Llegué hace 25
siglos a esta hermosa provincia, sin saber cómo, ni cuándo, ni porqué. Existen en
la vida acontecimientos que no parecen tener explicaciones, no los notamos, siguen de paso, generalmente
son gobernados por el instinto, la inconsciencia que ordena, a la que a veces llamamos
azar, fortuna, es la suerte. Hoy se escucha que son cosas que pasan porque tenía
que pasar, aseguran los pragmáticos, sin decir más. Y únicamente, son las
mentes complejas, las que ante la duda, eligen forzar las jugadas novedosas,
las puertas que nadie más se atreven a abrir. Para todos los otros, son asuntos
de dios.
Llegué hace 25
años en compañía de mi mujer y dos hijas. Una hija nacería mas tarde en la
ciudad de México, pero la "Benjamina" ya fue concebida bajo los aires y el clima, la humedad
de estos parajes indescriptibles “No sé/ no sé decirte como fue/ No sé
explicarme que pasó/ Pero de ti me enamore…”
Sabía que
algún día regresaría a estas tierras, al rancho enclavado en las orillas del
centro de la cabecera municipal, a donde vine por primera y única vez hace 500
años, por allí de 1962, cuando uno de los de los héroes ilustrísimos de
Temascaltepec, todos lo conocían por Pancho “La Gurreona” (creo que se escribe así) auténticamente se limpió “el
trasero” con las envidias, cizaña, estupidez, necedades de su parentela y
vendió a mi Padre Aristóteles, dos extensiones de cañadas, bosques, peñascos,
ríos, montañas, cerros, laderas, joyas topográficas, pequeños saltos de agua y
árboles, muchos árboles, donde proseguir sus enseñanzas peripatéticas, porque así
se denomina el método de filosofar al caminar.
Pancho “La
Gurreona” era una persona con una forma de ser ajena al resto de los habitantes
de Temascaltepec, y es pertinente hacer una anotación indispensable, para
entender que cuando se habla de Temascaltepec, se entiende la cabecera del municipio: del puente de entrada al
Reino, al libramiento que comunica la carretera en dirección a Tejupilco, e
incluye barrios como los del Fortín al oriente y Santiago al poniente… y nada
más. Se olvida y se desprecia que la verdadera riqueza humana y material de este condado se
encuentra en los más de cuarenta y dos pueblos de gente trabajadora, amable y
amigable, solidaria, recia, confiada. De ellos hablaremos más adelante, son
bellas estampas de amistad y amor
En
Temascaltepec se observan marcadamente tres sectores sociales: la burocracia –incluye
al magisterio de la enseñanza- y los negocios asociados al gobierno; otro es la mayoría de la población que vive confundida,
atenida, domesticada, sometida con la asistencia social, basura asistencial,
electorera, promesas y esperanzas; y, estamos todos los que no pertenecemos a
ninguno de las dos partes anteriores, pero que trabajamos para vivir, tenemos otra
forma de entender el gobierno, la economía y por supuesto la vida misma. Cuando
me avecindé en Temascaltepec, me encontré con embajadores de países tan lejanos
como España, Inglaterra, Alemania y Tepito, y con todos ellos aprendí a
disfrutar un género distinto de convivencia social, en armonía con la
naturaleza.
La “Gurreona”
lo entendía hace 50 años, todo un bohemio, jugador, extraordinario comerciante,
listo, platicador, afectado severamente por el alcoholismo, el instrumento
principal de dominio y control de la población en Temascaltepec –cero
tolerancia al alcohol, sería la única medicina para que este lugar finalmente
deje de ser un recinto de patrones que extraen las riquezas del subsuelo,
contaminan, explotan y esclavizan- Conocí a la “Gurreona” un día en el interior
del comercio que organicé y atendí con la familia –ya platicaré los detalles de
este feliz golpe de suerte- portaba una
enorme cadena de oro. Me presenté: le dio mucho gusto conocerme, habló muy bien
de mi Padre, nos despedimos. Al día siguiente Pancho estaba completamente
beodo, rodaba por los suelos y había empeñado la cadena de oro con todo y el medallón…
Me puedo
extender tanto como para escribir una novela. Es toda una novela. Soy
estandarte de una generación de mexicanos, inmersos en una gran tragedia de
proporciones épicas y cuyo fatal desenlace aún no capitula al final. Prefiero no
hablar –por el momento- de los antecedentes de este viaje, ni de la Ciudad de
México, dominada por el partido Nazi que por siglos aplastó, perfectamente,
toda forma de expresión política y social, constituyendo así una Dictadura
Perfecta.
En la hora de
un aniversario más de la muerte de Tiberio MMH quien “intentó que a su
padrastro (JLP) no se le declarase como deidad en el panteón romano, que su
reinado se basó en su poder militar y en su guardia pretoriana y cuyas
relaciones con el Senado fueron tormentosas (particularmente con el Cónsul Cayo
Muñoz Ledo)… Hay que hacer un recuento de los daños, porque parece que el
expediente de “borrón y cuenta nueva” es la consigna que impulsan los lacayos y
pelagatos que por miles se declaran guardias de corps de Tito Enrique Vespasiano
Peña Nieto, quien como su antecesor (69-79 d.C.) anuncia la construcción del
Coliseo Mexicano Internacional, en los terrenos del lago de Texcoco.
