Todos lo sabíamos, lo
esperábamos, incluso lo temíamos: el regreso del PRI al Gobierno de la
República vendría acompañado de una persecución en contra de todas las voces
independientes o contrarias.
Los medios para hacerlo, los de
siempre: compra de plumas, cooptación favoritaria (hacer favores y diseñar
favoritos), amenazas veladas, abiertas, chantaje, extorsión, asesinato y
muerte. Pero son dos los métodos más empleados para callar al periodismo de
opinión libre y socialmente responsable, por una parte, es el desprecio y la ignorancia
deliberada de las voces discordantes con el mundo fantástico que le interesa al
PRI y en general al sistema de partidos de Estado (PAN, PRD, PVEM y PANAL); por
la otra son los “convenios” suscritos entre los medios de comunicación y los
Gobiernos, tanto en el ámbito federal, como estatal y municipal.
Si en Veracruz o Tamaulipas, el
modo empleado que predomina es la violencia en contra de los periodistas, en el
estado de México, el estilo Rafael Vilchis Gil y Arévalo (Sol de Toluca),
heredero ingrato de prosapia de Carlos Denigri “la leyenda negra”, es la “ley”
que se imita y se consigue con facilidad. Es la costumbre, de suscribir un
acuerdo por el cual periódicos, radio y televisión reciben determinadas
cantidades de dinero por hablar bien de la parte contratante y de no hablar
nunca mal del patrón-gobierno. Incluso, hay todo tipo de extensiones en estos
convenios para hacer periodismo tendencioso, frívolo, con dedicatoria, en
contra de los que el gobierno en turno considera “enemigos” del sistema.
Por supuesto que son “convenios”
recelosos y “legales”. La trampa está construida para que caigan en ella de
manera mansa, los trabajadores interesados en la comunicación social. Son
migajas para los novatos o reporteros de base, pero la dispensa es una pirámide
invertida que da y ofrece mejores recompensas a los expertos, en lo que vulgarmente
o en el lenguaje de la calle se le llama “cochupo” “embute” “chayote”. Carlos
Gonzales en Televisión Mexiquense es obviamente de los peces gordos, pero en
cada municipio mexiquense, compiten entre sí los panfletos y libelos cargados
de la retórica más abyecta, zalamera e infausta, de fotos e imágenes cuidando
los perfiles y ángulos del sátrapa en turno.
La formula está probada y estriba
en que entre más páginas dedicadas a exaltar las “obras, los discursos y las
acciones” de los Presidentes Municipales y menos espacios dedicados a difundir
las carencias, reclamos o noticias de interés general que afecten el “mundo
feliz” con el que intentan convencer a la población -como el autobús que
incendiaron del grupo musical de la Dinastía de Tuzantla- mejor es la paga.
Desgraciadamente, para la
política y la cultura nacional, un suceso que no era esperado, aunque resultara
natural, ha sido el fallecimiento en un año calendario -los tiempos no son
casuales ni coincidentes, sino que resultan de las mismas condiciones
psicosociales y políticas- de los más grandes exponentes del periodismo
nacional e internacional en el último siglo: José Emilio Pacheco, Gabriel
Garcia Márquez, Vicente Leñero y Julio Scherer. En doce meses han muerto cuatro figuras excepcionales de la prensa libre e independiente. Periodistas y Escritores
fundamentales para entender y explicar a México.
La partida nada casual, podría decirse
simultánea de cuatro amigos, fundadores de obras del pensamiento humano que
trascienden su muerte, ha provocado un vacio que en las circunstancias actuales
resulta muy difícil de ocupar por otros. Frente a la enorme masa de aduladores
oficiales, de mentirosos contumaces empeñados en disfrazar la realidad con
falsas noticias y halagos sin fundamento, del otro lado, los periodistas en
quien recae el trabajo de Los Periodistas que ya no están con nosotros, es exigua
y quizás muy especializada. No obstante hay que señalar que entre los diez
comunicadores (prensa-radio-televisión) que abanderan las enseñanzas de los
Maestros ausentes, especialmente del recién partido, Julio Scherer, figuran al
menos dos mujeres, adalides en esto del periodismo: Carmen Aristegui,
sobresaliente, y Denise Dresser, se unen a plumas como la de Julio Hernández, Carmen
Lira y no quiero mencionar más, por dejar fuera a unos o incluir a otros, que
no deben estar…
Mas existe otro grave problema en
el estado de México, de naturaleza menor
pero de importancia mayúscula, para entender el pantano en que se encuentra el
periodismo y la comunicación social. Reina un espíritu de grandilocuencia
consentido. Impera una medianía que convierte a los “(periodistas) tuertos en
reyes en tierra de (lectores) ciegos”; que construyen estancos, carteles y monopolios
de la mediocridad, repelentes a cualquier vientecillo de cambio. En territorio
mexiquense los “periodistas” son los “chingones entre los chingones”. Saben
dirigir, escribir, editar, fotografiar, opinar, revisar, reportear, entrevistar,
comprar, vender, “chimuelos masca tuercas, tullidos alambristas”… hasta que la
realidad los retrata como incultos, iletrados, torpes, serviles, incapaces de pensar
un proyecto periodístico libre, como podría ser el caso empresarial del diario
Reforma, y menos nunca, un semanal como la revista Proceso.
