Tuesday, October 05, 2010

ÉTICA Y PSICOANÁLISIS

Prólogo
Dos confesiones recientes, me retiemblan en el centro del alma. La de un músico ávido de dinero, confeso guadalupano y militante del PAN, una de cuyas rolas se estreno como tema de “Un Año Perdido”, la película de Tejupilco, me refiero a Las Piedras Rodantes y a su autor Alex Lora, quien aparentemente, de forma voluntaria se ha borrado de la faz de la tierra de los hombres libres y a diferencia del Pirata de la Canción de Espronceda: ¿Qué es la vida, por perdida yo la di, cuando el yugo del esclavo, como un bravo sacudí”, el creador del TRI se acepta sometido a los dictados de su “domadora”, Chela, encargada de criar a una hija única, profundamente enferma y asesina.
Otra es la de un intelectual del sistema, del poder y del star system, que ha descollado en un programa pionero, titulado La Dichosa Palabra y ahora en el recientemente reprogramado Forotv conduce junto a Julio Patán, el programa Final de Partida. Me refiero a Nicolás Alvarado quien repite sin cesar que su esposa que es psicoanalista dice que no existe el psicoanálisis antiguo. Veamos.

Introducción
Contra la certeza de que el psicoanálisis es producto del pensamiento moderno y constituye todo un descubrimiento científico de la época contemporánea, hay que comenzar por una declaración por demostrar: quien afirma lo anterior no entiende lo que es el psicoanálisis.
Basta con revisar una amplia gama de sentencias sabias, para preguntarse si están en lo correcto la mayoría de las corrientes de pensamiento, que pretenden reducir las producciones intelectuales y artísticas a la historia particular de las sociedades en que nacen. Ya afirmaba Baltasar Gracian “que una vez que los sabios helénicos deliberaron todo acerca de los asuntos humanos más complejos, en especial sobre la felicidad, a nosotros los modernos solo nos queda una faena relativamente sencilla, ya no deliberar sino elegir los medios para ser felicies”¹
Hay que recordar que entre los griegos, en la época de la Academia y el Liceo ya se reconocía la existencia de siete grandes sabios: Cleobulo de Linos, Solón de Atenas, Quilón de Esparta, Bías de Priene, Tales de Mileto, Pitaco de Mitilene y Periandro de Corinto,
De Tales, es gema la anécdota que se cuenta, una vez conquistada Mileto, por Alejandro el “Mango” y atendiendo a la perfecta formación recibida del de Estagira, Aristóteles, se dirige a conocerlo, presentarse y ofrecer cumplir cualquier deseo del sabio, a lo que Tales le contesta, recostado y casi desnudo, sobre una piedra a la entrada de la cueva donde vivía, “solo deseo que te quietes, porque me tapas el sol”.
Pues Bias de Priene nos deja dos citas básicas para comprender al alma humana (la psique-psyché): “Es enfermedad del alma desear lo imposible” y al decir sobre la extensión de la perversidad humana, sentencia que “La gran mayoría son malos”
Comparado el traje ajustado del psicoanálisis con la extensión seca del saber antiguo, “se antoja estrecho y afectado por los usos, costumbres y caracteres que el análisis moderno no solo pretende explicar, sino más grave aún, curar”¹. No obstante hay toda una deuda de gratitud que es menester reconocer en los trabajos pioneros de Sigmund Freud y posteriormente de Jaques Lacan, por el redescubrimiento entre el saber antiguo y el saber analítico moderno. Es este el análisis que aquí tratamos, el de Freud y extendido por Lacan, no el de Ferenzci, ni el de Abraham o Jones; menos todavía el de Anna la hija, o Melanie Klein, tampoco el de Fromm o el angloamericano.
A través de ellos (dicen que Lacan es a Freud lo que Jesucristo es a Dios Padre) se puede llegar a saber que la Ética, es el nombre antiguo del psicoanálisis. De Ética se trata la que se origina en el Liceo y específicamente la de su fundador Aristóteles, no la de Sócrates o Platón, ni la de Antístenes y mucho menos la estoica de Zenón, base de la moral romana y cristiana posterior.
Pero si a Freud y Lacan le debemos las gracias, por abrir una puerta por donde ir a encontrarnos con el saber antiguo y su equivalencia con el saber analítico moderno, hay otra deuda enorme que reconocerle a un sabio mexicano, de origen palestino, nacido en Monterrey y no en Argentina -hasta Joaquín Sabina ironiza con eso de “un psicólogo argentino, mostrándome el camino”: Patricio Marcos.
La obra y experiencia analítica del Dr. Marcos han permitido que el hallazgo (gazapo le llama) de voltear a Aristóteles en Freud y Lacan, tenga una puerta abierta de regreso, un camino de ida y vuelta de tal manera que: “lo imperecedero del análisis actual es antiguo, lo que tiene de perecedero es devastadoramente moderno”¹

