Este año la Feria de Tejupilco cambio la fecha tradicional de celebración y muchas cosas se movieron y como todo aquello que se hace por obra del interés personal, fue para mal. Un ejemplo es el cambio en las leyes relativas al matrimonio, que en el Estado de México fueron alteradas durante el periodo de Arturo Montiel, recortando el tradicional año que la experiencia, la prudencia –el mayordomo de la razón- y el sentido común –que no siempre es el mas común de los sentidos- obligaba, antes de poder casarse de nuevo. Las modificaciones decretadas desde el Ejecutivo Estatal, para poder casarse inmediatamente que se otorga el divorcio, abrieron la puerta para que el entonces Gobernador pudiera contraer nupcias con Maude Versini, una francesa que conquisto las pasiones retardías de Montiel y lo forzó a llevar a efecto estos cambios graves por todo lo que implican socialmente. Se abandono el tiempo de reflexión y de obligada observación de la condición de la mujer, para que no fuera a estar embarazada del todavía ex esposo. Se olvido la conseja de los viejos que recomienda, que en trances de amor había que dejar pasar por lo menos tres lunas, antes de tomar una decisión
Algo así me parece que paso con el cambio de día de inicio, de la Fiesta en Tejupilco. En vez de comenzar el viernes de Carnaval, de la carnestolendas, de acuerdo con los ciclos naturales de la agricultura y del calendario climático, social e incluso político, la espera, en cambio, para hacer coincidir la Feria con la inauguración del recinto para palenques y toros, ha provocado un desajuste muy grave en las actividades económicas y comerciales de la región.
¿Cuántos paisanos regresaron a sus residencias sin disfrutar la típica Feria que debió comenzar el 4 de marzo? ¿Cuántos otros cancelaron su visita anual? Sin duda que el interés municipal por inaugurar las faraónicas instalaciones no son tomadas en cuenta en los lugares apartados donde el empleo, las vacaciones escolares y las vidas cotidianas pueden cambiarse de un día para otro. Consecuentemente el comercio en Tejupilco ha resentido muy gravemente esta decisión fallida.
Hace un año la Feria inicio el día indicado y el Teatro del Pueblo se inauguro con la presentación de tres grupos de Danza que fueron invitados por nosotros, el grupo de La WeB o N@D@ y la Academia que dirige una de mis Hijas, la Teacher Claudia. La oferta, sin embargo era que las escuelas de baile que nos visitaban, abrirían el desfile, no obstante ser personas que viajaban el mismo día desde la Ciudad de México, al calor, por primera vez a Tejupilco y de manera gratuita. Nada fue como se planeo y en apenas un pequeño camioncito, ataviadas con su indumentaria de gala, el desfile fue una tortura y me hice la promesa de no volver a participar nunca mas en este evento que, además desde siempre me ha parecido anacrónico, desdibujado, hoguera de vanidades, sin orden, sin estilo y ninguna política cultural o algo que le de sentido o cuerpo y forma.
Este año, el desfile fue peor. Parece que se ha vuelto indispensable participar en este acto, que lo mismo combina escuelas, muchas chicas mostrando su belleza física, autos europeos negros que contrastan con la pobreza que se vive en Tejupilco. Escuelas transportadas en camiones de oropel y con más fuerza que nunca los negocios que están de moda, en el peor sentido de lo que esto significa, las casas de empeño. Un desfile sin pies ni cabeza, por ahora el desfile en Tejupilco cumple un ritual de índole comercial, de mímica e imitación. Creo que hay mucho por hacer políticamente hablando, para que este desfile se aproveche en el acto de la creación, para la convivencia, en búsqueda de forjar amistades, de crear vínculos y no para competir, para presumir y para mostrar groseramente contrastes incluso, para promover la cultura del empeño ante la bancarrota.
Quiero declarar que este asunto del Desfile, me remonta al peor de mis escenarios al momento de comenzar a integrarme a la vida social en Temascaltepec, a donde llegue hace 20 años. Porque desde entonces cada vez que ha habido días de asueto, fechas feriadas, sin clases, en vez del paseo en familia, esos días eran de obligada participación en el desfile. Me tomo mucho tiempo entender la presión de mis hijas para que las dejara desfilar. A cambio había salidas a México o aunque sea a Toluca. ¿Cómo comparar el desfile del 16 de septiembre en Temas con el que recorre las principales avenidas del DF?
Siempre iguales, el Ayuntamiento encabezando con Bandera y burocracia marchante, las bandas escolares con la trompeta y los tambores. Caras conocidas, las mismas expresiones. Ahora veo que aquellos desfiles eran parte de la política educativa de contención. Y de 1991 con Elba Esther al comando, al día de hoy, es deliberadamente el santo camino para manipular, someter y enajenar la conciencia y voluntades de los estudiantes. No percibí, entonces, tratando de socializar en mi nuevo vecindario que la manera como se impone este destino a los niños y jóvenes es a través de la amenaza velada, la advertencia directa (no diga nada, no opine, no volvemos a venir) son las calificaciones, los puntos de la escala, la sentencia contundente (“no uses falda corta, la graduación es con vestido gris y no puede ser de otro color”) Es el himno mexiquense con eso de su “prepotente existencia moral” -que espero alguien entienda lo que quiso decir Heriberto Henríquez-, es el culto a una porción del universo, un sesgo ideológico, es la desarticulación del ser con el espacio, con México que es el todo, la nación. Es una educación basada en la cosmovisión regional, aldeana y estrecha.
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