El 5 de febrero de 2014 será un
día histórico, y no sólo para los católicos, pues por primera vez un organismo internacional
de la importancia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), condenó el
papel que el Estado Vaticano ha jugado al proteger con todo su poder a los
sacerdotes pederastas, propiciando que sus abusos hayan crecido durante
muchísimos años, e impidiendo que se haga justicia a los niños víctimas y sus familias.
Me resulta difícil analizar este
tema. Me invaden tantos recuerdos que combinan el cariño de una abuelita que me
enseñaba a rezar el Padre Nuestro, con el ridículo de “mi” Primera Comunión, a
punto del desmayo, los altares, las velas encendidas, las historias sobre la ostia,
el miedo a sangrar abruptamente si la llegara a morder, “debes dejar que se
deshaga en tu boca”. Luego las historias, noticias, la comprensión
inteligente, la liberalidad de mi Padre para asistir o no a la misa, o la de tantos
domingos encaramado en el atril de la Iglesia de la Señora Aparecida de Brasil,
dando lecturas a las epístolas de los santos. Toparme con la hagiografía o con
los Supermachos de Rius y enterarme de la manera como se obtenía la
canonización celestial, saber quiénes eran y cómo fue que declararon Santos, a
personajes que compraron los votos necesarios o peor aún, que se convirtieron en jefes del Papado,
malvados, pervertidos, tiránicos. ¿Quién ha sido peor? ¿Inocencio VIII que reconoció
a ocho hijos bastardos? ¿Pio V, quien bulas de por medio ofrecía el cielo y
santidad a quien asesinara a Isabel I de Inglaterra? ¿O Alejandro VI, mejor
conocido como Rodrigo Borgia y Padre de Lucrecia Borgia, cuna de sadismo y
muerte? ¿O Pio XII bendiciendo los ejércitos de Adolfo Hitler? ¿O Juan Pablo II
tramando los altares para Marcial Maciel?
Paulatinamente, la suma de inteligencia
y sabiduría empezaron a plantear las dudas cartesianas, luego fueron pruebas,
deducciones, inferencias, lógica, y valor, mucha valentía para pasar de ser
creyente a dudar, a negar y declararme ateo y con la madurez necesaria, el tiempo,
ubicar a este capítulo producto de la ignorancia y del miedo, como un asunto
particular que no me interesa modificar. Pensar la relación entre religión y la
sociedad mexicana, como un grave problema de índole política, un asunto de
cultura, de educación y de profundas ramificaciones, cada día más enraizadas
entre los mexicanos.
Recuerdo tres anécdotas. Una con un
Sacerdote de Temascaltepec, Padre de una hija que tuvo con una mujer de esta
población. Quienes lo conocieron, aseguraban que la paternidad real de este
Sacerdote era una forma de control que le imponía la Diócesis de Toluca. Otra anécdota
sucedió cuando fui invitado –primera y única vez en la vida- como Padrino de bautizo,
solo que mi Compadre era casado por la iglesia y el bebe era producto de una
relación, pero con otra mujer, además, como yo no soy casado, el sacerdote de
Temascaltepec nos indico que no podía proporcionar el sacramento requerido. La
solución, fue acudir a otra población –me reservo los nombres por decoro-, y
tras ser advertidos por igual, ofrecer una generosa propina para los trabajos
de la iglesia y entonces, por arte de
magia: si se pudo bautizar al chamaco y Compadres para siempre.
El tercer recuerdo es el día que
por primera vez (1997) observe que Temascaltepec se llenaba de autobuses y de visitantes
ataviados de manera singular y parecida, jeans azules y playera blanca. Ver
entrar a “El Mayoreo del Sur” a un religioso con sotana negra planchada y
cuello blanco almidonado, alto, de nariz respingada, con lentecillos de aro
dorado, ojos claros, pelo engominado y manos al frente entrelazadas. Me
pregunto alguna cosa y dijo que eran Legionarios de Cristo y al contestarle que
nunca había oído hablar de ellos, se puso colorado él beato y me intento
recriminar ¿Qué no va a la iglesia? Entonces me acorde de Don José González que
era oriundo de Cotija Michoacán, mi proveedor de quesos y lácteos, mi buen amigo
fallecido a destiempo, quien en sus platicas coloquiales me hablaba de un Padre
que había en su pueblo… El Padre Maciel recuerdo que me decía.
