Me encuentro caminando sobre la plancha del Zócalo Metropolitano, de visita en la Feria del Libro instalada por decimo año consecutivo. En mi mente cruzan como ráfagas de viento ideas, imágenes, palabras, sensaciones y recuerdos que tras 20 años de ausencia no se olvidan. Me ha tocado estar nuevamente, en este momento en un sábado Distrito Federal, como la canción de Chava Flores, es quincena, día de pago y la gente se arremolina, el trafico no concede espacios a los peatones que intentan cruzar las calles, el sol a plomo acaba con el ánimo y el gusto de volver nuevamente a residir en la Capital de la República Mexicana.
En el DF, el tiempo libre es el recurso humano más escaso. La vida en la ciudad se consume en horas dedicadas al transporte de un lado a otro. Hace unos años un buen amigo que vive en el DF vino a visitarme y me acompaño a hacer una serie de trámites que tenía pendientes en Temascaltepec. Del banco pasamos con el notario, de ahí al registro de la propiedad, a la tesorería, nuevamente al banco y finalmente a la oficina de tránsito. Nos tardamos un par de horas por lo que exclamo ¡en México me hubiese tomado una semana hacer todo esto!
A pesar de todo ello, una mayoría de la población chilanga, dedica buena parte del día al aprovechamiento de su tiempo libre en la práctica de actividades recreativas, deportivas, culturales y educativas. Es costumbre entre la gente que vive en la ciudad hacer un espacio para el ocio y su empleo productivo. Ya en la columna anterior recordaba el sentido original de la palabra ocio, que en Aristóteles se traducía en la importancia esencial de trabajar para tener ocio. La antítesis de esta filosofía es el significado que las democracias occidentales capitalistas le han otorgado al sentido de la vida, como el de trabajar para vivir y vivir para trabajar (Max Weber “La ética protestante y el espíritu del capitalismo).
En la ciudad de México se puede notar claramente la diferencia entre el pensamiento Aristotélico, en la gente que diariamente utiliza su tiempo de ocio para educarse (física y mentalmente) y quienes lo aprovechan para mantenerse en forma para el trabajo. Unos se reúnen en los parques, en Chapultepec, los deportivos y clubes a convivir y distraerse, acuden a institutos y escuelas de artes necesarias para ser mejor y otros, los pudientes compran membrecías en clubes exclusivos (como el Sport City que ya llego a Metepec) donde además de ejercitarse se disponen a fincar relaciones de negocio, influencia y poder.
Considero que mi biografía personal es buen ejemplo para ilustrar lo que digo. Desde que tenía 5 años de edad fui inscrito en una liga de beisbol, donde los papás ayudaban a mantener el campo en perfectas condiciones y las mamás se dedicaban a preparar alimentos, para recaudar fondos para el sostén de los equipos. Una de mis tías (mi segunda o tercera madre) no conforme con pagar por mis clases de música a la misma edad en que comenzó Mozart, me regalo un piano cuando cumplía apenas 8 años. Una diferencia clave para entender el género de vida que existe en el DF son los horarios escolares, de entradas tempranas y salida a mediodía, para llegar a comer, descansar, hacer la tarea y salir entonces a la “calle” a jugar con los cuates.
Mi carácter se moldeo desde la infancia a estudiar, aprender, ejercitarme, saber y competir. Hasta la fecha extraño con nostalgia los recorridos diarios que hacia temprano antes de salir a trabajar en el Bosque del Pedregal y los fines de semana en los Viveros de Coyoacán, donde al terminar la hora de recorrido me aventaba unas “cascaritas” de basquetbol. La diferencia y que hacia únicos estos momentos, eran las multitudes que nos acompañábamos, saludábamos y convivíamos.
En cambio, la vida en provincia es completamente diferente a la de la ciudad porque aquí, el tiempo libre constituye el recurso más abundante y consecuentemente el menos valorado, por lo que se desperdicia y desprecia. Nuevamente vuelvo a mi caso, porque cansado de recorrer diariamente el hermoso camino que comunica Temascaltepec con Real de Arriba, termine de hartarme por hacerlo todos los días, solo, sin que nadie se animara a practicar, el ahora llamado, de manera cursi y esnob, deporteismo.
