La riqueza es un concepto compuesto. Es rico el que tiene los medios suficientes para vivir con libertad y comodidad, pero solo si reúne al mismo tiempo la salud del cuerpo y la presencia de la familia, la existencia de amistades y el cultivo del espíritu y no solo del conocimiento. Quien padece enfermedades o ve lejos a los familiares, o no tiene amigos y solo cuates, como los boxeadores, o peor es un lerdo mal educado, vulgar y zopenco, pues no es rico aunque desparrame groseramente billetes.
La idea de la riqueza avara y despilfarrada, lujos desmedidos, ostentación, contrastes es una costumbre básica de los tiempos modernos. Los pueblos republicanos no eran de ricos ni de pobres. Solo ciudadanos con una vida sencilla, frugal, discreta, esforzada, prudente, realmente feliz.
Y no las ofensas diarias recibidas por todos los mexicanos. Que si Carlos Slim y su juguetito celular, lo convierte en el segundo más millonario del mundo. Que si los amos financieros asociados al Imperio gringo se recrean en las revistas de sociedad. Que si autos de cientos de miles de pesos. Es provocador saber, en este desconcierto de justicia social, de los aumentos a las dietas de los diputados federales, que ya rondan en los 159 mil pesos o que la señora Sota,quien diseña y aconseja el ajuar y los modos a la primera impostora, Mar(t)arita Zavala, se embolsa la friolera de 139 mil pesos.
El Rico entonces es producto de la descomposición de los gobiernos republicanos. Es el espécimen auténticamente oligarca. El persecutor de los dineros y la ganancia y entre más desmedida mejor. Por eso no extraña todo este bestiario, que diario surge en la fauna comercial, traducido en símbolo moderno de éxito. Entre más extravagancia, mayor asombro de sus semejantes e iguales. Que el collar de oro y las Tejanas de múltiples X y los autos nitrogenados, al estilo Eliot Ness.
Pero los pobres son también producto de la corrupción republicana. Entre más pobres, más mercados y mano de obra regalada y por otro lado, más posibilidades de escándalo y de presion, en la bola demagógica y la corrupción democrática que significa.
Por ejemplo, la farsa ilusoria de la liberación de los negros en EUA como símbolo de libertad, escondió la realidad de la acción. Mano de obra y consumidores al por mayor. Igual se puede decir de la disminución en la edad ciudadana en México. A los 18 los jóvenes no tienen conciencia aún y menos política.
En esa misma línea hay que buscar los arrebatos eclesiásticos en pro de la natalidad sin medida o de la permanentemente promesa incumplida de autorizar al trabajo inmigrante en EUA. Legalizar el trabajo esclavo para pagar mejores sueldos, impuestos y aseguranzas y perder el chantaje y presión en contra de México, nunca va a pasar.
Y en ese doble rejuego de la vida política inferior en que vive México, hay que revisar una medida que apenas la semana pasada provocaba la euforia de tirios y troyanos. La llamada Ley Televisa fue descalificada en la suprema corte y se juzgaron inconstitucionales los artículos que aseguraban la permanente disposición del espacio aéreo a las ondas hertzianas, a dos familias: Azcárraga y Salinas Pliego. El primero, dueño de la señal desde tiempos del presidente Miguel Alemán, quien se lo concedió a si mismo a través de interpósitas personas, los mecánicos O’farril y su mismo hijo Miguelito Alemán Velasco. En tanto que TV Azteca fue adjudicada al mejor postor, Raúl Salinas Pliego, con el complemento de un préstamo millonario de parte de Raúl Salinas de Gortari, sin comprobantes ni garantías.
Lo perverso de la medida justiciera, como lo afirmaba el viernes en un Coloquio de la UNAM, el Doctor Patricio Marcos y publica el día de ayer el periódico La Jornada, es que la medida judicial se tomo en Los Pinos y estuvo ordenada por Felipe Calderón..
