Escribí
este ensayo hace más de tres décadas, gracias a mi encuentro con Aristóteles. Pasaporte
a la libertad, dos años después de presentarlo en la FCPyS UNAM, elegí la vida
libre, sabia y bella. Se trata solamente de una parte del tratado de la Ética y
es la relativa a la deliberación y la elección. Es decir sobre aquello que hoy
en día llamamos genéricamente “pensar” y la consecuencia de este momento, el
decidir.
No
hay que olvidar que Aristóteles nos ha legado tres tratados sobre esta
condición humana: porque a diferencia de los animales, el ser humano cuanta con
la capacidad para separar lo útil de lo nocivo, lo bueno de lo malo, lo justo
de lo injusto: con la voz y la capacidad para articular palabras.
Y
es que la Ética, que en un primer sentido significa costumbre o carácter –el hábito
o disposición del alma para relacionarse con las personas y las cosas- forma
parte de la ciencia política, ya que todas las comunidades poseen usos y formas
de ser que el saber político clasifica y conoce bien. Además de que enseña que
la virtud no viene directamente del conocimiento, sino que requiere el hábito,
que la felicidad no es un estado sino una actividad, y que el placer no es la
felicidad sino una consecuencia de la virtud.
Creo
que en la coyuntura nacional, en la compuerta de las elecciones próximas del 7
de junio de 2015, puede ser de gran ayuda, reflexionar este ensayo sobre la
manera correcta de pensar, elegir y tomar decisiones, en ese orden, en atención
a principios buenos, nobles y bellos: la virtud
1.
- Planteamiento General.
El
objeto del presente análisis es la duda en el hombre, y debería añadirse el
término malo, aunque tal vez resulte excesivo. Porque los hombres buenos, los
que hacen de la virtud su modo de ser y con sus actos la felicidad de la psyché
prácticamente no dudan. Estos últimos, los mejores, son cada día más escasos y
se les reconoce con tanta dificultad que metafóricamente podría considerarse
que no forman parte del hombre común y corriente, los que si dudan.
Tampoco
se analizan los actos de aquellos otros que por sus disposiciones naturales y
sus acciones son calificados como bestiales por sus hábitos animales. Los
brutos (creciendo en México cada día más y más), no dudan porque no tienen uso de razón.
Finalmente, no cabe en este estudio la presencia de los sabios, quienes por
vivir exclusivamente para y por la parte más divina del hombre son llamados
Dioses y ya no hombres. Los seres superiores, los que se cuentan con los dedos
de la mano en una comunidad, tampoco dudan, porque la duda es una elección
entre el bien y el mal, y en ellos no existe este dilema.
La
duda es un acto del alma, se origina el alma y en primer lugar podría decirse
que es producto de un desacuerdo entre las dos partes en que se divide ésta: la
parte racional y la parte irracional.
Uno
puede estar convencido de esta afirmación y sin embargo no entenderla. Porque
la duda atañe, a su vez, a los componentes de la razón del ser humano y aquella
parte de lo irracional del mismo, que participa de la primera. Porque también
es determinante la presencia y comprensión de conceptos tales como: principios
y fines, uso y posesión, voluntad-deliberación-elección, vicios y virtudes,
justicia y amistad.
¿O
que acaso no puede haber injusticia con uno mismo, cuando entre las partes del
alma, una sufre algo contra sus propios principios y deseos? ¿No es necesario
que exista una cierta justicia recíproca entre ellas, y no una justicia
cualquiera, sino la propia del amo y del esclavo, la del esposo y la esposa? ¿Y
que no es necesario entender que el amor a sí mismo y la concordia con el amigo
son requisitos indispensables para que el hombre no dude?
Tal
vez, sin embargo, lo que resulte más temible en la duda, es que ésta tiene que
ver con el conocimiento particular, con las percepciones sensibles, con la
experiencia diaria de los hombres y las mujeres que vacilan.
¿Cómo?
¿Cuando? y ¿A quién le sucede que dude?
Son
los apetitos y el placer, el aparente, los que han de explicar el resorte
disparado. Pero sobre todo los dolores. Porque se apetece aquello que mitiga el
dolor, aún a costa de acrecentarlo… porque los deseos viles y violentos apartan
la razón, bloquean los principios, destruyéndolos poco a poco, y disfrazan los
fines. Los hombres que padecen esta vida son los que han elegido el género de
la voluptuosidad, aunque esto sea sólo un decir, pues si el objeto de la
voluntad es el bien, “se sigue que el objeto deseado por un hombre que no elige
bien no es objeto de la voluntad”
Por
lo tanto serán los hombres que no se contienen en perseguir el placer o en huir
el dolor, los que aún a costa de su voluntad harán lo contrario a su razón,
después de dudarlo.
2.-
Antecedentes.
