Thursday, March 25, 2010

COLOSIO

Probablemente la muerte de Colosio ya esté borrada en el recuerdo de mucha gente y otros no alcanzan aun a entender lo que pasó en 1994. Seguramente una mayoría condena el asesinato y responsabiliza a Carlos Salinas, no obstante, desde hace unos meses se ha venido deslizando entre la opinión pública, la especie de que justamente Salinas de Gortari fue el menos favorecido con el sacrificio del candidato, que el designo como abanderado por el PRI. ¿Qué fue lo que paso?
Se han escrito muchas páginas y se han esgrimido tantas hipótesis, pero nunca se ha señalado claramente una que resulte probable o creíble, a pesar de tener preso al asesino confeso del crimen. A la fecha prevalece como explicación del magnicidio la idea de que el asesino, Mario Aburto, actuó de manera solitaria: se levanto ese 23 de marzo de 1994, tomo un arma y se dirigió a Lomas Taurinas en Tijuana, con el fin de ejecutar a Luis Donaldo Colosio.
Antes de presentar mi relato, mencionare que hay dos personas muy poco señaladas y que tengo la convicción de que estuvieron tras la muerte del candidato del PRI a la presidencia de la República: Joseph Marie Cordová Montoya y Miguel Montes Garcia.
Conocí personalmente a Colosio en el año de 1978, cuando me ofrecieron trabajar como analista econométrico en la Dirección General de Política Económica, a cargo de Carlos Salinas de Gortari. Fue Valentín Solís, entonces Jefe de Departamento quien me llevo a esa oficina ubicada en Izazaga esquina Bolívar. No acepte, porque elegí otro trabajo en una Consultoría, donde se empleaban por primera vez en México computadoras de escritorio, de la marca Cromemco. A la fecha estoy seguro de haber escogido el camino correcto.
Colosio era parte de un grupo de economistas egresados del Tec de Monterrey cuya arrogancia y desprecio por México era evidente. Formaban parte de aquel grupo Basáñez, Lerma Candelaria, Montemayor, Camacho Solís (egresado de la UNAM, pero el más déspota), y muchos otros que se convertirían al paso de los años en burócratas de primer nivel, gobernadores e incluso Presidente de México.
En esa época llegaron también varios asesores internacionales como Hening o Malkin, que fueron mis amigos y uno francés el Dr. Cordová, de quien se decía, solía pintarse los labios de rojo y usar una texana y botas los viernes, al salir a cazar a jóvenes tecnócratas, a su gusto.
La realidad es que Cordová Montoya se hizo incondicional de Salinas de Gortari a su paso por la Secretaria de Programación y Presupuesto y después, cuando ganó la candidatura para la presidencia por el PRI, José Cordová paso a ocupar la coordinación de su campaña, desplazo a Camacho Solís, quien siempre se consideró el amigo y el segundo de Salinas de Gortari y una vez en la Presidencia, fue Cordova Montoya el artífice del Tratado de Libre Comercio con EUA y Canadá, el coordinador de todas las políticas públicas y el hombre más poderoso del sexenio de Carlos Salinas, su “eminencia gris”.
Pero Salinas de Gortari enfrento una elección muy disputada y más discutida. Cuauhtémoc Cárdenas por el Frente Cardenista y Manuel “El Maquio” Clouthier por el PAN, pelearon el triunfo, que les fue arrebatado, primero cuando a medianoche del 5 de julio de 1988, el Instituto Federal Electoral, conducido por Newman Valenzuela, dependiente aún de la Secretaría de Gobernación, cuyo titular era Manuel Barttlet, se enfrento con un sistema de contabilidad que se “cayo” o se “callo”, después que los primeros resultado daban una victoria abrumadora a Cárdenas. Al restablecerse la contabilidad electrónica, los resultados concedían la victoria al candidato del PRI y la mayoría relativa.
Las protestas no se hicieron esperar y aquí es donde el abogado Miguel Montes, entonces presidente del Congreso de la Unión, con el apoyo de Fernández de Cevallos y todo el PAN que abandonó a su candidato, realizo la defensa jurídica y con argumentos tramposos “chicanos”, paso la votación requerida que le daba el triunfo legal a Carlos Salinas de Gortari.
Ambos personajes son clave para entender que seis años después y tras del asesinato de Colosio, por un lado, Cordova Montoya abandono el país inmediatamente, después de haber dejado a su candidato Ernesto Zedillo, como abanderado del PRI. Cordova Montoya, enfermo de celos no permitió que Colosio alterara el plan económico que el mismo diseño, negocio y firmo con EUA. Cordova Montoya, quien construyo la carrera política de Zedillo desde que lo nombro subsecretario en la extinta SPP y lo convirtió en el único aspirante con posibilidades legales para suceder al malogrado Luis Donaldo, es el autor intelectual del asesinato de Colosio. Salinas lo acepto, lo entendió y se responsabilizo políticamente, de este que sin duda es todo un crimen de Estado.
La existencia de dos o tres Marios Aburtos, muy diferentes entre cada uno y de todas las muertes que se comenzaron a dar de los testigos presenciales o de los policías locales que investigaban, de los abogados y comisionados; tras las hipótesis de un asesinato concertado, de la detención del “clavadista”, de un segundo tirador, del grupo TUCAN y del desplazamiento del General Domiro, quien era el encargado de la seguridad del candidato. Tras tanta porquería que se dijo, se filtro, se supo, es con el nombramiento de Miguel Montes, como encargado de la Comisión investigadora del asesinato y ante la inminente muerte de la viuda de Colosio por cáncer terminal que la aquejaba, quien se encarga de las pesquisas para concluir que Mario Aburto actuó de manera solitaria y es el único asesino de Luis Donaldo Colosio Murrieta. Miguel Montes es autor del encubrimiento institucional del asesinato de Colosio.
¿Porqué se pretende exonerar a Carlos Salinas de Gortari, 16 años después? La respuesta es contundente: Porque está obsesionado por regresar la Presidencia al PRI, en la persona de Enrique Peña Nieto.

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