La quiebra de
1994 me desfondó, pero no acabó conmigo, ni con mis sueños e ilusiones sureñas.
Nunca antes se había visto que de golpe se devaluara nuestra moneda y que los
bancos elevaran las tasas de interés de manera salvaje, quebrando algo más que
las economías familiares, las esperanzas, expectativas, los sueños de tantos
millones de mexicanos. Recuerdo como nos cobijábamos comerciantes y agricultores
de Temascaltepec, el aliento era indispensable para nosotros, los peor afectados
por esta decisión deliberada (Córdova Montoya), “fríamente calculada” (Ernesto
Zedillo), calculada, “típica” (PRI) y por eso, torpemente inesperada por la
ciudadanía.
Debí anticiparla,
fallé como Economista, porque estos ciclos de ruina y acaparamiento se repiten
y suceden en todos los países llamados capitalistas, en donde impera la
ganancia monetaria y si es a expensas de otros, mejor. Fue un robo, un asalto
financiero. En mi caso, por ejemplo, los abonos a un crédito hipotecario
pasaron de 2 mil a 20 mil pesos y las “letras” por un auto nuevo escalaron de
$1,500 a $9,500, por el efecto combinado de la devaluación, los intereses y las
condiciones de usura, escritas en letra chiquita, en los contratos firmados sin
mirarlos. De cualquier manera, el propósito de la ruina decidida por los grupos
de poder en México, el arrebato entre Carlos Salinas de Gortari en contra del
candidato que él no puso ni dispuso, Ernesto Zedillo, tenía como padrino y
promotor el gobierno yanqui de los USA, que necesitaba miles, millones de compatriotas
como peones de trabajo, para hacer los trabajos que ya “ni los negros quieren
hacer”, como mano de obra migrante con un doble propósito: enviar remesas de dólares
indispensables para poder comerciar en el marco del Tratado de Libre Comercio,
firmado a principios de ese año de 1994; y por otra parte –más importante aún-
dar inicio a la enajenación de la sociedad mexicana, de la gente, por los
valores gringos repulsivos: comida de plástico pintado, música monocorde de
letras idiotas, la enajenante y alienante fe religiosa, los dogmas y creencias
fanatizantes, indispensables para acceder al perdón celestial, para estar en libertad
de cometer cuanto robo, traición o crímenes terrenales, se ejecuten con tal de
hacer dinero y gastar dinero. No para el ahorro, sino para el lujo y la
ostentación.
El crack
monetario me “pego” pero no me rindió. Estaban todas las cosas, los autos,
casas, y tenía a mi familia y mis talentos personales. Por allí no me perdí. Lo
que a mí me desánimo (en el sentido de arrebatarme el alma) en Temascaltepec, me
perdió, lo que me “mató”, fue la pobreza cultural y la mala, nula educación. Pero
iré por partes.
He reconocido
en Mitos y Leyendas anteriores, que el hallazgo que me maravilló al venir a
vivir al sur del estado de México, fue darme cuenta que no sabía hacer nada. Y
esta muestra de honestidad personal, primera vez que la hago pública, además, se
refiere a mi falta de experiencia en cosas de la vida, especialmente –aunque no
solamente- en la vida campirana. Nunca había vivido en un medio rural y me daba
cuenta que la gente tenía valores diferentes a los círculos familiares y
sociales con los que convivía en la Ciudad de México. Mis amigos de Los
Timbres, Jesús del Monte o San Pedro Tenayac, sin duda son gente mucho más
valiosa –por sus virtudes- que mis parientes o amistades citadinas.
