Thursday, December 21, 2006

AMPARO MONTES

Murio Amparo Montes, y con ella se va otra representante de una época en México. Años de romanticismo, de bohemia, inspiración, de sentimientos padecidos, de amor y dolor. Interprete sobresaliente de autores y compositores como Agustín Lara, Álvaro Carrillo, Claudio Estrada, Gonzalo Curiel, Daniel Ríos y hasta Beny Moré.
Quienes tuvimos la oportunidad de apreciar y disfrutar la voz y el carácter de esta mujer quedamos hechizados por la artista, de su estilo, sus expresiones, sus historias, pero sobre todo por ese romanticismo tan perdido en la actualidad, donde lo natural es la diferencia de géneros, el amor como pasión, la realidad como aventura, la vida como conquista, la entrega, el universo total.
En una entrevista que dio al periódico la Jornada, Amparo Montes señalaba la tristeza que le causaba ver a su México tan desamparado... Lleno de problemas, pero llama la atención su opinión sobre el miedo que aqueja a esta nación. “No lo había visto nunca desde que tengo uso de razón” expreso la cantante. “Psicosis de miedo” agregaría, para decir desde su punto de vista, “lo que hace falta son Hombres. Mexicanos que amen a su país.”
Efectivamente la diferencia entre el antes y el después de México reside en esa observación. Si algo caracteriza la condición de esclavitud es el miedo. Justamente el ser humano se asume como esclavo, se presta, entrega, por el temor. Y no se trata de la esclavitud de grilletes y cadenas, esa, casi ya no existe. Ahora las hay peores, la financiera, la judicial, la de los migrantes, la esclavitud impuesta por la tecnología. Pero hay que hablar de la esclavitud natural, la de adeveras, la propia de cada quien, la del carácter que convierte a hombres en esclavos y a otros los condena a ser los amos.
El México de hace 50 años era un país de valientes, como virtud propia de una República. La revolución mexicana la hicieron hombres y mujeres valientes. Esa era su principal activo y por ello triunfaron. No fue una revolución democrática donde las mayorías se impusieron solo por su número, como la Francesa. Mucho menos una revolución oligárquica, como la norteamericana, donde las minorías negociaron su destino manifiesto. Revolución de hombres armados cuyo mayor triunfo consistió en darse una constitución política acorde a las circunstancias y en organizarse en un partido político en beneficio de la nación.
Yo creo que el miedo que invade al país se palpa en todas partes. En los que huyen en busca de mejores horizontes, aún y a costa de aceptar para siempre su condición de esclavitud; en la cantidad de expresiones religiosas que surgen diariamente; en las instituciones y organismos que pretenden corregir los efectos, agravando la enfermedad; en la ignorancia y la pobreza, pero quizás, principalmente, en la injusticia social, más allá de las leyes.
En este escenario, uno se pregunta ¿donde habrá de quedar lugar para la vida bohemia, para la inspiración romántica, para la amistad desinteresada? Por eso Amparo Montes tenía su cueva, refugio de caballeros, de trovadores y poetas, de especies en extinción ante la modernidad igualitaria, frente a las muchedumbres ciegas y sordas, en medio de los nuevos amos financieros.

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