar trastes… excepto que al día siguiente, se me notificaban que estaba demandado por ¡robarme el agua!
Fue muy triste saber que esa agua era algo así como intocable ¿Por qué? Aún, a la fecha, 20 años después no lo consigo entender. Al día de hoy, esa agua ha sido canalizada y se lleva por un tubo que la deposita en el arroyo, al mismo arroyo que es mi lindero, pero donde ya no me pertenece, y no la puedo usar, pero nadie tampoco “es que no sabe Don Andrónico” es que el “ojito del aguacate” –que así se llama el maná- sirve para que la gente venga por agüita cuando hay escases y la lista de historias es interminable. Conocí al mayor contador de historias de todo Temascaltepec, mucho más que el Sherezado que ocasionalmente se aparecía, tratando de comprobar que sus visiones eran reales y que yo estaba ahora en vida, en siembra y con otros trabajadores que alegraban el rancho. Ese gran contador de cuentos y leyendas, de mitos e historias se hizo mi amigo y al final de su vida lo admiré y le tuve mucho afecto. Todo un Pirata cojo y con pata de palo, un reconocimiento a Don Zacarías, un tipazo excéntrico, mugroso, gran platicador, trabajador como él solo.
Por cierto, de aquella familia de peones con que empecé a trabajar, una de las hijas, se convertiría, al paso del tiempo no solo en una gran ayudante, amiga, y después –la historia es shakesperiana- en una señora respetabilísima que casada con… es una historia muy bonita.
Porque lo que ahora les diré es que estos malditos, los que tenían guardado su fertilizante y que habían recibido solo generosidad de mi parte, me demandaban y acusaban de robo de las aguas que “originariamente pertenecen a la nación…” o algo así dice o decía el artículo 27 Constitucional.
Y no hubo manera ni forma ni acuerdo entre estos insolentes y yo el fuereño. Les ofrecí espacios para tantas cosas que necesitaban, lámparas para que no caminaran en la negrura de las noches sin ver donde pisaban. Nada y las autoridades municipales, los mismos montañeses, decretaron el retiro ipso facto de mi manguerita y la amenaza de que de persistir bla bla bla…
Obviamente que al regresar de esa pantomima de justicia pueblerina, le ordené a mis peones –comencé a ser Patrón de veras- que sacaran a la intemperie los sacos de fertilizantes de estos malagradecidos y les hice saber a los simpáticos vecinos que se llevaran sus bultos inmediatamente. Era frustrante e increíble ser testigo de algo así. Absurdo. Y apenas comenzaba a conocer a esta gente, muy particular, pero debo insistir y recordar que hablo la de la cabecera municipal…
Por fortuna conocería al “Español” y a Paul y a Adolfo el “alemán” y todos me ayudaron a poner en práctica la mejor receta, el santo remedio para vivir y vivir bien en Temascaltepec: no te enojes y soluciona tus problemas, sin dejarte de esta gente que no es mala pero está afectada por siglos de dominio y explotación. El “español” me contó como a ellos, son una familia bella, les advirtieron que jamás tendrían agua en su cerro que domina el pueblo. Me dijo y puse, -me siguió diciendo- bombas de agua y sifones y arriates. Hoy vive feliz. Y el Ingeniero que ya murió, el industrial que tanto se esforzó por invertir y generar empleo en Temascaltepec, me decía, siempre sonriente “mándalos a la chingada” y se carcajeaba a mandíbula batiente. Incluso uno de ellos mismos de apellidos Segura Vergara -jajá todo un albur- un ser extraño y atento, un viejo amigable, me advertía… “se lo quieren chingar Don Andrónico”, porque así siempre me llamó, hasta la fecha.
Y entonces, un día, de pie en una peña preciosa que mira hacia el arroyo hermoso y frente a la cascada majestosa, pude decir ¡Vini, Vidi, Vinci!… y aún no empezaba a trabajar de a deveras… pero eso será cosa de la siguiente Leyenda, el mito donde narraré como  todo cambió al conocer a la gente de Carboneras, de Jesús del Monte, del Peñón, de San Andrés, del Cerro Pelón, de San Pedro Tenayac…





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