Un caso reciente y que comprueba la arrogancia en que se abrazan los exponentes del mal periodismo a que me refiero, es que el numero 1993 dedicado íntegramente
a recordar la obra del Periodista Julio Scherer ha sido despreciada en los
anaqueles de los expendios de revistas, por estos que se creen dueños de la verdad absoluta
(en su tierra claro… en su rancho…) Soberbia combinada con miedo, pero que se aplauden
y en la que confían los exponentes de esta versión corrupta de un género de
prensa que bien podría definirse como inmarcesible en la región. Un anécdota
que me acaba de suceder es que tras el despido de uno de estos fantoches de la
comunicación por televisión local, me visitó y tras llamarme “Memo” (siempre he
dicho que solo mi Madre me llamaba así y ella ya se murió) que son las formas
que usan para igualarse –no obstante los vicios y corrupción en sus vidas
propias o en el uso del lenguaje- y darme unas palmadas (otro de los rasgos
fastidiantes del protocolo mexiquense) me pidió “que le ayudara”… que quería escribir
un libro. Es el desprecio absoluto de lo que ignoran y les atemoriza. Algo así como “hoy
amanecí con ganas de ser escritor y es cuestión nada más de voluntad y un “empujoncito”
“Los periodistas” mexiquenses son
un gremio uniformado. Existen notables excepciones y debo señalar ante todo el
portal “Nuestro Tiempo” donde entre otros escriben periodistas como Francisco
Cruz o Toribio Montiel. Aclaro y declaro que las generalizaciones no son nunca
un argumento ni convincente ni demostrativo, pero en territorio mexiquense suelo
apelar a este recurso, ante la magnitud de la enfermedad social que impera y deliberadamente
se ignora.
La Presea estado de México es
otro caso, porque algunos exponentes premiados merecen una distinción de esta
naturaleza con gusto y con orgullo, como sucede con Don Félix Garcia, Director
de este semanario, pero habría que recordar que Julio Scherer se negó a recibir
el Premio Nacional de Periodismo, que aceptó pocas veces otros reconocimientos
internacionales y que no fue sino hasta que la designación de los premios
anuales dejo de ser oficial, de contar con la presencia del mandatario en turno
y por su Trayectoria como Periodista, que en 2003 aceptó el primer galardón con este
formato ciudadano.
El “Día de la Libertad de
Prensa”. Se trataba, bien lo sabemos, de un auto homenaje cínico del poder.
Como sucede anualmente y hasta tres veces, en el estado de México, (día de la
Libertad de Prensa, del Periodista mexiquense, del Periodismo internacional… más
las que se acumulen) los “periodistas” “se reunían con el primer magistrado y
lo invitaban a un festejo por las libertades de que disfrutaba el país... El
presidente priista aceptaba, gustoso. En los discursos, los periodistas
hablaban de la luz refulgente de la prensa libre, y el mandatario respondía con
su reconocimiento a los comensales
“Si el diablo me ofrece una entrevista,
voy a los infiernos” dicen que decía
quien de manera inesperada la vida lo llevó a solicitar empleo a la Cooperativa
del Periódico Excélsior. Escribe Elena Poniatowska “¿Cómo entender la realidad
de México sin el periodismo de Julio Scherer García? Hace más de 60 años, un
estudiante del Colegio Alemán y más tarde un universitario abandonó sus
estudios de leyes (hizo Derecho y luego Filosofía pero no se tituló) y se
inició como mandadero en el periódico Excélsior en 1947”. Hay
mucho que aprender de la vida de Julio Scherer, a quien el periodismo lo tomó por asalto. En uno de esos momentos que cambian
para siempre la vida de los hombres. A él llegó por necesidad. Y para siempre
hizo de él su necesidad. Nunca más pudo desprenderse del oficio.
Su
biografía en el periodismo, la única que reconoce, comenzó hace 60 años. Scherer
era un joven a punto de cumplir 21 años que había transitado de las leyes a la
filosofía, su pasión intelectual junto a la literatura. A ellas pretendía
dedicar su vida, consagrada hasta entonces al deporte y la lectura, voraz ya
desde entonces. Familia de posición y dinero, los Scherer García enfrentaron un
desfalco que los llevó a perder todo. Hasta aquella famosa casa de la plaza San
Jacinto, en San Ángel, donde hoy se encuentra el Bazar de Sábado. Entonces Julio,
el menor de los tres hijos, tomó la responsabilidad de la familia. Había que
trabajar para sobrevivir y contribuir al pago de deudas.
