LA HORA DE
LA VERDAD
México es la
democracia de habla hispana más grande del mundo —casi 80 millones de mexicanos
están convocados a las urnas— que a la hora de escribir estas líneas, tiene una
cita con la historia. Sea quien sea el ganador de las elecciones
presidenciales, marcará un hito: el regreso del Partido Revolucionario
Institucional (PRI) al poder después de 12 años, el primer triunfo de la
izquierda en este país o la primera mujer presidenta de México.
Los 90 días de
campaña electoral han dado expresión a un pulso, el del pasado con un futuro ya
presente. Todos los candidatos se han ofrecido como una renovación: Enrique Peña Nieto,
como el nuevo rostro de un nuevo PRI; Andrés Manuel López Obrador,
como el líder de una izquierda moderada y Josefina Vázquez Mota
—condenada al tercer lugar por los sondeos— como la política “diferente”, que
marca distancias con el desgobierno de Felipe Calderón, de su mismo Partido de
Acción Nacional. Los tres han prometido enterrar un sexenio en el que “a la pobreza y la corrupción se ha añadido
la violencia” (Animal Político)
Doce millones
de nuevos pobres en estos seis años hasta alcanzar los 52 millones —el 42% de
la población—, según cifras oficiales; más de 65.000 muertes vinculadas
a la guerra contra el narcotráfico; un crecimiento económico
mediocre, con niveles de sueldos e ingresos que condenan a la pobreza de
subsistencia, que ha expandido el empleo informal hasta el 30% de la población
activa y una democracia estancada, plagada de frustraciones que justifican la
necesidad de un cambio de rumbo, como han manifestado la mayoría de los
mexicanos, sobre todo los jóvenes, verdaderos protagonistas de esta campaña
electoral.
Jóvenes
protagonistas como los que me encontré en esta mañana, muy temprano, en las
puertas de mi domicilio, casi igualados en cuestiones de género, talento y
determinación, que llegaron, para partir junto con mis hijas a observar y
vigilar, a visitar, recorrer y sufragar en las casillas donde les corresponde
poner en práctica su derecho y su obligación: votar. Nunca antes se había visto
nada igual en la historia de México.
La urgencia de
un golpe de timón ha dividido y polarizado a los ciudadanos, enfrentados ante
dos proyectos de país. “Muchos electores, que anteponen la seguridad a la
pluralidad, sienten nostalgia por el pasado, por la eficacia de los Gobiernos
del PRI mientras que otros muchos asocian ese pasado al autoritarismo y quieren
la alternancia que supondría una victoria de la izquierda”, (afirma nuevamente
el portal de Animal Político).
El movimiento juvenil Yo Soy
132, formado originalmente por estudiantes de clase media de
universidades privadas, y amplificado hasta todos los rincones de la republica
mexicana por los estudiantes de escuelas y universidades públicas, está a favor
de la segunda opción y ha hecho de la oposición a Peña Nieto y al monopolio
televisivo que comparten Televisa y TV Azteca su leitmotiv. Pero, quizá más
importante que eso, su protesta ha servido para despertar a la sociedad civil
frente a los abusos del poder. Armados de las redes sociales —más de 10
millones de mexicanos están enganchados a Twitter y su número no para de
crecer— “han obligado a reaccionar a los políticos y a darse cuenta de que no
lo pueden controlar”. Unos 14 millones de jóvenes votarán este domingo por
primera vez en unas presidenciales.
La movilización
juvenil de estos últimos meses es solo un principio. A decir de los expertos
del Colegio de México. “Tenemos una burbuja demográfica. La población joven
será cada vez más importante en la próxima década. Desde 1990 se han creado 550
universidades privadas y el escenario político dentro de seis años será
completamente distinto al actual. En estas elecciones no serán decisivos, pero
sí en las próximas”.
Por ahora, tanto
cascaron escolar solo sirven para mantener bajo presión y sometimiento a la
juventud, que sin embargo se rebela. Se trata de evitar que las universidades
sigan como fabricas de desempleados y en cambio de recuperen los espacios de
reflexión, debate, opiniones, estudio, conciencia. Pugnar porque las escuelas
de todos los niveles se abran a la sociedad y desbaratar el sindicalismo
asfixiante, que mantiene en la medianía los niveles de educación básica y en la
impotencia y frustración a los niveles medios y superiores. Universidades
abiertas al saber magistral, en vez de los docentes allegados por ser
“compinches”, “cuates”, y fauna
depredadora, injustamente colocados en puestos académicos.
La protesta de
los jóvenes estalló en la capital mexicana, y aunque no ha llegado a cuajar en
grandes zonas del país, si ha irrumpido como enorme volcán en erupción de
ejemplos, de propuestas y de actividad, movilización y organización, tan
inteligente como valiente. Nada mejor que el caso de este sur del estado de México,
donde Amatepec, Luvianos, Tejupilco, Tlatlaya, San Simón de Guerrero, son
auténticos semilleros de inteligencia razonadora, de espíritus críticos
libertarios
Y el gran
contraste, la prueba fehaciente de la certeza política es que El DF, gobernado
por la izquierda desde 1997, es hoy una isla de seguridad y un faro de
democracia, vitalidad cultural y consumismo donde la modernidad electrónica se
encuentra a la vanguardia en todos los órdenes de la sociedad capitalina. Una
experiencia muy diferente de la que puede tener un pandillero de Ciudad Juárez,
donde se mata por 1.000 pesos y a los 17 años ya se ha elegido la canción con
la que se quiere ser enterrado. Episodios idénticos suceden en Veracruz,
Tamaulipas o Chihuahua, los grandes campos de carnicería asesina, los estados
donde el PRI se encuentra con mayores hegemonías
México vota
este domingo por el cambio con la tensión de un pasado que no acaba de alejarse
y un futuro que ya se entrevé. Al momento de leer estas líneas ya se sabrá un
resultado que definirá el futuro de México. Un porvenir situado entre la razón
y la corrupción, un horizonte bañado por la inteligencia o sumido en una
ciénaga de muerte y vicios. Mañana México festejara la luz o estaremos en el
umbral de un hoyo negro abductor.
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