El comentario del día de hoy, estaba planeado para analizar el gobierno de Ernesto Zedillo. Quedará pendiente para otra ocasión. La nota, quizás, debería versar sobre la guerra abierta y declarada del narcoterrorismo, en contra del Estado Mexicano y su blandengue, desarticulada, miope y extraviada política de gobierno, que incluye por supuesto todo lo relativo a la seguridad de los individuos y de sus propiedades. No hay táctica que triunfe sin estrategia, menos aún sin liderazgo, mando y confianza. Nada de eso existe en el simulacro de gobierno de Felipe Calderón.
Mejor prefiero dedicar este espacio, en esta vez, para abordar, aunque sea de manera muy sucinta y limitada, el trabajo y obra de Carlos Monsivais.
Me sorprende saber que la obra escrita por Monsivais, es la mayor que algún escritor mexicano haya producido a la fecha. Que tras la facha desaliñada y desorganizada de su estampa, Carlos desde niño fue una persona tremendamente organizada y acuciosa.
Me entusiasma encontrar puntos de identidad, con un personaje que al cumplir 70 años, acapara los reflectores de la sociedad, por su talento y conocimiento. Con mayor razón en estos tiempos, en que México camina dentro de una burbuja de especulación, de ignorancia y de supina arrogancia, es bueno recordar que el trabajo, repito, el trabajo, es lo único que garantiza la libertad y la vida. La única cosa en que se puede, realmente creer. Esa es la naturaleza y esencia de Monsi, como le llaman sus fervientes críticos.
Carlos Monsivais pertenece a una época donde no existían ni el Internet, ni Google ni Wikipedia. Tampoco se imaginaban los iPod o los teléfonos celulares, con sus camaritas integradas, que hipnotizan a los consumidores de la soledad y la impotencia. Ni siquiera había fotocopiadoras, grabadoras o teléfonos fijos. Uno llamaba a la tiendita y dejaba recados. El correo tampoco era electrónico y aún así se jugaban torneos de ajedrez por correspondencia. Época en que la gente se movía en transporte público. Ni pensar en comprar un automóvil particular.
Cuentan sus amigos y biógrafos que al cumplir los 18 años de edad, Monsivais ya acumulaba una enorme cantidad de lecturas, perfectamente analizadas y críticas. “Era el que más había leído de todos nosotros”, relata José Emilio Pacheco.
Monsivais ha incursionada en el campo de la fábula, de la poesía, la traducción, la narrativa y los ensayos, pero donde más se le recuerda, es en la facilidad que tiene para la crónica, principalmente la urbana: Amor Perdido, Crónicas de Familia, Bolero, Los Rituales del Caos, son solo algunos títulos, de la vasta obra producida por él autor.
Además Monsivais es un asiduo participante a charlas, conferencias, coloquios, entrevistas y su estilo, mezcla de ingenio e intelectualidad culta lo vuelve único. Nadie como él. Monsivais ejerce la crítica “con higiene moral y también como un combate…” escribió Octavio Paz.
Al cumplir 70 años hay facetas de su vida que, cuentan quienes le conocen, las revive con una sonrisa, la de un niño acosado en su infancia, ultrajado en su sexualidad. La del único estudiante, con una religión protestante, en escuelas predominantemente católicas. Los rastros de la intolerancia y la agresión a sus creencias o a sus preferencias amorosas, no fueron nunca obstáculo o valladar, para impedir su crecimiento moral, espiritual, intelectual y personal.
Por la obra de Monsivais han transitado innumerables personajes tan disímbolos como la Gloria Trevi o Julio Cesar Chávez, Carlos Salinas de Gortari o Pedro Infante. En Por mi Madre Bohemios, el tino y humor, la inteligencia de Monsvais, deja ver el grado de estupidez, demagogia, absurdos e intolerancia en el discurso tanto de representantes de la Iglesia Católica como de la Política Mexicana o de los sesudos conferencistas empresariales, magos de la motivación, sabandijas de la superación personal.
