Thursday, September 13, 2012

LA EDUCACION EN EL DEMÓCRATA


La juventud en México enfrenta paradojas y contrastes entre el mundo joven y el adulto. Cuentan con mayores estudios que los padres y no encuentran empleo, entienden y operan mejor la tecnología sin embargo no tienen experiencia laboral, están mejor preparados y sin embargo no consiguen independizarse de la casa familiar, son la población que menos sufre enfermedades, no obstante verse expuestos a mayores accidentes, adicciones, alcoholismo, enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados. Es la población que mejor se adapta a los cambios, y ello explica porque constituyen buena parte de de migrantes que satisfacen las necesidades de mano de obra regalada, en el vecino país del norte.
Se sabe que cada año más de un millón de jóvenes busca por primera vez trabajo en un país que no genera si acaso 300 mil nuevos empleos. Amen de los niveles de ingreso ofrecidos: 55% de los jóvenes que consigue un empleo recibe un sueldo entre 1 y 3 salarios mínimos, es decir entre $1,500 y $4,500 pesos al mes. Aunque se calcula que 3 de 4 jóvenes saben usar una computadora y 80% un teléfono celular, la deserción de 4 de cada 10 muchachos ocurre por la falta de expectativas para desarrollarse en instituciones educativas devaluadas, por la abundancia de la oferta frente a la reducida demanda laboral. Por eso 1 de cada 3 jóvenes que desertan de los estudios lo justifica por las exigencias de tiempo invertido, frente a las reducidas expectativas de desarrollo profesional, el desempleo y la frustración.
Estos datos permiten entender las características de la sociedad actual. Poco más del 50% de estos jóvenes viven con sus padres y no piensan salir del hogar familiar. Y los que lo intentan, además se exponen a la sanción moral de una sociedad que condena hipócritamente lo que le intimida. Por eso mejor emigran al norte, donde no los vean, juzguen, reprochen y limiten.
Este devastador diagnostico, un retrato del estado que prevalece entre la juventud mexicana, son síntomas inequívocos de un cuadro grave de enfermedad social, que exige de otra clase de doctores, para curar y devolver la salud al paciente. Dice Fernando Savater “Hace falta un espíritu inspirado en Voltaire, el inventor del intelectual moderno: un oficio que toma algo del agitador político, bastante del profeta y no poco del director espiritual. Maestros quienes estén en disposición de ejercer con la educación, un poder benéfico y curativo que pueda aliviar del poder despótico de los gobernantes y del poder oscurantista de los clérigos” (Diccionario Filosófico).
Desafortunadamente no son muchos –dicen que hombres sabios y doctos se cuentan con los dedos de las manos en una comunidad- y en México, la reciente muerte de Ernesto de la Peña deja un hueco imposible de rellenar. No obstante, veamos la primera parte de un ensayo de Patricio Marcos, que aborda el problema de la educación demócrata entre la juventud, como causa del desorden social, como principio de corrupción y degeneración del Estado.
“Al final, esta muchedumbre de deseos innecesarios y despilfarradores terminan por apoderarse de la acrópolis del alma del joven, encontrándola vacía y desocupada, tanto de estudios y conocimientos como de anhelos nobles y discursos verdaderos, los mejores centinelas y guardianes del espíritu de los hombres amados por los dioses”.
En La República, pero también en las leyes, Platón describe en la cita el golpe de Estado con el que termina la guerra intestina librada en el seno del alma en formación del joven demócrata, espejo del golpe de Estado que lleva a cabo otra muchedumbre, pero esta vez no de apetitos o deseos subjetivos sino de pobres reales, los que luego de quitar a los ricos del gobierno, de asesinar a unos y de desterrar a otros, a los que quedan les conceden participación igual de poder y libertad en el nuevo régimen.  La palabra griega acrópolis es ideal para descifrar el texto citado. Las comunidades políticas griegas -a las que los latinos llamarán estados-, cuentan con una ciudadela dentro de las murallas protectoras de la ciudad cuyo nombre es acrópolis. En las comunidades políticas antiguas… su diseño es el de una suerte de fortín inexpugnable, lugar último para la defensa de la ciudad o estado en caso de guerra, pero también cumple con la función de ser recinto sagrado para las leyes de la ciudad, entre las que el asilo a perseguidos políticos y religiosos es de las más importantes.
Por eso conviene poner al descubierto, desde el principio, la analogía trazada por Platón entre, por un lado, la acrópolis del Estado, y por el otro, lo que sería la ciudadela del individuo, su cabeza, la parte anatómica más eminente del ser humano, sede de su inteligencia. Esta acrópolis individual, la más valiosa del alma, representa la cima de las facultades y potencias del hombre, pues si es fuente del apetito de saber y del anhelo de belleza, también es el lugar donde se construyen los juicios, de los que derivan los conocimientos y las acciones proporcionadas, ambos puestos al abrigo de la elocuencia convincente y arrebatadora de las pasiones, las cuales se sirven de las opiniones elaboradas por la imaginación, fuente de donde proviene el placer y el dolor en toda la especie animal.
En esta analogía sobre la acrópolis del alma se aborda, acuciosa y bellamente, la forma por la cual viene a formarse el carácter democrático del individuo durante su juventud. Efectivamente, a través de la metáfora que amarra al mundo de la ética con el de la política –las comedias y tragedias de las almas individuales  con las de los Estados-, Platón narra el modo en que termina la revolución que enfrenta, no a las clases ricas y pobres, tal y como ocurre en las sociedades, sino a dos apetitos de placer del vientre bajo en el alma individual, los cuales, cada uno en su turno, privilegian a acaudalados e indigentes, a la voracidad y a la penuria, deseos de placer opuestos y hasta antagónicos, los más bajos en la anatomía invisible del alma.
¿De qué revolución se trata? En este caso, de la popular, cuya causa es el incómodo legado paterno, un expediente hereditario de confrontación y conflicto para el joven demócrata, quien recibe de herencia malsana la disputa entre dos apetitos de placer residentes en el vientre bajo, los unos necesarios y los otros innecesarios, aquéllos imprescindibles, estos prescindibles…los mismos apetitos que prevalecen entre ricos y pobres respectivamente…


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