La juventud en México enfrenta paradojas y
contrastes entre el mundo joven y el adulto. Cuentan con mayores estudios que
los padres y no encuentran empleo, entienden y operan mejor la tecnología sin
embargo no tienen experiencia laboral, están mejor preparados y sin embargo no
consiguen independizarse de la casa familiar, son la población que menos sufre
enfermedades, no obstante verse expuestos a mayores accidentes, adicciones,
alcoholismo, enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados. Es la
población que mejor se adapta a los cambios, y ello explica porque constituyen
buena parte de de migrantes que satisfacen las necesidades de mano de obra
regalada, en el vecino país del norte.
Se sabe que cada año más de un millón de
jóvenes busca por primera vez trabajo en un país que no genera si acaso 300 mil
nuevos empleos. Amen de los niveles de ingreso ofrecidos: 55% de los jóvenes
que consigue un empleo recibe un sueldo entre 1 y 3 salarios mínimos, es decir
entre $1,500 y $4,500 pesos al mes. Aunque se calcula que 3 de 4 jóvenes saben
usar una computadora y 80% un teléfono celular, la deserción de 4 de cada 10
muchachos ocurre por la falta de expectativas para desarrollarse en instituciones
educativas devaluadas, por la abundancia de la oferta frente a la reducida
demanda laboral. Por eso 1 de cada 3 jóvenes que desertan de los estudios lo
justifica por las exigencias de tiempo invertido, frente a las reducidas
expectativas de desarrollo profesional, el desempleo y la frustración.
Estos datos permiten entender las
características de la sociedad actual. Poco más del 50% de estos jóvenes viven
con sus padres y no piensan salir del hogar familiar. Y los que lo intentan,
además se exponen a la sanción moral de una sociedad que condena hipócritamente
lo que le intimida. Por eso mejor emigran al norte, donde no los vean, juzguen,
reprochen y limiten.
Este devastador diagnostico, un retrato del
estado que prevalece entre la juventud mexicana, son síntomas inequívocos de un
cuadro grave de enfermedad social, que exige de otra clase de doctores, para
curar y devolver la salud al paciente. Dice Fernando Savater “Hace falta un
espíritu inspirado en Voltaire, el inventor del intelectual moderno: un oficio
que toma algo del agitador político, bastante del profeta y no poco del
director espiritual. Maestros quienes estén en disposición de ejercer con la
educación, un poder benéfico y curativo que pueda aliviar del poder despótico
de los gobernantes y del poder oscurantista de los clérigos” (Diccionario
Filosófico).
Desafortunadamente no son muchos –dicen que
hombres sabios y doctos se cuentan con los dedos de las manos en una comunidad-
y en México, la reciente muerte de Ernesto de la Peña deja un hueco imposible
de rellenar. No obstante, veamos la primera parte de un ensayo de Patricio
Marcos, que aborda el problema de la educación demócrata entre la juventud,
como causa del desorden social, como principio de corrupción y degeneración del
Estado.
“Al final, esta muchedumbre de deseos
innecesarios y despilfarradores terminan por apoderarse de la acrópolis del
alma del joven, encontrándola vacía y desocupada, tanto de estudios y
conocimientos como de anhelos nobles y discursos verdaderos, los mejores centinelas
y guardianes del espíritu de los hombres amados por los dioses”.
En La República , pero también en las leyes, Platón
describe en la cita el golpe de Estado con el que termina la guerra intestina
librada en el seno del alma en formación del joven demócrata, espejo del golpe
de Estado que lleva a cabo otra muchedumbre, pero esta vez no de apetitos o
deseos subjetivos sino de pobres reales, los que luego de quitar a los ricos
del gobierno, de asesinar a unos y de desterrar a otros, a los que quedan les
conceden participación igual de poder y libertad en el nuevo régimen. La palabra griega acrópolis es ideal para
descifrar el texto citado. Las comunidades políticas griegas -a las que los
latinos llamarán estados-, cuentan con una ciudadela dentro de las murallas
protectoras de la ciudad cuyo nombre es acrópolis. En las comunidades políticas
antiguas… su diseño es el de una suerte de fortín inexpugnable, lugar último
para la defensa de la ciudad o estado en caso de guerra, pero también cumple
con la función de ser recinto sagrado para las leyes de la ciudad, entre las
que el asilo a perseguidos políticos y religiosos es de las más importantes.
Por eso conviene
poner al descubierto, desde el principio, la analogía trazada por Platón entre,
por un lado, la acrópolis del Estado, y por el otro, lo que sería la ciudadela
del individuo, su cabeza, la parte anatómica más eminente del ser humano, sede
de su inteligencia. Esta acrópolis individual, la más valiosa del alma,
representa la cima de las facultades y potencias del hombre, pues si es fuente
del apetito de saber y del anhelo de belleza, también es el lugar donde se
construyen los juicios, de los que derivan los conocimientos y las acciones
proporcionadas, ambos puestos al abrigo de la elocuencia convincente y
arrebatadora de las pasiones, las cuales se sirven de las opiniones elaboradas
por la imaginación, fuente de donde proviene el placer y el dolor en toda la
especie animal.
En esta analogía sobre la acrópolis del alma
se aborda, acuciosa y bellamente, la forma por la cual viene a formarse el
carácter democrático del individuo durante su juventud. Efectivamente, a través
de la metáfora que amarra al mundo de la ética con el de la política –las
comedias y tragedias de las almas individuales
con las de los Estados-, Platón narra el modo en que termina la
revolución que enfrenta, no a las clases ricas y pobres, tal y como ocurre en
las sociedades, sino a dos apetitos de placer del vientre bajo en el alma
individual, los cuales, cada uno en su turno, privilegian a acaudalados e
indigentes, a la voracidad y a la penuria, deseos de placer opuestos y hasta
antagónicos, los más bajos en la anatomía invisible del alma.
¿De qué revolución se trata? En este caso, de
la popular, cuya causa es el incómodo legado paterno, un expediente hereditario
de confrontación y conflicto para el joven demócrata, quien recibe de herencia
malsana la disputa entre dos apetitos de placer residentes en el vientre bajo,
los unos necesarios y los otros innecesarios, aquéllos imprescindibles, estos
prescindibles…los mismos apetitos que prevalecen entre ricos y pobres
respectivamente…
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