El cambio verdadero solo puede ser posible con el conocimiento. Una persona crece, madura, se desarrolla y realiza a plenitud las potencias y facultades de su alma, únicamente al tomar conciencia de su ser y circunstancia. Sucede lo mismo con las familias, los pueblos y la sociedad. Por eso es fundamental la historia, por eso “quien olvida su pasado no comprende su presente”
Es el caso del Estado de México y en particular los municipios del sur del Estado, cuyas historias son confusas, desperdigadas, entreveradas. Más que una fuente de conocimiento que permita comprender la realidad actual, la historia oficial de Temascaltepec o de Tejupilco, por ejemplo, son apologías cuasi personales de sus autores y glorificación de particularidades, que impiden comprender la generalidad de estas poblaciones. En parte esto es debido al rigor impuesto por los órganos culturales del Gobierno Estatal, cuya metodología uniforme y ajustada impide escribir con libertad.
Leer la Monografía de Temascaltepec o la de Tejupilco o la de Amanalco, o Chalco, es leer lo mismo con muy pequeñas diferencias. Son los mismos capítulos, parecidos ingenios, cuentos y dichos. Son aburridas además de estar notoriamente desfasadas en el tiempo y el espacio. Como son patrocinadas por el mismo Gobierno estatal, las reglas impuestas no pueden ser quebrantadas, no hay interpretaciones, ni capítulos de análisis, no existe la opinión, ni lugar para el debate.
Es indispensable que los historiadores regionales se independicen y se jueguen “el pellejo” con sus particulares interpretaciones. Sin duda que entre más rigor académico, el testimonio histórico cobrará mayor confiabilidad y certeza. No obstante hay más de una manera de hacer historia. Los libros que ha escrito Armando Ramírez sobre el Barrio de Tepito o las Crónicas de Carlos Monsiváis en relación a la Ciudad de México, han dejado más elementos para entender, para creer y soñar que los mamotretos publicados por el Colegio de México. La erudicción histórica puede ser verdadera, pero increíble, al menos ininteligible.
El problema es cuando la historia pasa a ser propiedad de unos cuantos y cualquier otra versión o interpretación es calificada de intromisión, desviación, vamos, de ser unos “metiches” fuereños y entonces, en vez de historia se hace histeria. Es un rasgo característico de un México arcaico y provinciano, es reflejo del poder y de los mecanismos que lo soportan. La historia no solo la pueden hacer los lugareños o los más viejitos. Sin duda que son la principal fuente de información, pero ni la única ni la mejor. Por ejemplo el pasado 9 de septiembre acaba de ser lanzada al mercado una biografía sobre Joaquín “El Chapo” Guzmán. Escrita por Malcolm Beiths (The Last Narco, Inside the Hunt of el Chapo. The World’s Most Wanted Drugs Lord) contiene un trabajo que requirió la consulta de enormes acervos de información, tanto como visitas y entrevistas a gente de Badiraguato Sinaloa, Canelas y Topia Durango.
Son buen ejemplo de las historias noveladas, las exitosas publicaciones de Francisco Martin Moreno sobre México, despreciadas por los auténticos historiadores, pero comercialmente todo un suceso literario. Creo que la historia necesita de la imaginación y la poesía. En “Amores Carnales”, Martin Moreno narra –lo que vio escondido detrás de un ropero, dice el voyerista autor- el momento de la consumación matrimonial entre Porfirio Díaz y Carmelita Romero Rubio.
Temascaltepec y Tejupilco necesitan versiones libres de su historia. En mis especulaciones personales, resulta más fácil entender al Temascaltepec fundado en 1474 por tribus Matlatzincas, conquistado por Axayacatl emperador de los Aztecas y a partir de entonces convertido en centro minero capital, en el Real de Temascaltepec, la división con el Valle de Temascaltepec, el Temascaltepec de los Indios y el Temascaltepec de los Patrones, incluso la cereza en el Real de Arriba y luego la separación a Valle de Bravo y la presa, y un pasado de soberbia y superioridad que ya no existe y del que no termina de reponerse la población que sobrevive actualmente en este lugar.
