Me detuve a pensar si el recuerdo que ahora comienzo a contar es el mas obsesivamente fijado en mis recuerdos tempranos, en la infancia donde se forma y deforma todo y creo que si lo es. Porque es una mezcla de gratitud con resentimiento, es alegría y envidia “de la buena”, mala siempre por la naturaleza misma de quien desea lo ajeno, con pasión desmedida. Es la historia de mi Tío Pepe, quien por fortuna ha conseguido llegar a estas alturas de la vida sonriendo, limpio y amable.
José Luis Ruiz fue uno de los primeros migrantes que cruzo a EUA, en tiempos en que la Segunda Guerra orillo al vecino imperial, a solicitar la ayuda de los “braceros” mexicanos. El tío Pepe no era un dechado en fuerza física, más bien, era un señoringo de ciudad, hijo de un muy buen hombre y de una madre maléfica. Miembro de una familia, fuente de inspiración de la Familia Pérez, donde Joaquín Pardavé personifica a Don Gumaro y Sara Garcia a Natalia. Es la familia materna de donde proviene la estirpe porfiriana, que me hace experimentar aversión, dos generaciones posteriores a todo aquello que recuerda el pasado que amenaza allí. De ese nodo familiar, un buen día el tío emigro a instancias de Doña Natalia –perdón, de mi abuela Lupe- a Los Ángeles, en California, donde su carácter gentil, su constancia por el trabajo, heredada de mi Abuelo, el respeto, la tenacidad y su delicadeza en las formas, lo llevo a trabajar en Mexicana de Aviación, la línea aérea emblemática de todo México.
Cabe señalar que pasa el tiempo y es lamentable que la sociedad mexicana, no se detenga a entender que la quiebra de Mexicana de Aviación, simboliza la quiebra de todo México. Que la bancarrota inducida deliberadamente de la línea aérea, tiene puntos en común con el proceso de desmantelamiento del Sindicato Mexicano de Electricistas. Son atentados en contra de México, de su economía, de las leyes y del Estado mismo. Y que son atentados contra la soberanía nacional, solo posibles por la inconciencia social, la soberbia de clase, la desesperación, desinformación y división social aherrojada por el PRIAN.
Atrás quedaron los viajes iniciales que realizaban, aquellos Constelation y luego los 727, que todas las tardes de fin de semana, en compañía de mis Padres, veía despegar y aterrizar, en la punta del Cerro del Peñón, clausurado ahora, en tiempos de terror reinante. Resulta que un buen día, la noticia familiar fue que gracias al el buen trabajo, el tío –hermano de mi madre- José Luis obtuvo un ascenso (1968), para hacerse cargo de la Gerencia General de la aerovia, en la ciudad de San Francisco California. Fueron tiempos dorados realmente, porque a partir de entonces las visitas de José Luis, a la casa de la abuela, venían cargadas de souvenirs y dulces, de boletos de cortesía, gorras y playeras, de tenis Converse.
Esta historia que bien podría ser digna de una biografía de triunfo, sin embargo no lo fue así, pues estuvo empañada por el hecho grave de que el tío heredara también, la debilidad de carácter del abuelo frente a las mujeres –cosa natural, por desgracia- y así el cuento continua con el matrimonio de Pepe Luis con una mujer argentina, que además de ser mayor de edad que el tío, era alguien que pasaba medio día acicalándose, porque le apetecía lucir siempre perfecta. Haydee era el nombre de una rubia oxigenada, anoréxica y de hablar cantadito, que lucia despampanante siempre, pero que no quería tener hijos que la pudieran afear. Aquí estriba el doble sentido obsesivo de mi recuerdo personal, de los fantasmas que me asustan aun, de vez en cuando: la del hombre exitoso, generoso y noble, más, turbado con el reflejo del hombre “mandilón” y acobardado, frente a la esposa.
La del tío Pepe es una estampa que se repitió tantas veces en México, que además de Joaquín Pardavé como Don Gumaro o en el Baisano Jalil, esta matriz fatal quedo inmortalizada en “Las batallas en el desierto”, “la novela de José Emilio Pacheco, publicada en 1981. Desarrollada durante el año de 1948, cuenta la historia de un niño de clase media llamado Carlos, habitante de la Colonia Roma, en la Ciudad de México... La historia de Carlos se ve enmarcada en su contexto social y político; describe los problemas del gobierno de Miguel Alemán, la influencia en la cultura popular proveniente de Estados Unidos, así como la moral ambivalente del México de los años 40”. (¡Wikipedia sirve!)
