Monday, May 17, 2010

MUERTO EL PERRO...

Diego Fernández de Cevallos simboliza el daño irreparable a México. Independientemente de filias o fobias, creo que no está claro que la personalidad y el carácter de Fernández de Cevallos, su ideología, fanatismo y pasión por el poder y el dinero, por la religión y su idea de Dios, lo convirtieron en el personaje perfecto para encabezar la reacción, en contra de los valores Republicanos de la Revolución Mexicana e impulsar los vicios de las Oligarquías: el tránsito de la justicia social, al imperio de las minorías basadas en la riqueza.
Reconocer y colaborar con Carlos Salinas de Gortari, a contrapelo de sus correligionarios del PAN, su negativa a abrir los paquetes electorales de la elección presidencial de 1988 y su posterior destrucción, lo convirtió en favorito de la Presidencia, al grado de que uno de los apodos con el que fue conocido era el de “la ardilla”, porque nunca salía de “los pinos”
La desaparición del también conocido como “Jefe Diego” puede convertirse en un tema de interés periodístico, que reemplace la muerte de la niña Paulette –ya circula el choteado chascarrillo de que busquen debajo de la cama de Diego y lo van a encontrar- y que distraiga a la opinión pública de otros problemas y crímenes, como los ocurridos precisamente el mismo día de su desaparición, en Torreón, donde una discoteca fue objeto de un atentado que dejo 8 muertos y más de 19 heridos, o los dos policías emboscados en Guerrero y los más de 10 asesinados en Zacatecas, todos, crímenes vinculados al llamado así, crimen organizado.
En el caso de Diego Fernández se habla de secuestro, de “levantón”, se mencionan a los “Z”, de la existencia de una guerrilla en México, de motivos personales, de crimen pasional, de venganza relativa al ejercicio de su profesión, incluso se estudia como causa probable, problemas familiares. También se especula que todo es un montaje que tiene como objetivo la reaparición del Jefe Diego, fortalecido, rescatado y catapultado para buscar la Presidencia en el 2012.
Diego Fernández de Cevallos fue candidato por el PAN en 1994 y compitió contra Cuauhtémoc Cárdenas y Ernesto Zedillo. El estilo agresivo, provocador, irónico de Fernández de Cevallos, inauguro las campañas de miedo y de odio, de descalificación y desprecio. Ganador del primer debate entre los contendientes de los tres partidos, Diego Cervantes prefirió retirarse de los reflectores informativos y prácticamente abandono la candidatura, el tiempo necesario para que se reposicionara Ernesto Zedillo. El Jefe Diego, prefirió continuar en el papel que tan bien conocía, el del negociador que inauguro en México las llamadas “concertaceciones”, es decir, las negociaciones políticas que impidieron por ejemplo, al PRI gobernar en Guanajuato y San Luis Potosí, a cambio de otras posiciones políticas, prebendas y canonjías.
Experto en el tráfico de influencias, los casos más sonados fueron los triunfos judiciales multimillonarios en contra del Gobierno Federal, para clientes representados por su despacho de abogados, mientras era al mismo tiempo Senador de la República. Típica su imagen, con un buen habano en la boca, circula otro chistorete que pregunta “pa’que tanto fumar puro, si termino chupando faros”
Fernández de Cevallos no se ha contenido en llamar “psicópata” a López Obrador, “descalzonados” a la gente que protesta por lo que les parece injusto y “viejerio” a las mujeres mexicanas. No obstante, después de las elecciones que perdió en 1994, El Jefe ha sido un poder real en México, al proponer y conseguir que Lozano Gracia se convirtiera en Procurador General de la República en el Gobierno de Zedillo y que actualmente, tanto la Secretaría de Gobernación y nuevamente la Procuraduría General, las ocupen Fernando Gómez Mont y Arturo Lozano, ambos personas ligadas a Fernández de Cevallos, antiguos colaboradores de su Bufete de Abogados y gente muy ligada a sus intereses personales.
Distante del actual ocupante de la Presidencia de México, llama la atención que la desaparición de Diego Fernández de Cevallos haya ocurrido justamente, el día que Felipe Calderón se disponía a viajar a España, a recibir un premio a su “Carisma” (sic) y luego a los Estados Unidos, a la anhelada entrevista con el Presidente Barak Obama.
El golpe criminal y político que representa la desaparición de Diego Fernández de Cevallos sin duda, está a la altura del trancazo asestado a Felipe Calderón con la muerte de Juan Camilo Mouriño. La precisión, espectacularidad y dimensiones del suceso lleva a pensar en la acción de un poder mucho mayor a los mencionados hasta el momento, cuyo objetivo sea el desestabilizar aun más a nuestro país.

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