Pero esas
lagunas ¡que va océanos! de ignorancia, en asuntos tan elementales como
identificar una ortiga de una buganvilia, preparar mezcla para enjarres o
mezcla de cemento para pisos, usar un machete, podar una flor, beneficiar el
café, desde que aún son bayas en los cafetos, el corte, secado, molido,
aireado, cribarlo y luego tostarlo y molerlo, eran retos apasionantes. Por fin
me enfrentaba a conocimientos que no estaban en mi biblioteca. Y me aboqué con
determinación, a aprender-haciendo. Es mi método, solo puedo incorporar
conocimientos en mi cabeza, cuando, por ejemplo, yo mismo cortaba o desgranaba
las mazorcas, bajaba cargando bultos de maíz a la casa de Don Panchito, en el
barrio de San Francisco, quien molía el grano para después revolverlo con el concentrado
alimenticio y preparar el alimento, para las decenas de marranos que engordábamos
en el rancho.
No,
definitivamente, esas limitaciones personales no fueron nunca un problema. No
lo son aún, porque si algo me diferencia precisamente de la población nativa,
es la facultad para observar, aprender y cambiar. Aquí no sucede nada de esto. Es
lo que mata la vida: el conservadurismo, las resistencias, la repetición. La
gente no sabe pensar, no está acostumbrada a usar la cabeza. No entienden de
lógica, las matemáticas no existen en los programas educativos, y
consecuentemente no relacionan, asocian, comparan. Nada
Además, la
desinformación que se padece en la región, desde hace muchos ayeres, entonces
era peor. Sin periódicos, ni noticias, apenas con un par de canales de
televisión, sin radio, es increíble, pero este medio de comunicación, que es
tan familiar en el DF, tan útil como se comprobó en tragedias como las del
terremoto de 1985, tan variado y entretenido, no se escucha en el sur del estado
de México.
Tampoco había
teléfono en 1989. Bueno, en realidad si existía el servicio, pero era
atorrante, una desesperación pavorosa. Resulta que al llegar a la casa del
rancho, lo que primero nos llamó la atención era un viejo teléfono desconocido
por su tamaño, cuadrado, negro, pesado y con una manivela en el centro, en
lugar del disco clásico de números que giran. Un día, mis hijas jugaban con el
aparato telefónico y de repente me avisaron que por el auricular se escuchaba
una voz que preguntaba ¿A dónde quieren hablar? Así conocí a Panchita y a
Cristy, las operadoras del servicio que solo funcionaba por unas horas, se transmitía
por impulsos electromagnéticos y había que esperar a que ellas contactaran el número
deseado y esperar el aviso para entablar la comunicación. ¡Increíble! ¿No lo
creen? Seguramente no, pero así era la vida, hace poco más de dos décadas. No había
teléfonos celulares, ni fax, escáneres, email, iPad, fotocopias, whats app, sin
chat. Nada
Era espantoso
tratar de hablar por teléfono. “Pa’ mis pulgas”, intolerable porque había que
pedir las cosas “por favor”, saludar y decir “buenos días”… todo un ritual que
tuve que aprender y cumplir, pues de lo contrario no había poder que hiciera
que este par de buenas vecinas (del Cerro Pelón y del Fortín) atendieran mis
necesidades de comunicación a distancia.
Pero la gente
tampoco leía y entonces, las charlas eran repetidas y redundantes: ¿cree que
lloverá? y las preguntas del clima eran tema obligado, a veces, algunos chismes
de la gente que descuidaba su vida personal y los asuntos relativos al estado
de las siembras o de las cosechas, que siempre eran lo mismo. La gente no
opina, no habla, si acaso repite algunos consejos, recuerdos recurrentes. No
saben de tecnología o de ciencia, de política ni de historia, de arte, de
museos. Nada.
Como no soy
religioso, entonces tampoco sabía, ni me enteraba (ni me interesa) de los ritos
y anuncios eclesiásticos. Como no soy creyente, poco se acercaban los emisarios
de la llamada Mayordomía, la consagración de fieles que organiza el año católico
en Temascaltepec. Tampoco venían los miembros de otras “sectas”. En la cabecera
municipal de Temascaltepec, la religión destruye los encantos de la vida, convierte
–a la vida- imaginaria, anunciada, son circunloquios aburridos, castrantes,
nefastos, opuestos a toda idea de la felicidad, basada en la amistad, en las
virtudes propias de la belleza, de la inteligencia, de la sabiduría.
