Acostumbrados a la muerte y a la
eficacia y eficiencia (el Gel Boy dixit) de las campañas mediáticas les llaman
-a la distracción y la mentira en prensa, radio y TV- ya casi nadie recuerda al
difunto Blake, ni a la forma en que se llevaron a cabo los comicios electorales
en Michoacán. Apenas y se repara en los resultados: el rechazo de la población
intimidada, a los gobiernos emanados del PRD; el repudio a lo que huela a PAN y
a Felipe Calderón; y, como en España, donde arraso ayer domingo el Partido
Popular, es decir la sombra de Francisco Franco, cabalgando nuevamente como el
Cid Campeador, los michoacanos se abandonaron a la suerte del PRI. En tanto a
Gobernación llega Alejandro Poiré, quien no es Poirot y México no es el Nilo.
Es el retorno a ese laberinto de
la soledad, donde se refugia el desánimo mexicano. Al sujeto presente que no encuentra
oportunidades de rehacerse, de reflexionar, de repensarse y rebelarse Se han roto
los diques del tiempo y los espacios propios. La vida se ha convertido en una
lanzadera que no cesa de moverse a ritmo frenético. Como pirinolas, los
episodios diarios en la vida nacional, se convierten en ajustes en el horario
vital, que se modifica al capricho de los negocios de Wall Street; en días
feriados que no lo son; en promociones
comerciales para acostumbrar al consumidor nacional, a ser una bestia
compulsiva devoradora de ofertas, de saldos, de promociones, de inventarios
estancados en bodegas.
Recordemos ciertas categorías que
utiliza Octavio Paz: la máscara, la fiesta, lo abierto y lo cerrado, más la
pareja fundamental: soledad-comunión. “La fiesta es, en efecto, categoría
esencial en el libro de Octavio, pues le permite entrar en un tema que le
fascinó toda su vida, que es el tiempo mítico, no el tiempo del reloj, no el
tiempo lineal, sino el tiempo detenido, el instante eterno. Y una de las
instancias privilegiadas de ese tiempo detenido es el amor (de esto trataré de
entender la
Republica Amorosa de AMLOVE), tema privilegiado en la obra de
nuestro autor”¹.
Las categorías mencionadas son
herederas de una época Se trata de un estudio de caracteres y salta a la vista
la habilidad del novelista en el trazo de estas conductas paradigmáticas. Estupendos
retratos de personajes que él califica de elusivos, desconfiados,
defensivamente corteses, inmensamente susceptibles, herméticos, recelosos, miedosos
ante cualquier apertura: “Viejo o adolescente, criollo o mestizo, general,
obrero o licenciado, el mexicano se me aparece como un ser que se encierra y se
preserva: máscara el rostro y máscara la sonrisa…”²
Hay otra categoría que se
contrapone a la de la máscara y que Paz utiliza para estas descripciones duras,
descarnadas, del mexicano medio y es la de autenticidad. Para Octavio
“autenticidad” es palabra clave, que él utiliza para ordenar y periodizar la
historia de México. Según Octavio, por ejemplo, el porfirismo es inauténtico.
La pareja es esa: autenticidad e inautenticidad. Si Octavio trazo un interesantísimo
análisis del Liberalismo y de la
Reforma en que reconoce que fundan el Estado moderno
mexicano, también sostiene que no expresan los mitos, la comunión, el festín de
la nación mexicana. El liberalismo sería una ideología que no representa la
realidad social del país, es una ideología abstracta, no es auténtica. La Reforma y Juárez tendrá
muchas virtudes, pero no la de la autenticidad y por eso fracasó, porque
expresaba un universo de ideas profundamente separadas de la realidad mexicana:
“La permanencia del programa liberal, con su división clásica de poderes
–inexistentes en México, su federalismo teórico y su ceguera ante nuestra
realidad, abrió nuevamente la puerta a la mentira y la inautenticidad. No es
extraño, por lo tanto, que buena parte de nuestras ideas políticas sigan siendo
palabras destinadas a ocultar y oprimir nuestro verdadero ser”²
¡Que falta haces Octavio el
filosofo!, para explicar a la nación mexicana, avasallada por el retorno de lo
mas inauténtico y opuesto al ser nacional. Le llaman Neoliberalismo y algunos
de sus epítomes mas promovidos, solo algunos, son: las modificaciones al artículo
27 constitucional que permiten enajenar latifundios y tierras comunales, así
como los cambios constitucionales (82 y 115 por decir solo unos) encaminados a
organizar una democracia parlamentaria en detrimento de un sistema político
propio. Son la imposición de horarios, al igual que los cambios en los periodos
vacacionales –de invierno a verano- siempre para ajustar la vida nacional a los
tiempos y ciclos comerciales-financieros norteamericanos. Es la firma de un
acuerdo comercial desventajoso y desigual,
tan nocivo como la campaña inaugurada este pasado fin de semana para
hacer que la gente consuma y no ahorre. Son las mescolanzas entre el derecho
escrito y el oral, tanto como la apoteosis de la criminalística (tipo Criminal
Minds o CSI) y las crecientes apologías a las fuerzas militares, las policías,
marineros y fuerzas de represión en general, que este 20 de noviembre
desfilaron en recuerdo de un aniversario mas de la Revolución Mexicana,
en vez de las juventudes y los deportistas tradicionales.
Hay que recordar que para Octavio
Paz, justamente es la
Revolución Mexicana “el momento de la sinceridad histórica,
sería el momento de la recuperación de este ser original que él intenta
descubrir en El laberinto de la soledad”¹. Y dentro de la Revolución Mexicana
será el zapatismo el que más se acerque a la autenticidad anhelada. “La Revolución restablece
el tiempo original, la
Revolución busca la fundación de un tiempo mítico anterior.
¿Cuál es ese tiempo mítico? Es la
Edad de Oro, justamente. El zapatismo le sirve para
ejemplificar la idea”¹
¹ 50 años: El laberinto de la
soledad Alejandro Rossi ² El Laberinto de la Soledad
Octavio Paz
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