Una semana en donde la maravillosa oportunidad de practicar ejercicio
por las veredas en Tejupilco, se mezclo con la sorpresa al saludar a aquel
“viejón –del que una vez hable aquí antes- y llamóle de esta manera como seña
de respeto mayor, ahora que he quedado
con la boca abierta al ver su saber, toda una Reliquia y no precisamente de Eca
de Queiroz. Sumo a este anecdotario resumido una bonita batalla retórica, con
una simpática señora que buscaba la
Biblia de Jerusalén y que me dio oportunidad de intercambiar
ingenios y buenos deseos, y le agrego como cereza en el pastel, el reencuentro
con una bella artista del teclado, quien me recordó que habemos muchos mas que
yo. El pelo en la sopa fue la pregunta que le formule a un joven “mormon” (que debería
ser “mamón”) Who are you… y dijo ¡We are Ambassadors of Jesus Christ! (no es
broma) ¡Y aún se sorprende la opinión publica con las noticias que provienen de
la llamada Nueva Jerusalén, en tierras michoacanas, cuando la demencia fanática
toca en las puertas nuestras a diario!
Son pinturas de Tejupilco que sirven de introducción, al saber clásico
que trata del acceso del espíritu democrático, en el pasaje ultimo de lo peor
que le puede pasar a una comunidad política, igual que a una alma juvenil, por
mas que la pasión que concita sea seductora
para las mayorías. Del Diccionario de la Democracia , obra de Patricio Marcos, tomo con su
consentimiento el siguiente extracto, todo un tratado esotérico:
“Aristócles, padre de la
Academia en Occidente, que es decir del hoy menguado y
parcial saber universitario, explica las causas severas por las cuales el alma
democrática en formación se encuentra desalojada de estudios, de conocimientos,
de anhelos nobles y de discursos verdaderos… ¿Cuáles son tales causas? Nada
menos que una serie de golpes de Estado, dirigidos mayormente contra la
ciudadela del ser humano, su inteligencia, pero también contra su corazón, e
inclusive… enderezados asimismo contra la mitad de los apetitos de su vientre
bajo, los necesarios. Esta serie causal de revoluciones explica por qué los
nuevos inquilinos de la acrópolis del individuo, al meter a saco ese hogar
augusto de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial del individuo, su
testa, aparte de no encontrar al dueño original de ella, el intelecto,
descubren que antes de ellos no sólo estuvieron ahí los apetitos productivos
privilegiados por su padre, los cuales tiranizaron a la inteligencia y al
corazón con el avasallador y loco apetito de lucro, sino también habitaron ahí,
previamente, la ambición, la altanería y el carácter obstinado de su abuelo,
sin excluir al espíritu de honores y el amor por la sabiduría del bisabuelo
(observar aquí la relación hijo-padre-abuelo-bisabuelo).
Desde esta perspectiva, el encumbramiento del género democrático de
vida en el individuo, ocupa en realidad el penúltimo eslabón de una accidentada
cadena de golpes de Estado sórdidos y cruentos, todos dirigidos contra el
gobierno de la inteligencia y la nobleza de corazón, cuyo orden de aparición es
paralelo a los padecidos por las propias comunidades políticas y sus
constituciones:
1) En primer lugar está el cuartelazo de los hombres timocráticos
contra los gobiernos regios y aristocráticos que les anteceden, seguido del
rechazo a que los hombres sabios y prudentes vuelvan a ocupar las más elevadas
magistraturas del Estado, hasta que por el paso deshacedor del tiempo, tales
personajes mayestáticos y excelentes desaparecen de las comunidades humanas, lo
cual hace que ellas queden desamparadas, desprovistas de autoridad y gobierno…
así como desiertas asimismo de estudios y conocimientos. 2) A este golpe del
ímpetu y la fogosidad del alma republicana contra los linajes anteriores –del
celebre mito de las edades expuesto por Hesíodo (Trabajos y Días)*- le sucede
la asonada de los oligarcas contra el género de vida timocrática, vida la cual
es jalonada por la codicia de poder, las ansias de sobresalir, el afán de
victoria, la guerra… lo anterior da por resultado que a partir de esta
revolución segunda, la clase dirigente, ya despojada de todas las excelencias
formadas por el caudal de las riquezas internas –que incluyen los anhelos
nobles y la veneración por la verdad-, se dedique a rendir homenaje al oro y a
la plata externos, acumulando bienes materiales en exceso, síntoma de la pobreza
padecida por sus almas (Es la preeminencia de los ricos) 3) Previo al