Esa es la
diferencia que hay que señalar y subrayar para entender Temascaltepec y
adaptarse: que la educación en estos pueblos está construida sobre dogmas y no
existen facultades para tratar epistemológicamente una idea distinta, ni se
hacen esfuerzos gnoseológicos para comenzar un porvenir mejor. No hay filosofía,
ni ganas de pensar. Allí es donde radica la enorme diferencia y superioridad de
la gente, que como nosotros –pienso en Mike, Adolfo, el Dr. Müller- fuimos
educados en otras latitudes, bajo otros esquemas y por otros Maestros.
Actualmente, hay que decirlo con todas las letras, los asuntos de la religión están
peor. No se diga en el reino vecino de Tejupilco, donde el fanatismo religioso
y sectario alcanza proporciones delirantes (Cristo me ama, el Señor es mi Dios…)
enfermas y peligrosas.
Pero antes de
hablar de la educación que recibíamos hace siglos en el ombligo de la luna, en
Mixitli, quiero decir que he sido testigo y actor de la educación en
Temascaltepec. Como en todos lados, mis hijas conocieron buenos, regulares y
malos Maestros. Destaco a una de nombre Cristy, que cuidó de dos de mis hijas,
de Artemia y de Cristiana. La Maestra de primaria, emprendió un programa
original e importante dedicado a localizar, elegir y desarrollar aquellos
alumnos con mayores facultades intelectuales. Se llamó Grupo CAS (capacidades y
aptitudes sobresalientes) y solo duro un año calendario. Comenzaba el
empoderamiento del gremio magisterial –además la Maestra Cristy es originaria
de Tejupilco- y las envidias y celos y cuchichearon, hasta desaparecer este
esfuerzo muy importante porque reunía dos veces a la semana, por unas horas, a
los mejores alumnos de 4° y 5° grados.
Porque la
educación en la década de los años 90’s, en el estado de México, dejó de ser un
esfuerzo intelectual, de imaginación, estudio e inteligencia, para convertirse en
un modelo de adiestramiento para la obediencia y el silencio. En eso han
acabado los “profes y profas”, mejor pagaos, pero sin el respeto ni
reconocimiento que acumularon a lo largo de medio siglo: hoy son burdos y vulgares
burócratas chambistas.
El modelo
educativo que sufrieron mis hijas –igual y como lo padecen todos los
estudiantes inscritos, en las instituciones educativas de todos los niveles
escolares en el sur del edo. Mex.- está diseñado para mantener cautivos a los
estudiantes, obligarlos a obedecer, enseñarlos a aprender lo mínimo y a obtener
buenas calificaciones cumpliendo con la “escala”, que es una kafkiana medición
del aprendizaje, de cuadernos cosidos, tal o cual color, desfiles obligados en días
feriados, manzanita al maestro. Es criminal el asesinato de los espíritus
infantiles. Es un golpe de estado en contra de las almas estudiantiles. Es la
Mala Educación mexiquense. Es la dinamitación de las Acrópolis juveniles por
estos desalmados mentores, que al paso del tiempo se han empoderado y vuelto
crueles y corruptos. Nada es más salvaje, pasa sin ser visto, es tolerado,
incluso aplaudido, a fuerza de
repeticiones, forzamientos y ceremonias cursis y ridículas, que la Mala Educación
impartida por el gremio magisterial: corrupto de manera escandalosa, chillón y
sensible por costumbre –no generalice, es la monserga repetida- ambicioso y
carente de escrúpulos.