Capítulo Primero
Me tomo la libertad de poner como ejemplo un incidente menor, muy conocido por la opinión pública, muy reciente, para explicar la siguiente premisa: “el psicoanálisis vuelve patente aquello que lo causa como síntoma cultural privilegiado, la corrupción de ese registro superior en nobleza al de la ética, el de la perversión del género político de los pueblos de Occidente”¹
Es el caso de la fiesta que llevaron a cabo los jugadores de la selección de futbol -aunque podría emplear también los programas de Laura Bozzo o las poéticas composiciones de Ricardo Arjona-, no obstante me detengo el affaire Salcido-Yamile, el consumo de alcohol y la pachanga en el hotel donde se hospedaban como representantes nacionales. Además de la fatal exhibición deportiva, que no voy a detallar, hay que ver la cantidad de opiniones que se han vertido respecto a su comportamiento: que si están en su derecho, que son jóvenes, que ya se había “roto” la concentración etc. etc. Pero nadie habla sobre si está bien o mal lo que sucedió, desde el registro ético o sea desde el carácter, el modo de ser y sus costumbres. No se trata de una cuestión de ética profesional, cualesquiera cosa que quiera decir ese término, sino el problema que atañe a los principios, la deliberación y la elección de tal o cual conducta. Por encima del escándalo aparece otra pregunta adicional pero central, que tiene que ver sobre la forma de gobierno, los reglamentos y leyes que prevalecen actualmente en México. ¿Si la presidencia nacional se encuentra ocupada por una persona cuya legitimidad es cuestionada, por la forma en que conquista el poder y son conocidas las debilidades incontinentes de su alma húmeda, como pedir que los miembros de esta comunidad se comporten de una manera diferente?
Por eso es tan difícil para los analistas modernos entender las causas de la enfermedad que pretenden curar ¿Cómo descifrar este género patológico de vida que prevalece colectivamente, característico de la vida moderna? Es la pregunta que se formula Lacan en relación a los deseos y apetitos. Son los de Edipo que de manera involuntaria, no por la fuerza sino debido a la ignorancia o si se prefiere en razón de la fuerza de la ignorancia: el parricidio, la usurpación y el incesto. Es lo que Lacan llama metafóricamente, el cuerpo de los deseos sexuales, enfrentados por la doctrina y la técnica analítica freudiana.
¿Acaso no hay ningún problema ético en el homicidio, el robo y el adulterio? Clasificar estos apetitos como monstruosos o contra naturaleza es clasificarlos éticamente, bajo este género de vida inferior llamado bestialismo. Si no se discierne siquiera lo saludable de lo enfermo conforme a naturaleza ¿Cómo se pretende ser artífice de la salud humana? Psicoanálisis moderno es síntoma de los síntomas padecidos por la enferma cultura contemporánea.
“El asunto consiste en explicar los objetos naturales de aversión en objetos no menos naturales de atracción y deseo debido a los usos, costumbres y caracteres propios y fascinantes de la modernidad… ¿Cómo dar cuenta de que el homicidio (parricidio) el robo (usurpación) y el adulterio (incesto) hayan devenido a ser objetos culturales de apetencia no obstante que por naturaleza son de repugnancia?”¹

Capítulo Segundo
Escuchar el saber antiguo en Pitágoras, despeja y explica que el hombre es bueno de una sola manera pero malo de muchas, entonces el homicidio envidioso, la malevolencia adulterina y el robo desvergonzado constituyen yerros y nunca aciertos, y tales acciones pasivas no plantean un problema ético ni político por la sencilla razón de que solo a un loco le parece cosa digna de deliberación saber si está bien o mal padecerlas y padeciéndolas, actuarlas. Por lo tanto se equivocan quienes actúan mal, siempre, sin atenuantes ni excepciones. De tal suerte que en el registro histórico, la patología individual de la época moderna –siglos XVI al XVIII y época contemporánea, siglos XIX, XX y XXI- son efectos de la patología colectiva. Las sociedades Occidentales ¿acaso no están organizadas bajo principios que son corrupción de la autoridad?
“No hay que olvidar que el arte ético conserva su propia eficacia terapéutica, es el arte político, en todos los tiempos y lugares el arte de la autoridad que es la política que es y seguirá siendo el mejor arte ético puesto que aquel le corresponde educar, producir usos, y costumbres y caracteres excelentes en los individuos y partes de una comunidad”.¹
La ética es una ciencia centrada en el análisis del placer y el dolor humanos², conforme a los usos y costumbres del animal político. Son registros que implican por necesidad la salud o la enfermedad de las comunidades despiertas o activas, es decir políticas, la realeza, aristocracia y república y no en cambio en sus desviaciones pasionales o voluptuosas, dormidas, luego despóticas, la tiranía, plutocracia y sorpresa, la democracia.
Tratado con profusa belleza en todo Shakespeare, particularmente en el Mercader de Venecia, el derrumbe de los regímenes aristocráticos ha hecho que el mito de Sófocles sea el mito terapéutico por excelencia, lo cual implica que el rasgo sobresaliente de la civilización actual consiste en la alteración de los objetos naturales de aversión en objetos de apetencia culturales y los hábitos de la continencia, incontinencia y la intemperancia han logrado crear una suerte de segunda naturaleza patológica.
¿Como se adquirieron estos apetitos viles y violentos?², sino a través del regicidio intemperante y la muerte de la autoridad paterna. Con la devastación del principio político del honor y su reemplazo por el principio que le es contrario, la insaciable codicia de riquezas externas; mediante la perversión de la verdadera libertad humana, rasgo invariable en los gobiernos republicanos, por la pasión libertaria de las muchedumbres pobres en la que se apoyan y soportan las potencias oligárquicas mundiales hoy en día.

