Una nota que nos debe indignar a todos los mexicanos. Tanto los mexicanos como los migrantes mexicanos que padecen su alejamiento en las tierras del Imperio.
La primera es la afrenta, “poco política” acepta Arnold Shwazenegeer, el Gobernador del Estado de California, el Terminator cinematográfico, quien exhorta a los mexicanos, “hispanos” dice, a dejar de ver la televisión en español, a hablar en ingles y a integrarse a la hermosísima cultura, le llaman, gringa. Esto es la comida plástica, el lujo grosero, las apariencias chabacanas, naive, chafas, de oropel y mal gusto. Al racismo, desprecio, condena, persecución diaria y la resignación para emplearse en los peores trabajos, siempre en las más malas condiciones. Todo ello en nuestras tierras, arrancadas y regaladas por malos mexicanos cuyos representantes políticos son los mismos que hoy en día desgobiernan y continúan el desmantelamiento nacional, de nuestro país, nuestro México, nuestra gente.
Los mismos que aplauden y promueven diariamente toda suerte de acciones en deterioro del bien común y la asociación con los amos extranjeros. Vestidos de glamour, de filantropía, del móchate interesado y la caridad con sombrero ajeno.
Por cierto, realice un paseo de fin de semana y me toco presenciar en la simpre majestuosa Teotihuacan, el paso apurado de un grupo de niñas, parecían por las faldas, que fueron noticia hace unas semanas por su impedimento para caminar. Andar militar, imagen asexuada, dirigidas por monjas con rasgos orientales, y cuidadas por personal de vigilancia. Un espectáculo horrible.
Son niñas miserables –hay también niños, más de 700- quienes habitan la denominada Ciudad de los Niños y quedan bajo resguardo de un instituto, donde aprenden lo necesario para servir. Que trabajan y cubren con sus labores en demasía, lo que se gasta en su educación y manutención. Un sistema de explotación disfrazado, bendecido por el clero católico e inaugurado y visitado con frecuencia por la deleznable Martha Sahagún. Mantenido por los deshechos de empresas como Bimbo, Pepsi y Sabritas, quienes se han enriquecido, devastando la nutrición y los bolsillos de los mexicanos. Niños apresados por el miedo y la ignorancia de los padres, que no atinan a elegir lo peor del horror. Es el modelo ideal de las oligarquías criollas. Es el santo remedio a las dificultades del carácter mestizo tan temido y tan contrario a las ambiciones coloniales imperiales. Es la castración definitiva de la semilla juarista, zapatista o cardenista.
Por cierto viaje por tierras que no visitaba hace 30 años. La sierra de Puebla, la zona de Poza Rica y conocí el puerto de Tuxpam que no me suena aún sin la “n” Encontré limpieza, gentileza, economía, espíritu de convivencia, frugalidad, cooperativismo. Recordé que esa zona fue cuna de la expropiación del petróleo de manos extranjeras y que en Tamiahua, la pesca se organiza por cooperativas, por lo que allí se consigue el mejor marisco nacional al mejor precio internacional.
Un México no turístico, ideal para visitar y hacer del turismo interior, del turismo social una empresa nacional mejor que el México del Turismo Internacional. Un turismo barato, ameno, interesante, útil, sabroso y no un turismo caro, superfluo, monótono y exclusivo. Una actividad que genere empleo, eduque a la gente, promueva actividades y arraigue utilidades. Y no el otro, el de los hoteles de lujo y casinos disfrazados quienes se llevan todo lo que ganan, explotando el trabajo nacional y desfalcando al erario.
Es la industria sin chimeneas, es la clase de turismo que hay que promover en el sur de México, en Tejupilco. Es el horizonte donde deben apuntar las miradas de los servidores públicos en funciones.
La primera es la afrenta, “poco política” acepta Arnold Shwazenegeer, el Gobernador del Estado de California, el Terminator cinematográfico, quien exhorta a los mexicanos, “hispanos” dice, a dejar de ver la televisión en español, a hablar en ingles y a integrarse a la hermosísima cultura, le llaman, gringa. Esto es la comida plástica, el lujo grosero, las apariencias chabacanas, naive, chafas, de oropel y mal gusto. Al racismo, desprecio, condena, persecución diaria y la resignación para emplearse en los peores trabajos, siempre en las más malas condiciones. Todo ello en nuestras tierras, arrancadas y regaladas por malos mexicanos cuyos representantes políticos son los mismos que hoy en día desgobiernan y continúan el desmantelamiento nacional, de nuestro país, nuestro México, nuestra gente.
Los mismos que aplauden y promueven diariamente toda suerte de acciones en deterioro del bien común y la asociación con los amos extranjeros. Vestidos de glamour, de filantropía, del móchate interesado y la caridad con sombrero ajeno.
Por cierto, realice un paseo de fin de semana y me toco presenciar en la simpre majestuosa Teotihuacan, el paso apurado de un grupo de niñas, parecían por las faldas, que fueron noticia hace unas semanas por su impedimento para caminar. Andar militar, imagen asexuada, dirigidas por monjas con rasgos orientales, y cuidadas por personal de vigilancia. Un espectáculo horrible.
Son niñas miserables –hay también niños, más de 700- quienes habitan la denominada Ciudad de los Niños y quedan bajo resguardo de un instituto, donde aprenden lo necesario para servir. Que trabajan y cubren con sus labores en demasía, lo que se gasta en su educación y manutención. Un sistema de explotación disfrazado, bendecido por el clero católico e inaugurado y visitado con frecuencia por la deleznable Martha Sahagún. Mantenido por los deshechos de empresas como Bimbo, Pepsi y Sabritas, quienes se han enriquecido, devastando la nutrición y los bolsillos de los mexicanos. Niños apresados por el miedo y la ignorancia de los padres, que no atinan a elegir lo peor del horror. Es el modelo ideal de las oligarquías criollas. Es el santo remedio a las dificultades del carácter mestizo tan temido y tan contrario a las ambiciones coloniales imperiales. Es la castración definitiva de la semilla juarista, zapatista o cardenista.
Por cierto viaje por tierras que no visitaba hace 30 años. La sierra de Puebla, la zona de Poza Rica y conocí el puerto de Tuxpam que no me suena aún sin la “n” Encontré limpieza, gentileza, economía, espíritu de convivencia, frugalidad, cooperativismo. Recordé que esa zona fue cuna de la expropiación del petróleo de manos extranjeras y que en Tamiahua, la pesca se organiza por cooperativas, por lo que allí se consigue el mejor marisco nacional al mejor precio internacional.
Un México no turístico, ideal para visitar y hacer del turismo interior, del turismo social una empresa nacional mejor que el México del Turismo Internacional. Un turismo barato, ameno, interesante, útil, sabroso y no un turismo caro, superfluo, monótono y exclusivo. Una actividad que genere empleo, eduque a la gente, promueva actividades y arraigue utilidades. Y no el otro, el de los hoteles de lujo y casinos disfrazados quienes se llevan todo lo que ganan, explotando el trabajo nacional y desfalcando al erario.
Es la industria sin chimeneas, es la clase de turismo que hay que promover en el sur de México, en Tejupilco. Es el horizonte donde deben apuntar las miradas de los servidores públicos en funciones.
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