Este sábado 12 de agosto se celebró el Día Internacional de la Juventud y en diferentes medios de comunicación, aparecieron estadísticas en relación a esta parte de la sociedad mexicana que vale la pena analizar: Son 27 millones de jóvenes entre los 15 y 19 años, esto es uno de cada cuatro mexicanos, de los cuales solo 6 de cada 100 estudian y trabajan, poco más de 1 de 3 únicamente trabaja y ya no estudia; la tercera parte de los jóvenes se dedican exclusivamente a estudiar y 1 de 4, casi 7 millones de muchachos y muchachas, ni estudia ni trabaja.
La juventud en México enfrenta paradojas y contrastes entre el mundo joven y el adulto. Cuentan con mayores estudios que los padres y no encuentran empleo, entienden y operan mejor la tecnología sin embargo no tienen experiencia laboral, están mejor preparados y sin embargo no consiguen independizarse de la casa familiar, son la población que menos sufre enfermedades, no obstante verse expuestos a mayores accidentes, adicciones, alcoholismo, enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados. Es la población que mejor se adapta a los cambios, y ello explica porque constituyen buena parte de de migrantes que satisfacen las necesidades de mano de obra regalada, en el vecino país del norte.
Se sabe que cada año más de un millón de jóvenes busca por primera vez trabajo en un país que no genera si acaso 300 mil nuevos empleos. Amen de los niveles de ingreso ofrecidos: 55% de los jóvenes que consigue un empleo recibe un sueldo entre 1 y 3 salarios mínimos, es decir entre $1,500 y $4,500 pesos al mes.
Aunque se calcula que 3 de 4 jóvenes saben usar una computadora y 80% un teléfono celular, la deserción de 4 de cada 10 muchachos ocurre por la falta de expectativas para desarrollarse en instituciones educativas devaluadas, por la abundancia de la oferta frente a la reducida demanda laboral. Por eso 1 de cada 3 jóvenes que desertan de los estudios lo justifica por las exigencias de tiempo invertido, frente a las reducidas expectativas de desarrollo profesional, el desempleo y la frustración.
Estos datos permiten entender las características de la sociedad actual. Poco más del 50% de estos jóvenes viven con sus padres y no piensan salir del hogar familiar. Y los que lo intentan, además se exponen a la sanción moral de una sociedad que condena hipócritamente lo que le intimida. Por eso mejor emigran al norte, donde no los vean, juzguen, reprochen y limiten.
Y quienes permanecen en los estudios lo harán a pesar de saber anticipadamente el fracaso de su esfuerzo. Por ejemplo, la unidad de la UAEM aquí en Tejupilco es resumen de esta cascada de estadísticas. El bajo nivel en la enseñanza o la inexistencia de un espíritu universal, pueden ser síntomas por mejorar, pero el trato en forma y fondo de los jóvenes que aquí estudian es inaceptable. Obligaciones de asistencia a eventos políticos, placas enormes con los nombres de los dirigentes estatales, que no gobernantes, sin recato alguno. Cabría recordar que la UNAM vio decapitada la estatua de Miguel Alemán Valdez una y otra vez, y que desde 1982 el repudio que concitó el ex-presidente de la República, José López Portillo prohibió la utilización de la obra pública para la promoción y culto a la persona.
Pidiendo reservar el anonimato por obvias razones, me he enterado, no solo de la manera como la burocracia académica en estas unidades administrativas, no ha dejado hasta el último momento de forzar a los estudiantes a cumplir con ritos que solo benefician a los primeros, a Cardozo, a German y mafia que les acompaña, titerillos, marionetas de otros que someten y manipulan el alma de los jovenes estudiantes, bajo amenaza de tomar represalias en los resultados de calificación.
Es por eso que Aristócles, el Platón fundador de la Academia decía respecto a la educación de la juventud, que sufría un verdadero golpe de estado:
“Al final, esta muchedumbre de deseos innecesarios y despilfarradores terminan por apoderarse de la acrópolis del alma del joven, encontrándola vacía y desocupada, tanto de estudios y conocimientos como de anhelos nobles y discursos verdaderos, los mejores centinelas y guardianes del espíritu de los hombres amados por los dioses”
Como las soluciones no son fáciles, ni mágicas, empezaría por proponer la necesidad de un espíritu critico, un análisis diferente de un problema que se agrava en la medida que crece la juventud que demanda educación. Hace falta un espíritu inspirado en Voltaire, el inventor del intelectual moderno: un oficio que toma algo del agitador político, bastante del profeta y no poco del director espiritual. Maestros quienes estén en disposición de ejercer con la educación, un poder benéfico y curativo que pueda aliviar del poder despótico de los gobernantes y del poder oscurantista de los clérigos.
