La primera reflexión que me asaltó, al
momento de escribir esta ponencia, fue desde que lugar debo hablar ante un
auditorio especializado en la educación de México: si como vecino y paisano,
como Universitario egresado de la UNAM, como politólogo, como filósofo o como profesional
de la librería. Tal vez sería mejor hacerlo como Padre de familia y decir lo
que veo y pienso y siento, sobre la educación en el sur del estado de México. O
discurrir el ensayo a través de los personajes imaginarios de mis Cartas
Sureñas: el citadino y el provinciano. O como periodista, o como comentarista
de noticias en el Canal 28 de la televisión regional. O como fuereño, o empresario,
o como lector.
Creo que sería importante y novedoso
escribir en este II Foro, como Psicoanalista, pues mis años invertidos en Freud
y Lacan me llevan a observar inmediatamente, que el primer gazapo que brinca en
la convocatoria, es el mal uso del lenguaje, abusivo en retruécanos, esdrújulas
y esa monserga plagosa de convertir los sustantivos en verbos (problemática,
vivencian). Quizás, no obstante todo lo antes dicho, mi discurso para este evento debe provenir de
mi experiencia profesional en la SEP y mi responsabilidad como “inventor” del
Sistema Nacional de Orientación Educativa, cuya primera Expo Orienta en
territorio mexiquense, en la ciudad de Toluca, en el edificio clásico de
Instituto Literario, en el año de 1988, inauguré personalmente a nombre del Secretario
del ramo que entonces era el “que le conseguía las muchachas al Presidente”, hablo de Miguel de la Madrid y de Miguel
González Avelar, en compañía del Rector de la UAEM, Efrén Rojas. O bien, dirigirme a este auditorio, en voz del
Catedrático de la FCPyS UNAM, que por más de una década disfruté, antes de
cambiar mi género de vida y decidir radicarme en este sur del estado de México.
Me apuran muchos otros personajes que me
reclaman ser el medio para hablar: el estudiante de escuelas públicas que siempre
obtuvo la calificación de “10”, el lector empedernido formado con los encantos
de mi Madre y el ingenio de mi Padre. O el profeta que entraba por primera vez
a la antigua Hemeroteca de la UNAM, en el Coro de la Iglesia de San Agustín, en
las calles del Carmen, en el Centro de la Capital de México. Podría ser el
periodista que aprendió a vivir con el diario bajo el brazo desde la edad de
los ocho años, gracias a una argucia beisbolera de mi Papá. El niño que
caminaba en la Alameda central con sus abuelos, entre las mesas de los libros
de la desaparecida Librería de Cristal, a un costado de Bellas Artes, o a
través de aquellos sentidos que descubrieron en el peso y firmeza, el olor a
hojas impresas y la claridad de la tipografía, la belleza de la mitología, la historia,
fábulas, tecnología, cuentos, novela, religión, aventuras, contenidas en los
seis tomos de la Enciclopedia de Oro de los Niños, que en 1967 me regalara mi
Tía Guadalupe Garcia Vd. De Torrentera, como Premio a mis Estudios, y que
empezaba con un pensamiento que decía “Luis Guillermo, Para que nunca olvides…
Que un libro abierto, es un cerebro que habla…”
Todos estos personajes que me habitan,
en esta coyuntura nacional, exigen hablar. No mencione mi ser ranchero,
aprendiz de los campesinos, cuya cercanía con la naturaleza, les hace dueños de
la palabra natural y real, por eso la humildad –de humus- y certidumbre. Pero
son ideas que no tienen voz ni voto, ni deslumbran en la Cultura del Progreso
Improductivo. Son los gritos desesperados, iracundos de tantos jóvenes que han
visto perder muchos años en las aulas
escolares, al percatarse que son
víctimas de estafas académicas, al tomar conciencia de su esclavitud, en el
decadente orden de los nuevos títulos nobiliarios, que suplanta los heraldos de
sangre –los marqueses, barones o duques-
por la novedosa escala de la meritocracia académica -maestrías, licenciaturas o
doctorados- casi a ritmo de mercado
tepiteño: “bara bara… lleven sus títulos universitarios, hay de chile, de dulce y de manteca; sin
libros ni exámenes finales… llévelos, llévelos”
Yo
elijo dirigirme a ustedes, como Escritor. Porque somos los que tenemos la
facultad de liberar al lenguaje, que en México está secuestrado por el poder. Y
el lenguaje no es propiedad de nadie. No hay censura, ni barreras que impidan
que la palabra se convierta en un bálsamo para curar a la humanidad, toda.
