El espíritu del nombre que lleva esta columna, es el de la correspondencia entre dos partes. Ensayo epistolar siempre dirigido a ver una realidad desde dos polos, diferentes, contrastantes. Es la visión de México y el mundo desde el Sur de México, físicamente en la frontera entre Temascaltepec y Tejupilco. Realmente, de manera sensible, esencialmente activa, despierta, desde el enclave mitológico de la Gran Tenochtitlan. Mas específicamente, estas CARTAS SUREÑAS se escriben en la imaginación asentada en el Centro Histórico de la Ciudad de México, corazón de todo el país y territorio de todos los mexicanos, por eso el nombre de Distrito Federal, por su pertenencia a la Federación, que es la Nación Mexicana.
Es por la naturaleza de este género literario y el origen del autor, que reúno la autoridad moral, intelectual, biográfica y la experiencia para explicar con detalle las razones que me llevan a preferir otorgar mi voto a Alejandro Encinas y no a Eruviel Ávila. Con la fe puesta en que estas razones sirvan a todos los mexiquenses que no saben decidir, que no pueden elegir, que tienen miedo, dudan o padecen prejuicios que los podría convertir en votos contra mi elección personal y política. Es un voto como ciudadano, como padre de familia, como vecino, comerciante, catedrático, como investigador (soy coautor de un estudio sobre la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, que forma parte de un Atlas publicado por la extinta SPP, donde me encargue de las mediciones, estadísticas y cálculos matemáticos necesarios para determinar el peso especifico de esta región, respecto al resto de la Nación) como mexicano y mexiquense.
Yo que emigre del DF, a partir de febrero de 1989, puedo no solo explicar con detalle las condiciones en que se encontraba el DF al término de la década de los 90’s, sino señalar a los responsables de la derrota y el desastre al que llego, la otrora Ciudad de los Palacios. La ruptura y corrupción que llevo al DF a ser una especie de pueblo a lo bestia, así era entonces, en la década de los 80’s la Ciudad Capital de la República, una aglomeración de municipios mexiquenses, sitiales de pobreza, anarquía, degeneración, desesperación, manipulaciones y sometimiento. Así se convirtieron las tradicionales colonias de la Morelos, Lagunilla, Santa María, San Ángel, Centro Histórico. Bien dijo entonces María Félix, “el Zócalo huele a miados”
El principio de la debacle chilanga tiene nombre y fecha: es 1 de diciembre de 1976 y se llama Carlos Hank González. Yo que fui uno de los damnificados de la ambición y corrupción que se posesiono del DF, a partir de la Regencia del “maestro”. Yo que vi a mi Padre y a tantos otros miles de pequeños empresarios ser humillados, quebrantados, acosados por este emblema de la clase en el poder en el estado de México. Yo mire empresarios rústicos, expropiados, tundidos, señalados como “pulpo camionero” por un ladrón arreglado de antemano con los intereses automotrices y camioneros. Yo tengo suficientes cuentas en mi haber para combatir al RIP mexiquense, cuyo patiño, la botarga actual se llama Eruviel Ávila.
Soy parte de una sociedad chilanga resucitada, tras el terremoto que en 1985 ajusta cuentas con los ineptos y corruptos gobiernos del PRI, pasmados, inertes descabezados por Ramón Aguirre, luego Manuel Camacho (allí Macelo Ebrard hizo sus pininos), para terminar, por fin con otro nefasto mexiquense: Oscar Espinoza Villarreal. “El Piporro”, el último de los burócratas con poder, que tuvo el PRI en la Ciudad de México.
Hasta que llego 1991 y la constitución de una Asamblea de Representantes de la Ciudad de México y luego, el año de 1997, cuando por primera vez se convoca a elecciones en el DF. El triunfo de Cuauhtemoc Cárdenas para ser jefe de Gobierno de la Ciudad de México tiene ahora, una lectura muy importante, pues derroto al estandarte del eterno fracaso mexiquense, Alfredo del Mazo, al que arrolla; y al Padre intelectual de Calderón, a un hombre sabio, pero profundamente reaccionario (recuerdo su provocadora visita a la UNAM, de donde fue sacado a “condonazos”), Carlos Castillo Peraza, quien tuvo que exilirse y esperar la muerte –es uno de los tres entierros de “Melquíades Calderón”- por el instinto parricida, cruel y malagradecido del Usurpador.