Gracias a este querido pariente, cuya historia estuvo a punto de convertirse en una tragedia, al perderse en el alcohol y caer en los sótanos de la dignidad, el desprecio y el olvido, resucito hasta obtener un Ariel a su vida que sigue, a pesar de que la vida misma, siempre da muchas sorpresas, porque así es la vida. Pepe trabajo media vida para Mexicana de Aviación, en los tiempos en que México fue un país ejemplar, que hoy ya no existe, pero que podemos y tenemos la oportunidad de volver a recuperar, con el voto, con la acción ciudadana, con la organización, con valentía, aunque haya que “nadar entre tiburones”
Hoy que Mexicana de Aviación esta en bancarrota, y sus desechos lanzados al matadero, como despojos putrificados, me indigna recordar que esta compañía que se fundo en 1921 alcanzo un esplendor internacional, a la par de todo México, en la década de los años 70’s, cuando fue propiedad de Don Crescencio Ballesteros, uno de estos empresarios que siempre contaban con “amigos” en el gobierno, pero cuyo esfuerzo hizo de esta línea aérea, eje del desarrollo del turismo nacional y mexicano.
Hoy que México enfrenta un desempleo terrible, paliado con un subempleo que crece diariamente de manera incontenible, vale la pena conocer de algunas historias como las de Jorge Abadie o Alejandro Arroyo, ex pilotos de Mexicana de Aviación, que han tenido que emigrar a confines gélidos como los de Ulan Bator en Mongolia, o a los calores sofocantes de Qatar, ante el desempleo fatal de México.
Porque en nuestra nación –donde nacimos- se ha impuesto un modelo económico que eslabona la producción, el consumo y el empleo a la economía norteamericana, quedando el país aislado del resto del mundo, que crece y se reproduce y se organiza de otras maneras. Por ejemplo, Brasil acaba de romper unilateralmente un acuerdo comercial con México, que le obligaba a la compra de una cuota de miles de autos, porque los brasileños, aliados a China, a Rusia y a la India, mejor se arreglaron directamente con los matrices automotoras, en vez de comprarle a las distribuidoras exportadoras asentadas en México, las que disfrutan y se benefician de la política laboral mexicana, que contiene el salario mínimo en $150 dólares mensuales, mientras Argentina lo fija en $545, Chile en $388, Colombia en $330 y Perú en $292, y no se diga con Francia, Gran Bretaña o Dinamarca que cuentan con salarios mínimos de entre 1200 a 1450 dólares al mes, que es algo así como $520 pesos diarios en México. Quizá México no enfrenta problemas como en España – a que tanta referencia hace la tecnocracia- con tasas de desempleo de 24% y desempleo entre la juventud mayor a 50%, porque en México el subempleo y la cultura de la ilegalidad y delincuencia organizada, son otra fuente mayor de ocupación y de ingresos sociales. Sin embargo España cuenta con protecciones laborales, sociales y de seguridad que son ejemplares, además de la prodigiosa cultura, que resuelve muchas de las malas horas de la pobreza.
El caso de Mexicana de Aviación es paradigmático, porque refleja las venalidad de quienes desde el gobierno, no cejan en someter cualquier fuente de empleo, que no acepte las reglas y condiciones impuestas, por los organismos financieros internacionales, así sea Sindicato Mexicano de Electricistas, o el Sindicato de Mexicana de Aviación. Solo se reconocen organizaciones laborales, como el sindicato de trabajadores del magisterio, pastoreados por aberraciones como la maestra Gordillo.
Es lo que explica que se permita y fomente las teatralidades de la presencia de un Jefe de estado religioso y que Benedicto XVI regrese a exigir la vuelta al pasado en materia de educación y ejercicio de cultos. Porque mantener distraída y atemorizada a la población, es la garantía primera para terminar con asuntos menores, que como la del SME o los trabajadores de Mexicana, bien podrían por terminar, como “Batallas en el Desierto”