Hoy existe mucha información al
respecto. La Congregación se origina en 1941, luego existen varias fechas
importantes, relacionadas con el derecho canónico que convirtió los originarios
Misioneros del Sagrado Corazón y de la
Virgen de los Dolores, en Congregación de Legionarios de Cristo, con derechos
pontificios. Se sabe de su presencia en cuatro de los cinco continentes y de
sus cuatro obispos, casi mil sacerdotes y dos mil novicios; de su natural
inclinación a la educación a través de la creación de escuelas para élites
sociales, instituciones educativas dirigidas para las clases altas. Así
nacieron el Instituto Cumbres, el Irlandés, La Universidad Anáhuac y la
Universidad Interamericana para el Desarrollo (UNID), esta última, con una sede
en Tejupilco estado de México.
Pero también
se sabe que el fundador, promotor, carisma de esta secta (parte, sección)
religiosa fue Marcial Maciel (1920)
quien fundara esta orden a la par del desarrollo de la “guerra cristera”,
y que su vida es una colección de engaños, abusos, perversidades, asaltos,
pederastia, ocultamiento, usurpación, adicciones, drogas y la cauda de delitos
no tiene límites. Los vicios más abyectos y despreciables fueron cometidos por
un sujeto sabedor de la impunidad que le confiere la iglesia a sus miembros,
sobre todo aquellos que contribuyen con generosidad a las arcas religiosas. De la
protección que se brindan cuando se llegan a conocer los casos, guardando
silencio, negando o rechazando, desacreditando e incluso arengando a la población
en contra de aquellos que descubren los delitos criminales. Marcial Maciel
mantuvo vida conyugal, procreo varios hijos, es acusado de abusar sexualmente
de sus propios hijos, estafar viudas, despojar herencias y la legión de
esconder, proteger, ocultar y callar.
Como
todo, esta historia tiene un principio, y en México es el mes de abril de 1997,
cuando el periódico La Jornada publicó las denuncias del ex sacerdote Alberto
Athie (uno de sus libros da lugar al título de esta Carta “La Voluntad de No
Saber). Las notas periodísticas de Salvador Guerrero fueron recogidas por los
periodistas Carmen Aristegui y más tarde por Javier Solórzano. Entonces, como Pedro
y las tres veces que negó a Cristo, así el Cardenal Norberto Rivera
descalifico, acuso de recibir dinero para descreditar a la Iglesia Católica,
llamo prostitutos a los periodistas, encubrió, vocifero el santo hombre, ataco,
uso su poder e influencia para boicotear a los medios de comunicación que daban
cobertura a las notas cada día mas desgarradoras.
No fue el
único, no solo Norberto Rivera desoyó las pruebas, evidencias –se sabe que un
ex Director de la Universidad Anáhuac y varios sacerdotes han declarado haber
sido víctimas de abuso sexual- y en todo
el mundo existen incontables casos de perversos depredadores de niños y jóvenes.
El método que empleaba el Mercenario de Cristo Marcial “Mamaciel” era la
promoción en el escalafón clerical, a quienes accedían a sus pasiones
bestiales.
Hoy se
sabe que los culpables de este encubrimiento son dos: Juan Pablo II quien llamó
en su primera visita a México en 1979 y las subsecuentes “a ser iguales al
Padre Marcial Maciel” y el entonces Prefecto para la Congregación de la Doctrina
de la Fe (La Inquisición) Joseph Ratzinger, quien antes de convertirse, a la
muerte de Karol Wojtyla, en el Papa Benedicto XVI, conoció y “congeló” miles de
denuncias contra pervertidos como John Magee, Lawrence Murphy, Nicolás Aguilar y un
larguísimo etcétera. La sorpresiva abdicación del alemán, ha dejado a Bergoglio
(Papa Francisco) el argentino, con un “coctel molotov” en las manos: ¿qué hacer frente a la inminente canonización de
Juan Pablo II, (27 de abril) si la
declaración de la ONU abre un proceso judicial contra El Vaticano y Juan Pablo
II, con el argumento de que cometieron “crímenes de Estado”?
La ONU ha
declarado que la jerarquía de la Iglesia católica protege y protegió a los
sacerdotes pederastas. Ya no es una acusación. Ya no son dichos o sospechas. Hay
culpables por encubrimiento, omisión o deliberación de delitos calificados de
lesa humanidad: entre esos crímenes se encuentran la violación y la persecución
por causas como la orientación sexual, siempre que dichas conductas se cometan
como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil y
con conocimiento de dicho ataque.
La
definición aplica para el encubrimiento de la pederastia por parte de
importantes jerarcas católicos. Ya no es asunto de juzgar si es pecado o delito
y “lavarse las manos poncianamente”. Son delitos, y los delitos de lesa
humanidad no prescriben.
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