La muerte de Carlos Hank González no puede dejar de ser tema obligado de reflexión del periodismo mexicano. Y es que este personaje de la política nacional se convirtió en un icono, un ejemplo, en un punto de referencia, un símbolo del político exitoso.
Comparado con las muertes de Don Jesús Reyes Heroles y la de Don Fernando Gutiérrez Barrios, cuyas ausencias significaron el ocaso de la tradición monárquica republican en nuestro país. La sabiduría y virtud del primero, junto con el valor, lealtad y gallardía de Don Fernando, el fallecimiento dl profesor Hank representa la partida de uno de los mejores exponentes de la oligarquía gobernante. Pero de un gobernante que se enriqueció en el camino, de suaves maneras con mucha mano izquierda, atento a las solicitudes de sus gobernados. Gran amigo, abundan los testimonios que hablan de su don de gente, su generosidad o simpatía.
Inscrito en el estilo de los ricos asentados sureños de los Estados Unidos de América la obra del profesor Hank González procuro por el bienestar de sus gobernados, pero sobre todo de sus amistades. Un Vito Corleone, la prensa norteamericana lo soñaba como el Padrino Mexicano.
Yo creo que hay que considerar al profesor Carlos Hank como un político de transición, entre el México revolucionario y el México globalizado, entre el Estado Nacional de esencia monárquica y forma republicana, tal y como lo pensaron los constituyentes de 1917 y el México de hoy, de esencia oligárquica y forma democrática, tal y como lo imponen los designios de las potencias imperiales.
Político que entendió y atendió a los tiempos por venir, que cuentan que dio solución primaria a los problemas pecuniarios que la actividad política exige. El poderoso caballeo es don dinero fue traducido al lenguaje coloquial nacional como un político pobre es un pobre político.
Infectado por la ambición y la acumulación de riquezas, Carlos Hank González no se contuvo para poner en marcha las sobras que destruyeron completamente la Ciudad de México como regente, su proyecto de gobierno atendiendo exclusivamente los intereses de la industria automotriz, obviamente trasnacional, de la cual ya formaba parte. El trazo de los ejes viales y su lucha despiadada en contra del denominado por él y sus corifeos pulpo camionero arruino el sistema de trasporte público, dejando un vacio en su lugar, convirtiendo al gremio de pequeños empresarios en burócratas, adscritos a esa moustrocidad llamada ruta 100 . Acabo con camellones y jardines, con glorietas y privadas, pero sobre todo impuso un proyecto para hacer del automóvil particular el medio de transporte prácticamente obligado, ante falta de un sistema de transporte masivo, organizado, publico, como existió antes de su llegada a la jefatura del D.F. Sin embargo, juzgar políticamente al Profesor Hank González, necesariamente lleva a considerar una pregunta de inicio: que es peor ¿la corrupción del hombre o la del poder? ¿Qué es más dañino para la vida de la sociedad, que uno o varios individuos medren con el poder para su propio beneficio, abusado de los intereses sociales, o que esos hombres corrompan principios, costumbres, tradiciones y prácticas sociales y políticas por las que, bien que mal, una sociedad sobrevive, degenerando sus intereses al ordenarlas a fines personalistas o de otras potencias?
¿Qué es más grave, el favorecer negocios particulares por decisiones administrativas al estilo Hank González o el servir nuestro petróleo en bandeja de plata al Tío Sam como lo hizo Jorge Díaz Serrano, o designar a un criminal buscando por la interpol, al frente de la policía del DF, o nombrar a una querida en la Secretaria de Turismo, o a un hijo en la Secretaria de Programación y Presupuesto, tal y como aconteció en la administración de José López Portillo? Y como juzgar los rescates bancarios y carreteros, y las modificaciones al 27 constitucional que convierten al ejido en un bien comercial y la misma reforma al artículo 82, que en su tiempo no se atrevió López Portillo ya que hubiera permitido competir por la presidencia al mismo Hank González y a Reyes Heroles, ambos hijos de extranjeros, pero que si se modifico por Salinas de Gortari, para beneplácito de Vicente Fox y desgracia de Méxio.
