Esta semana primera de junio, los temas se amontonaron en mi escritorio: Temascaltepec y su avaricia acuífera; las carencias de reconocimiento escolar y las universidades “patito”; la imagen-objetivo de Tejupilco a futuro y el perfil deseable de los funcionarios municipales; la responsabilidad social de expresar una opinión política frente a un medio de comunicación. Pero considero que es más importante celebrar que:
Cumplió 10 años Astillero, la columna que semanalmente escribe Julio Hernández López en el periódico La Jornada y desde aquí remito una sincera felicitación al admirado periodista, caso singular que combina la inteligencia con la sagacidad, el valor con el ingenio y que se ha convertido en referente obligado del periodismo político nacional.
Yo tuve oportunidad de colaborar con Julio, el tiempo en que formo parte del programa “El Cristal con que se Mira” de Víctor Trujillo, como una suerte de reportero o corresponsal de noticias en el sur de México. Y precisamente la semana anterior en su columna “Cuestión de nomenclaturas”, dice que la Asamblea del Distrito Federal promueve que el gobierno capitalino retire el nombre de Luis Echeverría de calles, colonias y espacios públicos en general… las razones de la Asamblea son los indicios y las responsabilidades penales que pesan en contra del ex-presidente –y espero que este anciano no se amuine por no recibir el título de presidente, como lo demanda el desquiciado de Fox, quien entre el Prozac y el Toloache ya se fue, se piró-
Pero añade Julio Hernández que una de las formas de perversión de la conciencia ciudadana ha sido la extendida práctica de imponer nombres de políticos… a sitios de uso colectivo. Por lo cual la iniciativa de la ciudad de México merecería ser adoptada por congresos y autoridades de estados y municipios, donde presidentes, gobernadores, ediles, alcaldes y políticos poderosos han instaurado nombres suyos o de personajes igualmente nefastos, miembros de un pasado compartido, como pomposas denominaciones oficiales de calles, escuelas….”
Y el uso de la palabra Perversión para calificar el efecto que acarrea esta práctica en la conciencia ciudadana es notable. Porque la etimología de perverso tiene que ver con otro sentido de la paternidad, el otro en el lado opuesto al carácter esencial de la autoridad del Padre. Es perverso todo aquello que contradice la naturaleza real y primera de la paternidad, que en política es sinónimo de buen gobierno y por ende en conciencia ciudadana recta.
Y esta práctica es muy visible en el estado de México. Se vive rehén de la mercadotecnia aplicada a la política. Apenas y en estos días el paisaje que todos los vecinos y visitantes de esta región podíamos apreciar sobre la carretera que comunica Toluca con Tejupilco, pasando la Puerta y tras la desviación hacia el Nevado de Toluca, el entorno arbolado ha desaparecido con la instalación de una estructura espectacular, enorme, que oculta y desvirtúa a la naturaleza, seguidos de una docena más. Promoción de la ampliación de una carretera, muchas veces entregada en sus Informes por Arturin Montiel y ahora capitalizada por su sucesor
Habrá causas que justifiquen la decisión de romper la armonía de los bosques y el campo. Seguramente habrá otras que expliquen las placas, dos, enormemente visibles con el nombre de Peña Nieto, más una adicional, ya más tapadita de Montiel, que deforman un plantel universitario como el de Tejupilco, que además forma parte de la UAEM.
Es la confusión de la acción de gobierno con la promoción personal. Es la manipulación y el engaño, son las tentaciones y las ambiciones. Somos victimas de campañas mediáticas que confunden, hartan y convencen. No hay que olvidarlo. Se gobierna por voluntad ciudadana y con recursos aportados por todos los mexicanos. No esperar dadivas ni generosidades espontáneas. Es obligación y responsabilidad de los elegidos.
Que un baile para los jóvenes, que un homenaje a las mamás y a los maestros. Que la pintura, el cemento y la varilla. No son regalos. Son recursos aportados por la sociedad y que se convierten en botines particulares de los politiquillos, para el negocio inmediato y para la apuesta futura.
Cumplió 10 años Astillero, la columna que semanalmente escribe Julio Hernández López en el periódico La Jornada y desde aquí remito una sincera felicitación al admirado periodista, caso singular que combina la inteligencia con la sagacidad, el valor con el ingenio y que se ha convertido en referente obligado del periodismo político nacional.
Yo tuve oportunidad de colaborar con Julio, el tiempo en que formo parte del programa “El Cristal con que se Mira” de Víctor Trujillo, como una suerte de reportero o corresponsal de noticias en el sur de México. Y precisamente la semana anterior en su columna “Cuestión de nomenclaturas”, dice que la Asamblea del Distrito Federal promueve que el gobierno capitalino retire el nombre de Luis Echeverría de calles, colonias y espacios públicos en general… las razones de la Asamblea son los indicios y las responsabilidades penales que pesan en contra del ex-presidente –y espero que este anciano no se amuine por no recibir el título de presidente, como lo demanda el desquiciado de Fox, quien entre el Prozac y el Toloache ya se fue, se piró-
Pero añade Julio Hernández que una de las formas de perversión de la conciencia ciudadana ha sido la extendida práctica de imponer nombres de políticos… a sitios de uso colectivo. Por lo cual la iniciativa de la ciudad de México merecería ser adoptada por congresos y autoridades de estados y municipios, donde presidentes, gobernadores, ediles, alcaldes y políticos poderosos han instaurado nombres suyos o de personajes igualmente nefastos, miembros de un pasado compartido, como pomposas denominaciones oficiales de calles, escuelas….”
Y el uso de la palabra Perversión para calificar el efecto que acarrea esta práctica en la conciencia ciudadana es notable. Porque la etimología de perverso tiene que ver con otro sentido de la paternidad, el otro en el lado opuesto al carácter esencial de la autoridad del Padre. Es perverso todo aquello que contradice la naturaleza real y primera de la paternidad, que en política es sinónimo de buen gobierno y por ende en conciencia ciudadana recta.
Y esta práctica es muy visible en el estado de México. Se vive rehén de la mercadotecnia aplicada a la política. Apenas y en estos días el paisaje que todos los vecinos y visitantes de esta región podíamos apreciar sobre la carretera que comunica Toluca con Tejupilco, pasando la Puerta y tras la desviación hacia el Nevado de Toluca, el entorno arbolado ha desaparecido con la instalación de una estructura espectacular, enorme, que oculta y desvirtúa a la naturaleza, seguidos de una docena más. Promoción de la ampliación de una carretera, muchas veces entregada en sus Informes por Arturin Montiel y ahora capitalizada por su sucesor
Habrá causas que justifiquen la decisión de romper la armonía de los bosques y el campo. Seguramente habrá otras que expliquen las placas, dos, enormemente visibles con el nombre de Peña Nieto, más una adicional, ya más tapadita de Montiel, que deforman un plantel universitario como el de Tejupilco, que además forma parte de la UAEM.
Es la confusión de la acción de gobierno con la promoción personal. Es la manipulación y el engaño, son las tentaciones y las ambiciones. Somos victimas de campañas mediáticas que confunden, hartan y convencen. No hay que olvidarlo. Se gobierna por voluntad ciudadana y con recursos aportados por todos los mexicanos. No esperar dadivas ni generosidades espontáneas. Es obligación y responsabilidad de los elegidos.
Que un baile para los jóvenes, que un homenaje a las mamás y a los maestros. Que la pintura, el cemento y la varilla. No son regalos. Son recursos aportados por la sociedad y que se convierten en botines particulares de los politiquillos, para el negocio inmediato y para la apuesta futura.
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