Lo que no puedas decir con palabras, escríbelo
Frase de Luis González de Alba, tan alejada de sus escritos diarios, pasiones insanas y vicios propios de su condición. Más me he quedado sin palabras y mi voz no alcanza a expresar todo lo que veo y siento. Son insuficientes mis sentidos y se agotan los pensamientos y se acaba la fe y esperanza. Muy a pesar de todo, recurro al catártico consejo de la escritura, testimonio imborrable, constancia de mí ser y esencia. Soy yo y mi presencia.
Brotan por doquier los rastros de lo peor de la condición humana. Mayores y menores, juntos reflejan la mala educación y peor sociedad. Muerte, hambre, sangre, robo, engaño. Decía Aristóteles que los objetos naturales de aversión eran tres: el robo, el incesto y el parricidio. La codicia de lo ajeno, las infidelidades imaginarias y el asesinato de la vida. El pan nuestro de cada día.
Si Casanova, cuentan, conquistó miles de mujeres, lo que no se sabe, ni se dice, es que nunca se detuvo hasta encontrar al ser amado, a quien no podría alcanzar: su madre. Impera el mundo de lo imaginario sobre las pretensiones de lo real, en tanto que la realidad es una pálida sombra, que no es, ni siquiera lo que miran nuestros ojos. Ya lo postulaba Platón, el maestro del primero, en aquella cueva de sombras, en donde las figuras proyectadas al interior, eran la representación idéntica del acceso a la realidad, a través de imágenes.
Ni que decir del momento de la palabra, la única que convierte al ser vivo, en humanidad. Ni antes ni después. Inútil detenerse en las obsesiones de quienes con sevicia y malignidad, untados con el boato de la defensoría de oficio de las vidas, que se apropian antes del bautizo mismo. No existen tal, entre nadie, hasta que llega el acceso mágico de la palabra.
Parafraseando a Calixto, asombra que acometa pánico la vista de unos oseznos en Monterrey, cansados y sedientos. Peor que condenen a un obrero que sacrifica una bestia, por defender a unos niños. Gente maltratada, resentida, atemorizada. México es el país de los “osos”. Basta ver a la selección de futbol, el fabiruchazo a Creel o las declaraciones y aclaraciones del Lic. Felipe Calderón que en España lo torean, placean y aplauden, por su trapío, bravía y obstinación en entregar todo México al negocio.
La España de charanga y pandereta, nuestra madre patria. Tierra de olores y de sabores, de platillos y sonidos. Meca del gusto y honor. Nada se compara con detenerse frente a la Puerta de Alcalá o entrar a las Ventas y recordar al Manolete a Paquirri, al ver a José Tomás, que engrandecen la fiesta que lleva huella y marca mexicana. Porque el Juli, sin gaoneras no sería el torero que es, ni los astados de Miura habrían hecho tanta historia como con Armilla, Arruza o Eloy.
País admirable, como ave fénix renacida de los tormentos dictatoriales de Francisco Franco, enhiesta y fragante. España convive su historia multifacética y policultural, con la modernidad y respeto. Para muestra el ministerio de equidad de género, en el gobierno de Zapatero y el encargo a una mujer encinta, la fuerza de las armas.
Pero España ha dejado atrás la imagen de baturros y los cuentos de gallegos son un guiño. El comercio voraz y depredador son su divisa y los encantamientos al inquilino de los Pinos, parte del negocio, a cuenta de viáticos y gastos de representación.
Y ya dicen que Barak Obama, es el único capaz de sacar a los Estados Unidos de ocho años de incompetencia. Los que lleva México con esta punta de soquetes, realmente incompetentes. ¿Quién será nuestro Obama? ¿Quién pondrá fin al gobierno de inútiles, diría Paquita la del Barrio?
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