Basta esta
estampa personal, para hacer un reclamo justo y a tiempo, a las generaciones
actuales de jóvenes que se pierden en las mazmorras inventadas para retenerlos “mientras
estudian”, en cárceles escolares, sin trabajo ni experiencia y en manos de
sicarios de la educación, el brazo incruento de dominio y control del gobierno
del estado. Señalo el caso de la UTSEM,
escuela cuyo proyecto inicial contemplaba buena preparación y rápida
incorporación al mercado laboral y que las ambiciones personales, aunado a los
complejos pueblerinos sureños han trastocado para convertirlo en una “universidad
patito”. Pero eso lo veré en otro lado…
Como muchos Rafael Pérez Gay
reconoce y dice “Crecí y aprendí a leer periódicos en la era de Scherer, es
decir, ese momento en el cual la prensa abandonaba las sombras donde sometía
sus contenidos al poder a través de componendas y buscaba en cambio la
intemperie de la libertad de expresión. Tres características de esta obra mayor
del siglo XX: primero, la valentía, nada puede hacerse en el periodismo… sin
arrestos…sin arrojo, no hay mucho que hacer en esta arena; segundo, alma de
dirigente y mentor, todo gran periodista es un mandamás en su oficio y
sus terrenos; tercero, talento para la empresa y buena prosa, dirigir y
escribir bien”
Otro gran mérito de Julio Scherer
fue formar cuadros jóvenes y también orientar a los que ya no lo eran tanto. A su llegada a la Dirección General del periódico,
tras la muerte del histórico Rodrigo de Llano y a través de Manuel Becerra
Acosta, fue electo Director por los miembros de la Sociedad Cooperativa en 1968
y de inmediato se abocó a estimular la libertad de expresión, de información,
el derecho a investigar, examinar y calificar las noticias. Creó nuevas formas
de publicaciones, renovó la Revista de revistas, inauguró suplementos
culturales como Plural, abrió espacios a notas sobre arte y cultura, de manera
equilibrada a los que ocupaban la política, el deporte o la economía. Organizó
una agencia de noticias, la primera en nuestro país y al mismo tiempo se
deshizo de tanto lastre y banalidades como las notas de sociedad, las fiestas
de ricos (en el periodismo totonaco yo eliminaría todas las notas de los burócratas
gobernantes inaugurando inicios o conclusiones a medias y sin terminar…)
Suprimió el Magazine de Policía, que estimulaba la nota roja, el morbo y la
desinformación.
Pero sobre todo Scherer buscó la
independencia de la Cooperativa frente al poder. "Julio comenzó a publicar
todo lo de Tlatelolco y ese fue un paso definitivo, porque se estaban jugando
el pellejo". Frente a la dupla de Presidentes malos y malditos Díaz Ordaz
y Luis Echeverría Álvarez…"Muy sencillo: limpió el periodismo porque antes
era la corrupción total, estaríamos a años luz sin él".
Unos dicen que era un verdadero
Cruzado, lo cierto es que Scherer enfrentó al poder con la fuerza de la
honestidad… tras el golpe contra Excélsior, promovido por Luis Echeverría que
lo destituyo de la Dirección, pasando por amenazas públicas consignadas por José
López Portillo del no pago porque me pegues –en realidad el JoLoPo le llamo
relación perversa del “te pago para que me pegues”-, hasta la persecución en
contra de su hijo Julio Scherer Ibarra por parte de la bestia feliz, Vicente
Fox… “me parece que nada compensa el desdén del actual presidente de la
República por la cultura y la palabra escrita. Su diálogo con una mujer
campesina, analfabeta, a la que felicita por su ignorancia, que la aparta de los
sinsabores que traen consigo los periódicos, debería quedar inscrito en alguna
plaza pública para vergüenza de todos”
Todos los datos de este injusto y
cruel hostigamiento contra el semanario Proceso, puede ser revisado en “La Pareja”
(Fox y Martha), uno de sus últimos libros de Scherer, reseñado y comentado por
Carmen Aristegui, que termina con una sentencia final, que aún no se escucha ni
se atiende: “Señor Presidente, es tiempo de detener la mezquindad”
Concluyo con un recuerdo y una
definición necesaria: En mi casa había un ritual matutino: leer no pocas veces
en voz alta a los articulistas de Excélsior.
Así naci y crecí con mis Pa’s. La
otra es que hasta su muerte nadie pudo definir
a Scherer por su ideología.
Epilogo: este sábado último de mes concluye la
Expo-Homenaje a Julio Scherer en la frente de la Librería La WeB o N@D@ con
cientos de publicaciones originadas en Julio Scherer y sus colaboradores más destacados,
libros y charlas.
Quiero destacar que el día de la inauguración –realmente
es un evento sencillo y discreto, por eso resulta más emotivo- nos acompaño
nuestro Director Don Félix, que como buen reportero fue a “hacer la nota”
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