Por ejemplo a la pregunta ¿por que no ha escrito novelas o cuentos? Responde a PROCESO que le deja absorto la inmensa, terrible, espantosa, hilarante, magnífica novela que lee todas las mañanas…capítulos entretenidísimos como el de Mouriño, (the empresario who would be a King), capítulos intolerantes como el del Gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz… hay historias… que van del asombro al rechazo y de regreso, como la súbita, incomprensible ascensión política de Vicente Fox, Señora Martha Sahagún y su progenie empresarial… las novelas de los empresarios que saquean a gusto, se hacen acompañar de sacerdotes que bendicen sus actos de rapiña, son enjuiciados y salen indemnes, ya vueltos modelos de aeronáutica impunidad.
Me sorprende saber que la obra escrita por Monsivais, es la mayor que algún escritor mexicano haya producido a la fecha. Que tras la facha desaliñada y desorganizada de su estampa, Carlos desde niño fue una persona tremendamente organizada y acuciosa.
Me entusiasma encontrar puntos de identidad, con un personaje que al cumplir 70 años, acapara los reflectores de la sociedad, por su talento y conocimiento. Con mayor razón en estos tiempos, en que México camina dentro de una burbuja de especulación, de ignorancia y de supina arrogancia, es bueno recordar que el trabajo, repito, el trabajo, es lo único que garantiza la libertad y la vida. La única cosa en que se puede, realmente creer. Esa es la naturaleza y esencia de Monsi, como le llaman sus fervientes críticos.
Carlos Monsivais pertenece a una época donde no existían ni el Internet, ni Google ni Wikipedia. Tampoco se imaginaban los iPod o los teléfonos celulares, con sus camaritas integradas, que hipnotizan a los consumidores de la soledad y la impotencia. Ni siquiera había fotocopiadoras, grabadoras o teléfonos fijos. Uno llamaba a la tiendita y dejaba recados. El correo tampoco era electrónico y aún así se jugaban torneos de ajedrez por correspondencia. Época en que la gente se movía en transporte público. Ni pensar en comprar un automóvil particular.
Cuentan sus amigos y biógrafos que al cumplir los 18 años de edad, Monsivais ya acumulaba una enorme cantidad de lecturas, perfectamente analizadas y críticas. “Era el que más había leído de todos nosotros”, relata José Emilio Pacheco.
Monsivais ha incursionada en el campo de la fábula, de la poesía, la traducción, la narrativa y los ensayos, pero donde más se le recuerda, es en la facilidad que tiene para la crónica, principalmente la urbana: Amor Perdido, Crónicas de Familia, Bolero, Los Rituales del Caos, son solo algunos títulos, de la vasta obra producida por él autor.
Además Monsivais es un asiduo participante a charlas, conferencias, coloquios, entrevistas y su estilo, mezcla de ingenio e intelectualidad culta lo vuelve único. Nadie como él. Monsivais ejerce la crítica “con higiene moral y también como un combate…” escribió Octavio Paz.
Al cumplir 70 años hay facetas de su vida que, cuentan quienes le conocen, las revive con una sonrisa, la de un niño acosado en su infancia, ultrajado en su sexualidad. La del único estudiante, con una religión protestante, en escuelas predominantemente católicas. Los rastros de la intolerancia y la agresión a sus creencias o a sus preferencias amorosas, no fueron nunca obstáculo o valladar, para impedir su crecimiento moral, espiritual, intelectual y personal.
Por la obra de Monsivais han transitado innumerables personajes tan disímbolos como la Gloria Trevi o Julio Cesar Chávez, Carlos Salinas de Gortari o Pedro Infante. En Por mi Madre Bohemios, el tino y humor, la inteligencia de Monsvais, deja ver el grado de estupidez, demagogia, absurdos e intolerancia en el discurso tanto de representantes de la Iglesia Católica como de la Política Mexicana o de los sesudos conferencistas empresariales, magos de la motivación, sabandijas de la superación personal.
Por ejemplo a la pregunta ¿por que no ha escrito novelas o cuentos? Responde a PROCESO que le deja absorto la inmensa, terrible, espantosa, hilarante, magnífica novela que lee todas las mañanas…capítulos entretenidísimos como el de Mouriño, (the empresario who would be a King), capítulos intolerantes como el del Gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz… hay historias… que van del asombro al rechazo y de regreso, como la súbita, incomprensible ascensión política de Vicente Fox, Señora Martha Sahagún y su progenie empresarial… las novelas de los empresarios que saquean a gusto, se hacen acompañar de sacerdotes que bendicen sus actos de rapiña, son enjuiciados y salen indemnes, ya vueltos modelos de aeronáutica impunidad.
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