Comer es una necesidad
Comer bien es un arte
Comer bien es un arte
Una de las expresiones de la integración de México al mundo global, radica en la creciente variedad y multiplicidad de la oferta gastronómica. El trayecto antiguo entre el Distrito Federal y nuestra Ciudad de Tejupilco, estaba claramente marcado por los lugares donde comer. Un sitio tradicional para comenzar el día era el almuerzo en La Marquesa. Los hongos en sopa o quesadillas, la cecina (quien sabe de qué) pero colorada, el chicharrón prensado, a veces huitlacoche, las de quesillo plástico. Recuerdo muchas veces que enfermé por probar lo mismo en diferentes puestos sobre la carretera, sin control sanitario ni garantía alguna.
Si uno podía esperar un poco más delante, antes de llegar a Lerma, se podía optar por las barbacoas del “carnalito”, en diferentes fondas y puestos móviles, donde comer el borrego, las más de las veces de mala calidad. Ayudaban las tortillas hechas al momento y las salsas picantes. Los consomés en todos los casos, son caldos aguados, hervidos y sin sabor. Pero para los comensales, sobre todo los ocasionales, la experiencia siempre resulta novedosa.
Afortunadamente no todo siempre ha sido así. En el mismo tramo comprendido entre el DF. y Toluca, han perdurado a través del tiempo los Restaurantes “La Escondida” y el “Intimo”. El primero, toda una experiencia sibarita; los jardines, el chalet de madera, la música de cámara, el arroyo remembranza de parajes suizos, y por supuestos los enormes cortes americanos y la deliciosa sopa de cebolla, con crujientes pedazos de pan dorado. En cambio el “Intimo” siempre ha sido un lugar de Monterrey enclavado en la altura del altiplano central. La vista de los corderos a las brazas es suficiente para abrir el apetito. Lástima del horario temprano, que termina el espacio para disfrutar la amable atención del calificado cuerpo de meseros experimentados.
Al llegar a Toluca, para quienes tenemos la suerte de poder comparar, encontramos una Ciudad que tras resistirse por años al cambio y apertura, por fin encuentra un rumbo nuevo, todavía por definir. Mientras que hace 15 años apenas los lugares donde comer se limitaban a unos pocos, de tradición, muy recomendables por cierto, como Las Ramblas en los portales, más bien Toluca era la capital de la torta y del taco de “obispado”. Ni restaurantes ni bares, solo cantinas y fondas, de medianas a malas.
En cambio ahora además de las múltiples franquicias y establecimientos de renombre, como Angus, Sanborns, Mcdonalds, Vips y otras por el estilo, prácticamente toda la oferta nacional de esta clase ya se localizan también allí. Pero destacan otros lugares. En lo personal celebró el estupendo servicio ofrecido en el restaurante-cantina “La Fortaleza”, y otro recomendable de pescados y mariscos al estilo del norte, “El Sinaloa”. Pero en Toluca y Metepec, ya se puede comer de todo: el argentino, el japonés, comida francesa, italiana, cajú, brasileña. Por cierto, si visita Toluca, y quiere almorzar sabroso aunque con pésimas condiciones de comodidad y atención, no deje de visitar “Las Fodongas” donde todo esta de cabeza, hasta la música estudiantil, excepto los alimentos.
No obstante, otros restaurantes han sucumbido a la competencia, al no estar en condiciones de mantener la calidad, precio y servicio de los nuevos rivales, lo que hace de este negocio restaurador, una guerra incruenta por mantener el gusto de la clientela. Dos casos ilustran lo anterior, “El Mesón del Caballo Bayo” que pienso llego antes de tiempo, el año de 1994 y no entro en la todavía cerrada sociedad toluqueña, y la Cabaña Suiza, emblema muchos años de la crema y nata de lo más representativo de las “buenas familias” de este lugar.
De entonces a la fecha, la Toluca del bar Chapeado y las noches de Ocaris y no más, la vida nocturna, donde comer y beber y pasar un buen rato ha crecido una enormidad, con ambientes diferentes, cada vez más sofisticados. Ha surgido incluso un concepto juvenil, esnob, al que llaman cursimente “antro”, donde encontrar variedades diversas en todo el servicio: botanas, alimentos, sugerencias del chef, música, principalmente bebidas, que hagan olvidar, aunque sea un momento la cuba libre, el tequila con sangrita, o el vodka tonic e introduzcan al cliente al mundo de los martines, bombays, irish, scotch, salute, curazao, drambui. Probar combinaciones mundiales y hacer a un lado las piñitas de Tenango o los Paris trasnochados, aunque sea un momento, tal y como sucede en su casa de Tejupilco, Restaurante “La Misión”.
