“Es una sorpresa y un honor” fueron las primeras palabras que expreso el Presidente de los Estados Unidos Barak Obama, al enterarse que había sido distinguido con el Premio Nobel de la Paz. Honor en tiempos del cólera, diría Garcia Marquez, cuando la escala de valores esta recargada por completo al amor por la riqueza monetaria. Aristócrata, en su hablar, andar, Barak Obama recuerda al Antonio de Shakespeare, el Mercader apostando su riqueza a empresas de ultramar, mientras le acechan los Shylock, muertos de envidia, desfondados por la diarrea que les provoca el cólera, huraños ante las excelencias, ávidos de ganancias.
No hay que olvidar que Obama es representante y cabeza de un Estado militar. El negro que representa los interéses de los consorcios militares mas grandes y sofisticados del mundo. Armas, dicen convencionales, cohetes que surcan el espacio, sátelites que penetran completamente la privacidad internacional, guerra química, biológica y atómica. Ojivas capaces de destruir varias veces el planeta tierra, nuestra casa. Tecnología destructiva mucho mas alla de lo que nuestra imaginación pueda alcanzar: fibras minúsculas, radiaciones, robots, fusión y fisiones de materia. Navios portentosos, y aviones ultrasónicos que convierten la guerromania en principio y centro, el todo de la nación norteamericana.
Por eso es saludable y reconfortante ser testigos de un acto de política internacional tan preciso. Porque si bien Barak Obama ha adoptado medidas de política que han contribuido a distender las relaciones entre los países del mundo, como lo relacionado con los presos de guerra, las cárceles y los tormentos e incluso deseos, mas que planes para el retiros de tropas militares, estas medidas de política exterior le han permitido tomar iniciativas de carácter interno de tipo social y de vivienda, financieros y de inmigración, necesarios para la supervivencia de los Estados Unidos, en esta coyuntura de crisis internacional tan caótica.
No obstante, para los amos del capital financiero norteamericano, la política de su presidente no se ajusta a sus propios planes, el del estado de guerra perpetua. Y vaya que han respingado los vocingleros de las multinacionales armamentistas, los mismos que inundan a México con armas y municiones: para combatir al narcotráfico, como con el intervencionista Plan Mérida y de contrabando, a cambio de todo tipo de drogas, para mantener este comercio mortal.
Combate a las drogas que en lo que va del sexenio de Calderon ha ocasionado mas de 17, 500 muertes, mas de 5800 por año, a sinrazón de 17 asesinatos por día. En una escala de bestialidad que incluso llega a extremos, como el ahorcado bajo el puente de Tijuana, retrato del grado de enfermedad social de México. Peor que la mítica influenza amenazante, aun mas grave que el desempleo de casi 60 mil trabajadores de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro.
No hay que olvidar que Obama es representante y cabeza de un Estado militar. El negro que representa los interéses de los consorcios militares mas grandes y sofisticados del mundo. Armas, dicen convencionales, cohetes que surcan el espacio, sátelites que penetran completamente la privacidad internacional, guerra química, biológica y atómica. Ojivas capaces de destruir varias veces el planeta tierra, nuestra casa. Tecnología destructiva mucho mas alla de lo que nuestra imaginación pueda alcanzar: fibras minúsculas, radiaciones, robots, fusión y fisiones de materia. Navios portentosos, y aviones ultrasónicos que convierten la guerromania en principio y centro, el todo de la nación norteamericana.
Por eso es saludable y reconfortante ser testigos de un acto de política internacional tan preciso. Porque si bien Barak Obama ha adoptado medidas de política que han contribuido a distender las relaciones entre los países del mundo, como lo relacionado con los presos de guerra, las cárceles y los tormentos e incluso deseos, mas que planes para el retiros de tropas militares, estas medidas de política exterior le han permitido tomar iniciativas de carácter interno de tipo social y de vivienda, financieros y de inmigración, necesarios para la supervivencia de los Estados Unidos, en esta coyuntura de crisis internacional tan caótica.
No obstante, para los amos del capital financiero norteamericano, la política de su presidente no se ajusta a sus propios planes, el del estado de guerra perpetua. Y vaya que han respingado los vocingleros de las multinacionales armamentistas, los mismos que inundan a México con armas y municiones: para combatir al narcotráfico, como con el intervencionista Plan Mérida y de contrabando, a cambio de todo tipo de drogas, para mantener este comercio mortal.
Combate a las drogas que en lo que va del sexenio de Calderon ha ocasionado mas de 17, 500 muertes, mas de 5800 por año, a sinrazón de 17 asesinatos por día. En una escala de bestialidad que incluso llega a extremos, como el ahorcado bajo el puente de Tijuana, retrato del grado de enfermedad social de México. Peor que la mítica influenza amenazante, aun mas grave que el desempleo de casi 60 mil trabajadores de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro.