Sunday, November 17, 2024

EL FANTASMA DEL LIBERALISMO

 

EL FANTASMA DEL LIBERALISMO

Saludo con gusto al público lector de “El Liberal Mexicano”, al que invito al debate en torno a la naturaleza y papel de las ideas, palabras y conceptos, con los que construimos una historia diferente que contar, una forma de vida propia, identidad, valores y virtudes de un México en el umbral de la Cuarta Transformación.

Increíblemente, el séptimo arte había sido  zona vedada, para una de las obras más famosas de William Shakespeare. Se han filmado películas basadas en las tragedias de Hamlet, Otelo y no hay que olvidar que un musical clásico llevado a la pantalla, se basó en el amor entre una Capuleto y un Montesco, sobre el odio mortal que se profesaban ambas familias, para dar escenario al duelo entre los rockets y los sharks, en la famosa West Side Story: la tragedia shakesperiana de Romeo y Julieta, en NY. ¿Entonces, porqué es hasta el Siglo XXI, cuando se filma la primera versión de El mercader de Venecia en el cine hollywoodense y mundial?

Es muy probable, que la respuesta a esta pregunta se encuentre contenida en la trama de la misma obra, en la naturaleza de los personajes y en el desenlace al que el mismo William Shakespeare (le decían Bardo, como en España le llamaban Juglares, a los poetas trashumantes) recurre al escribirla en el siglo XV: porque más que una obra literaria, El mercader de Venecia es una profecía política, una crítica demoledora contra el Ancient regime y una metáfora trágica, que se anticipó a la Glorius Revolution, llamada así por los cronistas de la pérfida Albión, que entronizó el nuevo orden social, económico y político, que a partir de entonces será denominado Liberalismo, otros le apostrofan Capitalismo, al que hoy lo apoda el nuevo orden imperante Neo-Liberalismo, y al que los fundadores de este sistema político de naturaleza y principios oligárquicos, tan geniales como Shakespeare en las metáforas y en las metonimias, lo nombró Commonwealth. Nosotros le llamaremos, en México: El Fantasma del Liberalismo.

El mercader de Venecia no es solo un testimonio histórico de Inglaterra,  sino profecía y negro augurio del futuro de la emergente potencia británica para los siglos XVII y XVIII, lanzada a empresas mercantiles y de colonización, sobre el basamento echado por los últimos miembros de la dinastía de los Tudor, Enrique VIII, y la Reina Isabel I.

Cabe señalar que a pesar de la fama que llegó a tener el poeta isabelino por excelencia, no tuvo en su tiempo mayor influencia. Pocos pudieron enterarse que la obra de Shakespeare se anticipaba a un giro político inesperado, el viraje oligárquico contra el viejo régimen aristocrático presidido por la soberanía del monarca. Nadie se imaginó el parricidio del Rey Carlos I a manos del Parlamento, que ordenó su decapitación, ni tampoco el tránsito, así sea breve, de un gobierno republicano presidido por Oliverio Cromwell, que llevaría a cambios radicales en el ejercicio del gobierno, la soberanía del Estado, el poder político y la nueva figura del Rey que, a partir de entonces, Reina pero  no Gobierna.

El mercader de Venecia es ante todo una fantasía política, premonición del liberalismo moderno. Testimonio histórico de  la batalla librada contra la vieja virtud de la liberalidad aristocrática: la de la riqueza contra el honor. De la usura y la ganancia del burgués, contra el antiguo y destronado hombre liberal. Antes que un intento por justificar una nueva doctrina de libertad para la humanidad, el liberalismo fue el triunfo del enriquecimiento privado frente a los derechos patrimoniales de las coronas española y británica respectivamente. El mercader de Venecia es una obra que aparece concebida para ilustrar la vacilación entre el mundo aristocrático y el emergente mundo burgués; entre la economía feudal de la nobleza del Medioevo y la nueva economía mercantil, disparada por la ambición y la codicia propias de la época moderna.

Shakespeare confronta dos principios políticos de gobierno: el del honor con el de la ganancia. Principios que corresponden, a su vez, a dos formas de gobierno o más bien, a dos tipos de constituciones políticas, antagónicas la una de la otra.  La primera es una forma de gobierno justa y virtuosa: es la Aristocracia; mientras que la segunda constitución es perversa, perdida en el extremo por tomar en exceso y no soltar nada a cambio: es la Oligarquía o eufemísticamente denominada en la actualidad como “Democracia representativa”

Principios políticos y formas constitucionales que serán encarnadas en personajes teatrales: Antonio, nombre de resonancias romanas y latinas, representará los valores del honor, la amistad, la liberalidad, la virtud y la justicia. Por el contrario, Shylock asumirá los vicios de la nueva época del liberalismo: las relaciones de interés, avaricia, el vicio de la corrupción del lucro y la injusticia. Shylock no invoca ninguna nacionalidad sino al mundo entero, peregrino errante de su clan, sometido a la religión del dinero y la codicia. Es el judío que revela extrañas semejanzas con el hombre surgido de la Inglaterra isabelina: anticatólico, hereje, antipapista,  severamente justiciero y moral en el reclamo de sus derechos y garantías.

¿De qué lado está Shakespeare? ¿Del de Antonio, el cristiano aristócrata mediterráneo, o de Shylock el usurero, especulador, poseso de un desmedido amor por la riqueza, confundido y amalgamado al dinero que idolatra y del que es esclavo?... Hay que esperar hasta el final de la comedia, un happy end magistralmente truqueado, para así salvar su propio pellejo, el del mismo Shakespeare, al inmiscuirse en el entramado de las disputas políticas, de la vieja aristocracia inglesa con la emergente burguesía citadina.

Un final que solo la intervención de la bella Porcia altera, transfigurada en varón docto y justo, que viene a revertir la acusación: de Antonio como víctima, indefensa y sumisa al peso implacable del acusador, Shylock, el victimario, a la relación inversa: La sentencia es que Shylock tome la libra exigida, pero solo de carne como se estipuló a la letra, sin derramar una gota de sangre. Mediante esta astucia, las amenazas que el judío hace sobre el comercio exterior de Venecia, se evaporan gracias al ingenio del autor, quien con magistral golpe escénico, el tribunal de justicia veneciano resurge por la intervención decidida de Porcia, la mujer amada, en beneficio de la aristocracia republicana.

En efecto, el final de El mercader de Venecia ha de ser considerado y justipreciado tal y como está escrito. Es el triunfo que su autor declara ahí: el de la aristocracia sobre la oligarquía, la monarquía sobre el gobierno parlamentario. Un triunfo que si algo tiene de característico es la ambigüedad. Es la victoria de los tories realistas, monarcómanos, sobre los whigs, un partido que encarna al judío Shylock: un partido usurero, especulativo que impondrá la hegemonía del dinero como medio de ganancia, hecho de nuevos terratenientes, pero sobre todo de comerciantes y financieros de la City, capaz de matar, ya no solo a su propia madre, sino como Shylock, a la autoridad y poder paternos, por su inextricable amor a la riqueza. Shakespeare prefigura, antes y mejor que cualquier historiador o político, el ambivalente triunfo de la vieja nobleza sobre los valores, que la burguesía financiera y mercantil inglesa imprimirá al hombre liberal.






Sunday, September 29, 2024

UN MUNDO NUEVO

UN MUNDO NUEVO
Tejupilco Estado de México

La combinación musical de Simon & Garfunkel con los Caprichos de Nicolás Paganini, intercaladas unas melodías inolvidables de Chico Che con las rolas actuales de Black Eyed Peas o del metrosexual Robbie Williams, con la Gasolina de Daddy Yankee. Juntar a los Cramberrys con Oscar de León, Serrat, Juan Gabriel y los Ángeles Azules. Esta mezcla de ritmo, sonido, compases y letras solo es posible si la alegría se junta con la paz, si los recuerdos se revuelven afinadamente con el presente y todo se disfruta.
Agasajar el paladar con una paella del tipo mixta y de postre una gelatina de hechura casera, sabor jamaica. Mirar el cielo en una noche clara como se ilumina, con el resplandor plateado de una luna llena. Sorber de la taza un rico café.
Abrazar calidamente a las hijas que tanto se añoran. Ver los ojos de cada una como refulgen nuevamente. Escuchar frases sabias en bocas jóvenes. Admirarse con la permanente sed de aprender y la confianza de un mundo nuevo por descubrir.
Sorprenderse con hechos inadvertidos apenas ayer. Los maullidos de la “gato” en celo. Recibir los arrumacos y topetes del fuerte rottweiller de la casa y reír con los eructos de "Copérnico" el fiel guardián. El gusto de ver nuevamente funcionando tantas y tantas cosas dadas por perdidas: los rifles galácticos de agua, la lámpara interior de la camioneta, el foco de la mesa del rincón.
Mover de lugar los muebles nuevos y los viejos también. Localizar mejores espacios donde colocar los trastos y armarios de la casa. Sonreír satisfecho, escondido para no ser visto, al observar la metamorfosis de mis hijas, de niñas a mujeres, en el nuevo closet, exclusivo de ellas.
Recibir la llamada, esa que solo busca la voz que da confianza, la fe que pareció perdida y ha vuelto nuevamente. Fruncir el ceño con las rabietas cariñosas o por las noticias de serpientes cascabelínas o vampiros subrepticios dentro del hogar.
Revivir en un mundo raro, como la inolvidable letra de José Alfredo Jiménez, al no ser tocado por las agresiones externas buscadoras de reacciones acostumbradas. Realmente vivir en un mundo nuevo en el que fe, alegría y seguridades son la nueva vida, los cimientos donde construir otro cantar. Y como por asombro mágico desterrar el miedo, la tristeza, el odio, vergüenzas, venganzas por cobrar, deudas que saldar, lápidas sin epitafios.
Ver a los antiguos enemigos pasar transparentes ante los ojos. Increíblemente encontrar un vacío de alivio en donde anidaban siempre reclamos y rencores. Escuchar Color my World del Grupo Chicago y recordar aquel piano en que tocaba esa romántica canción, en medio de la esquina del pasillo de jade y la escalera color turmalina, donde nacieron los impulsos amorosos originarios.
Aún más increíblemente aceptar la existencia de eventos inexplicables para la razón pura. La aparición de Claudiana, mi hija, solo equiparable quizás, a los recuerdos colectivos en el cerro del Tepeyac o la Virgen de Fátima; pero otros muchos sucesos más, menores o mayores, igual de maravillosos.
Y todo cambió de momento. La vida giró en solamente dos días. Diez años de caro psicoanálisis resumido en 48 horas de arduo trabajo decidido. Terapia probada contra los males del corazón. Santo remedio a las afecciones del alma. Puro trabajo espiritual de ayuda para descargar los fardos que agobian, lastiman, que muerden, y destruyen y corrompen.
Camino por recorrer, difícil de explicar si no es por la desesperanza de la perdida total. Paso abismal entre el ir y el nunca jamás. Puerta que se abre para quien no puede más y decide cruzar. Umbral entre el bien y el mal. Océano donde ahogarse, es la única solución a la muerte ahogada en alcohol.
Es la corrupción del lenguaje lo que impide entender. Si la política es la voz más expuesta a los efectos de la degradación de la palabra, son las personas que viven en relación con los demás, las víctimas y victimarios de la misma especie. Si el campo de la palabra se estrecha a fuerza de tanto repetir, si los significados se extravían en el lodazal del sin sentido inconsciente, si se atenta con la mentira contra la vida misma y se erigen en verdades lo que en verdad mata, luego entonces y solo por eso, es que el vicio es capaz de destruir los principios que son uno y creer que nada pasa y todo esta bien.
Hasta que ocurre el milagro que vuelve todo a su lugar de origen. Hasta que voluntariamente se decide desechar la tiranía del alcohol o las drogas. Hasta que con la ayuda de alguien mejor que uno y muy superior a todos, se intenta deliberadamente sanar el interior de cada quien, desinflamando las neuronas y entonces, pacientemente, mágicamente, divinamente, magistralmente, perdonarse por fin uno mismo.
Recordar lo de mente sana en cuerpo sano y también el de amar al prójimo como a uno mismo, pero esencialmente, comenzar a buscar en el perdón, aceptación y otorgamiento, la garantía de que nada vuelva a ser como antes.

EL FANTASMA DEL LIBERALISMO

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