La educación de la juventud, el principal apoyo del Estado, y lo que mejor da a conocer el carácter de cualquier nación, era tal entre los mexicanos, que bastaría por si sola a confundir el orgulloso desprecio de los que creen, limitado a las regiones europeas, el imperio de la razón escribía, a mediados del siglo XVIII, Francisco Javier Clavijero.
Nunca olvidare que cuando curse mi estudios de preparatoria, en el majestuoso Colegio de San Ildefonso, la inmortal Preparatoria #1 de la UNAM, para quienes ingresábamos al primer año, el cuarto, de acuerdo a la seriación universitaria -que consideraba los tres primeros años, como parte de la secundaria- la experiencia del temor, pánico de ser trasquilados, por los compañeros de quinto y sexto años y de ser despojados, una y otra vez por los temibles porros.
Sigue Clavijero Todas las madres, sin excluir a las reinas, criaban los hijos a sus pechos. .. acostumbrábanlo desde su infancia a tolerar el hambre, el calor y el frio… Inspirábanles horror al vicio, modestia en sus acciones, respeto a sus mayores y amor al trabajo…
Con el pelo largo, pantalones de mezclilla, olor a mariguana, los más grandes y fuertes, los porros producían miedo y respeto. Aunque al paso del tiempo, comenzaban a gestarse relaciones de amistad, de compañerismo y de convivencia. Ellos me raparon el copete y me obligaron a quedar pelón. Todos se hicieron mis cuates y al llegar al sexto año, eran mis garantes de protección, al igual que para todos los demás.
Continua Javier Clavijero, Una de las cosas que más encarecidamente recomendaban a sus hijos, era la verdad de sus palabras; y si los cogían en una mentira les punzaban los labios con espinas de maguey.
Eran frecuentes en la Preparatoria los círculos de lectura, los torneos de ajedrez, las matadas de clase, los talleres de artes plásticas y los conciertos de protesta. Justamente, una vez que escuchábamos a un cantante de trova, se apareció un grupo de estudiantes que casi nunca asistían a clases; de rasgos finos y bien vestidos, portando armas, amenazantes, desalojaron a toda la concurrencia y prohibieron volver a escuchar ese tipo de música. Eran los MURO’s.
El primer contacto con esta gente me marco. La ultraderecha, los vestigios del fascismo que renacía en México, la reacción en contra de la libertad, la expresión, cultura, pensamiento. Fue el horror, el salir del closet de: cristeros, legionarios de Cristo, PROVIDA, el famoso Yunque, que sinvergüenza alguna se exhiben hoy en las esferas del poder. Los grandes derrotados en la Revolución Mexicana del 1910, que no fueron exterminados, suprimidos ni olvidados.
Hace 40 años, cuando la educación de las juventudes, se parecían a los mexicanos que describe Francisco Javier Clavijero, esta punta de reaccionarios, no se atrevían a asomar la cabeza, apenas comenzaban a aprovechar los espacios que un recinto monumental como San Ildefonso, les prestaba la oportunidad a pesar de las enérgicas protestas de los maestros republicanos, que huyeron de la España fascista, de Franco y su persecución sanguinaria. Juan Pablo García Álvarez, Antonio Gamiochipi, María Teresa Landa, recuerdo con orgullo a mis maestros.
Los porros, Francisco, el Tanque, Alpuche, todos los llevo en el recuerdo de mis amistades inolvidables; Zorrilla, Santana, se volvieron desde entonces, mis enemigos, más ahora que han conseguido someter la voluntad mayoritaria, para usurpar el poder político.
Nunca olvidare que cuando curse mi estudios de preparatoria, en el majestuoso Colegio de San Ildefonso, la inmortal Preparatoria #1 de la UNAM, para quienes ingresábamos al primer año, el cuarto, de acuerdo a la seriación universitaria -que consideraba los tres primeros años, como parte de la secundaria- la experiencia del temor, pánico de ser trasquilados, por los compañeros de quinto y sexto años y de ser despojados, una y otra vez por los temibles porros.
Sigue Clavijero Todas las madres, sin excluir a las reinas, criaban los hijos a sus pechos. .. acostumbrábanlo desde su infancia a tolerar el hambre, el calor y el frio… Inspirábanles horror al vicio, modestia en sus acciones, respeto a sus mayores y amor al trabajo…
Con el pelo largo, pantalones de mezclilla, olor a mariguana, los más grandes y fuertes, los porros producían miedo y respeto. Aunque al paso del tiempo, comenzaban a gestarse relaciones de amistad, de compañerismo y de convivencia. Ellos me raparon el copete y me obligaron a quedar pelón. Todos se hicieron mis cuates y al llegar al sexto año, eran mis garantes de protección, al igual que para todos los demás.
Continua Javier Clavijero, Una de las cosas que más encarecidamente recomendaban a sus hijos, era la verdad de sus palabras; y si los cogían en una mentira les punzaban los labios con espinas de maguey.
Eran frecuentes en la Preparatoria los círculos de lectura, los torneos de ajedrez, las matadas de clase, los talleres de artes plásticas y los conciertos de protesta. Justamente, una vez que escuchábamos a un cantante de trova, se apareció un grupo de estudiantes que casi nunca asistían a clases; de rasgos finos y bien vestidos, portando armas, amenazantes, desalojaron a toda la concurrencia y prohibieron volver a escuchar ese tipo de música. Eran los MURO’s.
El primer contacto con esta gente me marco. La ultraderecha, los vestigios del fascismo que renacía en México, la reacción en contra de la libertad, la expresión, cultura, pensamiento. Fue el horror, el salir del closet de: cristeros, legionarios de Cristo, PROVIDA, el famoso Yunque, que sinvergüenza alguna se exhiben hoy en las esferas del poder. Los grandes derrotados en la Revolución Mexicana del 1910, que no fueron exterminados, suprimidos ni olvidados.
Hace 40 años, cuando la educación de las juventudes, se parecían a los mexicanos que describe Francisco Javier Clavijero, esta punta de reaccionarios, no se atrevían a asomar la cabeza, apenas comenzaban a aprovechar los espacios que un recinto monumental como San Ildefonso, les prestaba la oportunidad a pesar de las enérgicas protestas de los maestros republicanos, que huyeron de la España fascista, de Franco y su persecución sanguinaria. Juan Pablo García Álvarez, Antonio Gamiochipi, María Teresa Landa, recuerdo con orgullo a mis maestros.
Los porros, Francisco, el Tanque, Alpuche, todos los llevo en el recuerdo de mis amistades inolvidables; Zorrilla, Santana, se volvieron desde entonces, mis enemigos, más ahora que han conseguido someter la voluntad mayoritaria, para usurpar el poder político.