Tejupilco en cambio es una historia diametralmente opuesta a la de Temascaltepec. Yo sí creo que Ixtapa era una especie de campo de entrenamiento prehispánico, de “pelotaris” que se preparaban para jugarse literalmente la vida. Es el Tejupilco de la República de los Indios, de las corredurías de insurgentes independentistas tanto como de revolucionarios zapatistas. Tejupilco de revolución y guerrilla. Temascaltepec, es conservación y privilegios.
El pasado fin de semana que se rindió un homenaje a Mariano Mociño en Temascaltepec, me preguntaba la razón de este evento (tanto como el porqué una de las dos calles del pueblo lleva el nombre del despreciable Iturbide). Su obra sin duda importante, pero su participación en la Real Expedición Botánica, siendo fundamental, es secundaria en reconocimientos. Nacido en Temascaltepec, Mariano Mociño es un criollo al servicio de la Corona Española y su trabajo me recuerda a Charlie Brown y Snoopy: todo le sale mal, sus trabajos no pueden ser publicados, la dinástia de los Borbones es desplazadA en España, es acusado de afrancesado al colaborar con José Napoleón Bonaparte y exiliado, su enorme trabajo de investigación no consigue ser aprovechado por la metrópoli española.
Es el botánico suizo de Candolle, quien se apodera de una copia de los trabajos del “paisano”, sus dibujos e investigaciones. Y será hasta finales del siglo XIX, gracias a la vena ilustrada de Porfirio Díaz que se publicaran por primera vez, los manuscritos de “Flora Mexicana”, de Sessé (Snoopy) y Mociño y hasta 1981, cuando vuelve a aparecer completo, este importante acervo, al ser adquirido por el Instituto Hunt de Pittsburgh. Cabe señalar que con motivo del bicentenario de la Independencia, la UNAM ha preparado una edición que consta de 12 tomos con la obra de Mariano Mociño, sus más de dos mil láminas, además de otros textos filosóficos, antropológicos y sociológicos. Es una paradoja que los trabajos de Mociño siendo decisivos para la ciencia, permanecieron inéditos por siglos.
Es el caso del Estado de México y en particular los municipios del sur del Estado, cuyas historias son confusas, desperdigadas, entreveradas. Más que una fuente de conocimiento que permita comprender la realidad actual, la historia oficial de Temascaltepec o de Tejupilco, por ejemplo, son apologías cuasi personales de sus autores y glorificación de particularidades, que impiden comprender la generalidad de estas poblaciones. En parte esto es debido al rigor impuesto por los órganos culturales del Gobierno Estatal, cuya metodología uniforme y ajustada impide escribir con libertad.
Leer la Monografía de Temascaltepec o la de Tejupilco o la de Amanalco, o Chalco, es leer lo mismo con muy pequeñas diferencias. Son los mismos capítulos, parecidos ingenios, cuentos y dichos. Son aburridas además de estar notoriamente desfasadas en el tiempo y el espacio. Como son patrocinadas por el mismo Gobierno estatal, las reglas impuestas no pueden ser quebrantadas, no hay interpretaciones, ni capítulos de análisis, no existe la opinión, ni lugar para el debate.
Es indispensable que los historiadores regionales se independicen y se jueguen “el pellejo” con sus particulares interpretaciones. Sin duda que entre más rigor académico, el testimonio histórico cobrará mayor confiabilidad y certeza. No obstante hay más de una manera de hacer historia. Los libros que ha escrito Armando Ramírez sobre el Barrio de Tepito o las Crónicas de Carlos Monsiváis en relación a la Ciudad de México, han dejado más elementos para entender, para creer y soñar que los mamotretos publicados por el Colegio de México. La erudicción histórica puede ser verdadera, pero increíble, al menos ininteligible.