Porque como declaraba en una entrevista el Maestro Carlos Fuentes “en el
momento en que se vuelve un lenguaje burocrático, mercantil o dogmático, se
convierte en un lenguaje privado que expresa solo las necesidades de Marte,
Júpiter…” (1) Y eso es lo que sucede en México. La mejor expresión de la
restauración del Ancien Régime, es la
supresión del lenguaje, es la pinza que asfixia a la palabra y la hace cautiva del
poder.
Como escritor puedo entonces imaginarme
muchas cosas y suponer otras tantas, pero puedo investigar y saber, rimar y
maldecir, exclamar, enamorar y mandar a
la chingada, o bien honrar y recordar. Soy autor de tres libros que en realidad
son uno solo: Cartas Sureñas, El Estilo
del Genio… y Cartas Mexiquenses. ¡Tardamos 70 años pero llegamos! Constituyen un diálogo entre quien soy ahora y
quienes he sido en tantas otras ocasiones: el hijo, el ajedrecista, el amante,
el beisbolista, el abarrotero, el hermano, esposo, bon Papá o el Ogro feroz. El
que escala lugares donde la autoridad Real es el principio de todo lo que es
bueno, noble y bello, o echarme un clavado y
contemplar la sima de los restos de humanidad que aun conservan los
esclavos de las pasiones del bajo vientre, quienes creen que el principio de la
mayoría simple, el de la ganancia o el miedo, son pilares irreductibles sobre
los que se erigen despotismos seductores, que encantan a las grandes mayorías
trashumantes.
Todo libro es hijo de otro libro.
Nuevamente me apoyo en Fuentes, quien
acierta al afirmar que “los escritores tienen la fortuna de que las palabras
aniden en sus lenguas por un instante. Pero las palabras no son nuevas, no las
inventamos, vienen de antes” (1). Mi herencia cultural abreva directamente de
un sabio mexicano desconocido y por eso más sabio, se llama Patricio Marcos,
autor de Cartas Mexicanas, inspirado a su vez en las Cartas Persas de
Montesquieu. Soy un lector omnipresente en todo lo que se escribe y publica.
Domino una técnica que aprendí hace muchos años para leer a gran velocidad, y
una perspicacia para leer realmente lo que se debe leer. Los autores
consagrados en mi espíritu no rebasan las dos docenas encabezados por Aristóteles,
pero me concentrare en lo que llamo modernistas -más bien los que son mis
Amigos- quienes como los personajes de
Dumas, son tres y un cuarto adicional: Gabriel Zaid, Mario Vargas Llosa y
Fernando Savater, y el D’Artagnan citado, mi Analista Patricio –Padre- Marcos.
Para esta
ocasión he elegido la exposición de dos Grandes Problemas: al primer lo
titularé “La visión de la educación”, parafraseando a Miguel León-Portilla, mientras
que el segundo será “La Tertulia Improductiva” ahora recordando al inmortal
Chava Flores, tomado de la mano de Gabriel
Zaid.
Trataré de llevar al auditorio así, de
la mano, en un hilo conductor que se encuentra en capítulos marcados en la
bibliografía, al final de esta exposición,
pero que se resume en mis tres libros publicados, de manera doméstica y
personalmente, al frente de la Librería El Areté de Tejupilco. Aprovecho la
ocasión, para hacer saber que estas mismas obras están disponibles a través de
la Librería Amazon, para su comercialización en los mercados hispanoparlantes
de los EUA, en España y el resto de Europa, así como centro y Sudamérica. El
mensaje que quiero dejar muy claramente dicho es que hoy en día, no existe
censura que impida que el conocimiento llegue al destinatario correcto.
La Visión de la Educación
No puedo olvidar, el impacto profundo que
me causo percibir lo que era la educación en el Sur del estado de México, hace
cosa de 20 años. Fue estremecedor y la siguiente cita, antes de ser parte de un
libro, la leí a través del Noticiero Vientos del Sur, cuando comenzaban mis
Comentarios Semanales televisados: “Hay que imaginar: asistir a una función de
teatro y ver el escenario en condiciones deplorables, la iluminación
deficiente, las butacas sucias, rotas; la música desafinada, el telón
desgarrado y parchado, los actores olvidando sus diálogos, con pausas y
silencios. La entrada, por supuesto gratuita, no justifica el lamentable espectáculo.
Sin embargo imaginemos a un público que aplaude y comenta entre sí: que buena
obra de teatro estamos viendo. Esta
podría ser la situación que presenta la educación pública en el sur del estado
de México. Veo y escucho con pesar, que no obstante las notorias carencias y la
falta de capacidad en general para atender la educación de los alumnos
inscritos, existe una opinión que acepta, justifica y defiende los estudios que
se imparten en todos los niveles, con argumentos que en ocasiones son irracionales,
en otros, recelosos, pero básicamente necios” (2)
El diagnóstico continua con “se
privilegia la competencia por las calificaciones a base de puntos obtenidos en
una kafkiana medición, donde coser los cuadernos, forrarlos de tal color o
marchar en los desfiles, serán los parámetros para determinar quién es el mejor
alumno… Por esto, ni siquiera vale la pena comentar sobre la ausencia de
espíritu de competencia: es un término desterrado del modelo educativo público.
