Thursday, June 23, 2011

EN EL NOMBRE DEL PADRE

Nada en México ha sido objeto de una cruzada en su contra, de manera tan unánime, más alevosa, tan fantásticamente suicida, como la Paternidad. Quien la encarna: el Padre. Su esencia: la vida. Y su extensión real y natural: la autoridad política.
Los capitanes de tamaña odisea son el interés del dinero –decían que nada hay mas monstruoso que la usura, por producir hijos idénticos al padre que los engendra- ese mundo que suele asociarse con la modernidad, como sinónimo de superioridad. La globalización que pretende integrar en un enorme mercado a todos los habitantes del mundo, regidos por el poder del dinero, divinidad absoluta, que no reconoce más límite que Él mismo.
Son la integración de México a ese sistema despótico, consumado con la bendición de la iglesia católica –primordial en México, aunque todas las religiones se originan por la misma necedad de asumir las deudas, las culpas- indispensable para tratar de suplantar la ausencia del Padre real, por un creador, dador y perdonavidas, muertes y despojos. Interés y divinidad coludidos en contra del Padre real, cuya referencia soberana para los mexicanos, hace muchos ayeres que abdico a tan noble propósito: el presidente de la República dejo de ser el Padre Político, para convertirse en todo lo contrario. (Por ejemplo ¿habrase visto un Padre que deja morir a su esposa, compra ropa por dos millones de dólares y acepta una concubina y madre sustituta, para sus hijos, al gusto de los promotores de su imagen?)
Así se ve que... "la diferencia entre el padre y el déspota es que el padre gobierna en beneficio de la esposa y de sus hijos, y solo de manera accidental se favorece el mismo con su gobierno; el déspota manda exclusivamente buscando su propio provecho, del que solo por accidente se benefician la esposa y los hijos. Ocurre lo mismo que con la familia, con los gobiernos, si este es un gobierno activo, político, con autoridad, porque el gobierno se ejerce con justicia -suelo mínimo- ora inclusive con virtud, siempre educados y con una vida activa, de la mejor manera posible, amistosamente –techo máximo- siempre para beneficio de los gobernados y accidental de los propios gobernantes. Son mandos tiránicos las comunidades donde su forma de organización colectiva es corrompida, esclavizada, siempre para beneficio de los que mandan despóticamente y a veces accidentalmente para los que padecen esta forma de poder" (Patricio Marcos, La Política. Edit. Nueva Imagen)
Se puede ver fácilmente como los gobiernos nacionales, ya el de la República, ya el de los Gobernadores de los estados, ya los presidentes de los municipios, han dejado de ser autoridades y viven convertidos en poderes despóticos. Y la corrupción de la política es tan letal para la existencia noble de la autoridad del padre, como el aparente olvido de que la primera y natural razón de ser del padre, es la generación de la vida misma. Por eso, dice Aristóteles en el libro primero de la Política ¿Qué le deben los hijos a los Padres? Y se contesta el estagirita, nada, solo las gracias por vivir.

El otro frente abierto en contra del Padre es un absurdo que tiene que ver con la ilusión de la malhadada modernidad. Y cito a Winston Churchill: “lo cierto es que mientras los hombres atesoran conocimientos y poder a velocidades fantásticas, sus virtudes y su entendimiento no han mostrado ningún progreso notable en el transcurso de los siglos. El cerebro de un hombre moderno no difiere esencialmente del que los seres humanos que luchaban y amaban hace millones de años”


Cualquier ideólogo de la modernidad, estos bárbaros -en el sentido etimológico de la palabra que viene de repetir bar bar bar y no decir nada- deformados por los prejuicios que padece la humanidad desde la edad moderna, se espantaría ante la sentencia del descendiente de Mambrú, el de la Guerra; y no dudaría en responder de manera afirmativa, atribuyendo a nuestros antepasados una ignorancia que en realidad es solo nuestra. “¿A qué obedece nuestra frívola tendencia que imputa a los antiguos nuestra ignorancia a cuestas? Acaso es ese loco afán científico que se apoya en tres pilares del naufragio civilizador: el deseo parricida, que se vuelve peste después de las hazañas monarcómanas renacentistas y modernas; el adulterio, que es el testimonio mas patético de la incapacidad para desear sexualmente si no es a través de agentes terceros; y el robo, prestigiado ya con carta de ciudadanía debido a los infames economistas de la Inglaterra de los siglos XVII y XVIII, mal apellidados políticos. Por arte de magia de la ideológica cultura moderna el homicidio, el incesto y la codicia de las riquezas, tres objetos de aversión naturales, se reconvierten en objetos de persecución paranoide”
“No cabe duda que es a partir de la época moderna que la humanidad conquista la mayor parte de sus actuales conocimientos serviles, de naturaleza técnica… el costo es la prácticamente extinción del saber más noble de todos los saberes, que es el que atañe a la naturaleza humana. Por eso es la servidumbre de los conocimientos actuales: a mayor cantidad de conocimientos tecnológicos acumulados corresponde una mayor ignorancia de lo que es la vida, en particular la humana. ¿No será que nuestros antepasados eran más bien reservados que ignorantes; dotados de esa prudencia que aconseja no divulgar conocimientos que encierran poderes destructivos y dañinos para la especie humana? Se comprende que si esto es cierto, científicos de la talla de Albert Einstein y muchos ídolos del foro científico quedarían mal parados” (op.cit.)
Paternidad como lugar del Padre, implica autoridad, es decir gobierno de sí mismo, ejemplo, educación en la virtud, nobleza, ocio educativo, autarquía. Pero también requiere tiempo y experiencia: los padres somos mayores, viejos y ancianos, antiguos, antes de alcanzar la inmortalidad. El déspota, en cambio es poder, placer, complacencia del cuerpo, abundancia, interés, dominio y sumisión, es miedo. El déspota vive al día, goza y muere rápido, olvidado. Tal vez eso explique que en el registro del psicoanálisis, la paternidad este considerada el lugar de la locura. O que en el nombre del padre, lo que se invoca es el rito parricida inaugural.

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