El problema es cuando la historia pasa a ser propiedad de unos cuantos y cualquier otra versión o interpretación es calificada de intromisión, desviación, vamos, de ser unos “metiches” fuereños y entonces, en vez de historia se hace histeria. Es un rasgo característico de un México arcaico y provinciano, es reflejo del poder y de los mecanismos que lo soportan. La historia no solo la pueden hacer los lugareños o los más viejitos. Sin duda que son la principal fuente de información, pero ni la única ni la mejor. Por ejemplo el pasado 9 de septiembre acaba de ser lanzada al mercado una biografía sobre Joaquín “El Chapo” Guzmán. Escrita por Malcolm Beiths (The Last Narco, Inside the Hunt of el Chapo. The World’s Most Wanted Drugs Lord) contiene un trabajo que requirió la consulta de enormes acervos de información, tanto como visitas y entrevistas a gente de Badiraguato Sinaloa, Canelas y Topia Durango.
Son buen ejemplo de las historias noveladas, las exitosas publicaciones de Francisco Martin Moreno sobre México, despreciadas por los auténticos historiadores, pero comercialmente todo un suceso literario. Creo que la historia necesita de la imaginación y la poesía. En “Amores Carnales”, Martin Moreno narra –lo que vio escondido detrás de un ropero, dice el voyerista autor- el momento de la consumación matrimonial entre Porfirio Díaz y Carmelita Romero Rubio.
Temascaltepec y Tejupilco necesitan versiones libres de su historia. En mis especulaciones personales, resulta más fácil entender al Temascaltepec fundado en 1474 por tribus Matlatzincas, conquistado por Axayacatl emperador de los Aztecas y a partir de entonces convertido en centro minero capital, en el Real de Temascaltepec, la división con el Valle de Temascaltepec, el Temascaltepec de los Indios y el Temascaltepec de los Patrones, incluso la cereza en el Real de Arriba y luego la separación a Valle de Bravo y la presa, y un pasado de soberbia y superioridad que ya no existe y del que no termina de reponerse la población que sobrevive actualmente en este lugar.
Tejupilco en cambio es una historia diametralmente opuesta a la de Temascaltepec. Yo sí creo que Ixtapa era una especie de campo de entrenamiento prehispánico, de “pelotaris” que se preparaban para jugarse literalmente la vida. Es el Tejupilco de la República de los Indios, de las corredurías de insurgentes independentistas tanto como de revolucionarios zapatistas. Tejupilco de revolución y guerrilla. Temascaltepec, es conservación y privilegios.
El pasado fin de semana que se rindió un homenaje a Mariano Mociño en Temascaltepec, me preguntaba la razón de este evento (tanto como el porqué una de las dos calles del pueblo lleva el nombre del despreciable Iturbide). Su obra sin duda importante, pero su participación en la Real Expedición Botánica, siendo fundamental, es secundaria en reconocimientos. Nacido en Temascaltepec, Mariano Mociño es un criollo al servicio de la Corona Española y su trabajo me recuerda a Charlie Brown y Snoopy: todo le sale mal, sus trabajos no pueden ser publicados, la dinástia de los Borbones es desplazadA en España, es acusado de afrancesado al colaborar con José Napoleón Bonaparte y exiliado, su enorme trabajo de investigación no consigue ser aprovechado por la metrópoli española.
Es el botánico suizo de Candolle, quien se apodera de una copia de los trabajos del “paisano”, sus dibujos e investigaciones. Y será hasta finales del siglo XIX, gracias a la vena ilustrada de Porfirio Díaz que se publicaran por primera vez, los manuscritos de “Flora Mexicana”, de Sessé (Snoopy) y Mociño y hasta 1981, cuando vuelve a aparecer completo, este importante acervo, al ser adquirido por el Instituto Hunt de Pittsburgh. Cabe señalar que con motivo del bicentenario de la Independencia, la UNAM ha preparado una edición que consta de 12 tomos con la obra de Mariano Mociño, sus más de dos mil láminas, además de otros textos filosóficos, antropológicos y sociológicos. Es una paradoja que los trabajos de Mociño siendo decisivos para la ciencia, permanecieron inéditos por siglos.
No comments:
Post a Comment