Y con esto, otra de las grandes carencias de la educación pública, es la
prácticamente inexistencia de actividades deportivas. Solo se recuerda esta
indispensable actividad, cuando es necesario cumplir con el protocolo que manda
la Secretaria de Educación… La cantidad de hechos que pintan a la educación es
muy grande. La solución es compleja… planes de estudio deliberadamente
organizados para contener los ímpetus estudiantiles, atraso tecnológico; el
lastre de un sindicato que aplasta y asfixia cualquier viento de cambio.
Directores de escuelas que se conforman con empleados, no catedráticos, que no
constituyan una amenaza a los feudos que detentan” (2)
Al final de esta misma Carta, de
desesperanza por el nivel académico tan bajo y pobre, dejo lo siguiente “Como
las soluciones no son fáciles, ni mágicas, empezaría por proponer la necesidad
de un espíritu crítico, un análisis diferente de un problema que se agrava en
la medida que crece la población que demanda educación. Hace falta un espíritu
inspirado en Voltaire, a quien se le puede reconocer como el inventor del
intelectual moderno: un oficio que toma algo del agitador político, bastante
del profeta y no poco del director espiritual. Maestros quienes estén en
disposición de ejercer con la educación, un poder benéfico y curativo, que
pueda aliviar del poder despótico de los gobernantes y del poder oscurantista
de los clérigos” (2)
Igualmente, son importantes otros
chispazos analíticos al hablar sobre las Preparatorias Regionales, -la de
Temascaltepec y la de Tejupilco- y sobre la Universidad, la UAEM: “En 1989
llegue a vivir a Temascaltepec y decidí participar en la educación local, al
contar ante todo con esa experiencia invaluable… mis estudios y años como
Profesor de la UNAM. Encontré que solo la Preparatoria podía ser el espacio
catedrático y lo tome con gusto y filosofía. Era una forma de retribuir a esta
tierra, el beneficio de recibirme como vecino, con mi familia…. No obstante,
desde un inicio pude observar que el atraso de la institución era de más de 20
años. Los programas obligatorios asignados por la UAEM, trataban entre otras
materias, de un mundo marxista y de una división geopolítica bipolar que para
entonces se derrumbaba en Berlín. Eran las exigencias de los burócratas
enclavados en ese apéndice del gobernador en turno del estado de México,
llamada UAEM”
Los contrastes “Tenía 16 años cuando
ingrese a la Preparatoria #1 de la UNAM. Me entere que fui aceptado, por correo
y el sobre que contenía la respuesta llego a la Imprenta de Don Luis, donde
trabajaba siempre que tenía vacaciones. Todo lo que sucedió después de ese día,
lo realice solo yo: asistir por primera vez al plantel, para inscribirme,
esperar en una larga fila mientras los estudiantes mayores nos acechaban, nos
rapaban y nos quitaban el dinero... Jamás mis padres entraron a ese recinto
majestuoso, hasta años después que dejo de funcionar como colegio…” (3) en la Preparatoria Regional de Tejupilco, no
solo encuentro un edificio con puertas de hierro, siempre cerradas, entrega de
boletas en juntas de padres de familia y textos obligatorios… Salir de este
embrollo me lleva a recordar que el origen de la palabra ahorro proviene de una
carta que se extendía a aquellos esclavos que conseguían pagar por su libertad.
Se le llamaba carta de horr, originada a su vez en la voz árabe hurr (libre).
