Monday, October 05, 2009

EL BRASIL DE LULA

Hace 15 días Luis Ignacio Lula Da Silva, Presidente de Brasil exclamo al mundo, “Por primera vez en 20 años no habrá trogloditas de la derecha buscando la Presidencia de Brasil”. Y su canto fue escuchado. La sede de los Juegos Olímpicos de 2016 será Rio de Janeiro. Y Lula no pudo contener el llanto, tampoco Pelé quien le acompañaba, ni muchos más que nos enamoramos del Brasil Campeón de 1970. El equipo de futbol que jugaba más lindo, de todos los tiempos.
Es el Brasil comerciante, amazónico, latino pero portugués. Es el Brasil del carnaval y las mulatas hermosas, sexuales, salvajes. Es un Brasil con recursos naturales casi ilimitados, con playas bendecidas por el Cristo del Corcovado. Es Brasil independiente, gobernado por un hombre que ama a su país. Cinco veces se presento Lula a competir en contra de los Fox, Mouriño, Calderones, Cartens y demás fauna brasileira troglodita. En contra de los Obispos y Cardenales y Curia completa. Cinco veces tuvo que luchar por conquistar el poder y hacer realidad el proyecto social que siempre abandero. Y sin caer en las tentaciones de la continuidad o de la reelección, Lula deja a Brasil en una situación muy semejante al México de la década de los 60’s, con Mundial de Futbol y Juegos Olímpicos. Igual como recuerdo a mi amado México de 1968 y de 1970, cuando todos éramos felices. Entonces había destino, horizontes y futuro. Los trogloditas de la derecha nacionales estaban agazapados, escondidos en sus escuelas confesionales y en los púlpitos de las iglesias y no como ahora que se exhiben en la televisión, impúdicamente, cínicamente y provocadoramente, sobre todo.
Recuerdo cuanto disfrute aquella época. Viví de manera intensa el espíritu olímpico que inundo al país. Las grandes obras de infraestructura, el Metro, los estadios. Asistí a varios eventos de gimnasia y de basquetbol. Me asombre con Vera Chavlaska tanto como con aquella marcha del silencio encabezada por el Rector de la UNAM, Don Javier Barrios Sierra en septiembre de 1968. A pesar de ser muy jóven, entendí la indignación y presencié la represión, los tanques, el ejército en mi calle y los brazos alzados, con un guante negro en el puño cerrado de Tommy Smith y John Carlos, subidos en el podium del Estadio Olímpico de Ciudad Universitaria. Como muchos, porte una playera que tenia dibujado un tiro al blanco y la leyenda de I am a Student. Como mi generación, me enamoré de las gringuitas y suspire por conquistar una de esas lánguidas güeras que con flores en el pelo, le cantaban al amor y a la amistad.
Me sentí orgulloso del movimiento estudiantil y le rechifle a Díaz Ordaz su carácter hosco y agrio. Pero mayor fue mi fascinación al ser parte del mundial de futbol. El único que se le ha asignado a nuestro país por sus méritos económicos, políticos y sociales, ya que el de 1986 fue una sede alterna, ante la incapacidad de los trogloditas de la derecha colombianos, para cumplir con la cita futbolera. Presencié en la zona verde del Estadio Azteca el llamado juego del siglo, entre Alemania e Italia y no pare de alentar al Brasil de Pele, Gerson, Rivelino, Tostao, Carlos Alberto, golear 4-1 a la Italia de Gigi Riva, de Sandro Mazzola, de Bonigsena y de Gianni Rivera. Ese día y desde entonces soy parte de la torcida auriverde y baile samba y cante las melodías de Sergio Méndez y su O Pató
Por eso Andrés Manuel López Obrador no puede dejarse vencer, no claudicar en contra de los siervos del capital y el fanatismo religioso. Frente a los enemigos que han postrado este país hermoso, rico, maravilloso. Si en la década de los 60’s México era admirado, respetado e invitado permanente a todos los foros, ferias y reuniones mundiales. El México actual es repudiado, expulsado, des invitado y mantenido a distancia, como sucede con la gripa pandémica, producto del febril deseo de control, y represión social, como el que se vive en la UAEM de Tejupilco, en la persona del maestro Cárdenas y las fuerzas de seguridad, usadas como ariete contra la espontaneidad estudiantil, la organización juvenil y el espíritu universitario.

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