El pasado sábado 18 de enero,
iniciamos en Tejupilco una experiencia primogénita en relación a la lectura. Se
trata de dejar que los niños lean de manera gratuita, prestarles libros para
que se deleiten con el saber de los grandes escritores, pensadores que “tienen
la fortuna de que las palabras aniden en su lengua por un instante… palabras
(que) no son nuevas, no las inventamos, vienen de antes…” (Carlos Fuentes). El
ejercicio consiste en fomentar el hábito de la lectura dejando que los niños
elijan que leer, entre una selección previamente escogida, deliberadamente, a
partir de un criterio básico: Los libros que se deben de leer.
Esta aseveración provocadora, muy
típica en mi carácter, me llevo a tener algunas discusiones en la pasada FIL en
Guadalajara, donde más de un editor me respondía con la pregunta -aderezada con
un gesto de entre muina y desdén- ¿y cuáles son los libros que se deben leer? Porque
en el mundo comercial, el mercado de los libreros no admite clasificaciones
sino es con base en un solo criterio: que se venda y que deje dinero al editor.
Pensar de esta manera impide desarrollar el mercado, el país, la cultura y la
educación. Enfocar el mercado de la lectura así, restringe la atención a un
segmento de la población, es un mercadeo elitista, es friedmaniano, como los
economistas del monetarismo, de la especulación, cuando que México requiere de
editores keynesianos, que construyan estructuras, que con el tiempo incrementen
la riqueza social, la masa de lectores.
Hay dos personas que quiero
reconocer que se encuentran detrás de esta iniciativa, que comienza en la
Librería El Areté de Tejupilco: la primera, por el mérito indudable es la Periodista
y Escritora Elena Poniatowska, quien declaro, al ser designada Premio Nacional
Excelencia en las Letras José Emilio Pacheco, que ‘‘Si vamos a salvar a este
país, y lo vamos a hacer, por eso estamos aquí, será a través de la cultura, pero
sobre todo de la educación”. La otra se llama Sonia Lozano, una amiga virtual, actualmente
residente en los EUA, enamorada de su querido Tejupilco –su señora madre es
originaria de esta población- y que mediante sugerencias, después con
documentos y ahora con donaciones de libros, invita a sentir el acompañamiento
indispensable, para hacer de las iniciativas ciudadanas los auténticos motores
de los cambios buenos. Es la coincidencia de una declaración sabia de una mujer
sabia, el interés genuino de una mexicana tan común y corriente como cualquiera
de todos nosotros, es nuestra pasión por
la libertad, la organización social y la fe en la infancia nacional.
Se trata de usar algún contenedor
apropiado, para colocar un puño de libros que puedan ser tomados y regresados
por los lectores potenciales. Es cosa de imaginación, pueden ser unos huacales
barnizados, una casita de muñecas que ya no se usa, una canasta de pan
pintadita… Por lo pronto en la Librería El Arete, en Danzarte y en la Estancia
Infantil Pingos Planet, comenzamos con este esfuerzo eminentemente ciudadano.
En la espera y con el deseo de que se sumen muchas más voces, manos, gente que
entienda que la única posibilidad de salvar a México, somos nosotros, a través
de la cultura y de la educación.
Ahora me referiré a lo que
sucedió entre el sábado y esta madrugada de lunes. Han sido varias tareas,
desde montar un carrito con entrepaños para colocar allí los libros,
seleccionar los primeros ejemplares, elaborar letreros que todavía no están listos,
la difusión inicial de esta invitación “La Librería Gratuita para Peques” en
las redes sociales y la preparación de esta Carta, en una gélida madrugada de
inicio de semana, para lo cual me he
puesto a consultar varios trabajos publicados por Gabriel Zaid (uno de mis tres
autores contemporáneos de cabecera), de mi tocayo Sheridan, de Juan Villoro, Taibo
II, estadísticas sobre bibliotecas, datos y cifras del Programa Nacional de Lectura,
de la Red de Bibliotecas, con tal de entender y explicarme, cuál es el problema
de la Lectura en México.
