Thursday, September 25, 2014

MITOS Y LEYENDAS DE TEMASCALTEPEC I

Llegué hace 25 siglos a esta hermosa provincia, sin saber cómo, ni cuándo, ni porqué. Existen en la vida acontecimientos que no parecen tener explicaciones,  no los notamos, siguen de paso, generalmente son gobernados por el instinto, la inconsciencia que ordena, a la que a veces llamamos azar, fortuna, es la suerte. Hoy se escucha que son cosas que pasan porque tenía que pasar, aseguran los pragmáticos, sin decir más. Y únicamente, son las mentes complejas, las que ante la duda, eligen forzar las jugadas novedosas, las puertas que nadie más se atreven a abrir. Para todos los otros, son asuntos de dios.
Llegué hace 25 años en compañía de mi mujer y dos hijas. Una hija nacería mas tarde en la ciudad de México, pero la "Benjamina" ya fue concebida bajo los aires y el clima, la humedad de estos parajes indescriptibles “No sé/ no sé decirte como fue/ No sé explicarme que pasó/ Pero de ti me enamore…”
Sabía que algún día regresaría a estas tierras, al rancho enclavado en las orillas del centro de la cabecera municipal, a donde vine por primera y única vez hace 500 años, por allí de 1962, cuando uno de los de los héroes ilustrísimos de Temascaltepec, todos lo conocían por Pancho “La Gurreona” (creo que se escribe así) auténticamente se limpió “el trasero” con las envidias, cizaña, estupidez, necedades de su parentela y vendió a mi Padre Aristóteles, dos extensiones de cañadas, bosques, peñascos, ríos, montañas, cerros, laderas, joyas topográficas, pequeños saltos de agua y árboles, muchos árboles, donde proseguir sus enseñanzas peripatéticas, porque así se denomina el método de filosofar al caminar.
Pancho “La Gurreona” era una persona con una forma de ser ajena al resto de los habitantes de Temascaltepec, y es pertinente hacer una anotación indispensable, para entender que cuando se habla de Temascaltepec, se entiende la cabecera  del municipio: del puente de entrada al Reino, al libramiento que comunica la carretera en dirección a Tejupilco, e incluye barrios como los del Fortín al oriente y Santiago al poniente… y nada más. Se olvida y se desprecia que la verdadera riqueza humana y material de este condado se encuentra en los más de cuarenta y dos pueblos de gente trabajadora, amable y amigable, solidaria, recia, confiada. De ellos hablaremos más adelante, son bellas estampas de amistad y amor
En Temascaltepec se observan marcadamente tres sectores sociales: la burocracia –incluye al magisterio de la enseñanza- y los negocios asociados al gobierno; otro es la  mayoría de la población que vive confundida, atenida, domesticada, sometida con la asistencia social, basura asistencial, electorera, promesas y esperanzas; y, estamos todos los que no pertenecemos a ninguno de las dos partes anteriores,  pero que trabajamos para vivir, tenemos otra forma de entender el gobierno, la economía y por supuesto la vida misma. Cuando me avecindé en Temascaltepec, me encontré con embajadores de países tan lejanos como España, Inglaterra, Alemania y Tepito, y con todos ellos aprendí a disfrutar un género distinto de convivencia social, en armonía con la naturaleza.
La “Gurreona” lo entendía hace 50 años, todo un bohemio, jugador, extraordinario comerciante, listo, platicador, afectado severamente por el alcoholismo, el instrumento principal de dominio y control de la población en Temascaltepec –cero tolerancia al alcohol, sería la única medicina para que este lugar finalmente deje de ser un recinto de patrones que extraen las riquezas del subsuelo, contaminan, explotan y esclavizan- Conocí a la “Gurreona” un día en el interior del comercio que organicé y atendí con la familia –ya platicaré los detalles de este feliz golpe de suerte-  portaba una enorme cadena de oro. Me presenté: le dio mucho gusto conocerme, habló muy bien de mi Padre, nos despedimos. Al día siguiente Pancho estaba completamente beodo, rodaba por los suelos y había empeñado la cadena de oro con todo y el medallón…
Me puedo extender tanto como para escribir una novela. Es toda una novela. Soy estandarte de una generación de mexicanos, inmersos en una gran tragedia de proporciones épicas y cuyo fatal desenlace aún no capitula al final. Prefiero no hablar –por el momento- de los antecedentes de este viaje, ni de la Ciudad de México, dominada por el partido Nazi que por siglos aplastó, perfectamente, toda forma de expresión política y social, constituyendo así una Dictadura Perfecta.
