El problema del combate al narcotráfico en México, pasa en principio, por una definición incorrecta, seguido de un diagnóstico equivocado. Primero es que el gobierno de México, en realidad se encuentra en guerra contra la industria y el comercio de armas de los EUA (“rápido y furioso” es prueba de ello). Segundo, es que no se puede combatir un enemigo muy superior en número, que cuenta con una moral mucho más elevada –aun sea por el efecto de los estupefacientes, o por las recompensas económicas que se superponen al amor a esa entidad abstracta, llamada Patria-- bien pertrechado y que se distribuye a lo largo y ancho del territorio nacional. Menos aún, al considerar a esta entelequia denominada “crimen organizado” como un todo, como si no fueran varios ejércitos, que pueden, entre ellos, establecer alianzas, temporales, permanentes o mixtas.
La entrevista que le realizo Humberto Padgett al General retirado Jorge Carrillo Olea, deja muy bien clarificadas las razones, por las que hemos llegado a vivir en medio de esta barbarie (aun y a pesar de que el día de hoy se destaca en la prensa nacional, como un logro, que las ejecuciones mensuales, han caído a la mitad, de abril a octubre: de 1400 a 700). Esas razones son la desnaturalización de las instituciones creadas para el combate al narcotráfico (CISEN, CENDRO, AFI); la incapacidad de las personas designadas para responsabilizarse de esta tarea; y la simulación imperante, con el propósito de manipular a la opinión pública mexicana.
Creo que lo peor de todo, desde mi punto de vista, ha sido, convertir una parte en el todo. Hacer de un problema compartido con los EUA y que no debiera de representar más que una parte de la agenda política del gobierno de México -tan urgido de enfrentar fenómenos internos que son causa y origen, como la corrupción, la pobreza, la educación o la felicidad, por decir solo los principales- y no en la política toda, del Estado mexicano, lo cual es inaceptable. Es prueba de la delirante pasión guerromaniaca del Felipe Calderón y, para colmo, del pésimo sentido que se tiene de la estrategia y la táctica militar, -en detrimento del prestigio del ejército nacional- de la historia y por supuesto, de la realeza de LA POLÍTICA.
Para ilustrar lo que quiero decir, pensando en la acusación que se le formulo al General Jorge Carrillo Olea, para hacerlo renunciar al Gobierno de Morelos, de proteger al “Señor de los Cielos”, parece natural, que una batida contra un enemigo que tiene tantos rostros y se esconde entre la misma población, que de allí se nutre y se alimenta, que son lo mismo en la medida que se pervierte y desespera la gente, frente a los actos de impunidad, la pobreza, el cinismo y mentiras de los que desgobiernan México. Resulta, insisto natural, enfrentar a los criminales, por etapas y fincando alianzas a conveniencia e interés de la seguridad nacional. ¿Quién puede afirmar o negar que las verdaderas razones de acusar al General no hayan sido porque Ernesto Zedillo o los intereses detrás del Presidente no estaban a favor de otro grupo de narcotraficantes, por ejemplo? Indigna también que frente a las demandas por enjuiciar criminalmente a Calderón ante el Tribunal de la Haya, el primero en salir a defender la acción militar de Felipe haya sido Enrique Peña Nieto, quien ya se sabe, ha ofrecido directamente en Washington, la continuación de la guerra (y el consumo de armas, el control del mercado de la droga y los muertos en territorio nacional) en el desquiciado caso de que llegue a ser Presidente de este pobre, entonces si México.
Quizás sirva recordar el ejemplo de una de las batallas que está considerada paradigma de la historia militar: Austerlitz, librada el 2 de diciembre de 1805, cerca de la población Austriaca del mismo nombre, que trascendió como la batalla de los Tres Emperadores y que marco el final del Sacro Imperio Romano. Ese día, en menos de ocho horas, Napoleón Bonaparte logro su mayor triunfo militar. Si la biografía de Napoleón es rica en batallas exitosas y geniales, la de ese día, en particular, marca un hito en la historia militar y política mundial, por la forma en que se dio, por las condiciones, la naturaleza de los ejércitos y la aplicación brillante de la combinación precisa entre Estrategia y Táctica.
Aunque considerada una obra maestra de la táctica, este pasaje épico fue definitivo en la estrategia de la Política, que permitió a Bonaparte configurar el mapa político de la Europa contemporánea, a cambiar todo el sentido de la guerra a partir de entonces. Convertir los ejércitos populares, en bastiones reales, convencidos y apasionados por sus jefes militares; con la convicción de que en cada “mochila se encontraba un bastón de Mariscal”: todo ciudadano podía, todo soldado era un Mariscal en potencia y no como ahora en México, en que no hay esperanza ninguna, frente a la Mafia en el Poder.