Pero lo más grave de la vida en este Sur de México es que la idea del tiempo libre obedece a otra máxima diferente, enunciada por Platón, quien afirmaba que "Pero los dioses, compadeciéndose del género humano nacido para el trabajo, han establecido para los hombres festivales divinos periódicos para alivio de sus fatigas y les han dado como compañeros en esas fiestas a las Musas y a Apolo, que las preside, y a Dionisos, para que, nutriéndose del trato festivo con los dioses, mantengan la rectitud y sean equitativos"
Musas y Apolo, bendecidos por Dionisos, el dios del vino que convierte la fiesta anual, en un rito de placer corporal, nada relativo a la educación del alma, de la mente y la inteligencia. Trabajo cíclico, combinado con las temporadas de cosecha, esperadas para la llegada de las fiestas, el baile, la bulla, desenfreno y exceso, vicio y corrupción. Además de aburridas y peligrosas, las fiestas del pueblo son grotescas y repetidas, a pesar de ser anheladas por una población que ignora otras opciones y que no ha sido educada para elegir de manera diferente.
Creo que el ocio en el sur de México, es un problema que tiene dos vertientes para analizar, si se considera que administrar el tiempo libre de la población, representa una acción necesaria para el buen gobierno de estas comunidades. Antes que nada es el ejemplo de quienes gobiernan, el requisito indispensable para hacer que la población atienda y acepte este escalón en el género de vida pasional que ahora sufre. Si los gobernantes no hacen deporte, se cultivan y se alejan de vicios, nada va a cambiar. (Ilustra la parte de la película Traffic, donde al policía judicial “bueno”, los agentes de la DEA gringos le piden información y le proponen darle a cambio lo que pida: en vez de dinero, Benicio del Toro les condiciona su participación por iluminación en los campos de beisbol, “así los jóvenes no consumirán drogas”)
La segunda es que, pensado en términos económicos, el tiempo libre es un nicho de mercado que con esfuerzo, planeación, recursos financieros, humanos y publicidad, representa una gran oportunidad, para hacer del cine, teatro, yoga, escuelas musicales, entrenamiento, ajedrez y tantas otras actividades, todo un negocio y una cosa buena para la población, siempre y cuando se deje de fomentar las discotecas de encueratrices y concursos desgarbados de belleza efímera.
En el DF, el tiempo libre es el recurso humano más escaso. La vida en la ciudad se consume en horas dedicadas al transporte de un lado a otro. Hace unos años un buen amigo que vive en el DF vino a visitarme y me acompaño a hacer una serie de trámites que tenía pendientes en Temascaltepec. Del banco pasamos con el notario, de ahí al registro de la propiedad, a la tesorería, nuevamente al banco y finalmente a la oficina de tránsito. Nos tardamos un par de horas por lo que exclamo ¡en México me hubiese tomado una semana hacer todo esto!
A pesar de todo ello, una mayoría de la población chilanga, dedica buena parte del día al aprovechamiento de su tiempo libre en la práctica de actividades recreativas, deportivas, culturales y educativas. Es costumbre entre la gente que vive en la ciudad hacer un espacio para el ocio y su empleo productivo. Ya en la columna anterior recordaba el sentido original de la palabra ocio, que en Aristóteles se traducía en la importancia esencial de trabajar para tener ocio. La antítesis de esta filosofía es el significado que las democracias occidentales capitalistas le han otorgado al sentido de la vida, como el de trabajar para vivir y vivir para trabajar (Max Weber “La ética protestante y el espíritu del capitalismo).
En la ciudad de México se puede notar claramente la diferencia entre el pensamiento Aristotélico, en la gente que diariamente utiliza su tiempo de ocio para educarse (física y mentalmente) y quienes lo aprovechan para mantenerse en forma para el trabajo. Unos se reúnen en los parques, en Chapultepec, los deportivos y clubes a convivir y distraerse, acuden a institutos y escuelas de artes necesarias para ser mejor y otros, los pudientes compran membrecías en clubes exclusivos (como el Sport City que ya llego a Metepec) donde además de ejercitarse se disponen a fincar relaciones de negocio, influencia y poder.
