¡Hay!, momentos que conviene recordar para no volver a repetir. Seguramente las biografías de Agustín de Iturbide, Antonio López de Santa Anna y Victoriano Huerta disputan ese deshonor.
Habrá que incluir sin duda los miedos de Moctezuma Xocoyotzin; o las veleidosidades de la Malintzin, la Malinche, Doña Mariana. Pero todavía no existía México. Gestos fundadores de la nación que siguen pesando.
Son páginas obscuras en la historia de México los tratados de MacLane-Ocampo, y el canal de Tehuantepec, tan mentados por todos los detractores de Benito Juárez; igual que los Acuerdos de Bucareli y las condiciones al desarrollo, que no se cansan de repetir los reaccionarios autóctonos de la Revolución Mexicana.
En la nación de México hay otros sucesos históricos bochornosos, que en este tiempo los gobernantes desmemoriados e ignorantes se empeñan en recordar; la naturaleza súbdita de los criollos nacionales que convirtió a Maximiliano y Carlota en la pareja imperial; o el fanatismo religioso que culminó en luchas fraternas que no acaban de borrarse y que repite eso de empújame, jálame o mátame...
Son muchos los días negros que ha vivido este joven país. México no cumple todavía la segunda centuria. Una nada comparada a los siglos de existencia de los principales estados europeos, menos aún si se compara nuestro tiempo, con los miles de años a que se remonta la India o China o Egipto.
Entre la asunción y el boato con que se proclamó emperador Agustín de Iturbide, y que se tradujo en la deuda financiera primigenia, la que encadenó el destino nacional a los amos internacionales; y, las catorce ocasiones en que fue presidente Santa Anna y la vergonzosa derrota en la batalla del Álamo y la pérdida de Texas y de toda la alta California, Arizona, Nuevo México y la Mesilla: medio México; o la brutalidad traicionera de Victoriano Huerta, prototipo fundador del dictador latinoamericano que en nuestro país no prosperó.
Entre todos estos vergonzosos capítulos de la trágica fundación nacional, lamentablemente, en pleno siglo XXI, el milenio de la comunicación instantánea; casi un siglo después del verdadero movimiento constitucional, la real guerra de independencia de la República Mexicana; ahora que por primera vez, los ciudadanos mexicanos lograron rechazar un gobierno que los últimos 20 años se corrompió en todos los órdenes sociales. Ahora que la sociedad mexicana ha tomado conciencia de su participación política, y que de querer, tiene voz y voto. Resulta que el presidente Fox, justo el líder elegido para encabezar los cambios que ya entendió mucho México, se ha propuesto pasar a la historia nacional -que tanto desprecia- en ese estilo penoso de necedad y terquedad que lo caracteriza, como parte de las grandes vergüenzas nacionales.
No solo han dado pena ajena las muestras de ignorancia e incontinencia cometidas por el jefe del Ejecutivo mexicano. Que las botas de charol, los besos conyugales, lapsus calmitus, confusiones raciales. Han sido vergonzantes las posturas asumidas frente a otros países; Corea y su división geopolítica, Las repúblicas Checa y Eslovaca desde hace años. Pero donde Vicente Fox ha optado por el peor de los papeles ha sido frente a los países latinoamericanos, sus historias, sus costumbres; las ofensas a Fidel Castro, a los "chiquituelos" como llaman despectivamente a los "negros" del Caribe o Centroamérica. La última afrenta Vicentina, vencido por su origen español -¡que sabios los constituyentes que en 1917 cancelaron presidencias para hijos de extranjeros como este que deshace y entrega México!- en contra de Brasil, Perú, Venezuela, Argentina, Uruguay y Paraguay es muy costosa políticamente. Más aún que ser humillado por el imperio gringo, peor que ver postrado al Presidente de México frente a un Jefe de Estado extranjero: el Papa, en el Vaticano.
Para desgracia de México, el estado de grima continua lejos de mover a chunga, condenan al país al peor de los destinos. Si la fortaleza legal y metalegal del poder ejecutivo, prevista y provista por los padres fundadores en 1917, evitó la repetición de las vergüenzas decimonónicas, como consecuencia de las dictaduras legislativas y oligárquicas-clericales padecidas; el derrumbe de estas salvaguardas políticas, por el desempeño en forma y fondo de la presidencia nacional, coloca a México en la antesala de perdidas mayores a las territoriales.
