México Se ha convertido en maquilador del tequila. Medida absolutamente prohibida, en países que como Francia, hacen del certificado de origen, orgullo, distinción y empresa, es el caso del coñac o el champagne. En cambio nuestro país ha cedido el envasado y la comercialización del producto del agave, al extranjero, a los Estados Unidos.
Con los agravantes de la pérdida en el control de la calidad del producto; pérdida del erario público, quien no percibe ningún ingreso por la exportación a granel; pérdida de la derrama económica, en el proceso integral de nuestra emblemática bebida.
Excepto Cuervo, Orendaín y Corralejo, las demás marcas tequileras ya pertenecen en propiedad total o parcial a distribuidoras norteamericanas, en donde el consumo de este producto crece al doble que el resto de las bebidas alcohólicas. Esta sinrazón económica se dio con el acuerdo firmado en 2006, en la vergüenza foxiana, entre los departamentos económicos de México y los EUA.
Es bueno recordar el caso de la banca, que ha dejado de ser nacional y mexicana. Si en 1982 López Portillo reacciono como croupier y de golpe confiscó todo el casino en que se había convertido la economía nacional, por la ambición desmedida de los ricos banqueros mexicanos. Al dejar en manos públicas la banca toda nacionalizada, a la administración de Miguel de la Madrid, la primera de ideología netamente oligarca, es decir panista, solo atinó a regresarla de vuelta a nuevos capitalistas y se perdió el control. Hoy todos los grandes grupos financieros que operan en México, son extranjeros y obtienen utilidades enormes, del mercado mexicano, debido a los altísimos costos de los servicios que prestan y de los mínimos pagos, que hacen por el ahorro del que se apropian.
Tequila y banca como preámbulo para entender que tras el petróleo, esta desatada una campaña mediática para manipular a la opinión pública, siempre tan ignorante, tan escaza de saber. Dos son los caminos empleados para convencer a la gente (por cierto la palabra convencer, significa vencer con un argumento pendejo, literalmente del francés) Por un lado hacer creer de la existencia de un tesoro enorme, al que no podemos llegar sin el auxilio de socios extranjeros, y agréguele usted tópicos relativos a la tecnología, transformación, asociación, privatización y un sinfín de sandeces. Por el otro, insertar en la conciencia colectiva que Andrés Manuel López Obrador es un peligro para México, de distintas maneras: que el fantasías, loco, viejito, o por no ser guapo como Peña Nieto o Mouriño.
Creo importante repetir un extracto de la columna de Jacobo Zabludovsky de este lunes en el Universal:
El miércoles fue aniversario de la expropiación petrolera y el tema de los tesoros terrestres, someros o profundos, creció sin transparencia. Al gobierno mexicano le bastó en 1938 un solo discurso para expropiar sus yacimientos a las compañías extranjeras. Al de 2008 no le bastan mil declaraciones, entrevistas, documentales de televisión, anuncios de radio y columnas franca o secretamente pagadas para devolvérselos. Con la eficacia de una venta de Doritos, nos quieren convencer de las bondades de aliarnos con aquellos viejos conocidos que con otros nombres regresan a lo mismo. Setenta años duró su weekend, no estaban muertos, andaban de parranda. “Las compañías petroleras”, dijo el presidente Lázaro Cárdenas esa noche, “se han obstinado en hacer, fuera y dentro del país, una campaña sorda y hábil…
Han tenido dinero… dinero para la prensa antipatriótica que las defiende. Dinero para enriquecer a sus incondicionales defensores... Pero para salvar de la destrucción las cuantiosas riquezas que significan los gases naturales que están unidos con el petróleo en la naturaleza, no hay dinero, ni posibilidades económicas, ni voluntad para extraerlo del volumen mismo de sus ganancias.” Podría haberse dicho el miércoles pasado.
Otra vez la memoria: el niño de nueve años, alumno de quinto en la escuela primaria República del Perú, San Jerónimo 112 bis, dejó sus cuatro domingos ahorrados en la caja para pagar la deuda petrolera, formó junto a sus compañeros en el patio, todos con la blusa blanca de los días de fiesta, y aunque no era lunes se cantó el Himno Nacional. Orgullosos, seguros, unánimes. Setenta años después, el viejo sigue pensando y sintiendo igual, convencido de que fueron los 20 centavos mejor invertidos de su vida. Aquel día de 1938 un águila voló sobre México. Hoy lo que queda del niño solo ve zopilotes. Despierta esperanzas el sorpresivo discurso juarista de Felipe Calderón el viernes en Palacio Nacional. Es una toma de posición. Si expresa una voluntad política, debe traducirse en hechos que defiendan lo que Juárez hace siglo y medio, cimientos de un Estado amenazados hoy más que nunca. El ¡Viva Juárez! de Calderón estimula mi optimismo de principio de semana.
