Circula profusamente en las redes
sociales una advertencia: “El pueblo se ha quedado mudo... el gobierno le ha
quitado la palabra” Y debería agregarse al gobierno apoderado de la voz, los
agentes que son parte del Estado, a los privilegiados beneficiarios del nuevo
orden otra vez reestablecido. Desde el 1 de septiembre no ha habido día en que
a través de la prensa, la radio y la televisión, de manera unánime, sin
disimulo, orquestadamente, siguiendo todo un script diseñado con la intención
de callar, de una censura, por varios frentes, como que cada quien por su lado,
de combatir lo que impide legitimar lo que la ley ha sancionado: la protesta,
la manifestación, las ideas, la expresión contraria, el rechazo, el repudio.
Son tres momentos bien definidos
los que se aprecian en este secuestro de la palabra pública. El “levantón” de
la voz popular, gritona, exasperada, insumisa, conciente comienza en el acto
protocolario el sábado 1 de diciembre, tras los cercos amurallados, en el
estilo tan conocido y practicado en el estado de México. Adentro, en la Cámara de Diputados, Peña
Nieto no equivoco una palabra del discurso elaborado. Como un alud, un
soplamocos, un manotazo, lo primero a lo que se refirió, el investido
Presidente, fue a la forma legal, a la democracia, y las reglas aceptadas. Ni
un ápice de vergüenza cruzo por el rostro curtido en tantas batallas (en todas
las oficinas publicas mexiquenses se repiten consignas, la mas escuchada es que
Peña Nieto no es Pendejo). Menos en el día de mayor envergadura, cuando la
conquista de la
Presidencia , ¡Al fin! Para un nativo del estado de México,
debía ser especialmente solemne.
Sabedor Enrique de la
inexpugnabilidad de su sitial, apalabrados los moradores del recinto, protegido
por los medios que son causa y destino de su existencia, Peña no paro de tirar rectos, ganchos,
uppercuts en el discurso inaugural: los destinatarios estaban afuera, la mayoría
con una gran ingenuidad, en protesta la clase social con mayor grado de conciencia
política, quizás mas desesperación, con valentía y alegre determinación,
intentaba –y vaya que si lo consiguió- dejar constancia de que México no acepta
a un presidente que compro el lugar soberano de la nación.
Como una cascada, más bien como
una diarrea infecciosa, se sucedieron las voces ciudadanía, transparencia,
certeza, libertad, cordura, tranquilidad, inédito, trabajo, justicia,
democracia, moderno, democracia, exitoso, democracia, honradez… Incontinencia
verbal en grado superlativo a fuerza de dejar testimonio, solo ser grabado y
reproducido a partir de ese momento. Porque nada es verdad, porque el uso
perverso del lenguaje político se desgasta, pierde su significado, deja de ser
un medio de intercambios ciudadanos y se convierte en un arma mortal de la
dictadura.
El segundo tiempo ocurrió entre
el sábado 1 y el viernes 7 de la semana pasada. La batalla ahora pasaba a ser
propiedad de los sicarios de la información. No hubo un solo medio de
comunicación -con excepción por supuesto de PROCESO y la Jornada- que no se
declarara indignado por el vandalismo que arruino la Alameda de Marcelo, recién
inaugurada. Las escenas de subversión popular no solo fueron profusa y prejuzgadamente
difundidas, llamando a la sociedad toda a rechazar a los que se manifiestan, a
exigir las mas severas sanciones. No basto con esconder la verdad y proclamar
que las “buenas conciencias” no permitirán nunca más el repudio, el rechazo, la
expresión popular. Total si se trata de un retorno al pasado, el “carro completo”
traería también el tufo diazordacista, uruchurtiano.
Mas la batalla apenas comenzaba,
porque en este movimiento envolvente de la razón pública, de por si muy exigua
y aturdida, el objetivo táctico era uno y con nombre y apellidos: Andrés Manuel
López Obrador. Sobre él apuntaron todas las baterías de los halcones mas
vistos, los que medran en los pasquines mas identificados en el vandálico acto
de mentir y difamar. No fue sorpresa tampoco que el caballerango que se
arriesgo a soltar una lanzada fuera Loret de Mola, el que acuso de manera
directa a Andrés Manuel de sembrar odio, de atizar con gasolina. Porque el Peje
es el baluarte que resta por vencer, ante la fortaleza de principios que ha
demostrado el candidato de las mayorías populares, razonadoras y deseosas de
otro país y de otro orden político, muy diferente al que representa el
personero impuesto por Salina de Gortari y TELEVISA.
Finalmente la comedia trágica
inauguro el tercer acto de la batalla en contra de la palabra pública, entre el
viernes y el sábado 8 con la opereta bufa de Joan Sebastian en un Zócalo semivacío
y la feliz coincidencia del programa TELETON TO. Entonces si el cambio fue
radical, el lenguaje ahora enveneno a la sociedad en la hora de las palabras
amor, éxito, capacidades, hermandad, felicidad, unión, triunfo, caminar,
futuro, infancia. Cual merolicos callejeros, todos los participantes en el
programa de marras no olvidaron la sonrisa –o las lagrimas ya bien calculadas a
eso de la medianoche- y el espíritu de superación personal. Ni detenerse a
opinar aquí de lo profundamente negativo, tramposo, injusto, repulsivo de este
enorme negocio empresarial que conjuga la evasión fiscal, lavado de dinero…
bueno… La presencia de dios a cada escupitajo que pronunciaban fue el tono que
amarraba una campaña en contra del espíritu de protesta, mientras aun estaban 70
manifestantes detenidos y presos. La suerte o el destino nada manifiesto,
deparo un colofón a la batalla inicial del nuevo desgobierno, pues la muerte de
la cantante de moda, en trágico avionzazo corono con cereza el pastel de
cloroformo, secuestro y rapto de la palabra que ha enmudecido a la sociedad.
“No somos guerrilleros pero
pronto lo seremos”…”no somos libres mientras haya un solo detenido” ha sido la
respuesta que se repite en las redes sociales, la única alternativa que existe
hoy en día en México para mantener la resistencia. ¿A que, a quien? No se si Puerto Rico sea el
destino que tienen contemplado en Washington o mejor dicho en Nueva York, para
México, aunque puede ser Corea, dividida –nunca les han gustado los mexicanos y
menos los indios campesinos- a los gringos. Una nueva Cuba de congales y
cabarets o un espíritu chileno de los aires de Augusto Pinochet. Una mezcla de la España franquista tal vez.
Seguramente el destino ya esta diseñado y Peña Nieto advertido y entusiasmado
con las recompensas prometidas: En nuestras manos esta impedirlo, en los
mexicanos libres, concientes y activistas.
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