Los divertimentos previos de la Batalla de Austerlitz, los posicionamientos, los espias, informantes, los movimientos de engaño, las tretas, todo lo que aconteció antes de que despuntara el sol, en esa gélida mañana de 1805, se pueden y deben revisar en los anales de la historia militar. Las ordenes y los combates, para apoderarse de la meseta de Pratzen, en el centro del tablero de esa batalla decisiva, son movimientos magistrales del excelente ajedrecista, que consta en los anales del juego-ciencia fue Napoleón. La victoria total, las bajas en proporción de 4 a 1, la retirada y somtimiento a las condiciones de la rendición, deben ser leídas y releídas. En unas cuantas horas, Francia se impuso a los ejércitos combinados de Austria, Rusia y Prusia. Buena parte del secreto de los triunfos napoleónicos radico en la eficiencia, valor y arrojo de sus generales infalibles: en Bernardotte, Ney, Soult –quien ese día no cejo de luchar hasta posicionarse en la meseta central, desde donde disparaba a placer sus cañones- Pero ante todo y primero, en lo que llego a ser conocida como «La Grande Armée» de Napoleón Bonaparte: su ejército popular. Lo que bien puede ser entendido en el México de hoy y de nosotros, los mexicanos, como: “Solo el pueblo puede salvar al pueblo”
La entrevista que le realizo Humberto Padgett al General retirado Jorge Carrillo Olea, deja muy bien clarificadas las razones, por las que hemos llegado a vivir en medio de esta barbarie (aun y a pesar de que el día de hoy se destaca en la prensa nacional, como un logro, que las ejecuciones mensuales, han caído a la mitad, de abril a octubre: de 1400 a 700). Esas razones son la desnaturalización de las instituciones creadas para el combate al narcotráfico (CISEN, CENDRO, AFI); la incapacidad de las personas designadas para responsabilizarse de esta tarea; y la simulación imperante, con el propósito de manipular a la opinión pública mexicana.
Creo que lo peor de todo, desde mi punto de vista, ha sido, convertir una parte en el todo. Hacer de un problema compartido con los EUA y que no debiera de representar más que una parte de la agenda política del gobierno de México -tan urgido de enfrentar fenómenos internos que son causa y origen, como la corrupción, la pobreza, la educación o la felicidad, por decir solo los principales- y no en la política toda, del Estado mexicano, lo cual es inaceptable. Es prueba de la delirante pasión guerromaniaca del Felipe Calderón y, para colmo, del pésimo sentido que se tiene de la estrategia y la táctica militar, -en detrimento del prestigio del ejército nacional- de la historia y por supuesto, de la realeza de LA POLÍTICA.
Para ilustrar lo que quiero decir, pensando en la acusación que se le formulo al General Jorge Carrillo Olea, para hacerlo renunciar al Gobierno de Morelos, de proteger al “Señor de los Cielos”, parece natural, que una batida contra un enemigo que tiene tantos rostros y se esconde entre la misma población, que de allí se nutre y se alimenta, que son lo mismo en la medida que se pervierte y desespera la gente, frente a los actos de impunidad, la pobreza, el cinismo y mentiras de los que desgobiernan México. Resulta, insisto natural, enfrentar a los criminales, por etapas y fincando alianzas a conveniencia e interés de la seguridad nacional. ¿Quién puede afirmar o negar que las verdaderas razones de acusar al General no hayan sido porque Ernesto Zedillo o los intereses detrás del Presidente no estaban a favor de otro grupo de narcotraficantes, por ejemplo? Indigna también que frente a las demandas por enjuiciar criminalmente a Calderón ante el Tribunal de la Haya, el primero en salir a defender la acción militar de Felipe haya sido Enrique Peña Nieto, quien ya se sabe, ha ofrecido directamente en Washington, la continuación de la guerra (y el consumo de armas, el control del mercado de la droga y los muertos en territorio nacional) en el desquiciado caso de que llegue a ser Presidente de este pobre, entonces si México.
Quizás sirva recordar el ejemplo de una de las batallas que está considerada paradigma de la historia militar: Austerlitz, librada el 2 de diciembre de 1805, cerca de la población Austriaca del mismo nombre, que trascendió como la batalla de los Tres Emperadores y que marco el final del Sacro Imperio Romano. Ese día, en menos de ocho horas, Napoleón Bonaparte logro su mayor triunfo militar. Si la biografía de Napoleón es rica en batallas exitosas y geniales, la de ese día, en particular, marca un hito en la historia militar y política mundial, por la forma en que se dio, por las condiciones, la naturaleza de los ejércitos y la aplicación brillante de la combinación precisa entre Estrategia y Táctica.
Aunque considerada una obra maestra de la táctica, este pasaje épico fue definitivo en la estrategia de la Política, que permitió a Bonaparte configurar el mapa político de la Europa contemporánea, a cambiar todo el sentido de la guerra a partir de entonces. Convertir los ejércitos populares, en bastiones reales, convencidos y apasionados por sus jefes militares; con la convicción de que en cada “mochila se encontraba un bastón de Mariscal”: todo ciudadano podía, todo soldado era un Mariscal en potencia y no como ahora en México, en que no hay esperanza ninguna, frente a la Mafia en el Poder.
Los divertimentos previos de la Batalla de Austerlitz, los posicionamientos, los espias, informantes, los movimientos de engaño, las tretas, todo lo que aconteció antes de que despuntara el sol, en esa gélida mañana de 1805, se pueden y deben revisar en los anales de la historia militar. Las ordenes y los combates, para apoderarse de la meseta de Pratzen, en el centro del tablero de esa batalla decisiva, son movimientos magistrales del excelente ajedrecista, que consta en los anales del juego-ciencia fue Napoleón. La victoria total, las bajas en proporción de 4 a 1, la retirada y somtimiento a las condiciones de la rendición, deben ser leídas y releídas. En unas cuantas horas, Francia se impuso a los ejércitos combinados de Austria, Rusia y Prusia. Buena parte del secreto de los triunfos napoleónicos radico en la eficiencia, valor y arrojo de sus generales infalibles: en Bernardotte, Ney, Soult –quien ese día no cejo de luchar hasta posicionarse en la meseta central, desde donde disparaba a placer sus cañones- Pero ante todo y primero, en lo que llego a ser conocida como «La Grande Armée» de Napoleón Bonaparte: su ejército popular. Lo que bien puede ser entendido en el México de hoy y de nosotros, los mexicanos, como: “Solo el pueblo puede salvar al pueblo”
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