La victoria del primero de los gobiernos de tipo popular, democrático, socialista y nacionalista, fue gracias al grado de conciencia, de organización, participación, al carácter, respeto, tolerancia y tradición de los ciudadanos chilangos. Sin duda alguna, es el mensaje importante que quiero dejar por escrito, es que el cambio, desarrollo y progreso en el DF, ha sido debido única y exclusivamente, a la ciudadanía, organizada y participativa: por su VOTO.
Desde 1997 el RIP desapareció en el DF. Desde 1997 la Ciudad de México ha recuperado brillo, asistencia, prestigio, oportunidades. Meca comercial, centro cultural, cuna fabril, emporio financiero, concentrador de la educación, el arte, las expresiones humanas, museos. La organización social del trabajo, puesta en práctica en el DF no tiene parangón con ningún otro gobierno. Los apoyos a la educación, a las mujeres, a los ancianos han creado escuela y ejemplo. El respeto y tolerancia a los sectores sociales diferentes a las mayorías, en razón de sus discapacidades, género, preferencias políticas, sexuales, virtuales, son admirables. El Centro histórico, cada calle que yo conocí desde niño nuevamente han recuperado el transito, movimiento, vida. La seguridad es una de las joyas capitalinas y lugares que antaño eran zonas peligrosas, Garibaldi, Tepito, ahora son zonas turísticas. La libertad que se respira, las vialidades construidas, el transporte ordenado, los derechos conquistados han llevado a la Ciudad de México a convertirse incluso en sitial, lo mismo de las expresiones políticas más radicales, o de la interrupción de un embarazo en las mujeres que lo decidan.
Cuando decidí abandonar el DF, de verdad que la vida era parecida a lo que ahora existe en los municipios mexiquenses, en cambio, en aquel principio de los 90’s la calidad de vida en Temascaltepec, a donde llegue a residir, era muy diferente, muy superior, limpia, bella, familiar y no como ahora. Esa es la segunda parte de este análisis.
Es por la naturaleza de este género literario y el origen del autor, que reúno la autoridad moral, intelectual, biográfica y la experiencia para explicar con detalle las razones que me llevan a preferir otorgar mi voto a Alejandro Encinas y no a Eruviel Ávila. Con la fe puesta en que estas razones sirvan a todos los mexiquenses que no saben decidir, que no pueden elegir, que tienen miedo, dudan o padecen prejuicios que los podría convertir en votos contra mi elección personal y política. Es un voto como ciudadano, como padre de familia, como vecino, comerciante, catedrático, como investigador (soy coautor de un estudio sobre la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, que forma parte de un Atlas publicado por la extinta SPP, donde me encargue de las mediciones, estadísticas y cálculos matemáticos necesarios para determinar el peso especifico de esta región, respecto al resto de la Nación) como mexicano y mexiquense.
Yo que emigre del DF, a partir de febrero de 1989, puedo no solo explicar con detalle las condiciones en que se encontraba el DF al término de la década de los 90’s, sino señalar a los responsables de la derrota y el desastre al que llego, la otrora Ciudad de los Palacios. La ruptura y corrupción que llevo al DF a ser una especie de pueblo a lo bestia, así era entonces, en la década de los 80’s la Ciudad Capital de la República, una aglomeración de municipios mexiquenses, sitiales de pobreza, anarquía, degeneración, desesperación, manipulaciones y sometimiento. Así se convirtieron las tradicionales colonias de la Morelos, Lagunilla, Santa María, San Ángel, Centro Histórico. Bien dijo entonces María Félix, “el Zócalo huele a miados”
El principio de la debacle chilanga tiene nombre y fecha: es 1 de diciembre de 1976 y se llama Carlos Hank González. Yo que fui uno de los damnificados de la ambición y corrupción que se posesiono del DF, a partir de la Regencia del “maestro”. Yo que vi a mi Padre y a tantos otros miles de pequeños empresarios ser humillados, quebrantados, acosados por este emblema de la clase en el poder en el estado de México. Yo mire empresarios rústicos, expropiados, tundidos, señalados como “pulpo camionero” por un ladrón arreglado de antemano con los intereses automotrices y camioneros. Yo tengo suficientes cuentas en mi haber para combatir al RIP mexiquense, cuyo patiño, la botarga actual se llama Eruviel Ávila.