De acuerdo a una encuesta
nacional de lectura realizada por el CONACULTA (2005), se puede observar
claramente que “el interés (o desinterés) de los padres en la lectura se
reproduce en los hijos”. Pero acertadamente señala Gabriel Zaid, que la misma
encuesta “centrada en el mundo escolar, seguramente mostraría que los maestros
no leen, y que su falta de interés se reproduce en los alumnos” porque es
impresionante y deprimente al mismo tiempo ver que todo el gasto, despilfarro
en escuelas y universidades, únicamente ha servido para multiplicar a los
graduados que no leen.
“Años de esfuerzo educativo, de
aventar dinero a raudales en bibliotecas, centros culturales, publicidad,
cursos, campañas y ferias, premios y becas, ofertas y descuentos, clubes y
talleres, mesas redondas y presentaciones… Todo para merecer la sincera
respuesta: No, no queremos leer”. Un ensayo de Gabriel Zaid que se difundió en Letras
Libres, señala que hay 8.8 millones de mexicanos que han realizado estudios
superiores o de posgrado, pero que el dieciocho por ciento de ellos (1.6
millones) nunca ha puesto pie en una librería. Luego de mezclar
cifras y trazar constantes, el lacónico Zaid (todo un caso de Ingeniero
Magistral de lunes a viernes y Poeta Filosofando los fines de semana) concluye:
“La mitad de los universitarios (cuatro millones) prácticamente no compra
libros… Es decir: a mayor esfuerzo educativo, menos lectores. Esto demuestra
algo realmente inaudito: en México la clase ilustrada es aún más bruta que la
clase iletrada”
Frente a este escenario “negativo”,
existe lo que podría ser la otra cara de la moneda, aunque simpáticamente planteada
como una inversión de lo “positivo”, ya que es la tesis contraria a la que se
llega al analizar el tema de la Lectura en México. Es el testimonio de Paco Ignacio
Taibo II, quien tras señalar que la piratería es uno de los problemas más
severos que enfrenta el libro en México, agrega que “la teoría de que no se lee
es falsa. Esas cifras no toman en cuenta el préstamo, los libros de viejo ni
los tianguis de libros... Las cifras que se están dando son falsas” Pero
agrega, Taibo II que “hay una salida. Si la industria editorial aumentara los
tirajes y disminuyera los precios, la piratería se desfondaría como tal. Así
los distribuidores de piratería se convertirían en distribuidores de libro
legal. Otra opción son los tianguis de libros, donde se venden libros a precios
de saldo, súper baratos” -donde no regula la Ley del Precio Único del Libro- “Ahí
el pirata no tiene nada qué hacer y hasta reconocen que les estamos compitiendo
deslealmente. La clave es que las instituciones y la industria editorial reduzcan
los precios de los libros”
Mas natural sería que los Maestros
leyeran, que se erradicara el vicio de la sapiencia por decreto, los estudios “balines
que no usan libros” para escalar de sueldos, la repetición de esquemas que probadamente
demuestran y confirman que la educación en México es una suerte de
adoctrinamiento, que está hecha para obligar a obedecer y de ninguna manera
para enseñar a pensar. Magisterio integrante de un sistema que se ha corrompido
y que vive de la simulación, de resultados falsos y mentirosos. Que exigen la
lectura de libelos intranscendentes, que aceptan dadivas y regalías de autores
de la superación personal, de las fantasías del mas allá, de religión y mitos
de la fe mentida.
Maestros que cuando el programa
les obliga abordar el tema de la ciencia, envían en tropeles a sus alumnos a
comprar “Muy Interesante Jr.”, porque son incapaces de entender a la ciencia,
como todo lo que transforma metódicamente el universo que nos rodea. Nuevamente Elena Poniatowska
habló del poco reconocimiento o conocimiento que se tiene en México de los
científicos, ‘‘Creemos que no tenemos que hacer nuestra propia ciencia, porque
al lado tenemos de vecino al país más adelantado del mundo”
Y otra opción somos Nosotros, la
sociedad que en conjunto, somos más que los inútiles programas de gobierno.
Somos Talleres Culturales a bajo costo, por el placer de saber. Y somos también,
Libros Gratuitos en Préstamo para Peques.
No comments:
Post a Comment