Esta Carta tenía como título
original “Vivir Sin Jefe: El reto de la educación” y se inscribiría en la pista
donde aterrizar el II Foro Regional de Educación, que se inaugura el miércoles
19 de febrero, en las instalaciones de el ISCEEM Tejupilco. Pero la
incontinencia verbal de Eruviel Ávila, a tono con la restauración de las
prácticas más célebres del Ogro Filantrópico, como acertadamente nombrara
Octavio Paz a toda acción del Estado mexicano, anuncia la creación de una
escuela para (de) formar especialistas,
en uno de los platillos típicos de la gastronomía nacional, la barbacoa.
Sin duda que este anuncio del
absurdo será uno de los temas que se presumirán con trompetas y heraldos en
este evento. Seguramente los “Doooctores” de las mentiras pontificaran sobre
las ventajas de la teoría sobre la práctica. No dudo que se den a conocer
programas especializados para construir los hoyos del “entierro” del borrego,
con tecnologías sofisticadas. Es probable que se anuncien coinversiones con
japoneses (viste mucho nombrar a ese país) y sin duda que habrá representantes
de Knorr Suiza promoviendo su sazón “Ixtlahuaca” para las Amas de casa
“contentas”. Hay que esperar a conocer los posgrados en salsas, tortillas,
engorda del animal, conservas, enlatado, condimentos y por supuesto que un área
dedicada a la formación de Chefs Cordon Blue, que convertirán el plato con dos
tacos, en un “nouvelle cuisine”. Sin duda que tan ingente idea tendrá que ser
acompañada de un cambio en el nombre de algún municipio del estado de México, o
mejor uno de cada entidad de la República donde se prepara este tradicional
platillo, por el de Capulhuac de Eruviel o algo así, que recuerde este
brillante gesto e inmortalice a perpetuidad al autor de tan maravillosa iniciativa.
Total, ya en el colmo del absurdo, un despotismo de este tamaño, todo lo puede.
Ironías aparte, en México, la
vida no siempre ha sido así. Hubo una vez que en México, era humillante
pertenecer a las burocracias, mucho más a la pública que a la privada. Nada
ilustra mejor este recuerdo que Gedeón, el personaje de la tira de los
Supermachos que personifica al burócrata municipal, con cubremangas, visera,
lentes y tirantes, rostro famélico y con una actitud servicial que raya en la
ignominia. Todavía a mediados de los años 50’s el número de patrones o
empresarios censados ascendía a 3.5 millones, por 3.8 millones de trabajadores,
ya sean estos obreros calificados o no y empleados.
En México lo tradicional fue
vivir sin jefe. Antes, José María Luis Mora escribió un famoso "Discurso
sobre los perniciosos efectos de la empleomanía" en 1827. Recuerda muy
bien G. Zaid en un ensayo publicado con el titulo “Vivir sin Jefe” que “la
disciplina de ir a un lugar de trabajo, marcar tarjeta y recibir órdenes no
formaba parte de la cultura mexicana; y no fue fácil de aceptar, cuando el país
empezó a piramidarse”.
Conozco muy bien esta historia,
son recuerdos muy cercanos, como que mi biografía abreva de dos familias muy
bien diferenciadas en la época de Oro de México: la familia Paterna, por una
parte, se formo de empresarios inaugurales, del autotransporte, de la
construcción, de la agricultura y de la industria automotriz y, por otro lado,
de empresarios en oficios tan fascinantes como la carpintería, la sastrería, la
imprenta o los obradores. En cambio, la línea materna me surtió de ejemplos de
personas empleadas en nacientes empresas, donde la constancia, lealtad y
responsabilidad fueron el sello, para alcanzar la jubilación, tras 40 años de
trabajo sin descanso. Los contrastes eran más que evidentes para aquel niño,
para mis ojos que empezaban a entender la vida. Mientras mi Bisabuelo Ezequiel Garcia
vivió con la fama de haber construido mas de cien casas y construcciones que
aun existen y en perfectas condiciones en el DF, sin haber pasado ¡jamás! por
ninguna universidad, mi Abuelo materno, en cambio, me aconsejaba sobre la
economía y como “recoger los clips tirados en el suelo, generaba utilidades
para la empresa donde trabajas”.