Escribia a
principios del año 1995 “Hay que imaginar: asistir a una función de teatro y
ver el escenario en condiciones deplorables, la iluminación deficiente, las
butacas sucias, rotas; la música desafinada, el telón desgarrado y parchado,
los actores olvidando sus diálogos, con pausas y silencios. La entrada, por
supuesto gratuita, no justifica el lamentable espectáculo. Sin embargo
imaginemos a un público que aplaude y comenta entre sí: que buena obra de
teatro estamos viendo…
No se practica
deporte, las escuelas se constriñen al plan de estudios de manera rigurosa, la
gente no sale del pueblo para conocer otros lugares. Es inaudito que las pocas
clases de geografía o de historia se restrinjan al estado de México y específicamente
a la región sureña. Como si el resto del mundo no existiera, ni otras ideas,
alimentos, formas y modos de producción.
¡Bueno! hoy es
peor. Todo está peor y por eso, solo por eso pasan las cosas que vemos y nos
llenan de horror. Sobrevivimos en un Narco-Estado que corrompe todo lo que toca
y que en connivencia con la gente más desalmada de la escala bestial, asesina a
estudiantes libres, como los de la Normal de Ayotzinapa Guerrero. En cambio,
los estudiantes de la Normal de Tejupilco o de los planteles de la UAEMex en Temascaltepec,
se caracterizan por padecer de represión
por sus “profes”, amenazas y el chantaje
diario.
Recuerdo que
el primer “ciber” que existió en Temascaltepec, lo instalé frente a la tienda
del “Menudeo del Norte”… el comercio emblemático que distinguió a este poblado
mientras quise y pude y aguanté. Funcionaba marcando un número telefónico para
acceder el internet. Antes, abrí y operé con gusto, un restorancito que se llamaba “El Refugio del
Nuevo Temas”. Porque era urgente encontrarme con gente con quien platicar,
jugar domino, al ajedrez, hacer círculos de lectura, bailar ballet, jazz,
escuchar las rolas de Joaquín Sabina y juntos visitar los grandes museos de la
Ciudad de México, las zonas arqueológicas connotadas y conversar, hacer de la
palabra la vida y de la tertulia el medio para crecer y prosperar, ser felices.
Hice todo,
batallé, trabajé, invité. Un día, a principios de 1992, el Virrey en turno de
Temascaltepec, me pidió que me integrara a un rescate por la unidad de la UAEMex,
que impartía la carrera de Veterinaria y que estaban por desaparecerla y
llevarla a otro lado. Se trataba de un Patronato que promovería los estudios,
que opinaría y, en mi caso, buscaría que a través de relaciones personales, se
dotara de una buena biblioteca a la unidad. Nada se pudo hacer, pues el grupo estudiantil
que pedía “teta” no quería, ningún tipo de intervención en los asuntos interiores
del plantel. Ese grupo tenía planeado apoderarse de la institución educativa y
lucrar con sus presupuestos y el menguado prestigio que mantiene lo que no es,
ni universidad, ni autónoma, ni es del estado de México. El Chino, Cardozo, el
Doctor, el actual Director, son los mismos que se han anquilosado en la escuela
desde hace veinte años, con resultados nefastos, porque administran los
diferentes planteles con que cuenta en la actualidad la unidad de la UAEM, con
fines muy claramente definidos de apoyo al Gobernador del estado, al PRI y
contrarios a cualquier expresión opuesta a la Dictadura del Peñejo.
Ahora que me
he podido liberar de los atavismos comerciales que me ataron tantos años a
Temascaltepec, puedo disfrutar y ver que mis potencias estuvieron congeladas
tantos años, en el surtimiento y abasto de los alimentos necesarios para el
cuerpo de los habitantes de este municipio. Actualmente dedicado al comercio de
alimentos, pero de otra especie y naturaleza, los bocados para el alma humana,
son los libros, mi pasión y destino, puedo ver y entender con mayor claridad mi
historia y la de esta región que se encuentran íntimamente entrelazadas.
