Friday, November 26, 2010

EL PROGRESO IMPRODUCTIVO

Sir Isaac Newton necesito recibir el golpe de una manzana en la cabeza, para descollar el chispazo que le llevo a “inventar” el cálculo diferencial -esa parte de las matemáticas que determina la progresión de las pendientes infinitesimales, en cada punto de una curva expresada como ecuación no lineal- para explicar y desarrollar su famosa Teoría de la Gravedad.
Son hallazgos que ciertas mentes privilegiadas encuentran al paso del trabajo, arduo, constante, disciplinado, durísimo. “Si te dejas llevar por el apetito de observar, leer, reflexionar, investigar, experimentar, criticar, hacer y aprender, ejercerás tu inteligencia, resolverás problemas y te divertirás mucho”
No sucede así con los servicios educativos que se ofrecen en México. “Todos los seres humanos nacen con apetito de saber –dijo Aristóteles en la primera frase de su Metafísica. Pero otros griegos (los sofistas) pensaban que el saber es para prosperar; y ponían la muestra: prosperaban vendiendo educación superior. Los sofistas modernos venden títulos universitarios, credenciales de presunto saber”
Modelo educativo netamente improductivo y costoso, además de elitista, un lujo que le sale muy caro al país y que produce rendimientos notoriamente decrecientes. Cada día que pasa un estudiante en el salón de clases, significa que el beneficio esperado por el conocimiento adquirido –si es que aprende algo-, es mucho menor que el desembolso que esto significa en tiempo, dinero y especie. En México se gasta poco en enseñanza de oficios y se despilfarra mucho en educación superior. “Los títulos universitarios dan ingresos privilegiados cuando permiten excluir. Pierden esa “ventaja competitiva” cuando se multiplican los graduados. Para mantenerla, hay la tendencia a no quedarse en la licenciatura: sacar una maestría; y no quedarse en la maestría: sacar un doctorado; y no quedarse en el doctorado: hacer estudios posdoctorales. La espiral sin fin se genera por una contradicción insuperable. No se puede privilegiar a todos sin hacer que el privilegio deje de ser un privilegio… Los estudios universitarios favorecen el desempleo”
Ese fue un “manzanazo” que estremeció mi conciencia intelectual, cuando me dedique a preparar mi tesis de Economista. En la obra que da título a esta entrega de Gabriel Zaid, pude entender entonces el valor enorme que representaban las enseñanzas de mi Padre, un gran hombre que la opinión social que prevalecía a principios de la década de los 80, calificaba de empresario rústico, por saber demasiado, por hacer mas, por generar empleo y dar ejemplos todos los días, por no tener un título que avalara ese saber y sus conocimientos.
En Gabriel Zaid he encontrado metáforas geniales, como la comparación de los costos entre un niño campesino y un niño universitario, como le llama a la diferencia entre los hijos de la gente sin estudios académicos y los que se formaban en la cola del progreso improductivo. Para los primeros todo es cuestión de amar al calor de la pasión, sobre un petate; mientras que los segundos son fruto de la seducción, ropa, automóvil, perfumes, champagne, boda, y fiesta. Los primeros son productivos a los 5 años, aunque solo sea dando de comer a las gallinas, en tanto los segundos requieren de pedagogos, terapeutas, juguetes didácticos, escuela y escuela y así, hasta que tras de 25 o más años, descubren que nada de lo que hacen sirve para nada, además de no ser por supuesto productivos, de ninguna manera.
Otra categoría que descubrí en Zaid, además de su simpática costumbre de llevar a cabo tareas de ingeniero de lunes a viernes y poeta de fin de semana, fue la distinción entre objetos poco productivos y poco costosos; los poco costosos y muy productivos; luego, los muy costosos y poco productivos; y por último, los muy costoso y poco productivos.
Mientras el mundo que denominamos “moderno” se embelesa con la oferta de la última clase de productos, que dan estatus y deslumbran a quienes se dejan (celulares, plumas Mont Blanc, balones Jabulani, relojes Rolex, automóviles de todos colores, sonidos estridentes etc.) son los segundos, los muy productivos y poco costosos, los que necesita y sirven a México.
Una manera de intentar solucionar este problema educativo que genera desigualdades, injusticia y que se agrava cada vez más, es cambiar radicalmente el modelo:
1. Eliminar la asistencia física a clases. La educación abierta y a distancia resuelve el congestionamiento y disminuye notoriamente los costos
2. Eliminar la concentración de la enseñanza en el tiempo. Hacer estudios consecutivos genera costos que financieramente se pueden diferir; reduce el costo de equivocarse; permite que la experiencia adquirida con el tiempo y el trabajo vuelva útil y fresco el saber.
3. Eliminar la “canasta obligatoria”: las materias que no serán de utilidad, paquetes y programas carentes de contacto con la realidad y no en cambio los cinco años o más, que exige el procedimiento forzado para recibir la “credencial curricular”.
“Por eso hay que resignarse, por ahora, al negocio de los títulos universitarios. Pero no a que el negocio arruine lo principal: EL APETITO DE SABER. Hay opciones para evitarlo: Flexibilizar el menú de las canastas (curriculares). Quitarle presupuesto al campus (edificios enrejados, con policías malhechos), en favor de la universidad virtual. Favorecer la educación a tiempo parcial durante muchos años, con títulos parciales sobre la marcha. Introducir el aprendizaje serio de un oficio durante la preparatoria y no permitir el ingreso a la educación superior a quien no demuestre su capacidad como carpintero, herrero, electricista, plomero. Si todos los universitarios fueran capaces de practicar un oficio, su desarrollo intelectual sería mejor: La inteligencia es corporal”
Gabriel Zaid abreva de Ivan Ilich que postula la “Sociedad Desescolarizada” y que el día de hoy están presentes, en la inauguración del FESTIVAL DEL LIBRO Y LA LECTURA, organizado por la Librería La WeB o N@D@, como parte de este esfuerzo por ayudar: “El lector busca lo que le interesa sin esperar diplomas por los libros que leyó.”

“El Progreso Improductivo” Gabriel Zaid. Editorial Siglo XXI Ed. 1979

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