Fox puede no solo entrar a la página negra de la historia de México, sino encabezar el peor de los recuerdos.
Habrá que incluir sin duda los miedos de Moctezuma Xocoyotzin; o las veleidosidades de la Malintzin, la Malinche, Doña Mariana. Pero todavía no existía México. Gestos fundadores de la nación que siguen pesando.
Son páginas obscuras en la historia de México los tratados de MacLane-Ocampo, y el canal de Tehuantepec, tan mentados por todos los detractores de Benito Juárez; igual que los Acuerdos de Bucareli y las condiciones al desarrollo, que no se cansan de repetir los reaccionarios autóctonos de la Revolución Mexicana.
En la nación de México hay otros sucesos históricos bochornosos, que en este tiempo los gobernantes desmemoriados e ignorantes se empeñan en recordar; la naturaleza súbdita de los criollos nacionales que convirtió a Maximiliano y Carlota en la pareja imperial; o el fanatismo religioso que culminó en luchas fraternas que no acaban de borrarse y que repite eso de empújame, jálame o mátame...
Son muchos los días negros que ha vivido este joven país. México no cumple todavía la segunda centuria. Una nada comparada a los siglos de existencia de los principales estados europeos, menos aún si se compara nuestro tiempo, con los miles de años a que se remonta la India o China o Egipto.
Entre la asunción y el boato con que se proclamó emperador Agustín de Iturbide, y que se tradujo en la deuda financiera primigenia, la que encadenó el destino nacional a los amos internacionales; y, las catorce ocasiones en que fue presidente Santa Anna y la vergonzosa derrota en la batalla del Álamo y la pérdida de Texas y de toda la alta California, Arizona, Nuevo México y la Mesilla: medio México; o la brutalidad traicionera de Victoriano Huerta, prototipo fundador del dictador latinoamericano que en nuestro país no prosperó.
Entre todos estos vergonzosos capítulos de la trágica fundación nacional, lamentablemente, en pleno siglo XXI, el milenio de la comunicación instantánea; casi un siglo después del verdadero movimiento constitucional, la real guerra de independencia de la República Mexicana; ahora que por primera vez, los ciudadanos mexicanos lograron rechazar un gobierno que los últimos 20 años se corrompió en todos los órdenes sociales. Ahora que la sociedad mexicana ha tomado conciencia de su participación política, y que de querer, tiene voz y voto. Resulta que el presidente Fox, justo el líder elegido para encabezar los cambios que ya entendió mucho México, se ha propuesto pasar a la historia nacional -que tanto desprecia- en ese estilo penoso de necedad y terquedad que lo caracteriza, como parte de las grandes vergüenzas nacionales.
No solo han dado pena ajena las muestras de ignorancia e incontinencia cometidas por el jefe del Ejecutivo mexicano. Que las botas de charol, los besos conyugales, lapsus calmitus, confusiones raciales. Han sido vergonzantes las posturas asumidas frente a otros países; Corea y su división geopolítica, Las repúblicas Checa y Eslovaca desde hace años. Pero donde Vicente Fox ha optado por el peor de los papeles ha sido frente a los países latinoamericanos, sus historias, sus costumbres; las ofensas a Fidel Castro, a los "chiquituelos" como llaman despectivamente a los "negros" del Caribe o Centroamérica. La última afrenta Vicentina, vencido por su origen español -¡que sabios los constituyentes que en 1917 cancelaron presidencias para hijos de extranjeros como este que deshace y entrega México!- en contra de Brasil, Perú, Venezuela, Argentina, Uruguay y Paraguay es muy costosa políticamente. Más aún que ser humillado por el imperio gringo, peor que ver postrado al Presidente de México frente a un Jefe de Estado extranjero: el Papa, en el Vaticano.
Para desgracia de México, el estado de grima continua lejos de mover a chunga, condenan al país al peor de los destinos. Si la fortaleza legal y metalegal del poder ejecutivo, prevista y provista por los padres fundadores en 1917, evitó la repetición de las vergüenzas decimonónicas, como consecuencia de las dictaduras legislativas y oligárquicas-clericales padecidas; el derrumbe de estas salvaguardas políticas, por el desempeño en forma y fondo de la presidencia nacional, coloca a México en la antesala de perdidas mayores a las territoriales.
Fox puede no solo entrar a la página negra de la historia de México, sino encabezar el peor de los recuerdos.
No comments:
Post a Comment