En la hora de un aniversario más de la muerte de Tiberio MMH quien “intentó que a su padrastro (JLP) no se le declarase como deidad en el panteón romano, que su reinado se basó en su poder militar y en su guardia pretoriana y cuyas relaciones con el Senado fueron tormentosas (particularmente con el Cónsul Cayo Muñoz Ledo)… Hay que hacer un recuento de los daños, porque parece que el expediente de “borrón y cuenta nueva” es la consigna que impulsan los lacayos y pelagatos que por miles se declaran guardias de corps de Tito Enrique Vespasiano Peña Nieto, quien como su antecesor (69-79 d.C.) anuncia la construcción del Coliseo Mexicano Internacional, en los terrenos del lago de Texcoco.
Me veo en un momento parecido al que se enfrenta el Dr. Alberto Robles, En “El Rebozo de Soledad” (Xavier López Ferrer) el autor, cuenta su propia historia en la región de la Tierra Caliente, con lujo de detalles: los caciques, la injusticia, el crimen artero, la miseria. Me miro en la disyuntiva de retornar a la capital imperial o permanecer en la provincia difícil, complicada, pervertida por el crimen y la droga, pero viva por la naturaleza profunda y acogedora…  ¡mágica!
Regresé a Temascaltepec en septiembre de 1987. Llegué a malvivir en una casa cubierta de láminas de asbesto, anegada, infestada de ratones y alacranes ponzoñosos y conocí al que sería el más peligroso y activo de los venenos nativos: los peones en la localidad, los indios ladinos. Era extraño para mi, venir de un mundo libre, formado en la ideología preclara de la revolución y llegar a un mundo dividido en clases sociales muy definidas, donde los peones son los hombres y mujeres que trabajan, o como en Temascaltepec, que aparentan que trabajan. El tiempo que cura todo y ordena las cosas, al paso del tiempo me ha permitido entender, con filosofía, que estos obstáculos personales me hicieron un enorme favor: me hicieron crecer
Me tocó la fortuna de que el peón que cuidaba el Rancho –herencia de mi Padre- un peón oriundo de Tejupilco, despertara mi interés en las tareas del campo, me regalara con las primeras pistas de lo que era la vida en el rancho y como en cuentos de las Mil y una noches, el Sherezado y su esposa, (así les llamaré por los tantos cuentos que contaron) intentaron jugar conmigo, de manera ladina, con medias verdades, medias mentiras, con admiraciones y profunda desconfianza. Sin saber, sin entender que se topaban con una mente compleja, un carácter decidido y espíritu singular.
Pero un día descubrí que el peón bebía. Así fue como descubrí el alcoholismo. Desconocía entonces los efectos y alcances de la enfermedad del alcoholismo. Encontré a Sherezado batido entre sus miserias, la esposa en ese punto de glorioso sufrimiento, de desesperación feliz, de gustosa alegría por tener al marido ebrio. Ya para entonces, antes de mudarme, repetía mis visitas a Temascaltepec, de manera consuetudinaria cada semana, sin faltar una, de viernes a domingo. 
Entonces llegué un viernes y me encontré que ¡otra vez! Estaba el peón borracho. Además, para sorpresa mayor, la bebida que ingería este pobre diablo para embrutecerse era alcohol 100%. Por su físico, huesudo, enjuto, aunque no es alto, estando borracho, Sherezado, se recogía de tal manera que parecía un habitante somalí, un sij. Decidí llevarlo al DF… error
Era inútil tratar de hablar con él y mientras tanto el rancho estaba paralizado, no hacía nada y este amigo jugaba con mi mayor debilidad: yo no conocía a nadie más en este pueblo, de gente que saluda pero no se relaciona, de gente que sonríe, pero da la espalda, que dice buenos días y miente. A pesar de ellos –otro error de gente “educada”-  nunca dejé de pagarle su semana puntual: ¡No!: ¡hay que tratarlos con ruindad! para que te acepten, ¡explotarlos sin pagar! para que te necesiten. ¡Hay que ser crueles con ellos! para que te teman... y los peones están geneticamente acostumbrados y aceptan. Si eres bueno con ellos, abusan y te llaman por tu nombre en diminutivo. A mi Padre le decían "Don Pedrito" A mí, no.
El trayecto al DF fue de espanto. Sherezado vomitó en mi auto, y no sabía ni para que lo llevaba... pensé que se recuperaría. Pensaba en la triste calidad de vida que tenían Sherezado y su familia. Entonces eran solamente ellos y un hijo. El segundo hijo, casi nace dentro de mi camioneta: La misma historia, el Padre borracho, en la mujer se presentaron los síntomas de parto y ya entrado en gastos, y si ya había aprendido lo mismo a castrar puercos que a matar hurones, tlacuaches o coyotes, ayudaba a que nacieran perros y lechones ¿Por qué no hacer de partero de un bebe humano? La cosa es que cundió la alarma del alumbramiento inminente, el marido extraviado en el vicio, subí a la señora a mi camioneta, y en cuanto nos dirigíamos a la Clínica se rompió su fuente y mi vehículo quedo inundado del liquido amniótico. Alcanzamos a llegar y más tarde pude conocer a un bebe que desgraciaron con un nombre ridículo (se debió llamar como yo). Hoy, al verlos pasar y que voltean la cabeza, solo pienso que este es uno de los rasgos más característicos de buena parte de la población de Temascaltepec (ya saben hablo de la cabecera no del municipio): no reconozco, no agradezco, no te acepto.
