Febrero es el mes que celebra al amor y vayan unas reflexiones, sobre el noble sentimiento que tanta confusión ha levantado en las últimas semanas en todo México, por su relación con la familia, y por la naturaleza en que se funda la base de todo Estado Político.
En uno de los diálogos de Platón, el de Fedro o del Banquete, Aristófanes explica el nacimiento del amor entre los seres humanos, con el mito de una primitiva naturaleza humana, en donde no eran dos sino tres los géneros, todos alojados en un solo ser; de cuatro patas y manos y orejas y rostros, de cuerpos redondos, altivos y ensoberbecidos, al grado de pretender atentar contra los dioses del Olimpo. Zeus, en vez de acabar con su linaje que le veneraba, como lo hiciera antes con los gigantes, decide enviar un rayo que parte en dos a los súbditos y los vuelve frágiles. Apolo se encargara de modificar al producto resultante, los endereza, voltea, los tuerce, hasta terminar con el ombligo, como zurcido final. Desde entonces, cuenta Aristófanes, cada sexo dividido anda en busca de su contraparte, pues no son nadie, sin el complemento de lo que alguna vez fueron estos seres primitivos.
Sin embargo, en Grecia no existía la palabra amor y las voces usadas para expresar deseos y sentimientos, eran ágape, el amor del alma o amor ideal en nuestra campo significante; filia o el amor virtuoso, eros y el amor del cuerpo y xenia el amor de hospitalidad.
La cara opuesta al asunto del amor aparece en Aristóteles, discípulo de Platón, pero quien distinguía en la amistad, las diferencias de edades géneros y deseos. Una era la amistad por placer, la de los jóvenes y del cuerpo, la del gusto; otra, la amistad por interés, la de necesidad, la amistad de los viejos. En medio, como método del estagirita, aparece la amistad virtuosa, aquella que es placentera y es necesaria, pero sobretodo y antes que nada es reciproca, buena y agradable: el amor en acto, que le llaman los psicoanalistas.
En Occidente por la corrupción que la escolástica cometió contra la Filosofía, prevaleció el sentido del amor platónico, basado en la pasión placentera, el sentido ideal, el sufrimiento gustoso, el de unidad y dolor, el amor pasionado, el juvenil, del cuerpo.
En uno de los diálogos de Platón, el de Fedro o del Banquete, Aristófanes explica el nacimiento del amor entre los seres humanos, con el mito de una primitiva naturaleza humana, en donde no eran dos sino tres los géneros, todos alojados en un solo ser; de cuatro patas y manos y orejas y rostros, de cuerpos redondos, altivos y ensoberbecidos, al grado de pretender atentar contra los dioses del Olimpo. Zeus, en vez de acabar con su linaje que le veneraba, como lo hiciera antes con los gigantes, decide enviar un rayo que parte en dos a los súbditos y los vuelve frágiles. Apolo se encargara de modificar al producto resultante, los endereza, voltea, los tuerce, hasta terminar con el ombligo, como zurcido final. Desde entonces, cuenta Aristófanes, cada sexo dividido anda en busca de su contraparte, pues no son nadie, sin el complemento de lo que alguna vez fueron estos seres primitivos.
Sin embargo, en Grecia no existía la palabra amor y las voces usadas para expresar deseos y sentimientos, eran ágape, el amor del alma o amor ideal en nuestra campo significante; filia o el amor virtuoso, eros y el amor del cuerpo y xenia el amor de hospitalidad.
La cara opuesta al asunto del amor aparece en Aristóteles, discípulo de Platón, pero quien distinguía en la amistad, las diferencias de edades géneros y deseos. Una era la amistad por placer, la de los jóvenes y del cuerpo, la del gusto; otra, la amistad por interés, la de necesidad, la amistad de los viejos. En medio, como método del estagirita, aparece la amistad virtuosa, aquella que es placentera y es necesaria, pero sobretodo y antes que nada es reciproca, buena y agradable: el amor en acto, que le llaman los psicoanalistas.
En Occidente por la corrupción que la escolástica cometió contra la Filosofía, prevaleció el sentido del amor platónico, basado en la pasión placentera, el sentido ideal, el sufrimiento gustoso, el de unidad y dolor, el amor pasionado, el juvenil, del cuerpo.
Son los romanos quienes acuñan la palabra amor, de donde derivarían las voces amica o novia y de allí amigos; y de la bella palabra amare, de tonos afectivos, gusto, romance y sexualidad, lejos del concepto básico de la amistad y la virtud requerida. El mundo vulgar se atoró en la atracción anatómica, en desuso del deseo noble del alma. Actualmente los expertos en el tema estudian el comportamiento de hormonas, endorfinas y una lista enorme de asuntos estrictamente corporeos.