Para
unos todo es cuestión de no dudar, para otros, la duda no existe como tal. Esta
era la opinión que prevalecía entre los filósofos anteriores a Aristóteles. El
viejo Sócrates (y todo el platonismo-cristianismo voluntarista que enferma
nuestro tiempo mexicano), negaba la presencia de la duda “porque nadie obra
contra lo mejor a sabiendas”. Bajo la concepción socrática, los modos de ser
del hombre se resumían en cuatro combinaciones, entre cinco elementos: la razón
y el deseo, el bien y el mal o lo correcto y equivocado, y los actos o modos de
ser.
Una
razón equivocada, pero un deseo bueno, donde manda la razón, es causa de un
modo de ser malo; y donde manda el deseo es causa de lo contrario. A su vez,
una razón correcta, pero un deseo malo, será un modo de ser bueno o malo, según
la parte que gobierne en el alma: la racional o la irracional.
Pero
lo anterior es un sofisma del cual adolece todo el platonismo hasta la fecha,
porque además de desconocer la verdadera y correcta constitución del alma,
muestra una irreverencia y falta de humildad ante este saber, el de la mejor
parte del hombre. Para los platónicos todo vicio es involuntario, el mal se
hace sin desearlo y solo el bien es obra de la voluntad.
Es
necesario introducir aquí ciertas complicaciones necesarias. Sabemos que las
partes racional e irracional del alma se dividen en dos cada una: la racional se
descompone en parte científica y parte razonadora; y, la parte irracional se
fragmenta en nutritiva y apetitiva o desiderativa. De esta segunda parte del
alma, será la parte desiderativa la que, en tanto participa de la razón, se
relacione con la parte primera, en grados y modos diferentes, según el hombre
de quien se trate.
En
segundo lugar, habrá que recordar las cosas que suceden en el alma. A saber, el
alma experimenta pasiones, esto es todo lo que va acompañado de placer o dolor.
Dependiendo la capacidad que tenga el alma de ser afectada por las pasiones, se
sabrá que tipos de facultades o potencias son las que dispone el hombre. Finalmente,
de acuerdo al comportamiento que el ser humano adopte, en función de las
facultades, respecto de las pasiones o afecciones, se dirá que un hombre tiene
tal o cual modo de ser.
Otra
cosa más, las actividades por las cuales uno se forma un carácter o modo de
ser, tienen a su vez su principio en otra parte: en la elección. Pero la
elección, asimismo tiene como principio “el deseo y la razón por causa de algo”.
Ahora
bien, si por el modo de ser cada persona se dice que esta es virtuosa o
viciosa, -y las virtudes pueden ser de dos clases según se adquieran por
costumbre (Éticas) o bien por la enseñanza (Dianoética)- se sigue que “puesto
que la virtud ética es un modo de ser relativo a la elección, y la elección es
un deseo deliberado, el razonamiento, por esta causa, debe ser verdadero y el
deseo recto si la elección ha de ser buena, y lo que la (razón) diga (el deseo)
debe perseguir”
Es
necesario aclarar cómo se comunican las dos partes del alma, puesto que no usan
el mismo código al relacionarse con los objetos de apetencia -lo bello, lo
conveniente, lo agradable- o aversión -lo vergonzoso, lo perjudicial, lo
penoso-. “Lo que en el pensamiento son la afirmación y la negación, son, en el
deseo, la persecución y la huida”. Estamos listos.
3.-
El Mecanismo de la Duda.
Como
ya se dijo, el alma racional consta de una parte que trata sobre las cosas que
no pueden ser de otra manera, en tanto que el resto trata sobre lo contingente,
lo que puede ser diferente, imprevisto, según las circunstancias. Esta es la
parte razonadora, la que delibera sobre las cosas: pues “razonar y deliberar
son lo mismo”.
La
razón, a diferencia de los deseos, afirma o niega en búsqueda de la verdad, y
los medios de que dispone son el arte, la ciencia, la prudencia, la sabiduría y
el intelecto o el entendimiento. De ellos, la prudencia es el modo de ser del
hombre que lo dispone para la recta deliberación. Ambas, la prudencia y la
deliberación, tratan sobre los medios que conducen a los fines, solo que, la
prudencia y la virtud moral son causa de que la obra del hombre se lleve a cabo
“porque la virtud hace rectos el fin propuesto y la prudencia los medios para
este fin”. En cambio, la deliberación no garantiza que se cumpla el fin del
hombre. Pues la deliberación, en cierta forma, puede ser ignorada. (Y este es
el problema social, nacional)
El
hombre prudente, delibera y elige lo mejor, y “la felicidad es la actividad de
acuerdo con la virtud”… sabe lo que es bueno y elige lo mejor y sus acciones
son, por ende virtuosas, “y los principios de la acción son el propósito de
esta acción”. El prudente atiende a sus principios, que son su razón, y por
ello se dice que la prudencia, el mayordomo de la razón, es “La virtud de la
parte del alma que opina”.
El
hombre que es virtuoso decide después de deliberar, y por lo tanto, desea de
acuerdo con la deliberación. Es decir, el principio de la acción procede de un
apetito, pero se atiende a la recta razón que le dice si debe desearlo o no. La
razón manda sobre los deseos.
