Estoy seguro que comencé a escuchar hablar de Brasil, el 29 de mayo de 1966, cuando Arlindo do
Santos anotó el primer gol, en el día de la inauguración del Estadio Azteca.
Recuerdo que vi la transmisión por la televisión, aún en blanco y negro y como
el brasileño, tomo la pelota en la media cancha, avanzo con ella por el centro
del campo y desde unos treinta metros lanzo un potente disparo, que venció la
estirada del portero del Torino de Italia. Era el juego inaugural, del torneo pentagonal
organizado para estrenar el inmueble majestuoso –aún inacabado en ese día- que
se construyó en los terrenos de Santa Úrsula, en Coyoacán.
Eran tiempos muy
diferentes. Además de Arlindo, el América incluía en su equipo a otros tres
jugadores brasileños: el bicampeón mundial con Brasil, Vavá, el espigado centro
delantero Zague y Moacyr. Así nació mi admiración por Brasil, en medio de las
grandes polémicas que se organizaban entre los familiares: por un lado, los
aficionados al América, los más jóvenes, declarados del “american guey of life”,
los más “ricos” –mi Padre entre ellos-; y por la otra los tíos Salvador,
Chucho, José, los “proles”, los ancianos, los partidarios rabiosos de las
“chivas” de Guadalajara, cuyos argumentos eran ser un equipo donde solo jugaban
puros mexicanos y que en ese año de 1966, llevaban algo así como seis
campeonatos al “hilo”, con excepción de un torneo que les gano el Oro, también
de la “perla tapatía”, un equipazo de futbol dirigido por el húngaro Arpad
Fekete y que tenía entre sus jugadores, al mismísimo Amaury Epaminondas, en
pareja con Nicola Gravina.
Confieso que, a pesar de que me
he esforzado por ignorar el evento del balompié que inicia este jueves 11 de junio,
no he podido impedirle a mi memoria, traer recuerdos que necesariamente
asocio con el país sede del XX Campeonato Mundial. E tanto el dinero
que se invierte, para captar la atención de miles de millones de consumidores,
aficionados que vibran al ritmo del deporte de la patada, que una opinión más o
menos, en realidad pasará a segundo plano en el interés del público,
maravillado con las imágenes que se proyectan y los comentaristas que no paran
de hablar.
Sin embargo, decidí que una
mezcla de mis relatos, junto con las historias escritas por otros autores y la
historia misma de Brasil, podría ser de interés, máxime que hace un par de
días, el verdadero promotor de esta escala ascendente de Brasil en su
desarrollo social, economía y política,
me refiero a Luis Ignacio Lula da Silva, se pronunció en contra del Mito de México, del que dijó, “México
fue presentado como la gran novedad del siglo XXI… y que estaba mejor que
Brasil... Pero me fui a enterar... y todo es peor que en Brasil…lo que hace el
gobierno mexicano en materia energética sucedió en su país hace 20 años… No hay
ningún indicador comparable a los nuestros…
Reconozco también que en mi entrada a la “Fiesta del Alarido”,
otra fuente de inspiración futbolera fue mi Madre. Y a fuerza de
ser sincero, mi Papá era un fanático, que se contagiaba de la pasión del dinero
que exhibía el equipo América, tal y como sucede actualmente, pero magnificado
a lo “bestia”, entre la gente que ve a Televisa, como el mero “Jefe de Jefes”,
los dueños y Amos de Peña Nieto. Porque mi Padre toda su vida fue beisbolero,
pero se aficiono al futbol en la medida en que este deporte se convertía en
símbolo de progreso y modernidad. En cambio, mi Mamá fue aficionada al
auténtico futbol, al lado de mi Abuelito Pepe, quien la llevaba al antiguo
estadio Asturias, por los rumbos de Chabacano, y me contaba cómo le gustaba ir
a ver jugar a los equipos España de los Isidro Lángara y Luis Regueiro
–jugadores de la selección española y después combatientes a favor de la República-
y del Asturias, en contra del Atlante de
Horacio Casarín y el León de los Battaglia, y la “Tota” Carbajal
De
niño, jugaba al futbol casi todos los días en la calle donde vivía. Había
muchos muchachos en la “cuadra” y muchas colonias donde se organizaban equipos
de futbol. Usábamos los postes y las banquetas como porterías sin portero. La
distancia entre cada poste de cemento eran unos 50 metros, y el partido entre 3
o 4 jugadores por equipo, se convirtió en una práctica cotidiana. Como todo en
México, hasta en las “cascaras” de futbol, a mi generación nos toco aprender de
muy buenos maestros, eran los muchachos mayores de edad, los que nos exigían
saber “tocar la pelota”, dar buenos pases, nos castigaban -lo que de manera
cursi le llamaban bule (ya chole con la palabrita en inglés)- a los “chavos”
que dábamos “patadas a lo loco”. Era una generación estudiantil que hablaba de
“Didi”, de Amarildo y Garrincha, magos brasileños que encantaron al mundo.
