
Contra la certeza de que el psicoanálisis es producto del pensamiento moderno y constituye un descubrimiento científico de la época contemporánea, hay que comenzar por una declaración por demostrar: quien afirma lo anterior no entiende lo que es el Psicoanálisis.
Comparado el traje ajustado del
psicoanálisis con la extensión seca del saber antiguo, “se antoja estrecho y
afectado por los usos, costumbres y caracteres que el análisis moderno no solo
pretende explicar, sino más grave aún, curar” ¹. No obstante hay toda una deuda
de gratitud que es menester reconocer en los trabajos pioneros de Sigmund Freud
y posteriormente de Jaques Lacan, por el redescubrimiento entre el saber
antiguo y el saber analítico moderno.
A través de ellos se puede llegar a saber que la Ética, es el nombre antiguo del Psicoanálisis. De Ética se trata la que se origina en el Liceo y específicamente la de su fundador Aristóteles, no la de Sócrates o Platón, ni la de Antístenes y mucho menos la estoica de Zenón, base de la moral romana y cristiana posterior.
Por eso es tan difícil para los analistas modernos entender las causas de la enfermedad que pretenden curar ¿Cómo descifrar este género patológico de vida que prevalece colectivamente, característico de la vida moderna? Es la pregunta que se formula Lacan en relación a los deseos y apetitos: son los de Edipo que de manera involuntaria, no por la fuerza sino debido a la ignorancia o si se prefiere, en razón de la fuerza de la ignorancia: el parricidio, la usurpación y el incesto. Es lo que Lacan llama metafóricamente, el cuerpo de los deseos sexuales, enfrentados por la doctrina y la técnica analítica freudiana.¿Acaso no hay ningún problema ético en el homicidio, el robo y el adulterio? Clasificar estos apetitos como monstruosos o contra naturaleza es clasificarlos éticamente, bajo este género de vida inferior llamado bestialismo. Si no se discierne siquiera lo saludable de lo enfermo conforme a naturaleza, ¿cómo se pretende ser artífice de la salud humana?: Psicoanálisis moderno es síntoma de los síntomas padecidos por la enferma cultura contemporánea.
“El asunto consiste en explicar los objetos naturales de aversión convertidos en objetos no menos naturales de atracción y deseo debido a los usos, costumbres y caracteres propios y fascinantes de la modernidad… ¿Cómo dar cuenta de que el homicidio (parricidio) el robo (usurpación) y el adulterio (incesto) hayan devenido a ser objetos culturales de apetencia no obstante que por naturaleza son de repugnancia?”¹
No hay que olvidar que el arte ético conserva su propia eficacia terapéutica, es el arte político: En todos los tiempos y lugares es al arte de la autoridad a la que le corresponde educar, producir usos y costumbres y caracteres excelentes, en los individuos y partes de una comunidad. La ética es una ciencia centrada en el análisis del placer y el dolor humanos, conforme a los usos y costumbres del animal político. Son registros que implican por necesidad la salud o la enfermedad de las comunidades despiertas o activas, es decir políticas: la realeza, aristocracia y república y no en cambio en sus desviaciones pasionales o voluptuosas, dormidas, luego despóticas: la tiranía, plutocracia y la democracia.
Tratado con profusa belleza en
todo Shakespeare, el derrumbe de los regímenes aristocráticos ha hecho que el
mito de Sófocles sea el mito terapéutico por excelencia, lo cual implica que el
rasgo sobresaliente de la civilización actual consiste en la alteración de los
objetos naturales de aversión en objetos de apetencia culturales y los hábitos
de la incontinencia y la intemperancia han logrado crear una suerte de segunda
naturaleza patológica.
¿Cómo se adquirieron estos apetitos viles y violentos?, sino a través del regicidio intemperante y la muerte de la autoridad paterna. Con la devastación del principio político del honor y su reemplazo por el principio que le es contrario, la insaciable codicia de riquezas externas; mediante la perversión de la verdadera libertad humana, rasgo invariable en los gobiernos republicanos, por la pasión libertaria de las muchedumbres pobres en la que se apoyan y soportan las potencias oligárquicas mundiales hoy en día.
¿Acaso no es rasgo universal de la experiencia clínica, que esas diversas patologías del carácter tengan por causa original el quebranto y en caso extremo la devastación de la autoridad del padre? Son los hijos, hombres y mujeres de esta tragedia quienes viven expuestos radicalmente a caer en las garras de la vida patológica. Dicho de otro modo, por regla general el daño que un padre puede ocasionar es inmensamente mayor al que se puede derivar de la madre, porque las fallas paternas cuentan con un espectro patógeno más destructivo que las maternas: si de mala madre no se sigue necesariamente malos hijos, en el otro caso casi siempre ocurre que de mal padre, hijos malos o cuando no peores ².
La fábula del Edipo de Sófocles articula de manera jerárquica los tres objetos naturales de aversión, la cual otorga primacía al homicidio sobre el robo y estos sobre el adulterio: cuando Edipo asesina a Layo incurre a la vez en parricidio y en regicidio, cuando accede al trono vacante roba y usurpa y cuando desposa a la viuda Yocasta, según la tradición admitida en Tebas comete incesto adulterino. Sófocles ofrece un personaje que actúa de modo ignorante y de manera involuntaria porque Edipo desconoce que Layo es su padre, el biológico, no menos desconoce que el lecho que comparte con Yocasta, son los de su padre y madre.
Pero es John Locke el ideólogo inaugural y padrastro del liberalismo moderno, quien justifica la revolución aristocrática inglesa y el regicidio de Carlos I, simplemente al extender en adelante la fuente de autoridad paterna a la madre y afirmar que es mejor llamar “parental relation”, eliminando la palabra padre, fuente de autoridad, principio y origen. En este caso el origen de la paternidad la concede este parricida a su padre muerto, su dios capitalista, el dinero, estéril, pero productor de fortunas. Los gringos que juran ante dios todo acto público y político van más allá, al imprimir en su moneda “in God we trust”, transliteración analítica de “the trust is our God” ³.
Conclusiones: Mientras los pueblos conservan un género de vida político bajo cualquiera de sus especies, ya regia, aristocrática o republicana, al no haber patologías en las comunidades regidas por estos tres gobiernos paternales, la enfermedad en el registro ético tiende a ser la excepción, nunca la regla.
Pero una vez que las comunidades políticas
dejan de serlo y se transforman en sociedades animales –bien tiránica, bien
plutocrática, bien democrática- entonces la forma de vida patológica se
transmite al registro ético haciendo de la intemperancia, la incontinencia y la
continencia las reglas antes que excepciones.
² Pienso en Julio Scherer García, José Pagés Llergo, Jesús Reyes Heroles, y sus hijos María, Beatriz y Jesús Jr.
³ Juego de palabras que se traduce como “en dios confiamos (trust)-”… a “el negocio (trust) es nuestro dios”
FE DE ERRATAS: El ensayo que
se publicó en el número anterior de Liberal Mexicano hubo una serie de errores normales, en un proyecto que comienza. Para el
que esté interesado en releer correctamente el trabajo, dejó esta liga: https://temascaltepec.blogspot.com/2024/11/el-fantasma-del-liberalismo.html
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