El tiempo que pasa uno riendo, es tiempo que pasa con los dioses
Proverbio japonés
Una de las manifestaciones más claras de que en México se ha producido un cambio en la forma de gobierno, son los tiempos en que se presentan los informes municipales. Actos protocolarios que guardan una connotación simbólica con el ejercicio del poder, con el carácter, modo, principios, naturaleza, origen y destino de la comunidad. La presencia del jefe político que se dirige a la ciudadanía para explicar el trabajo de un periodo e informar de logros y alcances, esta mucho mas allá del resumen de cifras y obras, del trompicado desglose de pesas y medidas. Si el informe de Gobierno en una Republica, como aun lo es a la letra México, constituía un rito ceremonioso de formas y fondo, trascendental en el escenario de la autoridad y el respeto, el orden y la obediencia, como son la mitra o el báculo, del Eunuco Blanco; o la capa que origino la dinastía de los Capeto en Francia, la corona de las monarquías europeas, o el God Save America para los norteamericanos; en cambio, los informes municipales, las más de las veces, son expedientes serviles, son copias burdas, contrahechas, de mal gusto y pésimo estilo en todo; y las otras, un impasse de gran flojera en la retórica, el sustento, en la esencia, siempre subordinados, al poder del señor gobernador. No todos, por fortuna, los que entienden que el boato, pompa y circunstancia, esta contraindicado con la naturaleza republicana municipal.
La humanidad es antes que nada un ser simbólico. Atrapado en la palabra que son símbolos y a su vez significados, el nacimiento real surge hasta el momento del “dada gugu” y no antes. Porque nada existe sin que la voz se convierta en palabras; porque si los animales emiten sonidos, aún aquellos que así expresan placer o dolor, la palabra que es humanidad, se utiliza esencialmente para nombrar la justicia y diferenciar la injusticia: lo justo, lo equitativo y de ahí la ley, la legalidad y el derecho. Por eso resulta muy cómico ver que en el orden municipal, ahora se exhiben más de 2500 ediles (los que cuidan de Ceres y de ahí los cereales), imitando a su Vulgata albedrío, el momento de la rendición de cuentas. Si la política es gobierno y el ejemplo es la manera superior de educar a un pueblo y, hacer con ello la practica de la felicidad común, un informe tiene que ser la esencia de esto y el resumen de lo primero. Informar en medio de un palenque, como sucedió en Tejupilco es el peor de los disparates y el asunto mas desviado de lo que debe hacer un buen gobernante. Parodiando a los jurisconsultos, habría que decir que confesión de parte, relevo de pruebas. Desafortunadamente, el parricidio canibalesco que campea en México desde 1982, produce escenas como esta y otras peores.
Habría que recordar el último de los gobiernos legítimos y republicanos, en que el barroquismo del Monarca sexenal acabo por romper con los diques que le daban sustento y fuerza al estado nacional. Tras el desaguisado golpista del verdadero destructor del México Revolucionario, Luis Echeverria Álvarez (LEA), autor no solo del asesinato épico de los jóvenes en la plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco en 1968, o de la represión de ciudadanos con los grupos paramilitares conocidos como los “halcones”; sino deliberadamente, fríamente, exterminador de las guardas y salvaguardas financieras, económicas, sociales y políticas que le dieron vida libre y soberana a esta nación. Ciego de poder, el Presidente Echeverria quiso perpetuar una especie de “maximato mínimo” y su ambición torva, lo llevo a designar a José López Portillo, como un sucesor que rompía todos las reglas políticas, que dieron vida y aliento a esta nación: pues el JoLoPo ni era originario de provincia, ni titular de Gobernación, ni había ocupado nunca un cargo de elección popular y aunque abogado, el perfil del candidato “destapado” mas bien era el de un historiador económico.
Fue necesario entonces, que el rito de los mensajes del Presidente, cobrara más fuerza que nunca. Desde el discurso de toma de posesión en 1976, la retórica empleada por López Portillo significó nuevamente, confianza y fe, en el acto simbólico de la unción al poder, indispensable para fundamentar la legitimidad de México. Todos y cada uno de sus seis informes de gobierno le otorgaron la majestuosidad necesaria para gobernar una Monarquía Republicana. Incluso el poder y respeto para que en el sexto informe, el día en que “un Presidente que devalúa, es un Presidente devaluado”, el Presidente López Portillo haya entrado diminuto y terminado convertido en un gigante. Para quienes han olvidado al “Presidente que defendería al peso como un perro”, ese día, el 1 de septiembre pero de 1982, se anunció la expropiación de la banca, convertida ya en un garito, por los alfiles de la oligarquía totonaca.
Los informes políticos son indispensables para gobernar, en cuanto que la palabra encanta y mágicamente transforma y, cuando su contenido es verdadero, convierte su fuerza en un poder superior a cualquier arsenal nuclear. Por el contrario, es enorme el contraste con la usurpación de que ha sido objeto la Presidencia de México por Felipe Calderón. En complicidad con el PRI, de manera subrepticia y de trasmano, consiguió la llegada y solo así, al estrado legal para jurar defender – a fe mentida- la Constitución y asumir ilegítimamente, por la forma y el fondo, el puesto de gerente en funciones, de una oligarquía con resabios democráticos. De ahí la imperiosa necesidad de Calderón para entrar en guerra inmediata como demostración de fuerza, la exhibición de los ejércitos en las calles, la ola de muerte sanguinaria, la elevación del robo y la traición como vicios virtuosos que enseñorean México, desde hace cinco años y de ahí las facilidades –ladrón que roba a ladrón…- para el regreso del partido que lo ha cobijado y maniatado al mismo tiempo: el PRI.
Desde el “Honorable Congreso de la Unión” y la voz engolada y la presencia de espíritu…”A todos les pido que participen ahora y siempre. Que nadie se sienta sólo. Hagamos de nuestra solidaridad, nuestra fortaleza, de nuestro amor a la patria, baluarte de nuestra conciencia nacional. Integremos con todos los "yo" un "nosotros". Esta es la solución. Que la alegría y el ánimo de la lucha llegue a cada hogar mexicano. Con nuestras instituciones, con nuestra inteligencia, con nuestra voluntad, con nuestra emoción y con nuestro entusiasmo, construyamos jubilosamente nuestro México. Cumplamos cada día nuestro deber. Merezcamos cada vez nuestros derechos. Aceptemos el reto y asumamos el compromiso. Renovemos constantemente en la libertad, nuestra voluntad perpetua de justicia para seguir haciendo la Revolución en la Revolución.: México ha vivido, México vive, México vivirá, Viva México. (José López Portillo 1 diciembre 1976)
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