Miren a ésta.
La consideran hermosísima.
Para nosotros es horrible.
Sus piernas no se curvan ni erizan de vello.
Su vientre no es inmenso ni esta abombado.
La consideran hermosísima.
Para nosotros es horrible.
Sus piernas no se curvan ni erizan de vello.
Su vientre no es inmenso ni esta abombado.
JOSÉ EMILIO PACHECO
Recientemente publicó el diario “El Universal” un artículo que trata del cuadro agudo de desánimo que priva en la sociedad mexicana. Los mexicanos están tristes. No creen en la política ni en los políticos y mucho menos en el modelo económico. La desesperanza se escucha en el transporte público, en las pláticas de café y puede leerse en los chats; especialistas consultados, aseguran que nuestro país agoniza y que sus ciudadanos padecen un cuadro agudo de desencanto, de enojo, de apatía, de desconfianza y de desesperanza.
Las consecuencias sociales de esos errores políticos son visibles en las estadísticas. La tasa de suicidios aumenta gradualmente desde 1990. En ese año, la tasa de personas que se quitaron la vida fue de 1.6 por cada cien mil individuos. En 2006, último año con el que se cuenta registro, la tasa fue de 3.2. Según el Instituto Mexicano de la Juventud y el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, hace 30 años, quienes más se suicidaban eran adultos mayores, ahora la situación se revirtió. El 28.6% de los intentos se concentra en la población de entre 15 y 19 años y 16.6% de los suicidios consumados son de jóvenes de entre 20 y 24 años.
El consumo de drogas también aumentó. La Secretaría de Salud reporta que en los últimos nueve años la drogadicción aumentó 50%. En 2002 había 158 mil personas adictas en el país y ahora son 307 mil. No se menciona el número de alcohólicos y sus efectos sociales, pero evidentemente es otro gravísimo problema nacional.
Otro dato que habla de la violencia detonada por el incipiente nivel de vida, entre otros factores, es la delincuencia, la cual, año tras año, según la Secretaría de Seguridad Pública federal, se incrementa involucra a cada vez más jóvenes y mujeres. No se incluye en este dato el aumento de la violencia brutal y desmedida provocada por la guerra contra el narcotráfico, sin duda la noticia diaria más espeluznante y deprimente.
¿Por qué hemos llegado y qué ocasionó esta situación? ¿Qué hacer para cambiar? No hay respuestas fáciles. Particularmente al observar el desvarío que prevalece en todos los ámbitos a donde uno voltea. Ambiciones desatadas, vicios privados que ahora son públicos y ni sonrojan ni avergüenzan. Virtudes públicas tergiversadas, a fe mentida.
La cultura y el deporte, la ciencia y la paciencia, la sabiduría y la experiencia, el respeto y el agradecimiento pueden ser las vías para salir del profundo abismo en que se encuentra México, mas no basta. Existe toda una estrategia política para impedir salir adelante a nuestro país, que se sustenta en dos columnas:
1. La mentira y todo lo que de ella deriva: manipulación, engaño, simulación, chantaje, calumnia. Particularmente el miedo, la esencia de la dependencia y principio de la esclavitud, no necesariamente corporal.
2. La imposición de un retroceso en todos los ordenes nacionales. Como si el reloj de la historia pudiera volver a principios del siglo XX, cuando Porfirio Diaz cristalizo el máximo anhelo de todo liberalismo: hacer de la vida pública un negocio, a pesar de que para ello se requiriese subastar a México y sus riquezas sociales y naturales a la concurrencia de oligarquías extranjeras.
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