Capítulo Tercero
¿Acaso no es rasgo universal de la experiencia clínica, que esas diversas patologías del carácter tengan por causa original el quebranto y en caso extremo la devastación de la autoridad del padre? Son los hijos, hombres y mujeres de esta tragedia quienes viven expuestos radicalmente a caer en las garras de la vida patológica Dicho de otro modo, por regla general el daño que un padre puede ocasionar es inmensamente mayor al que se puede derivar de la madre, por que las fallas paternas cuentan con un espectro patógeno más destructivo que las maternas: si de mala madre no se sigue necesariamente malos hijos, en el otro caso casi siempre ocurre que de mal padre, hijos malos o cuando no peores.
La fabula del Edipo de Sófocles tiene dos virtudes: la primera que articula de manera jerárquica los tres objetos naturales de aversión, la cual otorga primacía al homicidio sobre el robo y estos sobre el adulterio. La segunda, ilustra los efectos de las elecciones involuntarias en cada uno de los tres objetos de aversión natural, en los registros ético y político y el pasaje de la mejor especie del género despierto de vida, la realeza, a la peor dentro del género dormido, la tiranía.
Cuando Edipo asesina a Layo incurre a la vez en parricidio y en regicidio, cuando accede al trono vacante roba y usurpa y cuando desposa a la viuda Yocasta, según la tradición admitida en Tebas comete incesto adulterino. Sófocles ofrece un personaje que actúa de modo ignorante y de manera involuntaria porque Edipo desconoce que Layo es el verdadero padre, el biológico, no menos desconoce que el lecho que comparte con Yocasta, son los de su padre y madre.
Pero también la otra tragedia, la de Layo quien ejerce frustráneamente el derecho de la potestad de la vida y la muerte de su vástago y primero consulta al oráculo sobre su deseo de convertirse en padre, el cual le aconseja no engendrar, pues le asegura, su progenie lo destruirá. Es cuando elige bajo la hipótesis planteada por la lógica aristotélica el origen del género pasivo de existencia, ignorante, dormido, patológico: Layo elige la muerte de Edipo movido por la cobardía de evitar daños mayores. Por ejemplo Miguel de la Madrid no quiso reconocer a un hijo que nació con síndrome de Down y lo recluyo para siempre en un hospital y Vicente Fox no quiso tener hijos, de ahí no cuesta entender el trato que hemos recibido los mexicanos del Presidente de México, la Máxima Autoridad, si así tratan a sus propia descendencia.
Sin embargo Lacan y el psicoanálisis no comparte este principio y se monta con esta aberración que imputa a Yocasta y no a Layo la responsabilidad de la tragedia de Edipo, por el argumento que hace de la madre la condición del acceso al deseo del hijo, por negar bajo los principios plutócratas y demócratas que lo acojonan, la autoridad paterna.
En John Locke (el Shylock en Shakespeare) ideólogo inaugural y padrastro del liberalismo moderno, quien justifica la revolución aristocrática inglesa y el regicidio de Carlos I, simplemente al extender en adelante la fuente de autoridad paterna a la madre y afirmar que mejor llamar “parental relation” eliminando la palabra padre, fuente de autoridad, principio y origen. En este caso el origen de la paternidad la concede este parricida a su padre muerto, su dios capitalista, el dinero, estéril, pero productor de fortunas. Los norteamericanos que juran ante Dios todo acto público y político van más allá, al imprimir en su moneda “in god we trust”, transliteración analítica de “the trust is our god. Empuje psicótico hacia la femineidad en la época moderna con la consecuente figuración alucinatoria de la mujer y las neurosis padecidas: histeria, obsesión, fobia.
Una vez que la capacidad para deliberar queda desierta en el registro político ¿Qué se puede esperar que acontezca en el registro ético? Elegir cualesquiera: la tiranía personal, la plutocracia o la democracia (el despotismo de los más) o de la mezcla o combinación de estos tres principios es elegir lo que niega el principio y el fin de las comunidades políticas.

Conclusiones.
Mientras los pueblos conservan su género de vida político bajo cualquiera de sus especies, ya regia, aristocrática o republicana, al no haber patologías en las comunidades regidas por estos tres gobiernos paternales, la enfermedad en el registro ético tiende a ser la excepción, nunca la regla.

Una vez que las comunidades políticas dejan de serlo y se transforman en sociedades animales –bien tiránica, bien plutocrática, bien democrática- entonces la forma de vida patológica se transmite al registro ético haciendo de la intemperancia, la incontinencia y la continencia las reglas antes que excepciones.

Dice Baltasar Gracian sus gobiernos son más bien desgobiernos ya que atan todas las virtudes y desatan todos los vicios

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