Luego fue peor. A partir del derrumbe del Imperio Romano y el ascenso de los intérpretes cristianos y católicos, se pervirtió completamente la lógica clásica, y privilegio el sufrimiento como único medio para alcanzar el éxtasis amatorio. San Pablo en su Primera Epístola a los Corintios dice que sufrir es benigno, esperar y soportar es obligado, para poder amar y San Juan afirma que quien no ama, no conoce a Dios.
Si en occidente, -nosotros somos occidentales por conquista, aunque orientales por esencia-, el amor se ha convertido en una suerte de sufrimiento apasionado y esta forma de entender el amor en el lance y finalidad necesaria para alcanzar la virtud, en Oriente el sufrimiento es un medio para llegar a la virtud amatoria.
En el Islam, por ejemplo de los 99 nombres que tiene el Dios musulmán, uno de ellos es el de Al-Wadud, el amante. Para los Budistas, el karma es el amor sexual y el Karuna el amor de compasión y misericordia. El primero bloquea el ascenso en la escala de las chacras, en tanto el otro, dispone la llegada al Nirvana o plenitud total
Para los chinos wo ai ni significa te amo, en tanto los japoneses llaman ai al amor pasional y amae a la dependencia indulgente
Hay trazos hermosos en las historias del amor, como la fabula del origen de Las Mil y Una noches, que por el destino de un engaño, el Sultán Abolhassan decide sacrificar todos los días a la esposa en turno, para no volver a ser traicionado, hasta que Sherezada le enseña, con sus mil y un cuentos que el amor está en la mente y más aún en el fondo del alma.
O los contrastes entre occidente y Oriente, al final de la célebre obra de Montesquieu, Cartas Persas, cuando Uzbek escucha la frase lapidaria de su amada, quien confiesa que mientras el era feliz creyendo que la engañaba, ella, en cambio era dichosa, sabiendo que, lo hacía.
Traición y engaño, el amor se ha vuelto un asunto de comercio, de sufrimiento, de rencores y deslealtades. Por olvidar el sentido mismo del amor, su origen natural, la amistad entre unos y otros, justamente el valor más ausente, el día de hoy en México.
Luego fue peor. A partir del derrumbe del Imperio Romano y el ascenso de los intérpretes cristianos y católicos, se pervirtió completamente la lógica clásica, y privilegio el sufrimiento como único medio para alcanzar el éxtasis amatorio. San Pablo en su Primera Epístola a los Corintios dice que sufrir es benigno, esperar y soportar es obligado, para poder amar y San Juan afirma que quien no ama, no conoce a Dios.
Si en occidente, -nosotros somos occidentales por conquista, aunque orientales por esencia-, el amor se ha convertido en una suerte de sufrimiento apasionado y esta forma de entender el amor en el lance y finalidad necesaria para alcanzar la virtud, en Oriente el sufrimiento es un medio para llegar a la virtud amatoria.
En el Islam, por ejemplo de los 99 nombres que tiene el Dios musulmán, uno de ellos es el de Al-Wadud, el amante. Para los Budistas, el karma es el amor sexual y el Karuna el amor de compasión y misericordia. El primero bloquea el ascenso en la escala de las chacras, en tanto el otro, dispone la llegada al Nirvana o plenitud total
Para los chinos wo ai ni significa te amo, en tanto los japoneses llaman ai al amor pasional y amae a la dependencia indulgente
Hay trazos hermosos en las historias del amor, como la fabula del origen de Las Mil y Una noches, que por el destino de un engaño, el Sultán Abolhassan decide sacrificar todos los días a la esposa en turno, para no volver a ser traicionado, hasta que Sherezada le enseña, con sus mil y un cuentos que el amor está en la mente y más aún en el fondo del alma.
O los contrastes entre occidente y Oriente, al final de la célebre obra de Montesquieu, Cartas Persas, cuando Uzbek escucha la frase lapidaria de su amada, quien confiesa que mientras el era feliz creyendo que la engañaba, ella, en cambio era dichosa, sabiendo que, lo hacía.
Traición y engaño, el amor se ha vuelto un asunto de comercio, de sufrimiento, de rencores y deslealtades. Por olvidar el sentido mismo del amor, su origen natural, la amistad entre unos y otros, justamente el valor más ausente, el día de hoy en México.
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