Porque en
cuanto llegué, cambié ritmos y costumbres. Me recuerdo en un día de Semana Santa,
trabajando mientras sentía miradas encima de mí, hasta que el peón me comentó “la
gente” veían mal que se trabajara en la Semana mayor para los católicos. Y de cómo
al comenzar a mercar en la tienda del “Menudeo del Norte”, dejé de cerrar para
comer, costumbre arraigada entre los empleados, igualmente que cerrar temprano,
los días sábados y domingos.
Pero me
enfrenté a un pueblo que no te ayuda en nada. Cuando necesité una niñera que
cuidara a mis hijas pequeñitas, la gente de Temascaltepec (la de la cabecera
claro…) no trabaja, porque llevan los apellidos de prosapia en la población. Y
las que no son parte de la rancia aristocracia local, tampoco trabajan, porque ¡que
van a decir!
Debía pagar
sueldos muy elevados para contar –a lo largo de casi 15 años- con una media
docena de empleadas y trabajadores –¡cuando más!-, a pesar de que el empleo incluía bañar, educar, alimentar y pagar semanalmente
y siempre de manera puntual. La típica casa-comida y sustento- a no menos de
una centena de jóvenes de toda la región.
Me cuenta mi
amigo “el Español” que antes, mucho antes que nosotros, el con su familia
intentó abrir una discoteca juvenil, para diversión, como negocio, en un lugar
muy conocido y a la vista de toda la gente. Buenas personas, la discoteca era
un intento por cambiar los paradigmas retrógrados y ñoños de Temascaltepec. Me cuenta
que el día de la inauguración, se pararon enfrente de la discoteca una docena
de mujeres vestidas con chal negro, a rezar el “rosario” en señal de
desaprobación.
En mi caso
personal, que provengo de un mundo universal y sumamente informado, aquella
vida fue un martirio que acabó con mi paciencia y felicidad. Qué lástima que
Paul se murió inesperadamente y no pudimos constituir el Club que tanto
platicamos. Una suerte de Pub inglés donde beber, conversar y pasar el tiempo,
hacer negocios y disfrutar la vida. Que malo que Mike se casara con una mujer
que le cortó… las alitas y dejo de ser mí amigo. Qué pena que la soledad
individualista que caracteriza la vida en Temascaltepec me llevara al exceso en
el consumo del alcohol. Pero ¡qué coño, si no hay otra cosa que hacer ¡!!
Fue increíble que
durante años, me levanté solo, para hacer mis practicas de atletismo y jogging que hacía en Los Viveros
o en Chapultepec, mientras viví en el DF y ahora, en estos parajes de belleza
inmensamente superior. Nunca… óiganme bien, no hubo un solo día que encontrara
a otra persona con quien saludarme al menos. Mejor cometí la impertinencia de
hacerme socio del Club Sport City en 1995 (el primero y original en Plaza
Eureka), viajar un par de veces a la semana, subirme a unas bicicletas fijas,
ver unas buenas “nalgas” y usar la tecnología de punta, nadar en una alberca de
agua calientita y darme un vaporazo, pues en Temascaltepec, nadie te acompaña,
ni convive con Otros. La gente “mochila” “persignada” y “mandilona” o está en
su casa o metidos en la iglesia.
Mejor y venga
un recuerdo en este día, al reflexionar sobre la educación, a la memoria de María
Teresa Landa, quien fue, no solo mi Maestra de Historia en la Preparatoria 1 de
la UNAM, sino la inspiradora de la libertad y la independencia que me
caracteriza, de mi gusto por la historia. Maestra de Octavio Paz y de Jacobo
Zabludovsky, la Maestra Landa fue la primera Miss México, fue la última acusada
juzgada por un tribunal popular y público, pues le metió seis balazos a su
esposo, con quien casó a pesar de que él era casado y Padre de dos hijos: y fue
absuelta. A la Maestra Teresa, su Padre la quiso obligar a ingresar a un Monasterio
y ella se negó, estudió en la Normal de Maestros y en Odontología en la UNAM. Son
los Maestros indispensables, para qué México regrese a la realidad feliz.
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