Si uno podía esperar un poco más delante, antes de llegar a Lerma, se podía optar por las barbacoas del “carnalito”, en diferentes fondas y puestos móviles, donde comer el borrego, las más de las veces de mala calidad. Ayudaban las tortillas hechas al momento y las salsas picantes. Los consomés en todos los casos, son caldos aguados, hervidos y sin sabor. Pero para los comensales, sobre todo los ocasionales, la experiencia siempre resulta novedosa.
Afortunadamente no todo siempre ha sido así. En el mismo tramo comprendido entre el DF. y Toluca, han perdurado a través del tiempo los Restaurantes “La Escondida” y el “Intimo”. El primero, toda una experiencia sibarita; los jardines, el chalet de madera, la música de cámara, el arroyo remembranza de parajes suizos, y por supuestos los enormes cortes americanos y la deliciosa sopa de cebolla, con crujientes pedazos de pan dorado. En cambio el “Intimo” siempre ha sido un lugar de Monterrey enclavado en la altura del altiplano central. La vista de los corderos a las brazas es suficiente para abrir el apetito. Lástima del horario temprano, que termina el espacio para disfrutar la amable atención del calificado cuerpo de meseros experimentados.
Al llegar a Toluca, para quienes tenemos la suerte de poder comparar, encontramos una Ciudad que tras resistirse por años al cambio y apertura, por fin encuentra un rumbo nuevo, todavía por definir. Mientras que hace 15 años apenas los lugares donde comer se limitaban a unos pocos, de tradición, muy recomendables por cierto, como Las Ramblas en los portales, más bien Toluca era la capital de la torta y del taco de “obispado”. Ni restaurantes ni bares, solo cantinas y fondas, de medianas a malas.
En cambio ahora además de las múltiples franquicias y establecimientos de renombre, como Angus, Sanborns, Mcdonalds, Vips y otras por el estilo, prácticamente toda la oferta nacional de esta clase ya se localizan también allí. Pero destacan otros lugares. En lo personal celebró el estupendo servicio ofrecido en el restaurante-cantina “La Fortaleza”, y otro recomendable de pescados y mariscos al estilo del norte, “El Sinaloa”. Pero en Toluca y Metepec, ya se puede comer de todo: el argentino, el japonés, comida francesa, italiana, cajú, brasileña. Por cierto, si visita Toluca, y quiere almorzar sabroso aunque con pésimas condiciones de comodidad y atención, no deje de visitar “Las Fodongas” donde todo esta de cabeza, hasta la música estudiantil, excepto los alimentos.
No obstante, otros restaurantes han sucumbido a la competencia, al no estar en condiciones de mantener la calidad, precio y servicio de los nuevos rivales, lo que hace de este negocio restaurador, una guerra incruenta por mantener el gusto de la clientela. Dos casos ilustran lo anterior, “El Mesón del Caballo Bayo” que pienso llego antes de tiempo, el año de 1994 y no entro en la todavía cerrada sociedad toluqueña, y la Cabaña Suiza, emblema muchos años de la crema y nata de lo más representativo de las “buenas familias” de este lugar.
De entonces a la fecha, la Toluca del bar Chapeado y las noches de Ocaris y no más, la vida nocturna, donde comer y beber y pasar un buen rato ha crecido una enormidad, con ambientes diferentes, cada vez más sofisticados. Ha surgido incluso un concepto juvenil, esnob, al que llaman cursimente “antro”, donde encontrar variedades diversas en todo el servicio: botanas, alimentos, sugerencias del chef, música, principalmente bebidas, que hagan olvidar, aunque sea un momento la cuba libre, el tequila con sangrita, o el vodka tonic e introduzcan al cliente al mundo de los martines, bombays, irish, scotch, salute, curazao, drambui. Probar combinaciones mundiales y hacer a un lado las piñitas de Tenango o los Paris trasnochados, aunque sea un momento, tal y como sucede en su casa de Tejupilco, Restaurante “La Misión”.
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