despeñadero último y definitivo del alma humana en su ciclo histórico natural,
se protagoniza la insurrección de las masas democráticas sedientas de libertad
contra las élites plutocráticas (los ricotes), en rebelión abierta y extrema
frente a la pretensión de los pocos ricos por convertir al dinero en un bien,
el bien supremo para el hombre, las familias y las comunidades políticas. (Son
las mayorías –los pobres- en rebelión)
De manera semejante a como ocurre en las ciudades externas, en la
historia del alma individual también
existe una sucesión análoga de atropellos sufridos por las partes eminentes del
ser humano a manos de las partes intermedias e inferiores. Primero, la revuelta
del apetito de castigo, situado este en el corazón del alma republicana, contra
el anhelo de belleza, de verdad y de gobierno de la inteligencia, algo propio
del alma real y aristocrática. Segundo, la insubordinación de los apetitos de
placeres necesarios, de índole oligárquica y cuyo domicilio es el vientre bajo,
insurrección dirigida contra el apetito republicano por los límites y la
justicia, el cual, durante su gobierno, se enseñorea de la inteligencia y
entroniza el reinado de las virtudes ciudadanas. Se trata de la desviación de
la satisfacción del hambre, cuya función primaria es nutricia, de subsistencia
y conservación de la vida, para transformarse en voracidad debido a la ambición,
volviéndolas así hambre y sed ilimitadas, insaciables e incontenibles, que
desata la persecución vergonzosa de bienes externos, con lo que el amor por los
honores y la vida noble son destronados y sufren humillación perpetua. Tercero
y último, para entender el esoterismo de esta genealogía del carácter del alma
democrática, se precisa tener en cuenta que una vez que los anhelos de la
inteligencia y los apetitos del corazón resultan pisoteados por el ansia de
alimentos -comida, bebida y sexo, hambre desbocada cuyo objeto es ahora el
dinero-, se implanta sobre aquéllos un régimen de esclavitud injusto,
despiadado e ingrato… Este retrato de Platón sobre las vicisitudes y avatares
que forjan, despolitizada y contrahecha, al alma del joven demócrata, destaca
no sólo la tiranía de la parte inferior de su psíque sobre las partes media y
superior -el hambre voraz de su vientre bajo sobre la imaginación y la
inteligencia-, sino además la imposición de los apetitos más ayusos, los
placeres innecesarios, sobre los apetitos necesarios, cosa ésta relativamente
menor al comparársele con el despotismo del apetito de despilfarro en contra de
las pasiones nobles y el anhelo de belleza, los cuales se hacen acompañar por
un amor imposible a la par que extremoso, que busca la libertad a cualquier
precio, no menos que por el afán radical de igualitarismo en todos los aspectos
de la vida y de la convivencia personal, social y política”
*1) En la Edad de Oro,
regida según la voluntad de Crono, los hombres vivían junto a los dioses. Era una época
caracterizada por la paz y la felicidad. Los hombres no tenían que trabajar
para alimentarse, ya que la Tierra los proveía de todo cuanto necesitaban. Vivían
durante muchos años, pero siempre con apariencia joven, hasta que morían de
forma tranquila. 2) A partir de la Edad de
Plata, inclusive, es el hijo de Crono, Zeus, el que establece
el orden. Durante esta época, los hombres vivían durante cien años como niños.
Vivían un corto período como adultos, que malgastaban con disputas con otras
personas. Los humanos se negaron a seguir rindiendo culto a los dioses, por lo
que Zeus destruyó esta raza por impiedad. 3) Los
hombres de la Edad
de Bronce sólo vivían para la guerra y esta raza se exterminó a
sí misma debido a su violencia. 4) La Edad de los Héroes es
la única edad que no corresponde con ningún metal y es la única que implica una
mejora respecto a la anterior. En este período vivieron los héroes y semidioses y
realizaron sus hazañas. De esta edad son los héroes que lucharon en Tebas y Troya. Cuando esta
raza murió, todos fueron al Elíseo. 5) La edad de Hesíodo es
la Edad
de Hierro, que es la nuestra: durante esta edad, los hombres viven
de forma infeliz y miserable. Los hijos deshonran a los padres, los hermanos
luchan contra los hermanos y los tratados de hospitalidad son
constantemente incumplidos. Durante esta época las malas personas mienten para
parecer buenas y no se tiene sentimiento de vergüenza.