Me veo en un
momento parecido al que se enfrenta el Dr. Alberto Robles, En “El Rebozo de
Soledad” (Xavier López Ferrer) el autor, cuenta su propia historia en la región
de la Tierra Caliente, con lujo de detalles: los caciques, la injusticia, el
crimen artero, la miseria. Me miro en la disyuntiva de retornar a la capital
imperial o permanecer en la provincia difícil, complicada, pervertida por el crimen
y la droga, pero viva por la naturaleza profunda y acogedora… ¡mágica!
Regresé a
Temascaltepec en septiembre de 1987. Llegué a malvivir en una casa cubierta de láminas
de asbesto, anegada, infestada de ratones y alacranes ponzoñosos y conocí al
que sería el más peligroso y activo de los venenos nativos: los peones en la
localidad, los indios ladinos. Era extraño para mi, venir de un mundo libre, formado
en la ideología preclara de la revolución y llegar a un mundo dividido en
clases sociales muy definidas, donde los peones son los hombres y mujeres que
trabajan, o como en Temascaltepec, que aparentan que trabajan. El tiempo que cura
todo y ordena las cosas, al paso del tiempo me ha permitido entender, con
filosofía, que estos obstáculos personales me hicieron un enorme favor: me hicieron crecer
Me tocó la
fortuna de que el peón que cuidaba el Rancho –herencia de mi Padre- un peón
oriundo de Tejupilco, despertara mi interés en las tareas del campo, me
regalara con las primeras pistas de lo que era la vida en el rancho y como en
cuentos de las Mil y una noches, el Sherezado y su esposa, (así les llamaré por
los tantos cuentos que contaron) intentaron jugar conmigo, de manera ladina,
con medias verdades, medias mentiras, con admiraciones y profunda desconfianza.
Sin saber, sin entender que se topaban con una mente compleja, un carácter decidido
y espíritu singular.
Pero un día descubrí
que el peón bebía. Así fue como descubrí el alcoholismo. Desconocía entonces
los efectos y alcances de la enfermedad del alcoholismo. Encontré a Sherezado
batido entre sus miserias, la esposa en ese punto de glorioso sufrimiento, de
desesperación feliz, de gustosa alegría por tener al marido ebrio. Ya para
entonces, antes de mudarme, repetía mis visitas a Temascaltepec, de manera
consuetudinaria cada semana, sin faltar una, de viernes a domingo.
Entonces llegué un viernes y me encontré que ¡otra vez! Estaba el peón borracho. Además, para sorpresa mayor, la bebida que ingería este pobre diablo para embrutecerse era alcohol 100%. Por su físico, huesudo, enjuto, aunque no es alto, estando borracho, Sherezado, se recogía de tal manera que parecía un habitante somalí, un sij. Decidí llevarlo al DF… error
Entonces llegué un viernes y me encontré que ¡otra vez! Estaba el peón borracho. Además, para sorpresa mayor, la bebida que ingería este pobre diablo para embrutecerse era alcohol 100%. Por su físico, huesudo, enjuto, aunque no es alto, estando borracho, Sherezado, se recogía de tal manera que parecía un habitante somalí, un sij. Decidí llevarlo al DF… error
Era inútil
tratar de hablar con él y mientras tanto el rancho estaba paralizado, no hacía
nada y este amigo jugaba con mi mayor debilidad: yo no conocía a nadie más en este
pueblo, de gente que saluda pero no se relaciona, de gente que sonríe, pero da
la espalda, que dice buenos días y miente. A pesar de ellos –otro error de
gente “educada”- nunca dejé de pagarle
su semana puntual: ¡No!: ¡hay que tratarlos con ruindad! para que te acepten, ¡explotarlos sin pagar! para que te necesiten. ¡Hay que ser crueles con ellos! para que te teman... y los peones están
geneticamente acostumbrados y aceptan. Si eres bueno con ellos, abusan y te llaman por tu nombre en diminutivo. A mi Padre le decían "Don Pedrito" A mí, no.
El trayecto al
DF fue de espanto. Sherezado vomitó en mi auto, y no sabía ni para que lo
llevaba... pensé que se recuperaría. Pensaba en la triste calidad de vida que tenían
Sherezado y su familia. Entonces eran solamente ellos y un hijo. El segundo
hijo, casi nace dentro de mi camioneta: La misma historia, el Padre borracho, en
la mujer se presentaron los síntomas de parto y ya entrado en gastos, y si ya
había aprendido lo mismo a castrar puercos que a matar hurones, tlacuaches o
coyotes, ayudaba a que nacieran perros y lechones ¿Por qué no hacer de partero
de un bebe humano? La cosa es que cundió la alarma del alumbramiento inminente,
el marido extraviado en el vicio, subí a la señora a mi camioneta, y en cuanto nos dirigíamos a
la Clínica se rompió su fuente y mi vehículo quedo inundado del liquido
amniótico. Alcanzamos a llegar y más tarde pude conocer a un bebe que
desgraciaron con un nombre ridículo (se debió llamar como yo). Hoy, al verlos pasar y que voltean la cabeza, solo pienso que este es uno de los rasgos más
característicos de buena parte de la población de Temascaltepec (ya saben hablo
de la cabecera no del municipio): no reconozco, no agradezco, no te acepto.