Comparado con las muertes de Don Jesús Reyes Heroles y la de Don Fernando Gutiérrez Barrios, cuyas ausencias significaron el ocaso de la tradición monárquica republican en nuestro país. La sabiduría y virtud del primero, junto con el valor, lealtad y gallardía de Don Fernando, el fallecimiento dl profesor Hank representa la partida de uno de los mejores exponentes de la oligarquía gobernante. Pero de un gobernante que se enriqueció en el camino, de suaves maneras con mucha mano izquierda, atento a las solicitudes de sus gobernados. Gran amigo, abundan los testimonios que hablan de su don de gente, su generosidad o simpatía.
Inscrito en el estilo de los ricos asentados sureños de los Estados Unidos de América la obra del profesor Hank González procuro por el bienestar de sus gobernados, pero sobre todo de sus amistades. Un Vito Corleone, la prensa norteamericana lo soñaba como el Padrino Mexicano.
Yo creo que hay que considerar al profesor Carlos Hank como un político de transición, entre el México revolucionario y el México globalizado, entre el Estado Nacional de esencia monárquica y forma republicana, tal y como lo pensaron los constituyentes de 1917 y el México de hoy, de esencia oligárquica y forma democrática, tal y como lo imponen los designios de las potencias imperiales.
Político que entendió y atendió a los tiempos por venir, que cuentan que dio solución primaria a los problemas pecuniarios que la actividad política exige. El poderoso caballeo es don dinero fue traducido al lenguaje coloquial nacional como un político pobre es un pobre político.
Infectado por la ambición y la acumulación de riquezas, Carlos Hank González no se contuvo para poner en marcha las sobras que destruyeron completamente la Ciudad de México como regente, su proyecto de gobierno atendiendo exclusivamente los intereses de la industria automotriz, obviamente trasnacional, de la cual ya formaba parte. El trazo de los ejes viales y su lucha despiadada en contra del denominado por él y sus corifeos pulpo camionero arruino el sistema de trasporte público, dejando un vacio en su lugar, convirtiendo al gremio de pequeños empresarios en burócratas, adscritos a esa moustrocidad llamada ruta 100 . Acabo con camellones y jardines, con glorietas y privadas, pero sobre todo impuso un proyecto para hacer del automóvil particular el medio de transporte prácticamente obligado, ante falta de un sistema de transporte masivo, organizado, publico, como existió antes de su llegada a la jefatura del D.F. Sin embargo, juzgar políticamente al Profesor Hank González, necesariamente lleva a considerar una pregunta de inicio: que es peor ¿la corrupción del hombre o la del poder? ¿Qué es más dañino para la vida de la sociedad, que uno o varios individuos medren con el poder para su propio beneficio, abusado de los intereses sociales, o que esos hombres corrompan principios, costumbres, tradiciones y prácticas sociales y políticas por las que, bien que mal, una sociedad sobrevive, degenerando sus intereses al ordenarlas a fines personalistas o de otras potencias?
¿Qué es más grave, el favorecer negocios particulares por decisiones administrativas al estilo Hank González o el servir nuestro petróleo en bandeja de plata al Tío Sam como lo hizo Jorge Díaz Serrano, o designar a un criminal buscando por la interpol, al frente de la policía del DF, o nombrar a una querida en la Secretaria de Turismo, o a un hijo en la Secretaria de Programación y Presupuesto, tal y como aconteció en la administración de José López Portillo? Y como juzgar los rescates bancarios y carreteros, y las modificaciones al 27 constitucional que convierten al ejido en un bien comercial y la misma reforma al artículo 82, que en su tiempo no se atrevió López Portillo ya que hubiera permitido competir por la presidencia al mismo Hank González y a Reyes Heroles, ambos hijos de extranjeros, pero que si se modifico por Salinas de Gortari, para beneplácito de Vicente Fox y desgracia de Méxio.
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