Se cumplen 10 años de la muerte de Octavio Paz y es un buen momento, para revisar la contribución de este mexicano, a la vida cultural, intelectual, académica, política, diplomática, la literatura y el periodismo. Un verdadero hombre de letras. El Premio Nobel de Literatura es todo un representante y protagonista de nuestro tiempo.
El legado cultural de Paz, es tan importante, como su militancia y expresiones políticas. Los dos casos más conocidos, ejemplares: la renuncia a la embajada de la India, en Nueva Delhi, al conocer la brutal represión en contra de los estudiantes reunidos el 2 de octubre de 1968 en la plaza de las Tres Culturas; y, la salida del Periódico Excélsior junto a un nutrido grupo de intelectuales y periodistas, en solidaridad con Julio Sherer, quien acababa de ser despojado de la dirección del diario, por el gobierno de Luis Echeverría Álvarez.
Paz el hombre congruente con su pensamiento. Octavio Paz, hijo de Octavio Paz, su padre, escribano y abogado del mismo Emiliano Zapata, una de cuyas hijas por cierto, esta semana acaba de condecorar a Hugo Chávez de Venezuela. Medalla tan oportuna, tanto, como la declaratoria de Cuauhtémoc Cárdenas respecto a la patraña esa, el albazo calderoniano en San Lázaro, que los vivales de la extrema derecha, querían consumar igual a la usurpación de su presidente. El hijo del Tata dejo bien claro que "la iniciativa en materia energética es entreguista, llena de subterfugios y postulados que atropellan a la Constitución”. Cuauhtémoc enfatizó que “Dejar pasar esta reforma sería hacerse cómplice de un atraco… una grave pérdida en el presente y en el futuro de la nación” Nada más y nada menos. Testimonio de esa congruencia personal, política e intelectual, que hombres de Estado, como Cárdenas o Paz, heredan a las nuevas generaciones.
Más la biografía de Octavio Paz indica que fue criado por su madre, Josefina Lozano, mujer profundamente religiosa y su abuelo paterno, Irineo Paz, soldado retirado de las filas de Porfirio Díaz. La greca genealógica del Nobel, sin duda rica, llena de matices y contrastes.
Si en Piedra de Toque, Salamandra o Libertad Bajo Palabra, se reúnen las expresiones más acabadas del poeta, confieso que yo, que no alcanzo a descifrar la innata sabiduría de los genios, entiendo y me he formado en el campo de los ensayos trascendentales del maestro. Pues “El Laberinto de la Soledad” es lectura obligada desde la juventud, tanto como el “Ogro Filantrópico” necesidad para entender los actos de un mal gobierno; “Las Trampas de la Fe” una entrada a las tinieblas del despotismo oscuro de la religión, y la “Llama Doble” el palimpsesto, donde escribir lo que no se ve, ni se tienta. Pura imaginación compartida.
Antes de recibir el Premio Nobel de Literatura en 1990, que lo eleva a las alturas de Pablo Neruda, Miguel Ángel Asturias, Gabriela Mistral y el Gabo Garcia Marquez, el Nobel mexicano, era fundador del periodismo cultural con la Revista Plural, del Periódico Excélsior y fundador, más tarde, de la Revista VUELTA, simultáneamente a la fundación de la Revista PROCESO.
Rotas las lanzas, con la tiranía staliniana y la praxis dictatorial del comunismo ortodoxo, el de la igualdad entre desiguales, Octavio Paz, el político, demostró ser ante todo un fajador, un peleonero y rijoso admirable. Hizo de la esgrima intelectual y del poder de la palabra, las armas necesarias y suficientes para entender y transformar el mundo en el que vivió.
Siempre en el descubrimiento, Paz abrió surcos electrónicos, dejo enseñanzas, a tantos que nos ufanamos de considerarnos discípulos anónimos, no el séquito que medró con la imagen del maestro, en el noticiero 24 horas, de espacios editoriales, donde la opinión y el análisis de las noticias nacionales e internacionales, como ejercicio de la palabra, se traducía en una cosa, muy menor en la grandeza de su obra, la de Paz, Octavio, el poeta, el político: hacer reflexionar a la gente, en el sentido claro de mirarse en un espejo y ver la realidad real, y no fingida, moldeada, inventada.
