Comienza un nuevo año. Por fin terminó el nefasto 2008, el año de las olimpiadas que catapultaron, ante los ojos del mundo entero, a la China milenaria. Gigante asiático en todos los sentidos: más de 9 millones de kilómetros cuadrados de superficie, el cuarto mayor del planeta; una riqueza nacional diez veces mayor a la de nuestro país, y una población arriba de los 1300 millones de habitantes, el país mas poblado del mundo y que se gobierna bajo una forma de República Socialista. Mercado enorme de producción y consumo.
El 2008 pasará a la historia, como un parteaguas en la historia mundial y en la de México, sin duda. Derrumbe estrepitoso, del sistema económico, criminal y fantasioso, que duro 25 años. Porque las economías basadas en las finanzas y los flujos monetarios, promovido por Ronald Reagan y bendecidos por Juan Pablo II se convirtió en el acabose, castillo de naipes para las fortunas construidas sobre la especulación, la fuerza de las armas, engaño y mentiras. En la fe occidental que no es la mexicana, más orientales por fortuna, todavía.
Mientras todos reclaman ayuda, los bancos, las automotrices, las inmobiliarias, el desempleo se propaga diariamente como pandemia sin remedio. La hegemonía mundial de los Estrados Unidos, siempre cuestionada, cada vez mayormente despreciada y devaluada, pierde frente al euro la primacía que solo la guerromanía imperial ha sostenido de manera artificial. Hasta el emporio de Hugh Heffner, el magnate de la ciudad peluche de la pornografía, exige subsidios, a fin de sostener la industria del sexo y la depravación que, argumenta el epicúreo, es más necesaria que nunca, hoy que se pierde la fe en lo que la modernidad ha idolatrado: el robo, el incesto y el parricidio. Los valores de la fe dominante, repetida, terca y familiar.
Como sucede en México, repleto de símbolos cristianos, de sambenitos y oraciones en la sede misma de los poderes federales, aquellos que se constituyeron sobre la máxima de un Estado laico, obligado, indispensable para existir, para ser y poder, para llegar a vivir. Porque la iglesia como institución, la católica siempre ha sido siniestra y perversa.
Y volver a escuchar nuevamente las diatribas paranoicas, de supuestos complots mundiales y amenazas lo mismo da, de la masonería, o de los ovnis o de Chico Che. Absurdos que nos desgajaron como nación, enfrentaron a hermanos mexicanos y desmembraron nuestro territorio.
El año que terminó es resumen de la incapacidad y de la inutilidad de la vía electoral como forma de buen gobierno. El 2008 es síntesis de la mentira y la demagogia desde el poder y por el poder. Bisagra final de un gobierno mínimo, sin autoridad, sin estrategia ni dirección. Gobierno en guerra sin entender a esta como instrumento de la política, por otros medios, reglamentada por la sangre y el fuego. Si Adolfo Hitler, con el ejército mas poderoso de su tiempo fue incapaz de ganar una guerra sin estrategia alguna, menos Calderón podrá imponer su voluntad sobre un enemigo que ha hecho del tráfico de drogas un fin claro, conciso y contundente.
No es con el combate a los barones del narcotráfico como se van a resolver los problemas de México. Es una guerra perdida y seguirán las bajas no solo de las heroicas fuerzas de la seguridad y el orden, sino se caerán más aviones, se atentará contra objetivos más sensibles. Y no servirán de nada los bustos develados, por los virreyes de la lambisconería y la vergüenza, mayormente al pertenecer a un partido que se supone en la oposición, al desgobierno de la reacción y la vergüenza. El gobernador de Chiapas es una verguenza nacional.
Porque la única oposición real, al estado de las cosas, es la que defiende López Obrador, mientras los demás velan armas y artimañas, al acecho del ansiado poder que se vislumbra nuevamente cercano a la mafia desplazada, que construye escenarios, retrata candidatos y alista el abordaje.
El 2008 pasará a la historia, como un parteaguas en la historia mundial y en la de México, sin duda. Derrumbe estrepitoso, del sistema económico, criminal y fantasioso, que duro 25 años. Porque las economías basadas en las finanzas y los flujos monetarios, promovido por Ronald Reagan y bendecidos por Juan Pablo II se convirtió en el acabose, castillo de naipes para las fortunas construidas sobre la especulación, la fuerza de las armas, engaño y mentiras. En la fe occidental que no es la mexicana, más orientales por fortuna, todavía.
Mientras todos reclaman ayuda, los bancos, las automotrices, las inmobiliarias, el desempleo se propaga diariamente como pandemia sin remedio. La hegemonía mundial de los Estrados Unidos, siempre cuestionada, cada vez mayormente despreciada y devaluada, pierde frente al euro la primacía que solo la guerromanía imperial ha sostenido de manera artificial. Hasta el emporio de Hugh Heffner, el magnate de la ciudad peluche de la pornografía, exige subsidios, a fin de sostener la industria del sexo y la depravación que, argumenta el epicúreo, es más necesaria que nunca, hoy que se pierde la fe en lo que la modernidad ha idolatrado: el robo, el incesto y el parricidio. Los valores de la fe dominante, repetida, terca y familiar.
Como sucede en México, repleto de símbolos cristianos, de sambenitos y oraciones en la sede misma de los poderes federales, aquellos que se constituyeron sobre la máxima de un Estado laico, obligado, indispensable para existir, para ser y poder, para llegar a vivir. Porque la iglesia como institución, la católica siempre ha sido siniestra y perversa.
Y volver a escuchar nuevamente las diatribas paranoicas, de supuestos complots mundiales y amenazas lo mismo da, de la masonería, o de los ovnis o de Chico Che. Absurdos que nos desgajaron como nación, enfrentaron a hermanos mexicanos y desmembraron nuestro territorio.
El año que terminó es resumen de la incapacidad y de la inutilidad de la vía electoral como forma de buen gobierno. El 2008 es síntesis de la mentira y la demagogia desde el poder y por el poder. Bisagra final de un gobierno mínimo, sin autoridad, sin estrategia ni dirección. Gobierno en guerra sin entender a esta como instrumento de la política, por otros medios, reglamentada por la sangre y el fuego. Si Adolfo Hitler, con el ejército mas poderoso de su tiempo fue incapaz de ganar una guerra sin estrategia alguna, menos Calderón podrá imponer su voluntad sobre un enemigo que ha hecho del tráfico de drogas un fin claro, conciso y contundente.
No es con el combate a los barones del narcotráfico como se van a resolver los problemas de México. Es una guerra perdida y seguirán las bajas no solo de las heroicas fuerzas de la seguridad y el orden, sino se caerán más aviones, se atentará contra objetivos más sensibles. Y no servirán de nada los bustos develados, por los virreyes de la lambisconería y la vergüenza, mayormente al pertenecer a un partido que se supone en la oposición, al desgobierno de la reacción y la vergüenza. El gobernador de Chiapas es una verguenza nacional.
Porque la única oposición real, al estado de las cosas, es la que defiende López Obrador, mientras los demás velan armas y artimañas, al acecho del ansiado poder que se vislumbra nuevamente cercano a la mafia desplazada, que construye escenarios, retrata candidatos y alista el abordaje.
No comments:
Post a Comment