Finalmente llegué con Sherezado a la gran Ciudad. Yo aún fungía... todavía como Director en la SEP y obvio (sic) tenia oficinota y una casa grandototota en la calle de Florida en San Ángel Inn, donde había un par de policías que cuidaban el local. Les expliqué de que se trataba y que les dejaría encargado al borracho, advirtiéndoles que no lo dejaran salir, yo volvería al día siguiente, el lunes por la mañana. Resulta que al otro día, me encuentro con que se les escapó, los policías me dijeron espantados que tuvieron que dejarlo salir, que estaba vomitando de colores, que le dieron una botella de tequila de ¼ y la bebió de un trago sin despegarse de la botella y que no pudieron detenerlo pues, me explicaron -mas duchos en asuntos del alcohol- se podía morir.
¿Qué hago? Pensé… este sureño era la primera vez que viajaba al DF y se iba a perder. Comenzaron a llegar mis ayudantes y apenas planeamos alguna idea cuando, de repente entró Sherezado, calmado, borracho, pero en control. Salió a mendigar sobre av. Insurgentes, llegó a Vito Alessio Robles, camino hasta av. Universidad y supo orientarse, juntar dinero suficiente y comprarse un litro de ¡alcohol! Un hombre astuto, observador, con muchos conocimientos agropecuarios, que me hizo la vida de cuadritos, pero que probó mi férrea voluntad. Detalles como estos me apuraron a que como Hernán Cortes, tomara la determinación de quemar mis naves y mudarme a tierras sureñas, con todo y “chivas”
Dejo para el final de esta primera entrega, un retrato perfecto del choque entre los dos mundos que se encontraban: el de la modernidad urbana y ajena, velada; con el de la pobreza tan miserable como ignorante entreverada con creencias y mitos, fue el día que decidí entregarles a “mis peones” una despensa semanal, para que completaran su alimentación que era pura pinche tortilla, hierbas y huevo, te y pan dulce. Les traía leche y jamón, queso y mantequilla, latas variadas y pan blanco (pensaba en sus hijos)  Al cabo de varias semanas un día mi esposa se percató que en su cochinero (así le apodó  mi Ex esposa a esta señora floja –borracha también- y muy muy joven; la Cochina) de casa, estaban las bolsas con los víveres echados a perder que les traíamos de regalo y ¡cerrados! ¿¡porqué no se han comido los víveres!? Dales a tus hijos, exclame incrédulo, la respuesta me dejó congelado: es que son alimentos “fríos” y hacen daño al cuerpo y allí toda una historia de lo frio y lo caliente (jeje). Como si fuera una película medieval, de alquimismo y conjuros, a las primeras de cambio me topé en Temascaltepec con un conocimiento ancestral, completamente desconocido por mí y mi corta visión universal. Todo un mundo diferente, con códigos verbales y conceptuales desconocidos en la Civilización del Espectáculo, en el mundo del Progreso Improductivo.
Allí quedaron las faenas a las seis de la mañana, aprendiendo a usar el machete, los recorridos por Tenería, El Peñón, el Cerro Pelón, Telpintla, buscando lechones en venta para iniciar mi granja de puercos que en septiembre de 1988 prometía pingues ganancias. Mi peón él Sherezado, en sus momentos de lucidez me aconsejaba y usaba siempre una treta seductora, reía y abría los ojos ante todo lo que yo decía, (como extasiado y fascinado) lo que pensaba. Y yo era el Patrón, Yo era Don Andrónico. Solo que el peón modesto nunca se imagino, ni por un instante que mi plan de mudanza definitiva se iba a realizar en verdad. Allí le gané, jamás pensó que un universitario, completamente ignorante del rancho, acostumbrado a vivir entre pañales de seda, se trasladaría a las humedades arcillosas del barrio de las Peñas.
Con su tosca manera de ser ladina, Sherezado (por lo de lo  mil y un cuentos) intentó boicotear de muchas formas y muchas veces mi empresa, casi lo logró, lo que precipitó mi traslado definitivo. Cuando abrió los ojos, ya estaba allí.
Por supuesto que al llegar al rancho lo primero que supe es que Sherezado estaba borracho y se había marchado. Acordamos descargar a la mañana siguiente y subimos a dormir, dejando a los mudanceros que conocimos en ese mismo día, cuyos nombres no sabíamos, que durmieran en su camión. Caímos rendidos…
 “Fueron tus ojos o tu boca/ fueron tus manos o tu voz/ fue a lo mejor la impaciencia/ de tanto esperar…”  esta historia...  CONTINUARA



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