Finalmente llegué con Sherezado a la gran Ciudad. Yo aún fungía... todavía como Director en la SEP y
obvio (sic) tenia oficinota y una casa grandototota en la calle de Florida en San Ángel
Inn, donde había un par de policías que cuidaban el local. Les expliqué de que
se trataba y que les dejaría encargado al borracho, advirtiéndoles que no lo
dejaran salir, yo volvería al día siguiente, el lunes por la mañana. Resulta
que al otro día, me encuentro con que se les escapó, los policías me dijeron espantados
que tuvieron que dejarlo salir, que estaba vomitando de colores, que le dieron
una botella de tequila de ¼ y la bebió de un trago sin despegarse de la botella
y que no pudieron detenerlo pues, me explicaron -mas duchos en asuntos del
alcohol- se podía morir.
¿Qué hago?
Pensé… este sureño era la primera vez que viajaba al DF y se iba a perder.
Comenzaron a llegar mis ayudantes y apenas planeamos alguna idea cuando, de
repente entró Sherezado, calmado, borracho, pero en control. Salió a mendigar
sobre av. Insurgentes, llegó a Vito Alessio Robles, camino hasta av.
Universidad y supo orientarse, juntar dinero suficiente y comprarse un litro de
¡alcohol! Un hombre astuto, observador, con muchos conocimientos agropecuarios,
que me hizo la vida de cuadritos, pero que probó mi férrea voluntad. Detalles
como estos me apuraron a que como Hernán Cortes, tomara la determinación de
quemar mis naves y mudarme a tierras sureñas, con todo y “chivas”
Dejo para el final de esta primera entrega, un retrato
perfecto del choque entre los dos mundos que se encontraban: el de la
modernidad urbana y ajena, velada; con el de la pobreza tan miserable como ignorante
entreverada con creencias y mitos, fue el día que decidí entregarles a “mis
peones” una despensa semanal, para que completaran su alimentación que era pura
pinche tortilla, hierbas y huevo, te y pan dulce. Les traía leche y jamón,
queso y mantequilla, latas variadas y pan blanco (pensaba en sus hijos) Al cabo de varias semanas un día mi esposa se
percató que en su cochinero (así le apodó mi Ex esposa a esta señora floja –borracha también-
y muy muy joven; la Cochina) de casa, estaban las bolsas con los víveres
echados a perder que les traíamos de regalo y ¡cerrados! ¿¡porqué no se han
comido los víveres!? Dales a tus hijos, exclame incrédulo, la respuesta me dejó
congelado: es que son alimentos “fríos” y hacen daño al cuerpo y allí toda una
historia de lo frio y lo caliente (jeje). Como si fuera una película medieval,
de alquimismo y conjuros, a las primeras de cambio me topé en Temascaltepec con
un conocimiento ancestral, completamente desconocido por mí y mi corta visión
universal. Todo un mundo diferente, con códigos verbales y conceptuales
desconocidos en la Civilización del Espectáculo, en el mundo del Progreso
Improductivo.
Allí quedaron
las faenas a las seis de la mañana, aprendiendo a usar el machete, los
recorridos por Tenería, El Peñón, el Cerro Pelón, Telpintla, buscando lechones
en venta para iniciar mi granja de puercos que en septiembre de 1988 prometía
pingues ganancias. Mi peón él Sherezado, en sus momentos de lucidez me
aconsejaba y usaba siempre una treta seductora, reía y abría los ojos ante todo
lo que yo decía, (como extasiado y fascinado) lo que pensaba. Y yo era el Patrón,
Yo era Don Andrónico. Solo que el peón modesto nunca se imagino, ni por un instante
que mi plan de mudanza definitiva se iba a realizar en verdad. Allí le gané,
jamás pensó que un universitario, completamente ignorante del rancho,
acostumbrado a vivir entre pañales de seda, se trasladaría a las humedades
arcillosas del barrio de las Peñas.
Con su tosca
manera de ser ladina, Sherezado (por lo de lo mil y un cuentos) intentó boicotear de muchas
formas y muchas veces mi empresa, casi lo logró, lo que precipitó mi traslado
definitivo. Cuando abrió los ojos, ya estaba allí.
Por supuesto
que al llegar al rancho lo primero que supe es que Sherezado estaba borracho y
se había marchado. Acordamos descargar a la mañana siguiente y subimos a
dormir, dejando a los mudanceros que conocimos en ese mismo día, cuyos nombres
no sabíamos, que durmieran en su camión. Caímos rendidos…
“Fueron tus ojos o tu boca/ fueron tus manos o
tu voz/ fue a lo mejor la impaciencia/ de tanto esperar…” esta historia... CONTINUARA