Pero
para el hombre corrompido por el placer o el dolor, el principio no es
manifiesto, y ya no ve la necesidad de elegirlo y hacerlo todo con vistas a tal
fin: el vicio destruye el principio”. Luego entonces, un hombre que se ha
corrompido por placer o el dolor (comer, beber, la concupiscencia, la lujuria)
por perseguirlo o huir con exceso de ello, por equivocarse en cuanto a los
objetos del apetito, y por desear los objetos de aversión, si bien puede
deliberar y aún elegir, será en relación a objetos diferentes, pues en los
hombres incontinentes ante los placeres o dolores, la elección se ha realizado
aún antes de deliberar. Se simula el pensamiento, se razona ficticiamente y se
elige lo que otros eligen antes
Se
elige algo que es contrario a la deliberación, y por esto tenemos un cierto
carácter. Las acciones que resultan de este modo de ser son voluntarias, puesto
que sus principios están y dependen de nosotros. Pero existe una diferencia
entre las acciones y los modos de ser en cuanto a la voluntad de los mismos,
pues de las acciones “somos dueños desde el principio hasta el fin… en cambio,
de nuestros modos de ser somos dueños solo del principio”
El
deseo, que es el fin, se impone, por así decirlo, a la elección resultante de
la deliberación que ha tenido lugar en la parte racional del alma. Se apetece
lo agradable o lo doloroso y se persigue o rehúye voluntariamente… de nuestras
acciones somos dueños desde el principio.
Paradójicamente,
el hombre elige ser malo al obedecer a sus apetitos sobre su razón, pero no
obra voluntariamente, pues como ya se dijo, el objeto de la voluntad es el bien
y si no se elige este es que no se actúa voluntariamente. Pero también es
cierto que el principio de la acción está en nuestro poder, y lo que está en
nuestro poder es voluntario. Por lo tanto, el principio de la acción debe
provenir de los apetitos, los que al desear algo malo para uno mismo, lo hacen
no como un amigo, sino todo lo contrario: son los vicios particulares a cada
comunidad
Sin
embargo, el hombre que duda es porque sabe, que de acuerdo a sus principios,
que son su razón, no debe desear lo que apetece: “hace lo que sabe que no debe
hacerse”…pero al desear, eligen y deliberan en ese orden, y por lo tanto, su
modo de ser no es producto de una, “inteligencia deseosa o de un deseo
inteligente”… El deseo desbanca a la razón, aun a costa de él, en tanto que la
razón no hace uso de este saber, “pues empleamos el termino saber en dos
sentidos: del que tiene conocimiento pero no lo usa, como del que lo usa”
Dado
que el alma, en tanto que tiene razón, delibera con base en dos tipos de
conocimiento: el universal o general y el particular o sensible… la conclusión
que resulta de ser afirmada por toda el alma, y “cuando la acción se requiere,
debe obrar inmediatamente”. Pero el deseo hace que actuemos de manera contraria
“porque el deseo los apetitos, “mi gusto es” tiene la capacidad de mover todas
y cada una de las partes (del alma)”.
La
premisa mayor es una opinión universal, es la razón mayor, son los principios
de donde parte el pensamiento. La premisa menor, es la opinión particular que
los hombres tienen sobre ciertas cosas, las sensaciones que caen bajo el
dominio de la percepción y son más verdaderas, y con las que hay que estar
acuerdo. Y entonces, la opinión particular puede o no seguir a la opinión
universal, pero la razón afirma o niega esta deliberación y elige en
consecuencia. La opinión, entonces, no es contraria a la recta razón, pero el
deseo, sí... Y uno duda a quien seguir: a la razón o al deseo.
Existe
la duda porque el hombre posee un principio que se opone al deseo humano, y eso
es, en sí, un bien. Pero los dolores que embargan al hombre son tan fuertes,
que expulsan a la razón y lo llevan a cumplir el deseo. Que los modos de ser
son resultado de las actividades del alma, es evidente, “pero, una vez que han
llegado a serlo ya no les es posible no serlo”. Porque el vicio destruye el
principio. Y el vicio, que son deseos de lo placentero, es consecuencia de los
apetitos para calmar el dolor “porque el apetito va acompañado de dolor, aunque
parezca absurdo sentir dolor a causa del placer”
Son
las crudas del alcohol, la soledad de la abstinencia, el peso de la culpa, y lo
mas importante en la antesala de la elección política, la parálisis, el
abstencionismo o la repetición inducida por el miedo, la parálisis, la terca
ignorancia.
Yo
ya tomé una decisión y no tengo Dudas: Deliberé de acuerdo a mis principios,
con base en las percepciones sensibles, por el carácter de los candidatos y en
virtud de lo que es justo, Elegí que en Temascaltepec y en Tejupilco ANULAR es
VOTAR
*Citas
tomadas de las Éticas editada por Gredos
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