De
manera contraria a como se habrán de desarrollar los dos eventos deportivos en
Brasil, en México, se celebraron primero
los Juegos Olímpicos en 1968, y después el Campeonato de Futbol en 1970 (el de
1986 ni lo cuento). En realidad, en cuanto a futbol, los XIX Juegos Olímpicos,
representaron un sonoro fracaso, pues el equipo de México, a pesar de ser
anfitrión y estrenar estadio, perdió la disputa por el tercer lugar y la
medalla de bronce, en contra de Japón, que paso encima de los que ya entonces, recibían
el apodo de “ratones verdes”
Cuando
se jugó el IX Campeonato Mundial de Futbol, las expectativas en favor de
México, eran mínimas. Entonces, todos los mexicanos, coincidimos en que el
equipo favorito “después de México” era Brasil. Recuerdo haber estado en el
estadio Azteca viendo un aburrido partido entre Bélgica y Salvador (había que comprar series completas de boletos), cuando el
sonido local del estadio anunciaba “marcador en Jalisco: Checoeslovaquia 1
Brasil 0” y que me pongo a “rezar”, le pedía a Dios que ayudara a Brasil. Así
era yo, alrededor de los 13 años: “marcador en Jalisco, Checoeslovaquia 1
Brasil 1”… luego, luego supe que Dios me había escuchado, porque ese juego, Brasil termino arrollando al país ya
desaparecido por 4-1
Tuve
entonces la fortuna, de presenciar dos de los partidos más gloriosos que se han
jugado en toda la historia de estas competencias. Sentado en la zona verde,
acompañando a mi Papa y Mamá, fui testigo del “Juego del Siglo” entre las
selecciones de Italia y Alemania. Vi como se lanzaba Karl Heinz Schnellinger y
anotaba en el minuto 92, para empatar los teutones y prolongar el partido que término
4-3 a favor de los azurri, abrazados, empapados en el sudor cansino y una
pertinaz lluvia, en aquel partido inolvidable.
En
cambio, ataviados con unos sombreritos tipo brasileños, como de samba, unos "carretes" hechos
con poliuretano blanco y una cinta de colores, llegamos el 21 de junio de 1970
a las inmediaciones del estadio Azteca. Ese día, me toco ver el gol de Pele,
desde la lejanía de mi asiento, porque el empate italiano se marcó en este lado
donde me hallaba mas cercano a la jugada. Y después ver a Gerson, a Jairzhino y
a su Majestad O’Rei, ceder, en ese pase del desdén a Carlos Alberto, para que
llegando a toda velocidad soltara un “riflazo” que dejo sin oportunidad a
Enrico Albertossi. Luego llegamos a casa de la Abuela Ángela y allí se armo la
fiesta para “celebrar” el tricampeonato de Brasil “que ahora se quedaban con la
Jules Rimet” y las risas de mis tíos, de los compadres, mientras junto con mis
hermanos Beto y Tavo y de mi hermana Martha, tocábamos una y otra vez un disco
de 45 rpm de Sergio Méndez que decía “un pato… venia cantando alegremente cuec
cuec…” y bailábamos agarrándonos los codos de manera alternada, con la palma de
la mano…
Después
supe más de Brasil. El Brasil de las dictaduras, de Getulio Vargas y los
“gorilatos” militares, que duro hasta
que en 1985 cedieron el poder a gobiernos civiles, peor de reaccionarios,
represivos y corruptos. Igualitos al de Peña Nieto en este 2014, pero en México.