Ahora se sabe que desde la imposición de Calderón, las puertas de Televisa se cerraron para todos los ejecutivos de la empresa, en especial para Leopoldo Gomes, Jefe de Noticieros y habrá que esperar a cambio de que derribaron los magistrados, puercos de corrupción, tan discutida medida pública.
La idea de la riqueza avara y despilfarrada, lujos desmedidos, ostentación, contrastes es una costumbre básica de los tiempos modernos. Los pueblos republicanos no eran de ricos ni de pobres. Solo ciudadanos con una vida sencilla, frugal, discreta, esforzada, prudente, realmente feliz.
Y no las ofensas diarias recibidas por todos los mexicanos. Que si Carlos Slim y su juguetito celular, lo convierte en el segundo más millonario del mundo. Que si los amos financieros asociados al Imperio gringo se recrean en las revistas de sociedad. Que si autos de cientos de miles de pesos. Es provocador saber, en este desconcierto de justicia social, de los aumentos a las dietas de los diputados federales, que ya rondan en los 159 mil pesos o que la señora Sota,quien diseña y aconseja el ajuar y los modos a la primera impostora, Mar(t)arita Zavala, se embolsa la friolera de 139 mil pesos.
El Rico entonces es producto de la descomposición de los gobiernos republicanos. Es el espécimen auténticamente oligarca. El persecutor de los dineros y la ganancia y entre más desmedida mejor. Por eso no extraña todo este bestiario, que diario surge en la fauna comercial, traducido en símbolo moderno de éxito. Entre más extravagancia, mayor asombro de sus semejantes e iguales. Que el collar de oro y las Tejanas de múltiples X y los autos nitrogenados, al estilo Eliot Ness.
Pero los pobres son también producto de la corrupción republicana. Entre más pobres, más mercados y mano de obra regalada y por otro lado, más posibilidades de escándalo y de presion, en la bola demagógica y la corrupción democrática que significa.
Por ejemplo, la farsa ilusoria de la liberación de los negros en EUA como símbolo de libertad, escondió la realidad de la acción. Mano de obra y consumidores al por mayor. Igual se puede decir de la disminución en la edad ciudadana en México. A los 18 los jóvenes no tienen conciencia aún y menos política.
En esa misma línea hay que buscar los arrebatos eclesiásticos en pro de la natalidad sin medida o de la permanentemente promesa incumplida de autorizar al trabajo inmigrante en EUA. Legalizar el trabajo esclavo para pagar mejores sueldos, impuestos y aseguranzas y perder el chantaje y presión en contra de México, nunca va a pasar.
Y en ese doble rejuego de la vida política inferior en que vive México, hay que revisar una medida que apenas la semana pasada provocaba la euforia de tirios y troyanos. La llamada Ley Televisa fue descalificada en la suprema corte y se juzgaron inconstitucionales los artículos que aseguraban la permanente disposición del espacio aéreo a las ondas hertzianas, a dos familias: Azcárraga y Salinas Pliego. El primero, dueño de la señal desde tiempos del presidente Miguel Alemán, quien se lo concedió a si mismo a través de interpósitas personas, los mecánicos O’farril y su mismo hijo Miguelito Alemán Velasco. En tanto que TV Azteca fue adjudicada al mejor postor, Raúl Salinas Pliego, con el complemento de un préstamo millonario de parte de Raúl Salinas de Gortari, sin comprobantes ni garantías.
Lo perverso de la medida justiciera, como lo afirmaba el viernes en un Coloquio de la UNAM, el Doctor Patricio Marcos y publica el día de ayer el periódico La Jornada, es que la medida judicial se tomo en Los Pinos y estuvo ordenada por Felipe Calderón..
Ahora se sabe que desde la imposición de Calderón, las puertas de Televisa se cerraron para todos los ejecutivos de la empresa, en especial para Leopoldo Gomes, Jefe de Noticieros y habrá que esperar a cambio de que derribaron los magistrados, puercos de corrupción, tan discutida medida pública.
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