La debacle generalizada. ¡Sálvese quien pueda! Roto el pacto político que nos dio origen como nación, libre e independiente, desfondado el contrato social, México se hunde en la anarquía, débil, sin rumbo ni destino propio, en los intereses de las oligarquías más poderosas del mundo.
La fallecimiento de Mouriño, se inscribe en la serie de atentados directos, en contra del personaje más cercano al Presidente (espurio) de México.
Como sucedió con Colosio y Ramón Martín Huerta, la muerte de Juan Camilo modifica, deshace el panorama personal, el legado y plan sucesorio presidencial. Mas que un recordatorio o una advertencia, el derribo del avión que transportaba al Secretario de Gobernación y al encargado en jefe del combate al narcotráfico en nuestro país, José Luis Santiago Vasconcelos, es un escarmiento público, un castigo para quienes no cumplen, con los oficios para los que han sido promovidos.
El golpe personal en contra de Calderón ha sido contundente. Le llevo a Felipe una semana, poder decir en público que la muerte de su socio, bien pudo ser consecuencia de un accidente. No tuvo otra salida. Felipe Calderón, tuvo que conformarse con desahogar su pena e impotencia, en el sentido, excesivo homenaje, para quien Calderón reconoció la conquista de la Presidencia de México, así haya sido por menos del 1% de los votos, nunca aclarados.
Por ello se ha echado a andar una monumental estrategia de convencimiento, confusión, ocultamiento de las verdaderas causas que hicieron que un avión de inmejorables condiciones de mantenimiento, diseño y seguridad, se desplomara abruptamente, frente a la Residencia de los Pinos, a un lado, de la Fuente de Petróleos, la obsesión de Mouriño.
Poco se ha sabido de unas declaraciones hechas por hermano de Ramón Martin Huerta, quien era el Secretario de Seguridad Pública de Vicente Fox, al momento de su muerte, al caer el helicóptero que lo transportaba del DF a Toluca; y quien declara que ellos, la familia Huerta fueron sentenciados y amenazados, para no hablar ni investigar. El silencio y olvido, como remedio a los ajustes del poder.
Menos se recuerda ahora la farsa del asesino solitario de Luis Donaldo Colosio, el candidato de Salinas de Gortari para la presidencia de México; el secuestro del Mario Aburto original, a manos de Manlio Fabio Beltrones. La salida intempestiva, al día siguiente del atentado, del autor intelectual del magnicidio: José Córdova. Lo demás fue montaje.
Juan Camilo fue elevado al segundo puesto en importancia del gobierno de México, con la encomienda de entregar nuestro petróleo a las empresas extranjeras. No lo logró. Se perdió en declaraciones cargadas de torpeza, en convites de oropel, en el deslumbrón, ese tan pesado que vuelve insoportables a esta generación de mexicanos de conveniencia: la de los metrosexuales, del Blackberry y ropa de Hermenegildo Zenga. "Neocon’s", les llaman en Estados Unidos a estos oportunistas, que viven de la ambición desmedida, de la mentira compulsiva y de la impunidad, de la soberbia y arrogancia, en tanto ocultan su incompetencia toral, victimas de su naturaleza depredadora.
Clase social, insensible, lejana de la realidad y con un profundo desprecio por los demás. Clase política que por cierto, está ampliamente representada dentro del Gobierno del Estado de México. Gobierno plagado, cooptado, de personajes identicos a Mouriño; júniores -Del Mazo-, herederos de fortunas mal habidas -Nemer-, de nombres y apellidos funestos -Korenfeld, Bas Bas-, al servicio de las oligarquías.
La fallecimiento de Mouriño, se inscribe en la serie de atentados directos, en contra del personaje más cercano al Presidente (espurio) de México.
Como sucedió con Colosio y Ramón Martín Huerta, la muerte de Juan Camilo modifica, deshace el panorama personal, el legado y plan sucesorio presidencial. Mas que un recordatorio o una advertencia, el derribo del avión que transportaba al Secretario de Gobernación y al encargado en jefe del combate al narcotráfico en nuestro país, José Luis Santiago Vasconcelos, es un escarmiento público, un castigo para quienes no cumplen, con los oficios para los que han sido promovidos.
El golpe personal en contra de Calderón ha sido contundente. Le llevo a Felipe una semana, poder decir en público que la muerte de su socio, bien pudo ser consecuencia de un accidente. No tuvo otra salida. Felipe Calderón, tuvo que conformarse con desahogar su pena e impotencia, en el sentido, excesivo homenaje, para quien Calderón reconoció la conquista de la Presidencia de México, así haya sido por menos del 1% de los votos, nunca aclarados.
Por ello se ha echado a andar una monumental estrategia de convencimiento, confusión, ocultamiento de las verdaderas causas que hicieron que un avión de inmejorables condiciones de mantenimiento, diseño y seguridad, se desplomara abruptamente, frente a la Residencia de los Pinos, a un lado, de la Fuente de Petróleos, la obsesión de Mouriño.
Poco se ha sabido de unas declaraciones hechas por hermano de Ramón Martin Huerta, quien era el Secretario de Seguridad Pública de Vicente Fox, al momento de su muerte, al caer el helicóptero que lo transportaba del DF a Toluca; y quien declara que ellos, la familia Huerta fueron sentenciados y amenazados, para no hablar ni investigar. El silencio y olvido, como remedio a los ajustes del poder.
Menos se recuerda ahora la farsa del asesino solitario de Luis Donaldo Colosio, el candidato de Salinas de Gortari para la presidencia de México; el secuestro del Mario Aburto original, a manos de Manlio Fabio Beltrones. La salida intempestiva, al día siguiente del atentado, del autor intelectual del magnicidio: José Córdova. Lo demás fue montaje.
Juan Camilo fue elevado al segundo puesto en importancia del gobierno de México, con la encomienda de entregar nuestro petróleo a las empresas extranjeras. No lo logró. Se perdió en declaraciones cargadas de torpeza, en convites de oropel, en el deslumbrón, ese tan pesado que vuelve insoportables a esta generación de mexicanos de conveniencia: la de los metrosexuales, del Blackberry y ropa de Hermenegildo Zenga. "Neocon’s", les llaman en Estados Unidos a estos oportunistas, que viven de la ambición desmedida, de la mentira compulsiva y de la impunidad, de la soberbia y arrogancia, en tanto ocultan su incompetencia toral, victimas de su naturaleza depredadora.
Clase social, insensible, lejana de la realidad y con un profundo desprecio por los demás. Clase política que por cierto, está ampliamente representada dentro del Gobierno del Estado de México. Gobierno plagado, cooptado, de personajes identicos a Mouriño; júniores -Del Mazo-, herederos de fortunas mal habidas -Nemer-, de nombres y apellidos funestos -Korenfeld, Bas Bas-, al servicio de las oligarquías.
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