Soy parte de una sociedad chilanga resucitada, tras el terremoto que en 1985 ajusta cuentas con los ineptos y corruptos gobiernos del PRI, pasmados, inertes descabezados por Ramón Aguirre, luego Manuel Camacho (allí Macelo Ebrard hizo sus pininos), para terminar, por fin con otro nefasto mexiquense: Oscar Espinoza Villarreal. “El Piporro”, el último de los burócratas con poder, que tuvo el PRI en la Ciudad de México.
Hasta que llego 1991 y la constitución de una Asamblea de Representantes de la Ciudad de México y luego, el año de 1997, cuando por primera vez se convoca a elecciones en el DF. El triunfo de Cuauhtemoc Cárdenas para ser jefe de Gobierno de la Ciudad de México tiene ahora, una lectura muy importante, pues derroto al estandarte del eterno fracaso mexiquense, Alfredo del Mazo, al que arrolla; y al Padre intelectual de Calderón, a un hombre sabio, pero profundamente reaccionario (recuerdo su provocadora visita a la UNAM, de donde fue sacado a “condonazos”), Carlos Castillo Peraza, quien tuvo que exilirse y esperar la muerte –es uno de los tres entierros de “Melquíades Calderón”- por el instinto parricida, cruel y malagradecido del Usurpador.
La victoria del primero de los gobiernos de tipo popular, democrático, socialista y nacionalista, fue gracias al grado de conciencia, de organización, participación, al carácter, respeto, tolerancia y tradición de los ciudadanos chilangos. Sin duda alguna, es el mensaje importante que quiero dejar por escrito, es que el cambio, desarrollo y progreso en el DF, ha sido debido única y exclusivamente, a la ciudadanía, organizada y participativa: por su VOTO.
Desde 1997 el RIP desapareció en el DF. Desde 1997 la Ciudad de México ha recuperado brillo, asistencia, prestigio, oportunidades. Meca comercial, centro cultural, cuna fabril, emporio financiero, concentrador de la educación, el arte, las expresiones humanas, museos. La organización social del trabajo, puesta en práctica en el DF no tiene parangón con ningún otro gobierno. Los apoyos a la educación, a las mujeres, a los ancianos han creado escuela y ejemplo. El respeto y tolerancia a los sectores sociales diferentes a las mayorías, en razón de sus discapacidades, género, preferencias políticas, sexuales, virtuales, son admirables. El Centro histórico, cada calle que yo conocí desde niño nuevamente han recuperado el transito, movimiento, vida. La seguridad es una de las joyas capitalinas y lugares que antaño eran zonas peligrosas, Garibaldi, Tepito, ahora son zonas turísticas. La libertad que se respira, las vialidades construidas, el transporte ordenado, los derechos conquistados han llevado a la Ciudad de México a convertirse incluso en sitial, lo mismo de las expresiones políticas más radicales, o de la interrupción de un embarazo en las mujeres que lo decidan.
Cuando decidí abandonar el DF, de verdad que la vida era parecida a lo que ahora existe en los municipios mexiquenses, en cambio, en aquel principio de los 90’s la calidad de vida en Temascaltepec, a donde llegue a residir, era muy diferente, muy superior, limpia, bella, familiar y no como ahora. Esa es la segunda parte de este análisis.
No comments:
Post a Comment