En la prepa regional de Tejupilco, dicha carta se le conoce como Certificado de
Estudios y cuesta más de $3,000. Es la carta que libera al estudiante que se
fastidia de la mediocridad y busca otros horizontes”…. (3) No fue así siempre…
“la Preparatoria de Temascaltepec era un ícono y una realidad maravillosa, para
esta región que imaginaba a Temas, como la futura Atenas del Sur del Estado de
México” (2)
Y como colofón, cito este párrafo cuyo
contexto se origina en el mes de marzo de 2010 y la secuencia de dos actos
político-burocrático: el informe del Rector y la Erección (sic) del estado de
México, en ambos casos, con la presencia de Peña Nieto Gobernador “La
interrupción de clases decretada es justamente la confirmación de que la UAEM,
ni es universidad, ni es mexiquense y menos autónoma. La UAEM es una
institución que imparte cursos que son reconocidos como de nivel superior –pero
no existe ni la libertad de Cátedra ni la Autonomía académica- es (un) semillero (es “banca”) de cuadros
políticos para el Gobierno asentado en Toluca” (2)
La Tertulia Improductiva
Los conceptos Tertulia e Improductiva,
hablando del Progreso, los aprendí de Gabriel Zaid, quien a su vez abreva de Iván
Illich, que postula la “Sociedad Desescolarizada”, cuya expresión mayor, para
un Padre de tres hijas y consumado ajedrecista, son las Hermanas Polgar, todo
un paradigma, por haber sido planeadas, concebidas y educadas exclusivamente para
ser ajedrecistas campeonas del mundo –también expertas jugadoras del ping-pong
y hablan más de cinco idiomas-. Conocí a Zaid a principios de 1981, pero supe
de la fuente de su praxis filosófica, los trabajos de Iván Illich en México,
hasta entrado el segundo milenio. No obstante, me enteré de Susan, Sofía y
Judith Polgar, hasta 1994 y estoy absolutamente seguro que de haber sabido de
esta libertad e ingenio, cruzando la experiencia pedagógica imaginada por Lazlo
Polgar, con el realismo mágico de la educación pública en el sur de México,
hubiera aprobado esta experiencia, en quienes son mis herederas naturales.
Leía a Gabriel Zaid mucho tiempo antes,
cuando mi Padre me regalo el número 1 de la revista Vuelta. La amistad que nacía
en ese medio entre Octavio Paz, fundador de Vuelta, y Gabriel Zaid, acaba de
ser traída de vuelta esta última semana de enero, cuando el periódico Reforma
publica que la relación entre ambos polemistas aun no ha encontrado a su
biógrafo. Y es que los dos Escritores han ensayado enfoques y explicaciones inéditas
al discurso político y académico repetido. En el Laberinto de la Soledad
Octavio Paz, perfila las respuestas indispensables para comprender el
rumbo obligado hacia donde debe caminar nuestra nación.
Las tesis de Zaid “El verdadero saber no
está en las aulas, ni en las universidades, está en los libros… Marx, Freud,
Einstein, Picasso, Le Corbusier, que marcaron las tendencias dominantes del
siglo XX, crearon y pensaron por su cuenta y riesgo, en libertad… la cultura
libre nace en el mundo comercial. Gutenberg era empresario, Leonardo
contratista, Erasmo freelance. Nace al margen de la universidad, y hasta en
contra… Descartes y Spinoza rechazaron dar cátedra universitaria. No querían
ser profesores, sino contertulios y autores. Frente al saber jerárquico,
autorizado y certificado que se imparte en las universidades, prefirieron la
conversación y la lectura. Las academias nacen como tertulias de aficionados a
leer, no como membrecías
ostentables en el currículo…” (4)
En México nos enfrentamos al dilema del
apetito de saber, tan humano –dijo Aristóteles en la Metafísica- “Pero otros
griegos (los sofistas) pensaban que el saber es para prosperar; y ponían la
muestra: prosperaban vendiendo educación superior. Los sofistas modernos venden
títulos universitarios, credenciales de presunto saber” (2)
Modelo educativo netamente improductivo
y costoso, además de elitista, un lujo que le sale muy caro al país y que
produce rendimientos notoriamente decrecientes. Una manera de intentar
solucionar este problema educativo que genera desigualdades, injusticia y que
se agrava cada vez más, es cambiar radicalmente el modelo educativo.
Por ahora, hay que resignarse, al
negocio de los títulos universitarios. “Pero no a que el negocio arruine lo
principal: EL APETITO DE SABER. Hay opciones para evitarlo: Flexibilizar el
menú de las canastas (curriculares). Quitarle presupuesto al campus en favor de
la universidad virtual. Favorecer la educación a tiempo parcial durante muchos
años, con títulos parciales sobre la marcha. Introducir el aprendizaje serio de
un oficio durante la preparatoria y no permitir el ingreso a la educación
superior a quien no demuestre su capacidad de practicar un oficio, su
desarrollo intelectual sería mejor: La inteligencia es corporal” (2)
Bibliografía
(1) Perspectivas Mexicanas desde Paris
Un dialogo con Carlos Fuentes James R. Fortson (1973)
pág. 18
(2)
Cartas
Mexiquenses ¡Tardamos 70 años pero llegamos! (2013) Luis Guillermo Garcia Ruiz Editorial El Areté de Tejupilco: páginas 198, 202, 204, 248 y 250
(3)
Cartas
Sureñas (2010) Luis Guillermo Garcia Ruiz Editorial El Areté de Tejupilco: páginas 55 y
114
(4)
Instituciones
de la Cultura Libre Gabriel Zaid Revista Letras Libres
(mayo, 2013)