¿Usted que cree? El mio no.
Con los agravantes de la pérdida en el control de la calidad del producto; pérdida del erario público, quien no percibe ningún ingreso por la exportación a granel; pérdida de la derrama económica, en el proceso integral de nuestra emblemática bebida.
Excepto Cuervo, Orendaín y Corralejo, las demás marcas tequileras ya pertenecen en propiedad total o parcial a distribuidoras norteamericanas, en donde el consumo de este producto crece al doble que el resto de las bebidas alcohólicas. Esta sinrazón económica se dio con el acuerdo firmado en 2006, en la vergüenza foxiana, entre los departamentos económicos de México y los EUA.
Es bueno recordar el caso de la banca, que ha dejado de ser nacional y mexicana. Si en 1982 López Portillo reacciono como croupier y de golpe confiscó todo el casino en que se había convertido la economía nacional, por la ambición desmedida de los ricos banqueros mexicanos. Al dejar en manos públicas la banca toda nacionalizada, a la administración de Miguel de la Madrid, la primera de ideología netamente oligarca, es decir panista, solo atinó a regresarla de vuelta a nuevos capitalistas y se perdió el control. Hoy todos los grandes grupos financieros que operan en México, son extranjeros y obtienen utilidades enormes, del mercado mexicano, debido a los altísimos costos de los servicios que prestan y de los mínimos pagos, que hacen por el ahorro del que se apropian.
Tequila y banca como preámbulo para entender que tras el petróleo, esta desatada una campaña mediática para manipular a la opinión pública, siempre tan ignorante, tan escaza de saber. Dos son los caminos empleados para convencer a la gente (por cierto la palabra convencer, significa vencer con un argumento pendejo, literalmente del francés) Por un lado hacer creer de la existencia de un tesoro enorme, al que no podemos llegar sin el auxilio de socios extranjeros, y agréguele usted tópicos relativos a la tecnología, transformación, asociación, privatización y un sinfín de sandeces. Por el otro, insertar en la conciencia colectiva que Andrés Manuel López Obrador es un peligro para México, de distintas maneras: que el fantasías, loco, viejito, o por no ser guapo como Peña Nieto o Mouriño.
Creo importante repetir un extracto de la columna de Jacobo Zabludovsky de este lunes en el Universal:
El miércoles fue aniversario de la expropiación petrolera y el tema de los tesoros terrestres, someros o profundos, creció sin transparencia. Al gobierno mexicano le bastó en 1938 un solo discurso para expropiar sus yacimientos a las compañías extranjeras. Al de 2008 no le bastan mil declaraciones, entrevistas, documentales de televisión, anuncios de radio y columnas franca o secretamente pagadas para devolvérselos. Con la eficacia de una venta de Doritos, nos quieren convencer de las bondades de aliarnos con aquellos viejos conocidos que con otros nombres regresan a lo mismo. Setenta años duró su weekend, no estaban muertos, andaban de parranda. “Las compañías petroleras”, dijo el presidente Lázaro Cárdenas esa noche, “se han obstinado en hacer, fuera y dentro del país, una campaña sorda y hábil…
Han tenido dinero… dinero para la prensa antipatriótica que las defiende. Dinero para enriquecer a sus incondicionales defensores... Pero para salvar de la destrucción las cuantiosas riquezas que significan los gases naturales que están unidos con el petróleo en la naturaleza, no hay dinero, ni posibilidades económicas, ni voluntad para extraerlo del volumen mismo de sus ganancias.” Podría haberse dicho el miércoles pasado.
Otra vez la memoria: el niño de nueve años, alumno de quinto en la escuela primaria República del Perú, San Jerónimo 112 bis, dejó sus cuatro domingos ahorrados en la caja para pagar la deuda petrolera, formó junto a sus compañeros en el patio, todos con la blusa blanca de los días de fiesta, y aunque no era lunes se cantó el Himno Nacional. Orgullosos, seguros, unánimes. Setenta años después, el viejo sigue pensando y sintiendo igual, convencido de que fueron los 20 centavos mejor invertidos de su vida. Aquel día de 1938 un águila voló sobre México. Hoy lo que queda del niño solo ve zopilotes. Despierta esperanzas el sorpresivo discurso juarista de Felipe Calderón el viernes en Palacio Nacional. Es una toma de posición. Si expresa una voluntad política, debe traducirse en hechos que defiendan lo que Juárez hace siglo y medio, cimientos de un Estado amenazados hoy más que nunca. El ¡Viva Juárez! de Calderón estimula mi optimismo de principio de semana.
¿Usted que cree? El mio no.