No fue difícil, para mí, elegir qué
clase de vida deseaba seguir. Pero tampoco era tan obvia, porque mis dos
hermanos, siempre optaron por seguir las enseñanzas del abuelito Pepe Ruiz y son
actualmente empleados, en compañías privadas y dicen que viven felices con sus familias,
compran en el súper, van a misa dominical, se emocionan con los juegos del
futbol, critican al “Peje” y donan al Teletón…
No fue mi caso, donde combine una
brillante carrera universitaria, con estudios complementarios y la práctica de
la docencia universitaria. Me convertí en un funcionario público, solo el
tiempo necesario para comprender que no había nacido para recibir órdenes. Le
renuncie a Humberto Mosconi, quien me contrato en una paraestatal (Sidena) para
liquidar a cientos de empleados y no quise acompañarlo en su camino que incluyo
luego Dina, Komatzu, Concarril, Ferrocarriles Nacionales de México y CONASUPO,
todas ellas extintas empresas paraestatales a donde llego como Director General,
exclusivamente para liquidarlas por completo. El Ingeniero Mosconi, egresado
del IPN es uno de estos personajes oscuros que nunca se habla de ellos y que
han dañado fatalmente el patrimonio y el espíritu de México.
Todavía intente hacer algunas
cosas útiles en la SEP, pero la muerte de Don Jesús Reyes Heróles acabaron con
las promesas de hacer de la educación, palanca de desarrollo y entonces, a la
primera oportunidad, no dude un momento para como “Hernán Cortes” –así me decía
un pariente querido- liquidar todos los bienes que poseía en la Ciudad de
México y buscar ser mi propio Jefe, en esta región sur del estado de México.
“Vistos con ojos progresistas,
los empresarios rústicos son proletarios dignos de lástima o reaccionarios
dignos de exterminio... para el fisco, evasores… para las grandes empresas,
competidores desleales... para los académicos y tecnócratas, gente reacia a la
educación y a la ayuda… para el marxismo (la izquierda del PRD) vidas
despreciables (cuando no exterminables)… Esta fue la dedicatoria que escribí al
realizar mi Tesis para titularme como Economista en marzo de 1981. La mención
Honorifica que me confirió la UNAM se sintetiza en este hallazgo, en esta
filosofía educativa de de la felicidad. Mi encuentro con Gabriel Zaid, autor de
la cita, tiene también un origen, en una sugerencia de lectura de parte de un
amigo cuyo nombre significa Padre y de mis orejas dispuestas a escuchar. La
lectura del Progreso Improductivo me ha conferido la capacidad para reflexionar
(repensar sic) la educación de otra manera, para aventurarme en la empresa,
para cocinar, sembrar árboles, criar animales, cantar, escribir, transitar de
comerciante de alimentos para el cuerpo a comerciante de alimentos para el alma
de la gente. Pero lo más importante, me ha dado la oportunidad de dejar mis
propios ejemplos y ser testigo partícipe de la cultura y la educación
particular, frente a los monopolios del saber institucional.
En junio de 2013 la Revista
Expansión publico un artículo titulado “Hago lo que quiero” que trata cuatro
casos reales de profesionistas que abandonaron puestos de cierta importancia en
grandes corporaciones asentadas en México DF. Sus casos, relatan ellos, les
ocasiono ver disminuidos en un principio, sus ingresos entre 25% y 90%, y poco
a poco ir mejorando, aunque sin llegar aun a las percepciones que obtenían como
empleados. No fue mi caso, que al asentarme en Temascaltepec, en menos de seis
meses ya tenía ingresos de más del doble de los que obtenía como Director de
Orientación Educativa en la SEP.
Hoy que se fundan Universidades
de la barbacoa y que aparecen como hongos departamentos de Emprendedores, desde
la academia, no puede soslayarse que lo esencial, es que el desempleo juvenil en México es altísimo. La
cuarta parte de los jóvenes ni estudia ni trabaja. Y todavía más impresionante
es el hecho de que hay más desempleo entre los que tienen una licenciatura. Hay
algo que está mal en la oferta educativa. No corresponde al desarrollo integral
de las personas ni a la demanda de habilidades prácticas. De muchos graduados
se dice, con extrañeza, ¿que qué les enseñaron?, porque no saben hacer nada…
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