Considero que mi biografía personal es buen ejemplo para ilustrar lo que digo. Desde que tenía 5 años de edad fui inscrito en una liga de beisbol, donde los papás ayudaban a mantener el campo en perfectas condiciones y las mamás se dedicaban a preparar alimentos, para recaudar fondos para el sostén de los equipos. Una de mis tías (mi segunda o tercera madre) no conforme con pagar por mis clases de música a la misma edad en que comenzó Mozart, me regalo un piano cuando cumplía apenas 8 años. Una diferencia clave para entender el género de vida que existe en el DF son los horarios escolares, de entradas tempranas y salida a mediodía, para llegar a comer, descansar, hacer la tarea y salir entonces a la “calle” a jugar con los cuates.
Mi carácter se moldeo desde la infancia a estudiar, aprender, ejercitarme, saber y competir. Hasta la fecha extraño con nostalgia los recorridos diarios que hacia temprano antes de salir a trabajar en el Bosque del Pedregal y los fines de semana en los Viveros de Coyoacán, donde al terminar la hora de recorrido me aventaba unas “cascaritas” de basquetbol. La diferencia y que hacia únicos estos momentos, eran las multitudes que nos acompañábamos, saludábamos y convivíamos.
En cambio, la vida en provincia es completamente diferente a la de la ciudad porque aquí, el tiempo libre constituye el recurso más abundante y consecuentemente el menos valorado, por lo que se desperdicia y desprecia. Nuevamente vuelvo a mi caso, porque cansado de recorrer diariamente el hermoso camino que comunica Temascaltepec con Real de Arriba, termine de hartarme por hacerlo todos los días, solo, sin que nadie se animara a practicar, el ahora llamado, de manera cursi y esnob, deporteismo.
Pero lo más grave de la vida en este Sur de México es que la idea del tiempo libre obedece a otra máxima diferente, enunciada por Platón, quien afirmaba que "Pero los dioses, compadeciéndose del género humano nacido para el trabajo, han establecido para los hombres festivales divinos periódicos para alivio de sus fatigas y les han dado como compañeros en esas fiestas a las Musas y a Apolo, que las preside, y a Dionisos, para que, nutriéndose del trato festivo con los dioses, mantengan la rectitud y sean equitativos"
Musas y Apolo, bendecidos por Dionisos, el dios del vino que convierte la fiesta anual, en un rito de placer corporal, nada relativo a la educación del alma, de la mente y la inteligencia. Trabajo cíclico, combinado con las temporadas de cosecha, esperadas para la llegada de las fiestas, el baile, la bulla, desenfreno y exceso, vicio y corrupción. Además de aburridas y peligrosas, las fiestas del pueblo son grotescas y repetidas, a pesar de ser anheladas por una población que ignora otras opciones y que no ha sido educada para elegir de manera diferente.
Creo que el ocio en el sur de México, es un problema que tiene dos vertientes para analizar, si se considera que administrar el tiempo libre de la población, representa una acción necesaria para el buen gobierno de estas comunidades. Antes que nada es el ejemplo de quienes gobiernan, el requisito indispensable para hacer que la población atienda y acepte este escalón en el género de vida pasional que ahora sufre. Si los gobernantes no hacen deporte, se cultivan y se alejan de vicios, nada va a cambiar. (Ilustra la parte de la película Traffic, donde al policía judicial “bueno”, los agentes de la DEA gringos le piden información y le proponen darle a cambio lo que pida: en vez de dinero, Benicio del Toro les condiciona su participación por iluminación en los campos de beisbol, “así los jóvenes no consumirán drogas”)
La segunda es que, pensado en términos económicos, el tiempo libre es un nicho de mercado que con esfuerzo, planeación, recursos financieros, humanos y publicidad, representa una gran oportunidad, para hacer del cine, teatro, yoga, escuelas musicales, entrenamiento, ajedrez y tantas otras actividades, todo un negocio y una cosa buena para la población, siempre y cuando se deje de fomentar las discotecas de encueratrices y concursos desgarbados de belleza efímera.
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