El legado cultural de Paz, es tan importante, como su militancia y expresiones políticas. Los dos casos más conocidos, ejemplares: la renuncia a la embajada de la India, en Nueva Delhi, al conocer la brutal represión en contra de los estudiantes reunidos el 2 de octubre de 1968 en la plaza de las Tres Culturas; y, la salida del Periódico Excélsior junto a un nutrido grupo de intelectuales y periodistas, en solidaridad con Julio Sherer, quien acababa de ser despojado de la dirección del diario, por el gobierno de Luis Echeverría Álvarez.
Paz el hombre congruente con su pensamiento. Octavio Paz, hijo de Octavio Paz, su padre, escribano y abogado del mismo Emiliano Zapata, una de cuyas hijas por cierto, esta semana acaba de condecorar a Hugo Chávez de Venezuela. Medalla tan oportuna, tanto, como la declaratoria de Cuauhtémoc Cárdenas respecto a la patraña esa, el albazo calderoniano en San Lázaro, que los vivales de la extrema derecha, querían consumar igual a la usurpación de su presidente. El hijo del Tata dejo bien claro que "la iniciativa en materia energética es entreguista, llena de subterfugios y postulados que atropellan a la Constitución”. Cuauhtémoc enfatizó que “Dejar pasar esta reforma sería hacerse cómplice de un atraco… una grave pérdida en el presente y en el futuro de la nación” Nada más y nada menos. Testimonio de esa congruencia personal, política e intelectual, que hombres de Estado, como Cárdenas o Paz, heredan a las nuevas generaciones.
Más la biografía de Octavio Paz indica que fue criado por su madre, Josefina Lozano, mujer profundamente religiosa y su abuelo paterno, Irineo Paz, soldado retirado de las filas de Porfirio Díaz. La greca genealógica del Nobel, sin duda rica, llena de matices y contrastes.
Si en Piedra de Toque, Salamandra o Libertad Bajo Palabra, se reúnen las expresiones más acabadas del poeta, confieso que yo, que no alcanzo a descifrar la innata sabiduría de los genios, entiendo y me he formado en el campo de los ensayos trascendentales del maestro. Pues “El Laberinto de la Soledad” es lectura obligada desde la juventud, tanto como el “Ogro Filantrópico” necesidad para entender los actos de un mal gobierno; “Las Trampas de la Fe” una entrada a las tinieblas del despotismo oscuro de la religión, y la “Llama Doble” el palimpsesto, donde escribir lo que no se ve, ni se tienta. Pura imaginación compartida.
Antes de recibir el Premio Nobel de Literatura en 1990, que lo eleva a las alturas de Pablo Neruda, Miguel Ángel Asturias, Gabriela Mistral y el Gabo Garcia Marquez, el Nobel mexicano, era fundador del periodismo cultural con la Revista Plural, del Periódico Excélsior y fundador, más tarde, de la Revista VUELTA, simultáneamente a la fundación de la Revista PROCESO.
Rotas las lanzas, con la tiranía staliniana y la praxis dictatorial del comunismo ortodoxo, el de la igualdad entre desiguales, Octavio Paz, el político, demostró ser ante todo un fajador, un peleonero y rijoso admirable. Hizo de la esgrima intelectual y del poder de la palabra, las armas necesarias y suficientes para entender y transformar el mundo en el que vivió.
Siempre en el descubrimiento, Paz abrió surcos electrónicos, dejo enseñanzas, a tantos que nos ufanamos de considerarnos discípulos anónimos, no el séquito que medró con la imagen del maestro, en el noticiero 24 horas, de espacios editoriales, donde la opinión y el análisis de las noticias nacionales e internacionales, como ejercicio de la palabra, se traducía en una cosa, muy menor en la grandeza de su obra, la de Paz, Octavio, el poeta, el político: hacer reflexionar a la gente, en el sentido claro de mirarse en un espejo y ver la realidad real, y no fingida, moldeada, inventada.
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