La juventud en México enfrenta paradojas y contrastes entre el mundo joven y el adulto. Cuentan con mayores estudios que los padres y no encuentran empleo, entienden y operan mejor la tecnología sin embargo no tienen experiencia laboral, están mejor preparados y sin embargo no consiguen independizarse de la casa familiar, son la población que menos sufre enfermedades, no obstante verse expuestos a mayores accidentes, adicciones, alcoholismo, enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados. Es la población que mejor se adapta a los cambios, y ello explica porque constituyen buena parte de de migrantes que satisfacen las necesidades de mano de obra regalada, en el vecino país del norte.
Se sabe que cada año más de un millón de jóvenes busca por primera vez trabajo en un país que no genera si acaso 300 mil nuevos empleos. Amen de los niveles de ingreso ofrecidos: 55% de los jóvenes que consigue un empleo recibe un sueldo entre 1 y 3 salarios mínimos, es decir entre $1,500 y $4,500 pesos al mes.
Aunque se calcula que 3 de 4 jóvenes saben usar una computadora y 80% un teléfono celular, la deserción de 4 de cada 10 muchachos ocurre por la falta de expectativas para desarrollarse en instituciones educativas devaluadas, por la abundancia de la oferta frente a la reducida demanda laboral. Por eso 1 de cada 3 jóvenes que desertan de los estudios lo justifica por las exigencias de tiempo invertido, frente a las reducidas expectativas de desarrollo profesional, el desempleo y la frustración.
Estos datos permiten entender las características de la sociedad actual. Poco más del 50% de estos jóvenes viven con sus padres y no piensan salir del hogar familiar. Y los que lo intentan, además se exponen a la sanción moral de una sociedad que condena hipócritamente lo que le intimida. Por eso mejor emigran al norte, donde no los vean, juzguen, reprochen y limiten.
Y quienes permanecen en los estudios lo harán a pesar de saber anticipadamente el fracaso de su esfuerzo. Por ejemplo, la unidad de la UAEM aquí en Tejupilco es resumen de esta cascada de estadísticas. El bajo nivel en la enseñanza o la inexistencia de un espíritu universal, pueden ser síntomas por mejorar, pero el trato en forma y fondo de los jóvenes que aquí estudian es inaceptable. Obligaciones de asistencia a eventos políticos, placas enormes con los nombres de los dirigentes estatales, que no gobernantes, sin recato alguno. Cabría recordar que la UNAM vio decapitada la estatua de Miguel Alemán Valdez una y otra vez, y que desde 1982 el repudio que concitó el ex-presidente de la República, José López Portillo prohibió la utilización de la obra pública para la promoción y culto a la persona.
Pidiendo reservar el anonimato por obvias razones, me he enterado, no solo de la manera como la burocracia académica en estas unidades administrativas, no ha dejado hasta el último momento de forzar a los estudiantes a cumplir con ritos que solo benefician a los primeros, a Cardozo, a German y mafia que les acompaña, titerillos, marionetas de otros que someten y manipulan el alma de los jovenes estudiantes, bajo amenaza de tomar represalias en los resultados de calificación.
Es por eso que Aristócles, el Platón fundador de la Academia decía respecto a la educación de la juventud, que sufría un verdadero golpe de estado:
“Al final, esta muchedumbre de deseos innecesarios y despilfarradores terminan por apoderarse de la acrópolis del alma del joven, encontrándola vacía y desocupada, tanto de estudios y conocimientos como de anhelos nobles y discursos verdaderos, los mejores centinelas y guardianes del espíritu de los hombres amados por los dioses”
Como las soluciones no son fáciles, ni mágicas, empezaría por proponer la necesidad de un espíritu critico, un análisis diferente de un problema que se agrava en la medida que crece la juventud que demanda educación. Hace falta un espíritu inspirado en Voltaire, el inventor del intelectual moderno: un oficio que toma algo del agitador político, bastante del profeta y no poco del director espiritual. Maestros quienes estén en disposición de ejercer con la educación, un poder benéfico y curativo que pueda aliviar del poder despótico de los gobernantes y del poder oscurantista de los clérigos.
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