Un Brasil comerciante, de portugueses y de una mezcla extraña de razas, que ha
conseguido desarrollar estereotipos de belleza física incomparables en el
mundo. Y un día me enteré, que un obrero y sindicalista, un político activista
que falló más de una vez en conquistar
el Gobierno de su País, finalmente lograba
ser electo Presidente.
¡Qué
diferencia del Gigante sudamericano que relata Mario Vargas Llosa en “La Guerra
del Fin del Mundo”! Una historia sobre el año en que Brasil dejo de ser Monarquía
y decidió darse un gobierno Republicano. Un episodio que retrata al fanatismo
que rayó en la demencia social de las minorías. Como los cristeros abajeños
mexicanitos, en Brasil, la guerras de guerrillas, la resistencia y la iglesia
católica -la eterna retrograda absolutista- retrasó y ensombreció la ruta de la
libertad, decidida por las mayorías, por mucho tiempo: la república es el
“diablo” decía el “Consejeiro” -en la obra de Vargas Llosa- quien se consideraba
representante de Dios, ante los feligreses dispuestos a morir en la raya. Aunque
el personaje que más recuerdo es el del “beatito”, quien en el desenlace de la trama de la
novela literaria, al llegar el “fin del mundo”, cuando los ejércitos realistas
están perdidos frente a las cargas republicanas, al “Consejeiro” le da diarrea,
del terror que le causa ver que pronto
será capturado y pasado por la picota. El “beatito” se ilumina, pues #Cree que
la mierda liquida que excreta su amo y señor, son los “santos oleos divinos” y
a chuparse los dedos…
“Comenzó
siendo obrero metalúrgico, luego fue sindicalista y a mediados de la década de los 70 ocupó la
presidencia del sindicato de los obreros de la metalurgia. Fue el máximo
partícipe de las mayores huelgas durante la dictadura, que dejaron en jaque al
régimen y aceleraron la caída del mismo. Candidato por la presidencia de
Brasil en varias ocasiones no fue hasta el 2003 que resultó vencedor. Durante
sus ocho años como Jefe de Estado, hizo reformas y radicales cambios que
produjeron la transformación social y económica de Brasil, al punto de
desarrollar a la República hacia una potencia mundial” (wiki) es Ignacio Lula
da Silva… Un Brasil capaz de Gobernarse por una mujer inteligente y que hace
honor a la belleza de las garotas: Dilma Roussef . “Mientras estudiaba secundari(a),
tuvo lugar el Golpe de Estado de 1964. Desde aquel momento, comenzó a
militar en el movimiento de resistencia contra
la dictadura militar. En 1964,
siendo estudiante secundaria, comenzó a militar políticamente, para formar
luego parte de la organización guerrillera. Detenida en1970, fue torturada y luego condenada por
un tribunal militar, presa durante
tres años. Con la apertura gradual hacia la democracia… Dilma inició su
actuación política en el Partido Democrático Laborista (PDT) –equivalente al PRD mexicanito- En
2001 rompió con el PDT para ingresar al Partido de los Trabajadores (PT), liderado
nacionalmente por Lula da Silva…” (Wiki) Nuestro
AMLO
Un
Brasil que se agita, protesta se convulsiona, toma las calles, y se manifiesta
y promete sorpresas inéditas, en este encuentro comercializado, a extremos que
nunca nos pudimos imaginar.
No comments:
Post a Comment